CONTRAFÁBULA
Horacio Altuna y diez historias en las que toda semejanza a la actualidad nunca es casual
Con más de dos milenios de tradición, asociada popularmente a la didáctica infantil, eventual predataria de un fragmento mítico, la fábula permanece en la frontera entre la literatura y la retórica con su cuerpo narrativo animista y moraleja de inclinaciones éticas. Instrumento comunicacional con el que una clase intenta domesticar a otra en usos y costumbres, resurge cada tanto en instancias de movilidad social.
Haya sido o no intención del artista visual Horacio Altuna (Córdoba, 1941) explorar tal modalidad narrativa, el hecho es que su Ficcionario, la “popular novela gráfica” de más reciente aparición, adquiere mayormente ese formato. O casi; tal vez convenga denominarla con más propiedad como “contrafábula”. Son diez historias concatenadas con un mismo personaje, Beto Benedetti, en función de hilo conductor, no siempre protagonista, a menudo a cargo del cierre, moraleja o remate. A diferencia de las fábulas tradicionales interpretadas por animales u objetos dotados de lenguaje y actitudes humanas, en esta oportunidad fieras y bichos son las personas mismas. Algunas, en rigor: los antagonistas, represores, burócratas, alienados. El resto es una masa inerme de desplazados, gente del común, trabajadores, lúmpenes, nadies, aun aquellos suertudos que por alguna razón ocupan los estamentos más altos de una sociedad caracterizada por un clasismo salvaje. Habitantes de un universo distópico, a su vez pululan en una mugrienta región que les está reservada, a diferencia de otra, exclusiva para una tan selecta minoría que no llega a mostrarse.
Colado en ese universo regido por la prostitución como modelo de relación social donde impera el toma y daca, Beto Benedetti es un migrante con documentación trucha, inserto en un trabajo precario, buen amigo de quienes no hacen preguntas, tratando de pasar desapercibido y disfrutar de los magros beneficios a disposición. Fracasa más de lo que triunfa, claro. Nada extraordinario: vive en estado de permanente tensión, atento al riesgoso azar que en cualquier instante puede desatar el desastre, personal o colectivo.
Esa célebre maestría característica de la obra de Altuna se hace presente en los textos, como es usual sostenidos por un despliegue de ilustraciones, en cada una concentrada décadas de talento y experiencia. En las panorámicas resulta tan grato como necesario detenerse en los detalles, en los personajes aleatorios, incluso en mínimos aspectos de los cuerpos; cuando están vestidos. Pues aún en las escenas más escabrosas o bizarras, el autor despliega ese erotismo rotundo, fulgurante en las anatomías femeninas. Jamás escatima curvas, sombras, pezones, vello púbico. Ni imaginación. En la primera historia Benedetti pierde el “bío-ordenador personal”, instrumento regidor de su ciclo biológico, que le dice cuándo y que comer, si está estreñido, hasta la “tensión erótica” que vigila la carencia de actividad sexual y redirige a un “centro de descarga de tensiones” donde medios mecánicos habrán de poner las hormonas en orden. No para dicha y tranquilidad del usuario, para nada: a fin de garantizar la óptima eficacia laboral.
En apariencia caóticos, los cuadros de las sucesivas escenas se despliegan en el generoso espacio de cada página del libraco (30 x 23 cm), algunos mudos de elocuencia visual propia, otros dotados de textos en los clásicos globitos. Las lanzas indicadoras provenientes de estos últimos son lo que marcan a qué personaje corresponde cada porción de diálogo y a la vez ordenan la secuencia de lectura. Detalles amables para con el lector, fruto de una intensa experiencia en el arte del comic, tales recursos acrecientan su eficacia en la medida en que logran pasar inadvertidos. Es el detalle de la caja negra cobijando cada página en la mayoría de las historias (algo así como el “modo oscuro” factible en algunas apps). La luminosidad —la caja blanca— retorna apenas en tres de las diez historias.
En “Programación”, Beto encuentra una pulposa partenaire con quien acordar la satisfacción erótica, a pesar de que esta se consuma, paradojalmente, mediante una máquina compartida. En “La bomba”, un ex soldado porta dentro de su cuerpo un artefacto explosivo inextirpable, mientras que en “El crítico” una suerte de injusticia divina denuncia las matufias de concursos y jurados. Es en “Special forces” donde se plasma el anverso de lo anterior, con un viejo amigo transformado en bestial sádico durante su paso por la milicia. En estas narraciones quedan suspendidas parte de las consecuencias tanáticas y emerge un atisbo de humanidad.
Obra de fuerte resonancias políticas (una constante en la producción del artista), la presencia tecnológica resulta el vehículo tras el cual se arrastra la referencia a la actualidad. Artilugio capaz de materializar metáforas, marca la inminencia de un futuro hecho presente a cada instante. La potencia del dibujo de Altuna desgarra conmociones al promover el pensamiento por fuera de la obviedad y lo explícito. Esa fuerza irresistible queda plasmada en el trabajo sobre la mirada de Benedetti; sus ojos convocan e interpelan al lector por más que se dirijan a otros personajes. Logra expresar gráficamente ánimos divergentes, rotundos, en una demostración de maestría que, no por acostumbrada, deja de sorprender. Ficcionario al fin y al cabo elípticamente realista bajo generosas capas de sentido, hace, sigue haciendo, de la sutileza un estilo.
FICHA TÉCNICA
Ficcionario
Horacio Altuna
México, 2024
76 páginas
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