CRISIS DEL ESTADO NACIONAL
Lo erosionó una forma de acumulación del capital que se expande, concentrando y maximizando el poder
Corren los días y cunde la desolación. Nuevos brotes de la pandemia en el mundo multiplican la incertidumbre y el miedo a la muerte. Sin embargo, no todo es silencio y oscuridad. El galope del virus abre grietas inmemoriales y rompe el tejido de una estructura de poder mundial en crisis. Su esqueleto trastabilla y sacudido por el viento amenaza derrumbarse. En el silencio de ese instante, se vislumbra la luminosidad de un principio esencial: sin el otro no hay vida posible.
Restos de comida e instrumentos precarios transportados desde distancias de hasta 12 kilómetros atestiguan que hace dos millones de años los seres humanos se juntaban para compartir recursos y establecer lazos sociales indispensables para sobrevivir en un mundo hostil. Desde los orígenes, pues, la vida humana se ha asociado a la división del trabajo y al control asimétrico de afectos, símbolos, información, bienes y dinero. Así, la cooperación y el conflicto han constituido la trama de un drama que, generando acciones y sentimientos contradictorios, llega hasta nuestros días. Con el correr del tiempo, la vida comunitaria se volvió más compleja y la tensión entre la cooperación y el conflicto adquirió mayor intensidad.
En los últimos doscientos años el Estado-nación se transformó en la principal forma de organización de la vida en comunidad. Monopolizando el uso de la fuerza dentro de los limites de un territorio, su sistema institucional democrático buscó legitimar las relaciones de poder consagrando el Interés general por encima de los intereses en pugna. Hoy esta entidad política esta en crisis: su integridad económica, institucional y cultural ha sido erosionada hasta el tuétano por una forma de acumulación del capital que se expande por el mundo concentrando y maximizando el poder en todos los aspectos de la vida social.
Desde fines de la década del '60 del siglo pasado, la expansión mundial de corporaciones multinacionales que controlan monopólicamente la tecnología de punta ha integrado a la producción mundial en cadenas de valor global que imponen severos limites a la capacidad de los Estados nacionales para desarrollar dentro de sus territorios políticas económicas acordes con el interés general de la nación. Paralelamente, una progresiva integración mundial de las finanzas impulsada por una ideología neoliberal buscó sustituir la capacidad regulatoria de los Estados nacionales por el accionar de los mercados. El FMI y los organismos internacionales fueron funcionales a estos desarrollos impulsando la apertura financiera y el endeudamiento generalizado. Así, los Estados nacionales perdieron la capacidad de determinar sus políticas y han quedado estrechamente ligados a un centro financiero mundial donde ruge la vorágine de la concentración del capital. Esto ha engendrado una creciente desigualdad económica y social tanto entre naciones como dentro de un mismo territorio nacional. La dinámica de esta acumulación global ha desembocado en una crisis sistémica y el vértigo de la balcanización amenaza a los Estados nacionales. El poder se concentra brutalmente en un grupo de corporaciones que monopolizan las tecnologías de avanzada, mientras la onda expansiva sume a los ciudadanos de a pie en el aislamiento y la fragmentación.
En el centro de este orden mundial las grandes corporaciones tecnológicas y las élites políticas se enroscan en una lucha sin cuartel por concentrar mayor poder y controlar la política oficial. En la periferia, la balcanización de los Estados nacionales vacía a las economías y multiplica el despojo de sus recursos naturales. Tanto en el centro como en la periferia, la turbulencia de los conflictos arroja luz sobre la necesidad de desarticular a los monopolios y construir un orden comunitario donde priven las relaciones de cooperación y el control colectivo de las decisiones.
Partidos políticos, militares y participación ciudadana
El creciente enfrentamiento de los partidos políticos norteamericanos ha instalado el clima de una posible crisis constitucional como consecuencia de un resultado electoral adverso a uno u otro sector. En este contexto, el voto masivo de los soldados a Trump en 2016 y la importante presencia del evangelismo entre los directivos de las Fuerzas Armadas contribuye a multiplicar los interrogantes sobre rol futuro de esas fuerzas en la política del país.
Desde un principio Trump ha tenido una relación contradictoria con los altos mandos militares y los organismos de inteligencia. Si bien su gobierno dio un fuerte impulso al presupuesto militar, sus decisiones de política exterior fueron resistidas por Jim Mattis, su Secretario de Defensa, quien renuncio a fines del 2018 en desacuerdo con la repatriación de las tropas que ocupaban Siria. Según revelaciones recientes en Rage, el libro de Bob Woodward, el general Mattis habría discutido en 2019 con Dan Coats, Director de Inteligencia Nacional, la posibilidad de “tomar una acción colectiva… porque Trump es peligroso e incapaz” (washingtonpost.com 9 9 2020). En junio de este año, en un acto sin precedentes, Mattis convocó públicamente al conjunto de las Fuerzas Armadas a resistir las ordenes de Trump de reprimir con tropas en actividad las manifestaciones en contra del racismo desatadas por el asesinato de George Floyd por un policía blanco. La convocatoria de Mattis fue un tiro por elevación contra el actual Secretario de Defensa Mark Esper y contra el Jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas Mark Milley, quienes en un principio habían aceptado la política represiva de Trump (theataltinc.com 3 6 2020, politico.com 20 7 2020).
Mattis logró que los altos mandos del Pentágono y de las Fuerzas Armadas se disculparan públicamente por no haberse opuesto mas rápidamente a la política represiva propuesta por Trump. Este ha dejado trascender su enojo hacia ellos, alentando a los soldados rasos con promesas de futura repatriación de tropas y criticando a los altos mandos: “No digo que los militares estén enamorados de mí… Los soldados sí lo están… Los altos mandos del Pentágono probablemente no lo estén, porque lo único que les importa son las guerras para que esas maravillosas corporaciones que hacen bombas y aviones estén felices”. También admitió que los líderes del Pentágono resisten sus políticas pues “a alguna gente no le interesa repatriar soldados… solo quieren continuar ganando dinero” (taskandpurpose.com 7 9 2020). Aludía así indirectamente al complejo industrial militar, cuya existencia fuera denunciada en 1961 por el general Eisenhower al alertar a la población sobre los intereses económicos que unían a los militares, las fábricas de armamentos y el Congreso, y la incidencia que este complejo tiene sobre la democracia y la continuidad de las guerras.
El establishment del partido demócrata, aliado a un numeroso grupo de dirigentes republicanos neo conservadores, ha gestado diversas organizaciones que por diferentes vías buscan presionar a las fuerzas armadas para impedir la reelección de Trump en caso de que se niegue a dejar la Casa Blanca en medio de una crisis constitucional. El coronel Lawrence Wilkerson, jefe del Estado Mayor del ex Secretario de Estado Colin Granderson y vocero de estas organizaciones, ha dejado entrever distintos escenarios provocados por Trump que podrían derivar en una intervención militar. Entre estos se incluye la ocurrencia de un hecho grave e imprevisto de orden internacional (theanalysis. news 29 6 202, wbur.org 5 8 2020 bostonglobe 26 7 2020, Newsweek 27 7).
La relación de Trump con los militares se da en el contexto de una disputa profunda entre distintos grupos con intereses económicos y políticos enfrentados. Por un lado, un grupo de corporaciones tecnológicas liderado por Stephen Schwarzman, CEO de Blackstone, un importante fondo de inversión con vastas operaciones en China, y Eric Schmidt, ex CEO de Google y actual presidente de la National Security Commission On AI, busca impulsar un mayor involucramiento de las Fuerzas Armadas en las aplicaciones de la inteligencia artificial evitando una confrontación con China e impulsando una plataforma de gobernanza que permita incidir sobre el futuro de la inteligencia artificial, “con la participación de las grandes corporaciones y líderes chinas y norteamericanas”. Si esto no ocurre, “el futuro de la inteligencia artificial será decidido con la participación de Apple, Amazon, Alibaba y Microsoft” (epic.org EPIC-19-09-11-NSCAI-FOIA-20200331-3).
Por el otro lado, Steve Bannon, apoyado por el CEO de un fondo de inversión Kyle Bass y por los billonarios Koch, considera que China es “el peligro más grande que los Estados Unidos han enfrentado a lo largo de su existencia”, por lo que hay que desacoplar la economía norteamericana de la china, bloquear el acceso de China a la tecnología norteamericana y reconstruir la grandeza norteamericana perdida repatriando inversiones e impulsando el desarrollando la producción nacional (zerohedge.com 25 4 2019).
Paralelamente con estos enfrentamientos políticos, las elecciones primarias revelan la importancia creciente de un nuevo actor: el ala progresista del partido Demócrata constituida por militantes de base que impulsaron las campañas de Bernie Sanders y de Elizabeth Warren. Estos han logrado desplazar a candidatos demócratas de larga trayectoria, tanto en cargos nacionales como estatales. Últimamente lograron imponer 19 candidatos en las primarias de Rhode Island, corriendo a dirigentes tradicionales con mucho poder en la legislatura estatal gracias a la formación de una “cooperativa política” que no presento candidatos propios, sino que proveyó de infraestructura y apoyo a candidatos de distintos grupos de base (theintercept.com 11 9 2020).
Corrida cambiaria, desabastecimiento y desestabilización política
Esta semana la ofensiva de la oposición comenzó con una carta de Macri acusando al gobierno de vulnerar la democracia con la cuarentena y la reforma judicial. Siguió con nuevas trabas al funcionamiento legislativo y premoniciones apocalípticas sobre el próximo fin de este gobierno, entre las que se cuentan la aspiración de JxC de “sustituir al gobierno en el 2021”, “estallidos sociales y saqueos organizados por CFK para el próximo mes de diciembre” y culminó con una nueva incursión de Duhalde advirtiendo que el pobre Alberto está tan groggy como De la Rúa cuando fue eyectado por un estallido social en diciembre del 2001.
Todo esto, sin embargo, es solo la espuma de un movimiento tectónico que se desarrolla en la profundidad de las estructuras de poder, donde los sectores mas concentrados de la economía articulan movimientos de pinzas para ahogar a un gobierno que no es del palo. Estos sectores resisten a ultranza cualquier demanda de aportes “solidarios y por una única vez” para mitigar la emergencia nacional; muestran los colmillos ante la posibilidad de una reforma tributaria; exigen subsidios de distinto tipo para pagar sus salarios en cuarentena; algunos compran dólares baratos en el mercado oficial para adelantar los pagos de su deuda externa en dólares; otros continúan vulnerando la política de precios con aumentos encubiertos y desabastecimientos a almacenes y supermercados (bae.com 16 9 2020) y retienen la producción de soja y cereales y la liquidación de las divisas de las exportaciones, presionando por una devaluación que los beneficie (infobae.com 1 9 2020).
Esta semana el gobierno trató de contener la arremetida contra el tipo de cambio, disponiendo una serie de medidas tendientes a encarecer la compra de 200 dólares mensuales para el ahorro. Las mismas intentan controlar la perdida de las reservas del BCRA sin provocar una devaluación que habría sido trasladada a los precios con el consiguiente deterioro sobre los ingresos de la población. Hace meses que venimos mencionando la urgente necesidad de imponer un control más estricto del cepo cambiario y de la liquidación de las divisas de exportación. Lo primero ocurre ahora, cuando las reservas han llegado a un límite muy preocupante. Lo segundo sigue siendo ignorado.
Mientras el gobierno negociaba con los acreedores externos descuidó los ataques al tipo de cambio, convencido de que la economía “se tranquilizaría” cuando terminara esta negociación. Esperó demasiado y no tuvo en cuenta que, como la experiencia histórica indica, la ofensiva sobre el tipo de cambio y las reservas del BCRA es pergeñada localmente. El gobierno reconoce ahora que las grandes empresas han especulado para saldar su deuda en dólares con “dólares baratos” (lpo.com 16 9 2020). ¿Por qué lo permitió? Esta actitud oficial se correlaciona con la última disposición del BCRA “prometiendo” a las empresas multinacionales que mientras dure este gobierno no se le escamotearán los dólares que quieran repatriar a sus casas matrices en concepto de ganancias (ámbito.com 18 9 2020). Esto expone la falta de claridad del camino propuesto para salir de la crisis, dando prioridad al aumento de las exportaciones de una economía cada vez más primarizada y dolarizada. La solución a la restricción externa no pasa por profundizar una matriz que la reproduce. Esto último potencia una estructura de poder que vacía nuestra economía, y balcaniza al Estado nacional.
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