Correr los bordes

El objetivo de la derecha se cumple, más allá de los resultados electorales

 

El 1 de abril del 2004, unas 150.000 personas —según el diario Clarín— respondieron a la convocatoria de Juan Carlos Blumberg y marcharon al Congreso en contra de la inseguridad. Unos días antes, el joven Axel Blumberg había sido secuestrado y posteriormente asesinado por sus captores.

Los reclamos del ingeniero Blumberg, como se lo empezó a conocer por aquel entonces, buscaban en teoría “una verdadera reforma del sistema judicial a los efectos de obtener una justicia rápida, efectiva y con jueces idóneos para garantizar la plena vigencia del Estado de derecho”, aunque se centraban en la práctica en las eternas letanías de mano dura propiciadas por un sector de la sociedad. Sus seguidores focalizaban su encono en los ministros de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni y Carmen Argibay por considerarlos “abolicionistas” (en referencia a la corriente criminológica que promueve la eliminación del poder punitivo), una acusación tan falsa como útil a la hora de indignar a los indignados. En aquella época lejana, el mayor pecado de la Corte era el garantismo, una afección compartida también por nuestra Constitución Nacional.

Como ocurre en cada marcha convocada desde la derecha, los medios la describieron como una convocatoria independiente, apolítica y apartidaria. El propio Blumberg descartó cualquier candidatura electoral futura.

Al finalizar la marcha, el padre de Axel propuso siete iniciativas legislativas. A la velocidad de la luz, el 14 de abril, el Congreso aprobó la llamada Ley Blumberg, la cual modificó el Código Penal y estableció, entre otras cuestiones, penas de hasta 50 años para delitos graves como violación seguida de muerte y secuestro extorsivo seguido de muerte.

Las modificaciones de artículos sin real discusión en el Congreso —en el recinto, Blumberg les gritaba a los senadores que pretendían debatirlas— fue la respuesta de la política a la primera gran manifestación opositora desde la asunción de Néstor Kirchner. El Presidente, que contaba con una legitimidad notable, prefirió no enfrentarse con las ideas del Ingeniero, pese a que estaban en las antípodas de las suyas. Blumberg parecía imparable.

Las modificaciones no mejoraron la seguridad de los ciudadanos y solo empeoraron la normativa penal. En el 2006, la Cámara del Crimen porteña declaró la inconstitucionalidad parcial de una de las modificaciones del Ingeniero: la que agrava ciertas penas en el caso de que se trate de personas con antecedentes penales. Los magistrados sostuvieron que lo que se estaba castigando eran los antecedentes del autor y no los hechos concretos, lo que vulneraría el principio de culpabilidad.

El Ingeniero convocó varias marchas más, cuya asistencia fue mermando con el tiempo. En las elecciones de octubre de 2007 se presentó como candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires por un partido propio que apoyaba la candidatura presidencial del gobernador de Neuquén, Jorge Sobisch. El Ingeniero, ciudadano de a pie independiente y apolítico, recibió el apoyo del periodista Bernardo Neustadt, de la entusiasta de la última dictadura Cecilia Pando, del ex comisario Luis Patti y del jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri. Blumberg consiguió el 1,26 % de los sufragios y culpó a su efímero socio neuquino por la mala performance.

La noticia de que su título de ingeniero era apócrifo, una nimiedad desde el punto de vista político, terminó con su fulgurante carrera; aunque cada tanto vuelve a marchar al Palacio de Tribunales junto a algunos pocos terraplanistas y en contra de las intenciones satánicas del kirchnerismo. En enero del 2023 anunció que sería candidato de Javier Milei, a quien elogió con entusiasmo (“Tiene conocimientos económicos muy importantes, conozco a personas que lo conocen muy bien”). La candidatura nunca fue confirmada por La Libertad Avanza.

El domingo 11 de junio, Antonio Bussi, entusiasta de la última dictadura como Cecilia Pando y candidato a gobernador de Tucumán apoyado por Javier Milei, salió tercero, a más de 50 puntos de Osvaldo Jaldo, el candidato peronista finalmente ganador. Pese a las maniobras a cielo abierto de la Corte Suprema, que ya nadie podría acusar de garantista, el peronismo no sólo ganó la provincia, sino que recuperó la intendencia de Tucumán.

Bussi perdió además diez puntos con respecto al resultado electoral de 2019, cuando no tuvo la suerte de contar con el apoyo de Milei, uno de los tantos reaccionarios que se autoproclaman liberales. Al parecer, las encuestas tenían razón, pero la realidad volvió a fallar.

Como Blumberg hizo con Sobisch, Milei culpó a Bussi por el fracaso electoral. Fue una derrota dolorosa para el titular de La Libertad Avanza, ya que el hijo del genocida Antonio Domingo Bussi fue el único candidato a gobernador que él apoyó de forma explícita.

Estas esperanzas blancas de los medios y el establishment (más allá de las reticencias de algunos sectores empresariales que temen los desbordes verbales de Milei, como temían los modos autoritarios de Blumberg), que tantas expectativas parecen generar en un momento dado, terminan desvaneciéndose en el aire. Ocurre que los productos como Blumberg o Milei, inflados con el helio de los medios durante años, no están pensados para llegar al gobierno. Su función es otra y ambos la han cumplido con creces: banalizar el discurso de odio, correr los límites de lo decible y empujar a la derecha hacia la extrema derecha. Hoy ya no alcanza con debatir la reforma laboral o previsional, sino que vemos como en los programas llamados políticos se evoca la venta de órganos, el exterminio del kirchnerismo o el eventual incendio del Banco Central.

Es por eso que la performance electoral de Milei, cualquiera sea la que consiga en las PASO, como el destino crepuscular de Blumberg, son irrelevantes: el trabajo sucio ya fue hecho.

 

 

 

 

--------------------------------

Para suscribirte con $ 1000/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 2500/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 5000/mes al Cohete hace click aquí