Crisis y oportunidades
Posibilidades de cambio en un mundo que parece colapsar sobre sí mismo
Estos días, la Asamblea General de las Naciones Unidas se transformó en una caja de resonancia de las turbulencias que agitan al presente. Según el secretario general de la ONU, António Guterres, estamos “al borde del abismo” y jamás el mundo “ha estado tan dividido y amenazado como ahora”. Marchamos “hacia dos tipos distintos de regulaciones económicas, comerciales, financieras, tecnológicas y de inteligencia artificial. Dos estrategias militares y geopolíticas diferentes”, lo cual denominó como “una receta para el desastre”. La única salida es la cooperación entre naciones. Sin embargo, “las divisiones geopolíticas (…) limitan la capacidad que tiene el Consejo de Seguridad de la ONU para tomar las decisiones necesarias”.[1]
La respuesta del Presidente Joe Biden reafirmó el unilateralismo de su gobierno. Los Estados Unidos “competirán y liderarán al mundo (…) con nuestros valores y nuestra fuerza”, para “renovar y defender a la democracia (…) controlando los cambios en la dinámica del poder global, dándole forma a las reglas del mundo en relación a problemas cruciales como el comercio y las nuevas tecnologías”. Para China, esta posición expresa el intento “de imponer sus reglas sobre los otros países”.[2] Hay, sin embargo, algo más: el privilegio de los negocios e intereses norteamericanos por encima de los de sus propios aliados. Así, los Estados Unidos acaban de firmar –junto con Inglaterra– un pacto “de defensa” con Australia para abastecerla con una flota de submarinos nucleares y armamento de distinto tipo, pasando así por encima de Francia, que había acordado con Australia el envío de submarinos franceses por un valor de 67.000 millones (billions) de dólares. Francia acusó a Biden de continuar con las mentiras y duplicidades del gobierno de Donald Trump y retiró a sus embajadores de Estados Unidos y de Australia.[3] Paralelamente, el gobierno chino advirtió a Australia, unos de sus principales socios comerciales, que podrá ser objetivo militar en caso de una guerra nuclear.[4]
Estas tensiones geopolíticas se dan en un contexto internacional marcado por la acelerada digitalización de la vida social y la creciente concentración del poder en una economía mundial altamente integrada. La guerra comercial con China durante la era Trump y el impacto de la pandemia han dado fuertes golpes a las cadenas de valor global. Su dislocación ha impactado sobre los precios de los fletes y bienes a nivel planetario. Esto acelera los conflictos sociales y engendra el caldo de cultivo para el estallido de la protesta social. Mientras el mundo parece colapsar sobre sí mismo, se abren, sin embargo, oportunidades de cambio a condición de barajar y dar de nuevo.
China: crisis financiera y cadenas de valor
La semana pasada, la debacle financiera de Evergrande, el principal desarrollador inmobiliario chino, ha puesto en ascuas a las finanzas internacionales. Esta enorme corporación tiene múltiples conexiones con la banca y el sector inmobiliario chino. Su default amenaza al conjunto de la economía china y puede tener consecuencias sobre la economía y las finanzas globales. Ocurre, sin embargo, en un contexto financiero con fuerte injerencia del gobierno chino, que en los últimos años absorbió a varios bancos que entraron en default.
Se estima que el default de Evergrande equivale a 300.000 millones (billions) de dólares, y que parte del mismo está en bonos en dólares. Ocurre en un sector inmobiliario marcado por un fuerte sobreendeudamiento y sobreprecios que hoy representa el 30% del PBI chino y el 70% de la riqueza de los hogares.[5] Así, un golpe en el sector inmobiliario implicaría un golpe al conjunto de la economía china y una fuerte disrupción del ingreso de los sectores medios de la población. Pareciera, pues, que Evergrande revela una debilidad de la economía doméstica: su dependencia de un sector altamente especulativo.
El gobierno tiene ahora el desafío de rearticular la estructura productiva, dando más peso a la producción manufacturera para el consumo interno. Al mismo tiempo, tiene que reordenar a un sector inmobiliario carcomido por la especulación. Actualmente, el precio del metro cuadrado chino se equipara al precio del metro cuadrado en las ciudades más caras del mundo, mientras que los ingresos medios de la población china son mucho menores. Esta situación revela la existencia de grandes desigualdades económicas y sociales y de una especulación financiera que, como en Occidente, desvincula a la economía real de las finanzas.
La debacle de Evergrande ocurre, además, en circunstancias en que el comercio internacional chino ha sido fuertemente golpeado por la guerra comercial y las turbulencias en las cadenas de valor global. Todos estos problemas contribuyen al énfasis puesto por el gobierno en los últimos meses en el fortalecimiento del control que ejerce sobre un puñado de monopolios tecnológicos que, como hemos visto en otras notas, controlan la digitalización de la vida social y una enorme proporción de las transacciones financieras y comerciales. El gobierno ha intentado limitar drásticamente su acceso al sistema financiero norteamericano y sus relaciones con las mega corporaciones de dicho país. A su vez, intenta reestructurarlos y controlar los datos que extraen. Paralelamente, ha iniciado una campaña política para reforzar los postulados ideológicos del régimen chino: desde el control del contenido de la educación formal hasta la cantidad de horas que los niños pueden dispensar en los juegos y aplicaciones digitales. Asimismo, enfatiza la necesidad de planificar una mejor redistribución de la riqueza, expandiendo a la clase media y poniendo límites a la avaricia de los súper millonarios. Según los reguladores del gobierno, la “prosperidad colectiva”, no significa “matar a los ricos para ayudar a los pobres”, sino que los que se hacen ricos primero, ayuden a los que quedan atrás.[6] Así, al mismo tiempo que aumenta la tensión geopolítica, China parece embarcarse en una reestructuración de su economía y de la política oficial con el objetivo de aumentar la legitimidad de su gobierno.
Estados Unidos: inflación, finanzas y crisis política
Diversas expresiones del establishment financiero señalan ahora el peligro de una inflación causada por “factores estructurales” y la posibilidad de recesión (stagflation).[7] Esto ocurre al tiempo que la Reserva Federal y los reguladores norteamericanos dan pasos importantes para desactivar la creciente disputa por el control de las transacciones financieras. Al enfrentamiento de los reguladores norteamericanos con Facebook que analizamos en la última nota, se suma su disputa abierta con las criptomonedas, y especialmente con las stablecoins referenciadas al dólar. A principios del mes, Coinbase, una plataforma digital para las transacciones con criptomonedas, acusó a la Security and Exchange Commission (SEC) de prácticas intimidatorias con el objetivo de impedir el lanzamiento de su Programa de Préstamos Coinbase (USDC APY) que ofrecía 4% de interés a los depósitos de la stablecoin USDC, un interés muy superior al que ofrecen los bancos.[8] Poco tiempo después, el jefe de la Oficina del Control de la Moneda (Office of the Comptroller of the Currency), la agencia federal que vigila la aplicación de las leyes y regulaciones de las actividades financieras y bancarias, advertía que las criptomonedas y las finanzas descentralizadas amenazan al sistema financiero, y se asemejan a los derivados que hicieron casi colapsar a las finanzas internacionales en 2008. En paralelo, el jefe de la SEC, Gary Gensler, anunció que todas las criptomonedas deberán registrarse en su agencia y serán debidamente reguladas “o mucha gente se verá lastimada”.[9] Asimismo, se conoció la existencia de un proyecto de ley en el Congreso que habilita a la Reserva a emitir un dólar digital, opción que –como ya hemos visto en El Cohete a la Luna– implicará un cambio radical de la estructura financiera actual.[10]
Mientras tanto se profundiza el enfrentamiento en el Congreso entre demócratas y republicanos en torno a la aprobación del presupuesto del gobierno y a la determinación de un nuevo techo para el endeudamiento futuro. La falta de resolución de esta disputa puede desembocar, hacia fines de octubre, en la paralización de la administración por falta de financiamiento y en el default del gobierno federal. En este contexto político, recientes revelaciones infligen daño a la credibilidad de los demócratas, de los medios de comunicación y de los organismos de inteligencia.
John Durham, Consejero Especial del Departamento de Justicia, que investiga la supuesta relación del ex Presidente Trump con Rusia, imputó a Michael Sussman, abogado de la campaña electoral de Hillary Clinton en 2016, por haber mentido al FBI y fabricado evidencia que luego fue utilizada por los demócratas para enjuiciar políticamente a Trump durante su gobierno (Russiagate). También se conocieron nuevas evidencias que prueban el ocultamiento de información durante la última campaña electoral, que vincula directamente a Biden y a su hijo con negociados en Ucrania y China cuando el actual Presidente era el Vicepresidente de Obama.[11]
De los gestos políticos al cambio de rumbo en la Argentina
En su discurso ante la asamblea anual de la ONU, su Secretario General envió un mensaje al FMI: los Derechos Especiales de Giro (DEG) que acaba de liberar irán, en su mayor parte, a beneficiar a los países que menos los necesitan y no alcanzan para solucionar la situación de países periféricos altamente endeudados. Aunque estos países sean de ingresos medios, “no tendrían que tener que elegir entre pagar los servicios de su deuda o servir a su población”. Propone, entonces, extender a 2022 la aplicación de la Iniciativa de Suspensión del Servicio de la Deuda Externa y “hacerla disponible a todos los países vulnerables –incluidos los de ingresos medios– que la soliciten”.[12]
Así, existe un clima internacional favorable a plantear con fuerza la necesidad de revisar la deuda argentina con el FMI, sus plazos y condiciones. Sin embargo, esto no parece haber ocurrido hasta ahora. Tampoco se ha hecho valer el carácter odioso e ilegítimo de la deuda. Hoy, la Argentina tiene que negociar con una directora del FMI acusada por el Banco Mundial de haber manipulado datos durante su gestión en el mismo. Razón de más para plantear ahora el carácter ilegítimo de la deuda contraída con el FMI.
La fulminante y positiva intervención de Cristina Fernández contra el ajuste fiscal realizado en los últimos meses catapultó al ministro de Economía hacia los medios de comunicación para desmentirla y enseñarle algo nuevo. La Vicepresidenta “es una persona excepcional” y “hay que cuidarla mucho”[13], por eso hay que explicarle públicamente que el ajuste fiscal es algo diferente a la reducción del déficit fiscal. El primero nunca existió durante su gestión y el segundo fue un éxito que se consiguió aumentando mágicamente la recaudación. Eso sí, en el camino quedaron “algunas partidas no ejecutadas” y cerca de 9 millones de personas que se alimentaron del aire buena parte del año porque no era necesario reinstaurar el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). En cuanto al Presupuesto 2022, no hay ajuste y no hay aumento de tarifas, aunque lo escrito con tinta negra en un papel blanco lo desmienta.
Estas intervenciones sintetizan un momento muy peculiar y peligroso. Mientras, dirigentes de las principales organizaciones empresariales se apuran a defender al equipo económico actual.[14] Un economista de consulta del macrismo, del que fue funcionario, advierte: “Aquí estamos metidos en un quilombo más profundo, que es el de la política económica y el cambio de régimen (…) Los DEG: perro que ladra no muerde (….) bajaron la persiana (…) Con los DEG le van a pagar al FMI. Están cargando sobre el chico este, el ministro (Martín Guzmán) sobre la base de ‘armar un carnaval’ (…) El único instrumento poderoso que habría ahí es el IFE, si lo vuelven a reponer (…) tampoco sé si les va a dar el piné. Si la inteligencia prima ahora, voy a agarrar el pan dulce y te voy a votar en contra”.[15] Apunta así a la contradicción entre las palabras y los hechos en un contexto de severa crisis de la credibilidad política. La suba del salario mínimo, concretada la semana pasada, contribuye al sabor a poco y a las palabras que se lleva el viento: este salario que rige especialmente para el sector informal llegará a 33.000 pesos en febrero de 2022 , muy por debajo de la Canasta Básica Total (CBT), que mide la pobreza y que hoy es de 68.359 pesos.
El país vive una crisis política que no se arregla con gestos cosméticos ni ganando en noviembre. Hay que tomar acciones concretas que muestren que no hay más lugar para el abuso de posición dominante de los formadores de precios y para los desbordes de odio de algunas tribus macristas. Es un momento crítico que se puede revertir a condición de tomar medidas que fortalezcan la representatividad de los que toman decisiones y muestren que se marcha hacia un cambio de la matriz productiva. Esto implica tocar intereses privilegiados y dar pelea.
[1] Discurso ante la 76ª Asamblea de las Naciones Unidas, aljazeera.com, 21/09/2021; zerohedge.com, 21/09/2021.
[2] apnews.com, 20/04/2021.
[3] politico.eu, 16/09/2021; zerohedge.com, 18/09/2021.
[4] zerohedge.com, 22/09/2021.
[5] Kenneth Rogoff, voxeu.org, 21/09/2021.
[6] zerohedge.com, 26/08/2021.
[7] Entre otros, Roubini, El-Erian, Goldman, project-syndicate.org, 21/09/2021; zerohedge.com, 19, 20, 21/09/2021.
[8] zerohedge.com, 08 y 20/09/2021; marketwatch.com, 21/09/2021.
[9] zerohedge.com, 21/09/2021.
[10] decentralizedlegalsystem.com, 19/09/2021.
[11] Aaron Maté, thegrayzone.com, 20/09/2021; Glenn Greenwald, zerohedge.com, 22/09/2021.
[12] aljazeera.com, 21/09/2021.
[13] perfil.com, 22/09/2021; bae.com, 22/09/2021.
[14] infobae.com, 13/09/2021.
[15] Carlos Melconian, infobae.com, 13 y 21/09/2021.
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