CUESTA ABAJO
Los primeros sondeos posteriores a la renuncia de Joe Biden a su candidatura mostraron a Kamala Harris en virtual empate con el ex Presidente Donald Trump. Esto no tendría excesiva significación, dada la variabilidad de esas mediciones y el tiempo que resta para que ambas fórmulas se enfrenten, sino fuera porque desde hacía meses el candidato republicano se imponía sobre el demócrata, tanto en la suma del voto popular cuanto en los estados en disputa que formarán la mayoría en el colegio electoral: Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, North Carolina, Pennsylvania y Wisconsin. A principios de julio, la respetada encuesta conjunta de New York Times/Siena College arrojaba una ventaja de 6 puntos para Trump. La que se tomó una vez que la Vicepresidenta alzó la antorcha, redujo esa diferencia a un punto, dentro del denominado error técnico. La pregunta es cómo afectaría esa novedad a la Argentina y su gobierno.
La sucesión de pronunciamientos luego de que quedara en evidencia la avanzada senilidad del Presidente mostró que ni sus partidarios más decididos creían en la eventualidad de una victoria. Hasta desaparecieron del análisis los temores acerca de las consecuencias de un segundo mandato de Biden, porque ya nadie lo consideraba posible. Esto incluye a las figuras principales del establishment demócrata, incluyendo al ex Presidente Barack Obama, y a quienes aportan fondos para la campaña. Me gusta el cargo, pero más la democracia, fue la síntesis con que Biden fundamentó el pase del testimonio a Harris. Los panegíricos a su vocación de servicio y su desprendimiento personal llegaron al mismo tiempo que las dudas republicanas acerca de su capacidad para cubrir el semestre que aún falta para su reemplazo en la Casa Blanca. Es probable que arrecien las presiones para forzar su alfonsinamiento, pero ahora es posible discutir el deterioro que también muestra Trump.
No fue una decisión fácil para Biden, porque una evaluación objetiva de su gestión arroja un saldo económico y social favorable, en condiciones objetivas de extrema dificultad, que incluso superó pronósticos y vaticinios. Distinto sería si en las evaluaciones electorales estadounidenses también se tomaran en consideración las cuestiones de política internacional, que interesan sobre todo al resto del mundo.
Desde la Argentina, el Presidente Javier Milei ha sido explícito en su adhesión a las políticas estadounidenses, cualquiera sea el partido en el gobierno. No obstante, son ostensibles sus preferencias por el desafiante republicano, y la afinidad personal que los acerca. Ambos tienen en común el desprecio y la vituperación por los respectivos sistemas políticos y su tendencia al insulto y a la acusación ligera de comunista a quienquiera que disienta con alguna de sus posiciones. Pero mientras aquí esto se ha expresado en el plano verbal, en Estados Unidos llegó a manifestarse en una tentativa de asalto al poder por la fuerza, con la toma del Congreso en enero de 2021, para rechazar el fracaso en el intento de reelección de Trump.
Que esto no ocurrió en un vacío de fuerzas sociales lo prueba que en los tres años y medio transcurridos no haya habido una sanción institucional que castigara ese episodio sin precedentes, a pesar de las abundantes pruebas colectadas en procesos políticos y judiciales en distintos lugares del país.
Peor aún, las decisiones adoptadas en contra de Trump por legislaturas y jurados, que han desmentido las irregularidades denunciadas, fortalecieron su maquinaria electoral, como su imagen de prontuario, con gesto fiero como procesado, que se replicó en remeras y tazas de café. Tampoco le han hecho mella los otros procesos, por el soborno a una actriz porno para comprar su silencio sobre una relación extramatrimonial o por la posesión ilegal en su residencia privada de documentos oficiales. La mayoría automática de 2 a 1 que en apenas cuatro años obtuvo en la Corte Suprema de Justicia le ha asegurado la impunidad para los delitos que pudiera haber cometido en ejercicio del Poder Ejecutivo, decisión que con alta probabilidad se replicará en otros países del mundo, en beneficio de autócratas reacios a la rendición de cuentas.
La Vicepresidenta ya tiene asegurados los votos de los delegados que decidirán su candidatura en la Convención Demócrata, aunque resta que anuncie quién la acompañará en la fórmula. No es un dato menor, dado el impacto que produjo la designación de JD Vance como candidato republicano a la vicepresidencia, y su elegía campesina. JD lo consignó en un libro autobiográfico sobre el cual se filmó una película que llamó la atención de Trump y concluyó con su candidatura.
En preparación del actual proceso electoral, el Comité Nacional del Partido Republicano está inundando los tribunales de todo el país con demandas para eliminar inscriptos en los padrones, con el argumento de que han muerto o se han mudado. Aunque la mayoría de esas causas sean rechazadas por falta de asidero, siembran la desconfianza y preparan el terreno para cosas peores.
A la cola
La historia de JD tiene eco en una investigación de la universidad de Harvard, que proporciona una lectura racional del atractivo de Donald Trump sobre la clase trabajadora blanca, cuya movilidad social se redujo en las últimas dos generaciones, mientras la de las personas de color se incrementaba. La investigación se basó en los registros censales y fiscales de 57 millones de niños. Si bien los negros siguen ganando menos dinero que los blancos, y la brecha general de ingresos sigue siendo grande, los estadounidenses negros que nacieron pobres han ganado un poco de terreno, mientras que los blancos han perdido algo. Los negros mejoraron sus ingresos un 7%, los blancos perdieron un 4%, aproximadamente.
Un análisis publicado la semana pasada en el diario New York Times menciona una analogía formulada luego de la victoria de Trump en 2016, por la socióloga Arlie Hochschild. Su libro Strangers in Their Own Land ("Extraños en su propia tierra") sostiene que la clase trabajadora blanca de los estados republicanos veía el sueño americano como una cola hacia la prosperidad. Pero en las últimas décadas, gracias a la globalización y a otros cambios, la cola dejó de moverse y otros grupos pasaron a ocupar el primer lugar. Los trabajadores blancos tienden a atribuir esa mengua al avance de los estadounidenses negros. El estudio no verificó cambios sustanciales en otros grupos étnicos y constató que los blancos de altos ingresos son quienes han avanzado más rápido en la cola. Es decir, que los que están jodidos son sólo los trabajadores blancos, como la familia de JD. Trump capitalizó esos sentimientos, con una retórica que el diario de Nueva York caracteriza como incendiaria y a veces racista, al mismo tiempo que atacaba a las élites blancas de las que forma parte.
La analogía de las colas es atractiva, pero engañosa, porque no se trata de un juego de suma cero, en el que unos ganan lo que otros pierden. El estudio de Harvard lo comprueba: donde más mejoraron los negros, menos cayeron los blancos. Pero como bien saben quiénes observan las dinámicas sociales en los empobrecidos conurbanos argentinos, el vecino que recibe un plan es un chivo expiatorio más visible que las fuerzas del mercado que determinan el empobrecimiento de unos y otros. Un dato clave de Estados Unidos, con repercusiones aquí, es que los legisladores demócratas han acudido a políticas de ayuda a los grupos minoritarios, lo cual refuerza el mismo círculo vicioso.
Las señoras de los gatos
La elección de noviembre girará también sobre cuestiones culturales que aquí no son tan fáciles de entender. Por ejemplo, en cuanto se anunció la candidatura de Harris, tuiteros republicanos la llamaron Mamala. Su pecado capital, señalado en una entrevista de 2021 con Fox News por JD, del modo más despectivo posible: "Es una pena que el país esté gobernado por una de esas señoras enamoradas de los gatos y sin hijos, que no son felices en su vida por las elecciones que tomaron y que quieren que el resto del país también sea infeliz". Harris no tiene hijos biológicos, aunque ha criado a dos de su esposo, quien afirmó en su defensa que es una madre amorosa. En cambio, JD basa su campaña en apelaciones a favor de la natalidad. Incluso ha elogiado un programa que aplicó en Hungría el gobernante ultraderechista Viktor Orban, de créditos al matrimonio y la reproducción, que se alivian y hasta convierten en subsidios según la fertilidad de la pareja. Si tiene dos hijos, le perdonan un tercio del préstamo; si tienen tres se anula toda obligación. Vance propuso replicarlo en su país.
Los foros libertarios internacionales celebran los logros de Orban, a contramano de los datos demográficos de las democracias occidentales. Desde 2011 hubo en Hungría un 0,42% más de nacimientos, la cantidad de bodas creció 1,12% y los divorcios se redujeron en un 3,09%. La transposición de cualquier política de Hungría a Estados Unidos no puede ser lineal. El problema para JD es que la más notoria Cat Lady del país no es Kamala ni Mamala Harris, sino Taylor Swift, que no tiene hijos sino tres gatos, y cuyas admiradoras se vuelcan a la campaña en contra de Trump y su Vice. Las swifties son adversarias temibles.
Los peros del FMI
El gobierno de los Hermanos Milei cree que el resultado electoral de noviembre en Estados Unidos no le será indiferente. El descaro con que el Presidente argentino participó en un acto de campaña de Trump no favoreció su relación con el gobierno de Biden. Es cierto que esas cuestiones personales no siempre prevalecen sobre los intereses económicos, como se vio en la década pasada. En octubre de 2015, durante un distendido diálogo con Viviana Canosa, Maurizio Macrì dijo que Trump estaba "totalmente chiflado", que era "un exhibicionista", que su reality show en televisión era "ridículo" y que su "extremismo" le impediría vencer a Hilary Clinton.
A pesar de esta imprudencia del arúspice de Los Abrojos, en 2018 el ya Presidente de Estados Unidos dispuso que el Fondo Monetario Internacional le otorgara a Macrì el mayor préstamo concedido en sus siete décadas de existencia, muy por encima de las relaciones técnicas que le marca su estatuto y sin que la Argentina cumpliera con los mínimos requisitos formales de su propia legislación interna. Macrì en una entrevista con Marcelo Longobardi en CNÑ se jactó de que Trump había intervenido personalmente, como una forma de apoyo político en favor de su reelección, cosa que confirmó el ex delegado de Trump en el directorio del FMI, el cubano estadounidense Mauricio Claver-Carone. Sí, pero.
Es una verdad a medias: Macrì era el preferido, pero ganara quien ganara las elecciones de 2019, la Argentina quedaría sometida a la voluntad del sistema financiero internacional. Ya durante la presidencia del Doctor Fernández, la previsible renegociación de un préstamo imposible de pagar impuso revisiones trimestrales, en cada una de las cuales el auditor externo que co-gobierna amplía sus exigencias. El último en denunciarlo fue el actual Presidente Milei, durante su reciente descarga neura.
El FMI desmejoró las perspectivas de caída económica de la Argentina, de -2,8% a -3,5% este año y en la octava revisión del acuerdo vigente reclamó mayor calidad del ajuste fiscal (más bisturí que motosierra) y cambios en la política monetaria y cambiaria, es decir una nueva devaluación del peso. Enfurecido, Milei dijo que "cumplimos con todo y están todo el día poniendo peros". Hasta condenó hipotéticas tendencias izquierdistas del Fondo, extravagantes desde la óptica argentina, pero en línea con los cuestionamientos de la derecha populista estadounidense, habitual denunciante de un "Estado profundo" que gobernaría la globalización.
Si le echó una mano, no se ve
El Ministro de Economía Luis Caputo trató de enmendar esa sincera confesión de debilidad durante su estancia de esta semana en Brasil, en ocasión del encuentro del G20. Más allá de la agenda del encuentro, se centró en las entrevistas personales con funcionarios y banqueros que puedan aportar la liquidez que el gobierno busca con desesperación.
El jueves se reunió con la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva. No hubo comunicado oficial, apenas un par de tuits. El de Georgieva completamente formal, sostuvo que la reunión fue "constructiva", consideró "sólido" el desempeño de la Argentina "contra la inflación, la consolidación fiscal y el apoyo a las personas vulnerables". Un estilete fue el compromiso que declaró en respaldo de "los esfuerzos del gobierno para dar vuelta la economía en beneficio de los argentinos", lo cual no sugiere un logro sino una tarea pendiente. La respuesta de Caputo fue desmesurada. "Gracias Kristalina por el apoyo del FMI. ¡La mejor jefa del organismo de la historia!", escribió. El mejor ministro de la historia, según Milei, arroja las mismas flores sobre la principal burócrata del FMI. Pero se cuida de explicitar en qué consistiría el apoyo que agradece, y que no se ve por ningún lado. ¿Habrá sido deliberado que en la foto oficial difundida por el Fondo, no se observa la mano que según Caputo le echó Goergieva?
En vísperas del encuentro de Río, Georgieva emitió una declaración sombría sobre las perspectivas económicas globales. KG avizora un período prolongado de crecimiento anémico que profundice la pobreza y la desigualdad. La creación de empleo y el crecimiento salarial lentos aumentan el desempleo estructural y reducen la proporción de los ingresos de un país que llegan a los trabajadores. Así se amplía la brecha entre quienes están en la cima y quienes están en la base de la escala de ingresos. Ante este cuadro, la jefa del FMI elogia la decisión de Brasil de conferir prioridad de su presidencia del G20 a la lucha contra la desigualdad, la pobreza y el hambre y su programa Bolsa Familia de transferencia de efectivo a los vulnerables. En la Argentina, esas son las bolsas que esconde el gobierno, para no repartirlas. Entre sus recomendaciones, Georgieva menciona que las políticas fiscales apoyen a los miembros más vulnerables de la sociedad y protejan los programas sociales, opuesto a lo que ocurre en la Argentina. También reclama una reforma tributaria progresiva, que grave los ingresos de capital y la propiedad. Además afirma que el Fondo ha comenzado a reconsiderar las sobretasas que cobra a los países endeudados por encima de las relaciones técnicas, que encarecen los créditos. Con su habitual ligereza, Caputo se atribuyó haber planteado el tema, cuya historia es demasiado conocida: se trata de un planteo de CFK, que ahora el FMI se propone estudiar.
Motores apagados
Pero en función de sus convicciones ideológicas, el gobierno de los Hermanos Milei ha ido apagando uno por uno todos los motores de la economía. La idea básica es que sin déficit fiscal desaparece la emisión monetaria y, con ella, la inflación. Los malabares financieros de Caputo han endilgado al Tesoro la deuda hasta entonces acumulada por el Banco Central, como forma de cegar otra fuente de emisión. El rubro número uno de la demanda global es el consumo. El gobierno sometió a ese 70% del acumulado a un congelamiento artificial. El 30% restante se reparte entre la inversión, tanto pública como privada, y las exportaciones, ambas afectadas por la paralización de la obra pública, el recorte de las transferencias a las provincias, la caída de los precios internacionales de los productos agropecuarios que se venden al exterior, y la reticencia de las patronales agropecuarias a liquidar la parte de la cosecha que conservan en silobolsas si no se les mejora el valor del dólar que perciben.
En la Sociedad Rural, Caputo recibió el pedido de aliviar o suprimir las retenciones. Dijo que le gustaría, pero que necesita ese ingreso. ¿Cuál es la diferencia con Onganía, Alfonsín, los Kirchner, Macrì y el Doctor Fernández?
En su docena de viajes al exterior, a raíz de dos por mes, Milei se ha reunido con docenas de empresarios, curiosos por conocer al fenómeno, pero que hasta ahora no han concretado inversiones significativas en ningún rubro. Lejos de acrecentar las reservas, el Banco Central las sigue perdiendo, por la intrépida apuesta con plata ajena de Caputo, que está rifando ese bien cada día más escaso, como garantía del carry trade de sus amigos que han vendido dólares para realizar ganancias con la tasa de interés. El argumento oficial es que esa intervención cambiaria controla la brecha entre el dólar oficial y sus variantes multicolores. Sin embargo, se mantiene en torno del 40%, mientras siguen cayendo las reservas y sube el riesgo crediticio del país. Como explicó la semana pasada aquí el Foro Economía y Trabajo "las reservas del BCRA bajarán hasta que estos grandes especuladores puedan salir de la Argentina, llegando a un nivel de reservas mínimo que no deje otro camino que la renuncia de Caputo y su equipo económico, para luego producir una mega devaluación con un mayor ajuste fiscal". En 2001 esa fuga fue financiada con el megacanje y el blindaje ("qué lindo es dar buenas noticias") y en 2018 por el préstamo del FMI. Esas bolsas ahora están cerradas y el gobierno busca con creciente desesperación dónde obtener más deuda, que es su única política invariable. Como Fernando De la Rúa en 2001, Milei se aferra al descenso de la inflación. Pero la enseñanza de entonces indica que sin ingreso de dólares es imposible sostener ese logro. En cuanto De la Rúa apeló al corralito, su gobierno se evaporó, así como en 2019 la reelección de Macrì de volvió imposible.
El viernes, luego de un par de días de incertidumbre, Caputo se encontró con Janet Yellen, su par de Estados Unidos, y con su segundo Jay Shambaugh . También con el presidente del Banco Mundial, Ajay Banga, pero ante la falta de receptividad canceló el encuentro con el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Ilan Goldfajn. El gobierno dejó trascender en el portal oficialista Infoemba que está interesado en organizar un pool que incluya al FMI, a esos bancos del sistema de Naciones Unidas y de la OEA y a un grupo de bancos privados, que le suministren entre 10 y 15.000 millones de dólares, contra la garantía del oro del Banco Central, los mejores títulos del mismo banco y el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la ANSES.
En la jerga financiera eso se denomina un crédito repo. Para la gente menos sofisticada es acudir a una casa de empeños con las joyas de la familia, que serán incautadas si al término del acuerdo no se devuelve el préstamo. La respuesta de Georgieva fue apenas formal, la de Yellen seca y brevísima. Tuiteó que se había reunido con Caputo para hablar del "progreso de la desinflación y de los esfuerzos para apoyar a los más vulnerables". Esta dureza contrasta con la versión de Caputo, que agradeció el inexistente apoyo de su interlocutora.
Sin dólares de los exportadores de cereales y derivados; con incertidumbre sobre los dólares que allegará el blanqueo; sin dólares en el corto plazo por el Régimen de Incentivos a las Grandes Inversiones (RIGI); sin más dólares del FMI, el horizonte al que se dirige Milei tiene el rostro de Donald Trump. En 2001, el fugaz titular del Poder Ejecutivo Adolfo Rodríguez Sáa se ilusionó con el presunto apoyo que podría obtener del Presidente George W. Bush, dado que las respectivas provincias, Texas y San Luis, se habían declarado hermanas (sic). No puedo olvidar la expresión de Guillermo O'Donnell cuando le comenté esa ilusión puntana. No hace falta que alguien se proponga escarmentar a la Argentina, como ocurrió hace dos décadas. Basta con que le den a su gobierno el mismo trato que al resto del mundo, para que se pinchen esas burbujas de la imaginación.
En el mejor de los casos. Si Trump volviera a la mansión de la Avenida Pensilvania, le llevaría meses de 2025 instrumentar el socorro que anhelan los Hermanos Milei. Pero antes pueden ocurrir otras cosas. Por ejemplo, que hoy la oposición venezolana se impusiera en los comicios presidenciales y pusiera en pausa el experimento bolivariano. En tal caso, el apoyo a la reconstrucción del sistema político del país con las mayores reservas de hidrocarburos del mundo asumiría prioridad sobre la distante Argentina. Pero desde hace pocos días, también se vislumbra la posibilidad de que Trump deba retirarse a Mar-a-Lago y que por primera vez una mujer de color lo suceda al mando.
La música que escuché mientras escribía. --------------------------------
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