La fragilidad del sistema financiero internacional abona la persistente salida de capitales de los países emergentes ocurrida en los últimos meses. Sin embargo, las políticas seguidas por el gobierno argentino a lo largo de los dos últimos años han contribuido a intensificar el impacto de la coyuntura económica internacional sobre nuestro país. Las declaraciones del flamante presidente del Banco Central no dejan dudas: para Luis Caputo esta corrida es "lo mejor que nos puede haber ocurrido… nos obligó a pedir el préstamo del FMI".
El reciente acuerdo stand-by firmado entre el gobierno de Macri y el FMI estipula una serie de condiciones leoninas cuyo principal objetivo es garantizar el pago de la deuda externa ya contraída, acrecentando al mismo tiempo la dependencia de las finanzas internacionales a través del crecimiento exponencial de los intereses de esa deuda, un crecimiento que, al no poder ser contrarrestado por el incremento de nuestra producción, es el detonante del futuro endeudamiento. De ahí la inexistencia en el acuerdo de cláusulas destinadas a activar la producción a fin de solucionar la falta de divisas del país. El principal problema argentino —la restricción externa— no es contemplado en este acuerdo. Tampoco existe ninguna cláusula destinada a controlar la fuga de capitales ahora potenciada por la dinámica de la propia corrida cambiaria.
La apertura al mundo de Macri ha intensificado la lucha entre grandes grupos económicos locales por apropiarse de una mayor cuota del excedente, la riqueza acumulada y los ingresos de la población. Si bien la última corrida ha sido detonada por grandes bancos y fondos de inversión extranjeros, bien pronto se sumaron a ella los históricos protagonistas de nuestras corridas, y la ola destructiva se tornó una marea imparable que desembocó en una crisis política de envergadura. Para controlarla, Caputo integró a representantes destacados de bancos extranjeros y de un fondo buitre a la dirección de la autoridad monetaria del país, diseñando al mismo tiempo un plan destinado a neutralizar a los bancos locales (nacionales y extranjeros) y a “separarlos” del resto de los actores de la corrida hacia el dólar. Ese plan procura minimizar la dolarización de los activos en manos de los bancos, y asegurar al mismo tiempo un abastecimiento fluido y controlado de dólares en el mercado de cambios. Contó con el aval de los exportadores cerealeros y de los bancos locales (nacionales y extranjeros). Los primeros se comprometieron a liquidar divisas por un monto de 4.000 millones de dólares hasta el próximo mes de julio, los que sumados a 7.000 millones provenientes de la primera partida del acuerdo con el FMI asegurarían el abastecimiento de dólares al mercado de cambios. En cuanto a los bancos: Caputo les recortó la posibilidad de dolarizar sus carteras –fenómeno explosivo, en la medida en que poseían cerca del 60% de la tenencia de LEBACs—, ofreciéndoles la posibilidad de mantenerse en pesos al vencimiento de las LEBACs, comprando nuevos títulos públicos (denominados en moneda dual y en pesos) que pasarían a formar parte de sus encajes, estos últimos acrecentados en un 5%. Siendo los encajes la porción de dinero de los depositantes que los bancos están obligados a mantener diariamente y que al no poder prestar no son remunerados, esta medida era atractiva porque prometía convertir a parte de los encajes en fuente de remuneración futura.
A esto se sumó una disminución de la posición global neta en divisas que podían tener los bancos, estableciendo así un techo a la tenencia de divisas en sus carteras. Estas medidas tuvieron un éxito relativo: permitieron al gobierno renovar el 60% de las LEBACs pero al costo de subir a un 47% la tasa de interés. Si bien el gobierno no logró neutralizar la volatilidad del dólar en el mercado de cambios, pudo evitar que la divisa superara la barrera de los 29 pesos, antes de que el FMI concretara el adelanto de los 15.000 millones del acuerdo stand by, descomprimiendo así la intensidad de la demanda de dólares.
Pero esto sólo ocurría en el mundo de las finanzas, mientras el gobierno no lograba desactivar la dolarización de precios y la consiguiente inflación detonada por los formadores de precios, es decir los sectores más concentrados de la economía. Así, Macri tachaba de "locura total" al descontrol inflacionario que hoy se abate sobre el "mundo real" y avasallando todos los precios golpea con furia salvaje particularmente a la canasta alimentaria y a los ingresos de los sectores más pobres de la población. La amenaza de controlar los costos de los formadores de precios, adelantada reiteradamente por el gobierno nacional y la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, no se ha concretado y la corrida hacia el dólar se ha transformado en inflación desmadrada. Esta pelea no parece tener fin. La inflación, las crecientes demandas de control de las importaciones y del precio de los combustibles y tarifas, las amenazas en torno a la restitución de las retenciones a las exportaciones, constituyen la música de fondo de la dolarización de precios. El tipo de cambio flotante y la promesa de poner a disposición del mercado parte del préstamo del FMI para que este se abastezca de dólares frescos, es una incitación a utilizar al préstamo para dolarizar, fugar e inflar precios revolcando al resto del país en la miseria.
El control de la política monetaria por parte de representantes de las finanzas internacionales encarna una mayor injerencia de los principales actores de la especulación financiera internacional en la elaboración y aplicación de las políticas económicas de nuestro país. En estas circunstancias, el caldo de cultivo interno de la corrida cambiaria se suma a las circunstancias de la coyuntura financiera internacional y en conjunto permiten esperar tiempos borrascosos: la permanente amenaza de la corrida cambiaria, o la sucesión de estallidos de esta índole en lo que queda del mandato de este gobierno.
El contexto global
El desarrollo del capitalismo global monopólico se ha basado en un crecimiento exponencial de la deuda global y en un paralelo desarrollo de las finanzas internacionales. Hoy estas ultimas constituyen el campo donde, a través de distintos mecanismos especulativos y operando en distintos mercados (bonos, acciones, monedas), los actores involucrados (bancos públicos y privados, fondos y distintos tipos de entidades financieras, países, empresas e individuos) luchan por absorber y apropiarse de una mayor cuota del excedente económico, de la riqueza acumulada y de los ingresos de la población mundial. Esto ha generado un escenario dominado por turbulencias financieras desatadas por enormes transferencias de ingresos y desposesión de múltiples y diversos actores sociales.
El endeudamiento rápido y creciente del país obstruye la posibilidad de un crecimiento económico autónomo, integrado e inclusivo. Más aún, este endeudamiento ha hecho del mercado financiero local el campo en el cual el capital financiero internacional ejerce su poder de veto sobre las políticas económicas del país. En el centro de este arbitraje está el ciclo perverso de la especulación financiera, seguida por la corrida cambiaria y la fuga de capitales. De este modo no solo enfeudan y vacían de riqueza, excedente e ingresos a las economías emergentes sino que también aumentan el riesgo sistémico y la posibilidad de una implosión de la propia coyuntura internacional
El sistema financiero internacional se caracteriza por una enorme especulación en los mercados de bonos, acciones y monedas. Esta especulación ha derivado en activos con precios sobrevaluados artificialmente. Esas burbujas de todo tipo son infladas por la política de facilitación monetaria (quantitative easing QE) de los bancos centrales de los países más poderosos. Esta política, diseñada con el objetivo de superar la crisis financiera de 2008, ha sido sustituida recientemente por una creciente disminución de la facilitación monetaria (quantitative tapering QT) y eliminación del exceso de activos en el balance contable de la Reserva Federal, conjuntamente con un gradual crecimiento de las tasas de interés.
Las respuestas dadas a la crisis financiera de 2008 por la Reserva Federal y la banca central de los países más desarrollados ha puesto en cortocircuito al relato neoliberal hegemónico, exponiendo el rol crucial que hoy juega la intervención del Estado en la economía a fin de reproducir la acumulación de capital y con ella la estructura de poder de la actual fase del capitalismo: un capitalismo monopólico global que, arrasando con ideologías y sistemas políticos diferentes, destruye al mismo tiempo los valores de nuestra civilización y la legitimidad de las instituciones políticas. Esta abierta intervención estatal en la economía por parte de la banca central de los países del Primer Mundo contrasta con los esfuerzos de las elites neoliberales (locales e internacionales) y del FMI y otros organismos internacionales por desactivar todo intento de intervención de los Estados de los países emergentes en sus respectivas economías a fin de estimular y orientar su propio desarrollo económico.
Especulación y burbujas financieras
Hacia 2008 la enorme interrelación entre los bancos y la actividad financiera no regulada (shadow banking) expuso a los bancos norteamericanos a un excesivo endeudamiento con activos tóxicos (en ese entonces: hipotecas subprime y otros activos con precios sobrevaluados y con alto alto riesgo de ser incobrables), insertados en complejas operaciones financieras con derivados (contratos financieros atados al valor de otros activos, que en gran parte eran tóxicos) desarrollados en su mayor parte en mercados no regulados. En estas circunstancias la caída de un banco puso a todo el sistema bancario al borde del abismo. Para impedir una quiebra masiva la Reserva Federal adoptó un programa de facilitación monetaria (QE) cuya esencia consistió en inyectar dinero barato con el fin de comprar los activos tóxicos de los grandes bancos e impedir así su implosión. Se suponía que, liberados de esta deuda, estos bancos impulsarían el crédito para la inversión y consumo reactivando así a la economía real. Sin embargo, los grandes bancos usaron esa inyección de dinero como colateral para la especulación financiera con transacciones con todo tipo de derivados. En consecuencia: hoy la deuda global con derivados asciende a más de 368 trillones de dólares y más de un tercio de la misma esta en manos de grandes bancos norteamericanos (Bank of International Settlements, BIS, 2017). Al amparo de la política de bajas tasas de interés (fluctuando alrededor de 0 para la Reserva Federal, y negativas en el caso de la banca central del Japón y otros países europeos) la deuda publica de los países del Primer Mundo creció enormemente y fue escenario de fuerte especulación con los bonos soberanos. En estas circunstancias, cualquier movimiento ascendente de las tasas de interés de la Reserva Federal ( y de los bancos centrales del primer mundo) representaba un riesgo sistémico porque afectaba no solo a la deuda publica global sino también a la enorme deuda con derivados, la mayoría de cuyos activos se rigen por las tasas de interés (zerohedge.com 28 7 2017) Esto explica la permanencia en el tiempo de la política de facilitación monetaria de la Reserva Federal y la banca central del Primer Mundo.
Por otra parte, este escenario de dinero fácil y barato garantizado por la Reserva Federal hasta el año pasado, llevó a las grandes corporaciones insertadas en la economía real a sustituir sus inversiones productivas por el endeudamiento creciente para la compra de sus propias acciones a fin de acrecentar su valor contable. Esto llevó a un crecimiento del 49% de la deuda corporativa desde 2009 llevando a esta deuda a niveles récord, típicos de la inminencia de una crisis, que explican la urgencia de la agencia calificadora Moodys en advertir sobre la posibilidad de una posible ola grande de defaults corporativos si esto no se corrige a tiempo (zerohedge.com 7 6 2018). Las bajas tasas de interés impulsaron además una búsqueda de mayor rentabilidad a través de la especulación en el mercado de acciones y bonos corporativos. Esta enorme especulación trajo aparejada una creciente sobrevaluación del precio de las acciones y una concentración creciente de los mercados en la medida en que las grandes corporaciones absorbieron progresivamente una mayor proporción de la valuación de los capitales en el mercado de acciones. Esto fue particularmente notable en el caso de las acciones de las corporaciones tecnológicas. Así, en el 2017 las acciones de cinco empresas tecnológicas (Facebook, Apple, Amazon, Netflix y Alphabet/Google) aumentaron colectivamente su valor de mercado en mas del 40% y hoy representan el 25% del valor del NASDAQ COMPOSITE INDEX (índice que mide la capitalización de mercado de más de 3.200 activos listados en el Nasdax Stock Exchange) (zero hedge 18 3 2018). En el mes de mayo de este año, este pequeño grupo de empresas contribuyó al 75% del total del rendimiento obtenido en el índice S&P 500. Esta enorme concentración y dominio de los mercados conlleva un riesgo sistémico enorme: si el valor de las acciones de estas compañías tecnológicas se deteriora, su impacto sobre el conjunto de los mercados financieros será enorme (WSJ.com junio 8 de 2018).
Por otra parte, la especulación con divisas ha adquirido enorme importancia en los últimos tiempos. Este mercado es el más líquido y alerta del mundo. Su volumen diario de operaciones es veintiséis veces superior al de las operaciones diarias en el mercado global de acciones. Cualquier alteración en el valor de las divisas fuertes (es decir las monedas de los países centrales) reverbera inmediatamente en la economía mundial y en particular en la economía de los países emergentes endeudados en dólares y otras monedas fuertes. Toda apreciación del dólar estimula la salida de capitales de estos países, potencia el peso de la deuda externa contraída y acerca a estos países al default de sus deudas, especialmente en aquellos casos en que la principal fuente de obtención de dólares es la exportación de bienes primarios. La manipulación de las monedas fuertes (y especialmente del dólar) por la banca central de los países desarrollados con el objetivo de estimular las exportaciones de estos países ha dado lugar a una fuerte actividad especulativa en el mercado de divisas a lo largo de todo el periodo y es permanente fuente de riesgo de desestabilización del sistema financiero internacional, afectando tanto a los países centrales como a los emergentes.
El riesgo sistémico y la falta de liquidez
En este contexto de especulación generalizada, el riesgo sistémico de las finanzas internacionales es mayor que nunca. Por un lado, la escala de la actividad financiera internacional es superior a la que existía en 2008 y el endeudamiento es mayor. Asimismo, los grandes bancos privados son más grandes que nunca y controlan una mayor proporción del total de los activos del sistema bancario y una mayor proporción del total de la deuda con derivados de la que tenían en 2008. Esto, especialmente notable en el caso de los grandes bancos norteamericanos, hace que la interconexión sistémica invisible sea cada vez mayor, y por tanto mayor es la posibilidad de contagio global: un problema en un sector de las finanzas se puede transferir mas rápidamente a otros y atacar rápidamente al conjunto del sistema. Este riesgo se ha potenciado por la gran difusión del uso de algoritmos en instrumentos financieros que, siendo plataformas automatizadas, procesan a altísima velocidad un número enorme y creciente de transacciones financieras de diversa índole. Si bien durante muchos años el uso de algoritmos permitió reducir la volatilidad de las transacciones, la debacle ocurrida el 5 de febrero pasado (Black Monday) desencadenada por una falla técnica en un índice de volatilidad puso en evidencia que estos instrumentos no sólo no son infalibles, sino que cuando fallan su sofisticación potencia el riesgo sistémico.
Poco a poco este contexto de endeudamiento creciente, especulación generalizada y mayor riesgo de implosión puso en evidencia una contradicción inherente a la política de facilitación monetaria y bajas tasas de interés seguida durante años por la Reserva Federal y los bancos de los países mas desarrollados. Esta política encerraba a la Reserva Federal en un callejón sin salida: no sólo la suba de las tasas de interés amenazaba con detonar la deuda con derivados y las burbujas en los mercados de bonos sino que las tasas de interés negativas o fluctuando en torno a cero anulaban la posibilidad de utilizarlas como instrumento para enfrentar la recesión y la crisis. Para solucionar este problema, la Reserva Federal inició desde diciembre de 2016 una suba "gradual y calibrada" de las tasas de interés. Asimismo anunció el fin de la facilitación monetaria y la eliminación gradual del exceso de activos en su balance contable. Si bien hasta ahora sólo ha logrado eliminar el 1.5% de estos activos (zerohedge.com, 6 4 2018) el anuncio de esta política ha sembrado las semillas del pánico detonando fenómenos disruptivos recientes, entre los que cabe destacar el agravamiento de la crisis financiera italiana y la salida de los capitales golondrina de los países emergentes (Argentina, Turquía, Malasia, Brasil, México, India y China). Estos movimientos de la Reserva Federal han sacado a la luz un problema subyacente al sistema financiero internacional, que el financiamiento barato opacó: la falta de liquidez en dólares para afrontar las crecientes demandas de endeudamiento en esta moneda. Hoy no existen fondos disponibles en el sistema financiero que permitan a la Reserva Federal (o a la banca de los países desarrollados) enfrentar una corrida bancaria.
Este fenómeno ha saltado al primer plano y empieza a discutirse abiertamente. Recientemente miembros del Banco Central de la India y de Malasia han exhortado públicamente a la Reserva Federal a controlar el ritmo con que implementa la disminución de la facilitación monetaria y el achicamiento del balance contable porque esta política, conjuntamente con la creciente emisión de deuda por parte del Tesoro norteamericano para financiar un déficit desmadrado por la política impositiva de Trump y los crecientes gastos militares, agravan el problema de la falta de liquidez en dólares. (FT.com 3 6 2018, zerohedge.com 18 10 2017 , 7 6 2018.)
Así se puede decir que las políticas de la Reserva Federal encarecen al dólar y golpean especialmente a los países emergentes provocando una caída del valor de sus monedas, una sistemática salida de capitales y dificultades crecientes en todos los mercados para financiar la deuda en dólares. El problema entonces no sólo sería el aumento de las tasas de interés de los países centrales sino la falta de liquidez en dólares, fenómeno que afecta a todo el sistema financiero internacional. La progresiva tendencia a sustituir las transacciones en efectivo por las digitales y el desarrollo de tecnologías como el blockchain y otras que sustituyen el uso de efectivo apuntan, entre otras cosas, a la búsqueda de solución a este problema que subyace en el seno mismo de las finanzas internacionales.
De este modo, la salida de capitales de los países emergentes y las respectivas corridas cambiarias estarían vinculadas directamente a los grandes problemas financieros derivados del endeudamiento creciente, las burbujas especulativas, la falta de liquidez en dólares y el callejón sin salida en que se encuentra encerrada la política de la banca central del primer mundo. Asimismo, esta salida de capitales no solo impacta sobre las economías de los países emergentes, devaluando sus monedas y dificultando el pago de sus deudas, sino que también incrementa la posibilidad de un contagio de las turbulencias en el resto de los mercados de bonos denominados en dólares, aumentando la presión que ejerce la falta de liquidez en dólares sobre todo el sistema financiero internacional y potenciando el riesgo sistémico.
El FMI y la corrida cambiaria en la Argentina
La libre flotación del dólar propuesta por el FMI (con el caveat de una intervención del Banco Central en caso de una emergencia) es una receta que hace posible la persistencia de la amenaza de una corrida cambiaria en el futuro inmediato. La decisión de Caputo, nuevo presidente del Banco Central, de poner a disposición del mercado parte del préstamo del FMI para que este se abastezca de dólares frescos, es casi una incitación a utilizar el préstamo para dolarizar, fugar y abandonar al resto del país a la miseria.
La reciente incorporación a la vicepresidencia del Banco Central de Gustavo Cañonero, representante en el país del fondo buitre Templeton, de notable participación en la última corrida, augura una mayor injerencia de los principales actores de la especulación financiera internacional en la elaboración y aplicación de las políticas económicas de nuestro país. Esto augura un futuro sumamente peligroso.
La coincidencia de intereses perseguidos por el gobierno de Macri, los grandes bancos extranjeros, los fondos buitre y el propio FMI es hoy cada vez mas visible. El destino que todos ellos proponen para nuestro país es también cada vez más claro. Las mentiras y bombas de humo que lanzó este gobierno desde un inicio para ocultar la realidad, ya no sirven. Nuestra historia reciente nos enseña que las políticas de ajuste no solucionan los conflictos del presente, por el contrario, los agudizan. Sin embargo, también nos muesta que sólo un pueblo movilizado en la calle con un proyecto claro de crecimiento nacional y amplia y verdadera inclusión social podrá cambiar esta relación de fuerzas.
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