De los más leales

El sepelio de Vicente Benito Romano

 

Los restos del histórico dirigente sindical tucumano Vicente Benito Romano habían sido identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) unos días antes del 17 de octubre. Pero la familia esperó para la emblemática jornada para hacer el sepulcro. “Elegimos el día de la lealtad peronista porque fue el más leal de los peronistas tucumanos, leal a sus principios y por sobre todo leal al movimiento obrero azucarero tucumano, entregando la vida por ellos”, dijo la familia. En el sepelio se recordó algo extraordinario: que Evita, en 1946, lo condecoró por ser el dirigente sindical más joven del país.

Poco antes de eso, unos sobrinos de Vicente Benito Romano habían ido al edificio del EAAF en la ex ESMA, donde se hizo la restitución antes de la ceremonia celebrada en el Parque de la Gloria de Alpargatas. Fue una larga espera por recuperar el cuerpo. En abril de 1976 Romano se encontraba en la ciudad de Buenos Aires alojado en el hotel Splendid. Allí fue a buscarlo una patota de la siniestra “Coordinación Federal”. Lo secuestraron y asesinaron a quemarropa. Luego lo arrojaron en la zona del río Luján, en Escobar. Desde entonces, permanecía desaparecido. Tenía 48 años. 

Hijo de un obrero azucarero, Romano se destacó como delegado del ingenio La Esperanza desde los 17 años. Luego del derrocamiento del gobierno peronista en 1955 se fue exiliado a Bolivia. En 1959 resultó elegido secretario general de la Federación Obrera de Trabajadores de la Industria Azucarera (FOTIA) y mientras se desempeñaba como diputado nacional —había sido elegido en representación del bloque obrero— sucedió el cierre del ingenio en el que trabajaba. A pesar de este mazazo, Romano, como muchos obreros azucareros, continuó luchando por la reapertura de los ingenios. Fue representante de una Comisión de Ingenios Cerrados y, tiempo después, llegó a ser director obrero de la Compañía Nacional Azucarera (CONASA). Siempre estuvo en la mira de los servicios de inteligencia: los militares lo habían fichado como cabeza de las luchas gremiales. 

Sin ir más lejos, el mismo día del golpe de Estado, las fuerzas represivas fueron a buscarlo a su domicilio. Al no encontrarlo se llevaron a sus hermanos, Domingo Nicolás Romano, que permanece desaparecido, y Ramón Francisco, el único que fue liberado. La casa de Ramona, la madre de los Romano, fue allanada más de una vez y quedó destruida y saqueada. En busca de respuestas, Benito viajó a Buenos Aires, lugar en el que fue secuestrado. Le habían preparado una emboscada. 

 

Foto: Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).

 

Silvia Gabriela Nassif, doctora en Historia, piensa que Romano representaba una de las corrientes del peronismo que desde el golpe de Estado de 1955 había ido radicalizando sus posiciones. En ese marco, había sido uno de los dirigentes obreros azucareros que impulsó la lucha y el enfrentamiento directo con la dictadura y las patronales. Con el tiempo, además, se transformó en uno de los máximos representantes de la CGT de los Argentinos en Tucumán, convirtiéndose en distintas ocasiones en una bisagra entre los sectores del peronismo tradicional y sectores de la izquierda obrera y también estudiantil. En 1971, Romano cayó preso junto al también dirigente sindical Agustín Tosco, con quien compartió la celda. 

“Por ello se podría identificar a Romano como parte de una corriente combativa de la izquierda peronista, con posiciones anti-imperialistas. En él se sintetizaba la vida política y social de Tucumán de aquella época: la radicalización de un sector del peronismo que se acercó a posiciones clasistas, previamente a la aparición de las organizaciones armadas, y la centralidad de FOTIA en el sindicalismo argentino, como así también el accionar represivo de las dictaduras frente a estos dirigentes obreros”, se explaya Nassif.

Nacido en Ranchillos, Tucumán, el 28 de abril de 1928, Vicente Benito Romano era el mayor de nueve hermanos. Cercano a la Juventud Peronista desde sus inicios, luego brindó apoyo logístico a la guerrilla rural peronista de los Uturuncos, y en 1968 a un grupo de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) en el fallido intento de Taco Ralo. Había estado preso en el gobierno de Arturo Frondizi por participar de una huelga ferroviaria que duró 43 días en contra del Plan Larkin. Si bien simpatizaba con Montoneros, el dirigente azucarero no había adherido a las corrientes del peronismo que plantearon la lucha armada, aunque no negaba el uso de la violencia por parte del pueblo. “En pocas palabras, Romano fue parte del ala izquierda del peronismo con posiciones anti-imperialistas y clasistas, en una perspectiva liberadora”, continúa Nassif, que agrega que pocos saben que “Marcos Leiva” fue un seudónimo que usó para publicar y difundir sus poemas políticos y sociales.

 

Foto: Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).

 

En palabras de su familia, Benito fue uno de los dirigentes sindicales “más lúcidos y combativos, y por ello fue un blanco prioritario para la dictadura”. “Fue un dirigente cabal, sin dobleces, muy comprometido. Sobre todo porque él desarrolló su actividad gremial en uno de los gremios más combativos del país, la FOTIA”, resume el músico Juan Falú, para quien fue un faro en los comienzos de su militancia política en Tucumán.

Comprometido con las bases, como dirigente, Romano bregaba por darle el poder a los trabajadores. Falú recuerda cuando Juan Carlos Onganía, en consonancia con la oligarquía industrial, cerró doce ingenios tucumanos. El hecho produjo un desguace de las economías regionales y “una gran migración de laburantes tucumanos, tanto como el inicio de una resistencia que lideró Benito Romano entre los ‘60 y los ‘70”.

Hay una escena fundante. Un acto que presidió el gremialista Raimundo Ongaro frente a la FOTIA, en Tucumán. No recuerda Juan Falú si fue un 17 de octubre o un 1 de mayo. “Hubo una gran presencia de los trabajadores tucumanos que escuchó en perfecto silencio durante dos horas a Ongaro. Él infundía una mística maravillosa. Ya no existen esos discursos, hoy se dispersa mucho la atención y eso se extraña mucho”, cuenta. Juan había sido invitado como orador del movimiento estudiantil. Hace pocos días supo por una vieja compañera del peronismo de base tucumano que fue el propio Benito Romano el que pidió la intervención estudiantil en ese acto. “Estaba muy nervioso, era un pibe que se había formado en las asambleas estudiantiles y de pronto estaba frente a toda esa multitud. Fueron años fogosos en Tucumán, con un peronismo en pleno apogeo y de la lucha política revolucionaria plegada a los estudiantes. Benito era uno de los grandes referentes”, sintetiza el experimentado guitarrista. 

En septiembre de 1968 los padres de Cacho El Kadri viajaron a Tucumán a ver a su hijo preso. Se encontraron con Benito Romano, por entonces secretario general de la FOTIA, que les ofreció todo su apoyo y les dijo que tenían que estar orgullosos de tener un hijo capaz de jugarse por sus ideales. Y que era una lástima que no hubiera podido empezar la guerrilla. Les dijo Romano: “Acá, en Tucumán, si hubieran empezado muchos compañeros cañeros se les sumaban. Acá la gente está harta y la cosa no da para más, nos están cerrando los ingenios, nos hambrean. Cada vez hay más gente que dice que así no vamos a ninguna parte, que la única que queda es agarrar el machete y meterse en el monte”.

La FOTIA había lanzado un plan de lucha por la reapertura de los ingenios. Por caso, el ingenio La Esperanza daba trabajo a 500 familias. Dos militantes del PRT —Leandro Fote y Miguel Soria— estaban en el comité ejecutivo de once miembros de la FOTIA, donde también estaba Benito Romano, que apoyaba a Montoneros. En una economía regional que enfrentaba un cambio estructural, las luchas de los azucareros eran sobre todo defensivas: defensa de la fuente de trabajo ante el cierre de ingenios, defensa del obrero del surco ante la irrupción de las cosechadoras y, además, pedido de aumentos salariales. Todo fue en ascenso hacia los primeros años de 1970, cuando el movimiento pasó a la ofensiva y a una articulación con el movimiento estudiantil tan masivo y popular. Entonces la dictadura fue sistematizando la represión para aniquilarlos de cuajo. 

El proceso de recuperación de los restos de Romano tardó cuatro años. A través de la aplicación de nuevas tecnologías, el EAAF precisó marcadores genéticos que condujeron a la identificación. El de Romano fue uno de los 13 cuerpos que se exhumaron del cementerio municipal de Escobar en tareas realizadas entre el 3 y el 4 de agosto de 2010. Hasta el momento, fue el sexto cuerpo en ser reconocido. El EAAF había encontrado en dicho cementerio constancias documentales que dieron cuenta de una persona NN de sexo masculino, “cuyo hallazgo se produjo el día 25 de abril de 1976 en ruta 25 y río Luján, Escobar, confeccionándose un acta de defunción”. 

Tras 48 años, ocurrió la reparación. La memoria de uno de los dirigentes sindicales más importantes de la generación política arrasada por la dictadura, aquella que gestó una lucha revolucionaria con notable arraigo en los jóvenes, asomó de la fosa común en la que permanecía oculta entre las sombras.

 

 

 

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