Cuando la política se calla
Los líderes europeos corren desaforados por la trágica pendiente de la guerra
El antiguo proverbio romano Si vis pacem, para bellum (si quieres la paz, prepárate para la guerra), atribuido a Publio Flavio Vegecio Renatus en el siglo IV, frecuente en boca de militares y “expertos” en conflictos, es tan antiguo y repetido como falso y carente de fundamento histórico. Todo lo contrario, siempre que una unidad política se preparó para la guerra acabó precipitándola, como se desprende de una lectura atenta de la más citada que leída Guerra del Peloponeso de Tucídides. Por lo tanto, cuando los tecnócratas de la OTAN comienzan a discutir la organización de su “defensa”, en preparación para una imaginada invasión rusa, terminan precipitando los acontecimientos, una profecía autocumplida. La forzada analogía de la Rusia actual con el expansionismo militar de Alemania en la Segunda Guerra Mundial carece de sentido: el argumento alemán del Lebensraum (espacio vital) no se aplica al país con la mayor extensión territorial del mundo. La atribución de una propensión histórica a la agresión también es infundada. La estrategia rusa en las grandes guerras era esperar a que el enemigo invasor se desgastara, refugiándose en una posición defensiva, antes de iniciar la contraofensiva. Las únicas dos explicaciones plausibles para los gritos histéricos de la paranoia europea son: 1) internamente, para lograr la cohesión social frente a los movimientos de protesta por el fin del Estado de Bienestar llevados a cabo por los gobiernos neoliberales; y 2) por la modulación de la percepción provocada por los medios corporativos para aumentar los ingresos del complejo industrial-militar estadounidense. En ambos casos, la condición de posibilidad para que ocurran esas explicaciones se puede encontrar en el actual deterioro intelectual y moral de la clase política europea.
El formateo del discurso político, primero para el periódico impreso, luego para la imagen televisiva y, más recientemente, para el espacio digitalizado de las campañas políticas [1], terminó deteriorando la democracia plebiscitaria de masas. La reducción del discurso político ha reorientado los argumentos de la razón hacia la pasión para desembocar en enunciados emocionales que activan individualmente a los sujetos del enjambre [2] para llevar al poder ya no a políticos de carrera, formados en la lucha política partidaria, sino a oportunistas irresponsables que logran movilizar a los votantes rápidamente. El ideólogo del partido fue sustituido por el marketing y el referéndum popular por datos estadísticos sobre la opinión de la mayoría influenciada por la manipulación de los medios corporativos y las redes sociales. Así llegaron al poder, incluso en países importantes, figuras aceptables por su imagen y conveniencia mediática, pero sin responsabilidad alguna hacia los votantes ni hacia los partidos políticos (lo que contribuyó a la crisis de los partidos), lo que facilitó su manipulación.
En gran medida, estos dirigentes sin formación ni anclaje político son los que otorgaron poder de decisión a una burocracia administrativa y militar –me refiero al Consejo Europeo y a la OTAN– que permitió el ascenso de personajes histriónicos como la alemana Ursula Gertrud von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, o el noruego Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, dos halcones funcionales a los intereses de la potencia en decadencia.
No sólo los líderes políticos, sino también las representaciones diplomáticas acompañaron a la política en su deterioro institucional. Subyugados por las reglas dictadas por la potencia en decadencia, olvidaron los intereses nacionales que debían servir, para asumir posiciones impropias de una representación diplomática. Un ejemplo fue la patética retirada de representantes de 40 países como boicot al discurso de Sergei Lavrov, canciller de una importante potencia nuclear y parte beligerante en el conflicto en la agenda de la ONU, el 1º de marzo de 2022. Estas representaciones abdicaron de su papel primordial, que es escuchar y argumentar en defensa de los intereses nacionales, mientras se humilla en la retirada ordenada por el superior imperial, un hecho celebrado como un “éxito diplomático” por los medios corporativos internacionales. Hoy en día, la diplomacia rusa, profesional y prudente, consciente del nivel de la diplomacia europea, ya ni siquiera se molesta en discutir con ella y simplemente se burla de sus homólogos europeos.
Este espectáculo representado por la diplomacia europea mostró, por un lado, su fracaso como instrumento político de los Estados representados y, por el otro, la creciente militarización de las respuestas europeas ante el reacomodo de las estructuras más profundas del sistema internacional. Se abolió la palabra “paz” del discurso diplomático, que en todas sus manifestaciones refuerza “guerra” como palabra que designa el destino ineludible al que están siendo arrastrados sus países. Con partidos políticos desmoralizados y sin la base de legitimidad social de los pueblos, los deficientes líderes europeos entregaron el destino de sus naciones a burocracias insensibles, tanto administrativas como militares, acostumbradas a ser conducidas como ovejas por los Estados Unidos, aunque sea en la dirección del matadero. No será por falta de advertencias, como la que Putin dirigió al Occidente cuando inició la invasión a Ucrania: “Algunas palabras importantes, muy importantes para aquellos que puedan verse tentados a interferir en los acontecimientos que están teniendo lugar. Cualquiera que intente detenernos, y más aún crear amenazas a nuestro país, a nuestro pueblo, debe saber que la respuesta de Rusia será inmediata y tendrá consecuencias que ustedes nunca han enfrentado en su historia. Estamos preparados para cualquier eventualidad. Se han tomado todas las decisiones necesarias a este respecto. Espero ser escuchado” [3].
A pesar de la clara advertencia y de la trágica experiencia napoleónica en su invasión de Rusia en 1812, Macron amenazó con enviar tropas a Kiev si las fuerzas de la Federación Rusa avanzaban sobre Kiev y Odessa, afirmando que “ante un enemigo que no se impone límites a sí mismo, no podemos imponernos el nuestro”. Así, sin medir las consecuencias de su arrogancia, e imaginando que la Rusia nuclearizada puede ser tratada como una de sus antiguas colonias, la declara “enemiga de Francia”. ¿Se sentirán tranquilizados los franceses por la valiente decisión política de su líder de elegir a la poderosa Rusia como su principal enemigo? Parecería que Macron está compitiendo con el primer ministro alemán Olaf Scholz por el papel del líder europeo más belicoso para liderar la maquinaria militar atlantista hacia la picadora de carne rusa.
Si Johan Galtung [4] hubiera podido discutir con el romano Publius Flavio en el siglo IV, posiblemente lo hubiese convencido a concordar con la fórmula Si vis pacem, para pacem (Si quieres la paz, prepárate para la paz) y quizás se hubieran evitado algunos conflictos armados. La guerra es, de hecho, una de las formas de resolver controversias entre unidades políticas, pero también la más estúpida. Es preferible la peor de las negociaciones al mejor resultado de una guerra. Pese a ello, los europeos abandonaron el “arte de la política”, el difícil y parsimonioso camino de construir consenso y paz, para correr desaforados, como niños alucinados, por la trágica pendiente de la guerra, ignorando la advertencia del poeta Vinicius de Moraes, inmortalizado en la canción de Secos e Molhados: “Pero, oh, no olvides la rosa, la rosa; de la rosa de Hiroshima, la rosa hereditaria”. Que los líderes europeos no esperen a que el resplandor de esta rosa radiactiva los despierte del sueño embrutecedor al que los ha sometido el Imperio desde el Plan Marshall.
[1] Sobre este fenómeno ver Han, Byung-Chul. Infocracia: digitalización y crisis de la democracia. Petrópolis: Editora Vozes, 2022.
[2] La transformación de la masa bajo examen, que explica en parte el surgimiento de la extrema derecha internacional, es analizada por Han, Byung-Chul. En el enjambre. Perspectivas digitales. Petrópolis: Editora Vozes, 2018.
[3]“Texto completo del discurso de Putin anunciando la invasión rusa de Ucrania”, en Mundo, Folha de S. Paulo, 24/11/2022.
[4] Véase Galtung, J., Paz por Pacífico Medio. Paz y conflicto, desarrollo y civilización. Publicaciones SAGE limitado, 1996.
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