D'ALESSIO DESCASCARADO
Juicio oral, Causa Traficante, Episodio 1
Lunes 7 de marzo. 2021. Empieza el primer juicio al falso abogado Marcelo Sebastián D’Alessio y parte de su banda. Es por tentativa de extorsión al empresario aduanero Gabriel Traficante, una causa pequeña en comparación con la que le espera en Dolores. Pero bien vale un botón como muestra.
D’Alessio utilizó en este caso el mismo modus operandi que en otras extorsiones: un llamado amigable, una reunión en dónde se le explica a la víctima que ha sido nombrada en una causa notoria (respaldada con datos personales reales), una advertencia sobre una nota con su nombre próxima a salir en algún medio (generalmente Clarín), para luego ofrecer su ayuda a cambio de dinero para sobornar a jueces y fiscales. Determinar los hechos concretos y la responsabilidad de cada acusado es el objeto de este juicio, pero en términos generales se repite casi sin variación en todas las demás causas.
Por la pandemia, la modalidad es semipresencial a través de la plataforma Zoom. La primera imagen que aparece es el estrado vacío, con el ángulo y la distancia de una cámara de seguridad. De a poco, en otras pantallas, comienzan a aparecer rostros con sus etiquetas. Son los secretarios, fiscales y abogados. Intercambian saludos y charlas de pasillo, pero en la virtualidad. El comentario general es el de causas aceleradas. La modalidad remota ha hecho que el tiempo se reduzca en un 30%. Pero la realidad parece otra. Todo tarda mucho, todo tiene un momento previo que es la lucha personal contra la tecnología. El sonido o las cámaras no funcionan, voces sin imagen se suman desde algún lugar, y largos silencios incómodos con las cámaras apuntando a la cara.
Son las 9:20 y en 10 minutos comienza el juicio. El doctor Santiago Finn pregunta si tiene un teléfono para hablar con su defendido. La doctora Tatiana Terzano dice que en breve llega a su despacho y se conecta. Algunos se levantan y otros esperan sentados.
En una de las pantallas aparece un cuarto con la leyenda CPF1 SALA 01. El plano, a diferencia del resto, es amplio y está mal encuadrado. Al fondo una pared blanca es comida desde los cimientos por una tremenda mancha de humedad. Un policía a la izquierda y una puerta negra a la derecha, custodian a una persona sentada difícil de distinguir. No pueden comunicarse bien, entonces el policía se acerca a cámara y manipula algo fuera de cuadro. El secretario del juzgado pregunta si pueden encuadrar mejor. Desde el micrófono el hombre dice: “No se escucha bien, están probando si funcionan los parlantitos”.
El hombre es Marcelo D’Alessio, pero parece otro. Tiene el pelo crecido, usa anteojos y está más flaco. Saca y pone cosas de una bolsa color crema. ¿Cuadernos y lapiceras, tal vez? No se llega a distinguir.
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Después de mucho tiempo puedo al fin verlo en vivo y en directo. Desde que salió la primera noticia acá en El Cohete no pude parar de pensar la posibilidad de retratarlo de alguna forma, hacer una película o una serie. Algo. Leí todo sobre él. Me entrevisté con periodistas, abogados, jueces, espías y espiados, tratando de entender por qué hizo lo que hizo, porque no puedo creer ni por un segundo que fue sólo por dinero. Hay otra cosa ahí, una necesidad, una urgencia. Un problema serio.
Otras pantallas las ocupan el ex AFI Rolando Barreiro, el otro ex espía Claudio Álvarez, y el fiscal suspendido Juan Ignacio Bidone. Estas cuatro personas son las acusadas como cómplices de la extorsión. Los letrados que los acompañan lo hacen desde sus despachos, enmarcados en ese fragmento de realidad cotidiana en las ventanitas de Zoom: una biblioteca, una pared manchada, una ventana sin cortinas, un televisor, un aire acondicionado.
Esta sesión es para la lectura de la causa. El juez Jorge Gorini, presidente del Tribunal Oral Federal Nro 2, les indica a los imputados que “presten especial atención a la lectura”, e indica que van a reducirla a la descripción de los hechos y omitir la enumeración de pruebas. Ya va a haber tiempo. Hay sesiones programadas hasta junio.
El resumen es el siguiente:
El mediodía del 2 de noviembre de 2016 Alejandro Morilla recibe un llamado de Marcelo D’Alessio diciendo que su amigo en común Gabriel Traficante estaba en problemas. Le pide que lo contacte para juntarse en su casa del country Saint Thomas, en Canning, porque él podía ayudarlo. A las 20 Morilla llega en su Amarok junto a Traficante. Los recibe D’Alessio y le explica que su nombre aparece en una gran causa, la de la mafia de los contenedores. Dice trabajar en inteligencia, tener contacto en las más altas esferas, y le pide 90.000 dólares para limpiar la evidencia. Le dice, también, que hay una nota próxima a salir en Clarín que lo nombra, pero que él es amigo íntimo del periodista Daniel Santoro y que puede frenar la publicación. Desde ese momento la reunión, según Morilla, se pone tensa. Cuando vuelven en la camioneta, Traficante le dice “tu amigo es un ladrón”.
D’Alessio intentó por medio de otros conocidos en común hacerle llegar una oferta que iba subiendo de precio. El empresario Gabriel Garcés dice en su declaración que cuando D’Alessio lo invitó a conversar se mostró amigable hasta que cambió su personalidad. Se puso agresivo e intimidante, y le dijo que, de no pagar, Traficante y su esposa iban presos. El precio pasó de 90.000 a 600.000 dólares. Garcés dice haberse sorprendido mucho, porque siempre le había parecido “un pelotudo que hablaba de forma amanerada”.
Durante todo un mes D’Alessio le mandó a Traficante mensajes que iban de amables a intimidatorios, con capturas de llamadas de su teléfono, de sociedades y empresas a su nombre. La información era real, ya que se las brindaba el fiscal suspendido Bidone. De hecho, en una maniobra de lo más complicada, Bidone y el ex espía Álvarez intentaron meter el nombre de Traficante en la causa del triple crimen de General Rodríguez, acusándolo de tráfico de efedrina. Bidone supo tener esa causa, pero para la época de la maniobra ya hacía tiempo que no.
Pero, aunque lo llenaron de mensajes intimidatorios y Daniel Santoro publicó dos notas en Clarín donde lo señalaba como jefe de la mafia de la aduana, Gabriel Traficante no pagó. En cambio, radicó una denuncia por extorsión que durmió durante tres años, hasta que estalló el escándalo en Dolores.
Los acusados escuchan durante casi dos horas la narración de los secretarios. Bidone está de corbata, con una biblioteca a sus espaldas. Mira hacia fuera de cuadro permanentemente. El ex espía Rolando Barreiro no para de gesticular: cierra los ojos, mira fijo, se pone serio, sonríe. Parece mucho más joven de lo que es. Cada vez que el secretario dice su nombre, el ex AFI Álvarez mira al suelo y niega con la cabeza. Parece no terminar de creer su situación. D’Alessio parece concentrado, escribe y mira la pantalla que tiene a lo lejos manteniendo la compostura. Pienso que estar sentado en un cuarto con humedad, escuchando pacientemente como lo nombran y acusan, después de haber estado en la situación de pedir hasta 600.000 dólares, manejar autos de alta gama, entrar y salir de los juzgados, en definitiva, pasar de una total y absoluta impunidad a esos cuartos descascarados, debe ser una verdadera pesadilla. Incluso en esta causa, que es tentativa de extorsión, con una pena que va de los 2 años en suspenso hasta los 6 años, y que puede quedar en la nada.
Las defensas se pliegan a la estrategia del abogado de oficio de D’Alessio, el doctor Santiago Finn, que pide la suspensión del inicio del debate apelando al principio general de ne bis in ídem, que asegura que una persona no pueda ser juzgada por el mismo hecho más de una vez. Y es que Finn argumenta que esta causa está englobada en la causa que lleva adelante el doctor Ramos Padilla en Dolores. Pide su unificación, ya que en el proceso de Dolores la formulación es la de asociación ilícita, un delito muy amplio que abarca otros, y este es en realidad un estadío de aquel. En términos lingüísticos parecen dos hechos independientes, pero en la realidad tanto el delito, como los acusados y los denunciantes, son los mismos. E, incluso, varias pruebas de esta son tomadas de aquella otra. Y para cerrar su argumento, el doctor Finn dice:
“Cito página 689 de la edición 2004 del código penal procesal comentado, de D’Alessio. 'Si se trata del mismo acuerdo criminal que se expresa a lo largo del tiempo en diferentes hechos delictivos, el delito que se comete es el mismo por lo que la garantía de ne bis in ídem rige en plenitud'”.
El texto citado es del fallecido juez Andrés D’Alessio, eminencia del derecho procesal argentino, quien fuera Procurador de la Nación, integrante del tribunal en el Juicio a las Juntas, y tío de Marcelo D’Alessio, el falso abogado que espera en el Penal de Ezeiza la resolución del caso.
El Fiscal Federal Diego Luciani pide un cuarto intermedio hasta el próximo lunes para resolver el pedido.
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