Cuando la ESMA salió de la ESMA
La historia de la isla de Grasselli con la ESMA
Cuando la Comisión Interamericana de Derechos Humanos visitó la ESMA en septiembre de 1979 encontró el edificio del Casino de Oficiales sin prisioneros y completamente modificado. Aunque el informe final sólo mencionó la existencia de algunas partes en reconstrucción, las reformas hechas por los marinos para ocultar las pruebas del centro clandestino no pasaron inadvertidas.
Durante esos días, los últimos prisioneros de la ESMA fueron escondidos en la isla El Silencio del Delta del Paraná. La propiedad había pertenecido al Arzobispado de Buenos Aires. Y vendida por el sacerdote Emilio Grasselli al Grupo de Tareas de la ESMA. La isla, cuya ubicación exacta fue buscada durante años por los sobrevivientes, acaba de ser señalizada como sitio de memoria. Los papeles de la compraventa comenzaron a ser exhibidos en el marco de una muestra temporaria en el ahora Museo de la EXMA. Grasselli que sabía de la existencia del campo de concentración y del padecimiento de los prisioneros, admitió sólo en el año 2003 frente a los documentos haber intervenido en esa operación. Nunca fue convocado a indagatoria por su colaboración en los crímenes de la Armada. La Justicia aún busca elementos para sostener una imputación.
La intervención del sacerdote y vicario del Ejército en esa isla trasformada en extensión del campo de exterminio fue definida en términos de colaboración en el año 2005, es decir casi quince años atrás, por el director de este Cohete, Horacio Verbitsky. En su libro El Silencio, las relaciones secretas de la Iglesia con la ESMA, reveló los datos de los documentos de compraventa que marcaron la relación de la isla con el sacerdote, la historia de la Iglesia en el lugar y, antes todavía, la inscripción de Grasselli en la estructura de colaboración con la ESMA. A partir de 2010, los juicios orales de lesa humanidad aportaron otros elementos para reconstruir esa historia. Entre ellos, los testimonios de dos sobrevivientes. Lisandro Raúl Cubas, el secuestrado recordado porque fue obligado a participar de una conferencia de prensa antes del Mundial 1978. Y Alfredo Ayala del movimiento villero peronista, que formó parte del grupo de prisioneros obligados a hacer tareas de mantenimiento en La Perrada. Con Cubas, Grasselli se ofrece a colaborar con el Grupo de Tareas de la ESMA cerca de la Navidad de 1978, cuando la isla aún era de Grasselli y Ayala es obligado a hacer el primer viaje.
El fichero
Las tratativas para la visita de la CIDH a Argentina habían comenzado en 1977. La Junta Militar demoró la inspección hasta aceptarla en octubre de 1978. Durante la asunción del Papa Juan Pablo II, el vicepresidente norteamericano Walter Mondale mantuvo una reunión con Videla durante la cual supeditó un préstamo del Eximbank a la entrada de la CIDH. La visita se oficializó en diciembre de 1978. Inmediatamente el gobierno promovió todo tipo de medidas para aplacar sus efectos. Inauguró dos cárceles modelo para derivar detenidos de todo el país, desactivaron centros clandestinos y otros fueron reformados, como la ESMA.
La Armada comenzó las reformas en Casino de Oficiales entre diciembre de 1978 y enero de 1979. Los cambios se hicieron sobre estructuras centrales del campo de prisioneros, denunciadas detalladamente en una serie de planos realizados por Horacio Domingo Maggio durante su fuga de abril de 1978. Durante el mismo período, el GT comenzó a relocalizar prisioneros. Mientras continuaba la secuencia de secuestro, tortura y nuevo secuestro, otro grupo empezó a ser liberado para permanecer bajo vigilancia. En noviembre de 1978, el jefe de Operaciones de la ESMA le avisó a Lisandro Cubas que iba a ser liberado. En ese contexto conoció a Emilio Grasselli.
Capellán del Ejército entre el 1 de diciembre de 1967 y el 31 de marzo de 1980, en dictadura el cura atendía la secretaría del vicariato castrense en la capilla Stella Maris del barrio de Retiro ubicada en el predio del edificio Libertad, sede del Estado Mayor de la Armada Argentina. Los familiares de los desaparecidos acudían a verlo para saber de sus seres queridos. Grasselli preguntaba datos que volcaba en un fichero. Contaba con información de inteligencia y datos sensibles. Pedía tiempo para conseguir respuestas que por lo general no llegaban o confundían, desinformaban y paralizaban a las familias.
“La noticia de esa atención corrió rápidamente y las familias víctimas acudían con la esperanza de tener alguna información", señaló en 1986 Emilio Mignone, padre de Mónica Mignone, secuestrada de la ESMA, y por entonces presidente del CELS. "Resulta evidente que los jefes militares permitieron –o tal vez promovieron– esta actividad de Grasselli porque favorecía sus planes, creaba confusión, alentaba esperanzas y adormecía la combatividad de los familiares".
En 1999, la Cámara Federal de la La Plata secuestró el fichero en el que había información sobre 2.075 personas. En 2014, los fiscales de San Martín pidieron su indagatoria por el rol con los familiares al entender que captaba información para "desorientarlos dolosamente". También pidió su indagatoria el fiscal Federico Delgado. Los pedidos no tuvieron respuesta.
Un pedido de auxilio
Para noviembre de 1978, Lisandro Cubas había formado pareja con Rosario Quiroga, también detenida en el campo. Ella había sido secuestrada un año antes en Montevideo, torturada, desnudada y trasladada a Buenos Aires en un skyvan de los vuelos de la muerte con sus tres hijas. Ante la desaparición, su madre acudió a ver a Grasselli, a quien conocía por otra búsqueda. Tres meses más tarde, el sacerdote le confirmó que Rosario estaba con vida pero no le dijo dónde. En junio de 1978, la mujer se reunió con su hija en un departamento en el que estuvo Grasselli y dos custodios de la Armada. En noviembre, el cura recibió a Rosario y a Cubas EN el edificio del Episcopado al que también llegaron con custodios.
Cubas menciona el encuentro desde 1984. En 2010, durante el segundo juicio oral de la ESMA, abundó en explicaciones que el cura aún no admitió.
"La primera vez nos entrevistamos con él en la sede del Episcopado, nos llevan dos operativos. Yo le planteo la condición en la que estaba, él ya sabía que Rosario estaba viva". Y ahí, "le planteo que necesito la visa de Estados Unidos porque en Puerto Rico me exigían esa visa, le entrego una lista de gente que estaba viva adentro o había estado en la ESMA, le plantee que estaba de embajador Castro en la embajada de Estados Unidos y le dije que le entregue la lista".
Quince días más tarde, Grasselli "me dijo que el embajador de Estados Unidos le dijo que no me iban a dar la visa porque sería legalizar una situación ilegal. No le podían dar una visa a una persona desparecida en el sótano de la ESMA".
Grasselli dio distintas versiones sobre el encuentro. Como dijo Verbitsky, con el paso del tiempo admitió lo que ya no podía negar. Al ser interrogado por la Justicia después de la dictadura, dijo que nunca supo que Cubas había estado detenido desaparecido. Para el libro, aceptó haberse reunido con el embajador Raúl Castro en la sede diplomática de Palermo, que le llevó el pasaporte de Cubas para solicitar la visa a Puerto Rico y que fue Castro quien le dijo que Cubas estaba en la ESMA. No dijo nada, en cambio, de la lista de prisioneros que Cubas le entregó. Pero parte de la información narrada apareció poco más tarde en un cable de la embajada norteamericana dirigido al Departamento de Estado. En el cable, Castro describió con detalle lo que los marinos llamaron Proceso de Recuperación de Prisioneros, uno de los dispositivos de violencia a los que sometieron a un pequeño grupo con el objetivo de que abandonaran sus tendencias políticas con el supuesto de rehabilitarlos moral y políticamente.
El cable de Castro difundido en el libro de 2005 menciona como fuente la embajada francesa y la iglesia católica. Verbitsky dice que de la lectura de decenas de cables de Castro se desprende que su contacto en la iglesia era el nuncio apostólico Pio Laghi, que puso en contacto a Grasselli con el embajador.
Una relación institucional
Cubas y Rosario Quiroga decidieron partir hacia Venezuela donde ella tenía un hermano exiliado. Grasselli consiguió las visas. Según Cubas, esa gestión dejó a Grasselli en contacto con la Armada.
"Como nos consiguió la visa a Venezuela —a Rosario de turista y a mí una temporal de trabajo—, le planteamos (a Grasselli) si podía hacer gestiones para sacar más compañeros de la ESMA que estaban en posibilidad de salir en libertad. Grasselli accedió, y se lo presentamos a Rolón", dijo sobre el oficial de inteligencia Juan Carlos Rolón. "Salimos de la ESMA a una reunión en un bar de Vicente López y en ese momento fue como que hicieron un acuerdo: el GT iba a gestionar con Grasselli las visas de otra gente que iban liberando pero ya era una relación institucional ESMA-Grasselli".
Existen antecedentes que indican que Grasselli entró en contacto con la ESMA antes. De todos modos, el encuentro con Rolón se hizo antes del viaje de Cubas a Venezuela. Él salió del país el 19 de enero de 1979. Para esa fecha, el Grupo de Tareas de la ESMA obligaba al grupo de prisioneros de La Perrada a trasladarse a la isla para comenzar las reformas. La fecha del primer viaje a la isla es de cerca de la Navidad de 1978, según describió Alfredo Ayala durante el juicio de 2010.
"Un día nos llevaron de paseo a la isla, no me acuerdo si fue un domingo o un sábado, era un fin de semana cerca de la Navidad", dijo. "Nos hicieron conocer la isla, dos casas y una persona nos indicó las cosas que había que reparar —dijo—: un baño, un techo y me acuerdo que había que sacar como tres colmenas de abejas, y ellos nos enseñaron el sistema para sacarlas. Nos explicaron que íbamos a ir a hacer todas esas reparaciones. Y con el tiempo, habrán pasado unos veinte días o un mes, y nos llevan a la isla con todas nuestras cosas."
Leonardo Fermín Martínez, el Bichi, también fue obligado a preparar la isla. "Se hizo de nuevo una casucha que estaba retirada, se la refaccionó completa porque decían que iban a traer detenidos, que abajo era para los detenidos y arriba para los guardias. Estuve un tiempo bastante largo ahí, trabajando", contó en el año 2013.
La isla de unas cuarenta hectáreas de extensión tenía plantaciones de álamos, sauces, naranjos y fornio, un árbol de hojas filosas utilizado para la fabricación de cuerdas e hilo sisal. En el muelle de madera colgaba un cartel con su nombre: El Silencio.
Para la Navidad de 1978 todavía era propiedad de Grasselli. Las circunstancias coinciden con otro dato: el cable de Castro al Departamento de Estado fechado el 2 de enero de 1979, decía que la Armada planeaba desmantelar el centro clandestino de la ESMA, el plan de los marinos ante la visita de la CIDH.
La propiedad
El Silencio era un lugar de descanso del arzobispo de Buenos Aires Juan Carlos Aramburu y de esparcimiento de sacerdotes y seminaristas del Colegio Metropolitano de Devoto. Había pertenecido a Antonio Arbelaiz, un solterón administrador de los bienes de la curia porteña desde 1967. En 1975, Arbelaiz vendió la isla a Grasselli y a otras tres personas. Pagaron la mitad en efectivo y el resto con una hipoteca. Arbelaiz murió en junio de 1976. Legó todos sus bienes a la Iglesia, entre ellos estaba el saldo de la isla. En noviembre de 1978 un abogado de la curia tramitó el aviso de cancelación de la hipoteca por haber sido abonada en su totalidad ante el Registro de la Propiedad Inmueble de la Provincia de Buenos Aires. En enero de 1979, el único nombre de la Iglesia vinculado a la isla era Grasselli.
El día 29 de enero de 1979, Grasselli vendió la propiedad con todo lo edificado, clavado, plantado y adherido al suelo, a un integrante del Grupo de Tareas que se presentó con la libreta de enrolamiento de un detenido desaparecido, Marcelo Camilo Hernández. Él había estado secuestrado entre el 10 enero de 1977 y el 30 de diciembre de 1978. Para la fecha del boleto de compra venta se hallaba liberado y fuera del país. En la operación los marinos falsificaron su firma.
Según el libro de 2005, Grasselli y sus socios dijeron que quien realizó la operación en nombre de Hernández fue un tal señor Ríos. Juan Hector Ríos era el nombre que usaba el marino contador de la ESMA Jorge Rádice para inscribir los negocios del Grupo de Tareas.
Cuando se acercaba la fecha de la visita de la CIDH, los y las detenidas de la ESMA salieron hacia la isla en dos viajes. El primero a la luz del día a fines de agosto de 1979 en una lancha colectiva tradicional de la zona del Delta en la que viajó el nuevo Jefe de Inteligencia de la ESMA, Luis D'Imperio. El segundo grupo viajó durante la madrugada del 3 ó 4 de septiembre atados, engrillados y cubiertos por una lona durante más de tres horas.
La isla tenía dos construcciones. La Casa Grande, con cinco habitaciones, alojó a un grupo de prisioneros obligados a abrir caminos, talar árboles, trasladar troncos y todo tipo de cargas bajo la vigilancia de los guardias en lo que funcionó como unidad productiva. Y otro grupo de prisioneros permaneció durante unos treinta días en una estructura cegada con cemento, debajo de la Casa Chica, sobre el suelo de tierra cubierto por plástico y colchonetas, entre los que estaban la esposa, la hermana, el cuñado y compañeros de militancia de la FAP de Raimundo Villaflor, casi todos asesinados en marzo del año siguiente.
Cuando el lunes 11 de marzo de 2013 comenzaron las testimoniales del tercer juicio oral por la ESMA, Carlos "El Sueco" Lordkipandise sacó fotos de la isla. Y le habló a los jueces. “Están los utensilios usados en esa época, la cocina de hierro, está la sala pequeña del subsuelo de la casa superior y la casa de palos. Siguen existiendo, tomamos fotos porque nos habían llegado noticias de que la casa iba a cambiar de manos.”
Pidió al tribunal una inspección ocular a la isla porque nunca había sido inspeccionada. Pidió que se investigue la propiedad. Ese año la Justicia hizo por primera vez un allanamiento. El juez Sergio Torres dictó luego una medida de no-innovar. Hoy la intervención de Grasselli en la trasferencia es investigada en una actuación preliminar por la fiscalía de Eduardo Taiano. El expediente acopió los papeles de compraventa y del Registro de la Propiedad Inmueble bonaerense desde 2013. Todavía no avanzó una imputación sobre el cura. Grasselli sabía lo que ocurría al interior de la ESMA y contribuyó con la continuidad represiva del momento en el que la ESMA salió de la ESMA para establecerse en un centro de cautiverio y de tortura. La pregunta que debe responder la Justicia es por qué sigue paralizada la causa a pesar de las pruebas que se materializaron hasta ahora.
La nueva señalización de la isla es un avance en esa reclamo. Aquí, Mantecol Ayala, Bichi Martínez, Ángel Strazzeri y Carlos Muñoz sobrevivientes de El Silencio cuando ayer, sábado a la tarde, fundaban este nuevo momento.
En este lugar, dice ahora la leyenda, permanecieron secuestrados y sometidos a torturas hombres y mujeres militantes políticos, sociales, sindicales y estudiantiles, en el marco del terrorismo de Estado implementado por la última dictadura cívico-militar.
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