Constitución y oligarquía
Joseph Stiglitz y el colapso global de la democracia constitucional
Pasado democrático, futuro oligárquico
¿Cómo mueren las democracias?, se preguntan Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en el título de su famoso libro publicado en 2018. “Las democracias no sólo sufren muertes rápidas, como un terremoto. También pueden sufrir, y más insidiosamente, una muerte lenta, como una casa carcomida por las termitas. Nuestra clase política (en la Argentina) se está portando como un caso de manual para la muerte lenta. Esto es particularmente grave, ya que han quedado en pie tantos y tan poderosos reductos autoritarios”, respondió Guillermo O'Donnell 18 años antes, hablando de la crisis política ante la renuncia del Vicepresidente en el año 2000.
“La muerte lenta de la democracia” también se conectaba, según O’Donnell, con la “venganza social de la oligarquía”, como recordábamos en una nota anterior. La oligarquía local, internacional, transnacional, se invisibilizan con esfuerzo, aunque resulte cada vez más difícil ocultarlas. Esas oligarquías son actores de un futuro más autoritario que tecnofeudal.
Justamente el elemento oligárquico es uno de los ausentes en el análisis de la dupla Levitsky-Ziblatt. Solamente lo menciona para hablar de Rusia y Perú en aquel libro. La tendencia hacia la oligarquización de la política y de los regímenes constitucionales entró desde noviembre del año pasado en su etapa aceleracionista.
“Sí, Estados Unidos devino en una oligarquía”, le dice Joseph Stiglitz a su entrevistador francés en el podcast “La carta verde, la ecología analizada”.
La oligarquización ha sido un proceso y una práctica en cámara lenta de partidos, espacios políticos, movimientos, instituciones y actores. Y no termina nada bien, dados los ejemplos históricos y actuales. En contraste a las aceleraciones, disrupciones y transformaciones hoy evidentes en el mundo, hubo procesos en los sistemas políticos y sociales comparados que –aunque en cámara lenta– nadie supo, pudo o quiso evitar.
En algunos extractos que se adelantan en la entrevista con Stiglitz también se afirma: “Como académico siento miedo que haya supresión de la libertad académica. Ya sucede en Florida”. La libertad de expresión, la libertad de prensa y académica fueron atacadas culturalmente a nivel global, cultura de la cancelación mediante, sin reconocer su valor para salir de los desafíos existenciales.
Sigue Stiglitz explicando que “como las cosas funcionaban bien, la gente” y los políticos “dicen que no tienen que hacer nada. Como las cosas van bien, los poderosos toman el control y los políticos dicen: ¿Qué puedo hacer? Ya no soy poderoso y eso es el fin de la democracia”.
“Es muy claro que somos una oligarquía. Una democracia imperfecta. Como la mayoría de las democracias, que son imperfectas. En lugar de ir hacia una democracia más perfecta vamos en la dirección opuesta” afirma Stiglitz, respondiendo la pregunta inicial sobre si estamos ante el fin de la democracia en Estados Unidos.
Sobre las leyes anti-trust, afirma que los monopolios del pasado no eran tan peligrosos como los actuales: “Es un peligro que los medios de comunicación estén concentrados, dado que pueden manipular y manipularnos como adelantaron los libros de George Orwell”. El peligro que antes estaba en el sector público y en el Estado, lo tiene hoy el sector privado con desinformación y contaminando la esfera pública de mentiras y odio.
¿Cuál es la razón del ascenso del populismo? El autoritarismo populista ha nacido “por gobiernos que hacen poco y no por los que hacen demasiado”, alega Stiglitz. La gente se siente traicionada porque los políticos liberaron al neoliberalismo. Cita a Isaiah Berlin con su frase “la libertad de los lobos usualmente ha significado la muerte de las ovejas”.
“Tenemos un enojo (anger) en Estados Unidos”. Las desigualdades en los Estados Unidos son la fuente de los resentimientos. “Las corporaciones y las políticas neoliberales han empobrecido a las mayorías y eso hizo surgir mucho resentimiento, que ha sido capitalizado por esos grupos”.
El camino de la libertad (2024) es el último libro de Stiglitz y enfrenta a los libertarios que combatiendo al Estado parecen querer reconstruirlo a su beneficio y pavimentar “el camino a la servidumbre” que Hayek denunciaba en 1944. En ese camino se habla mucho de libertad pero en la práctica no tiene nada que ver con el liberalismo político, económico y social, que es parte de una cultura democrática comprometida con los derechos humanos tal cual la conocimos.
Musk, Bezos y Zuckerberg: los “broligarcas”
Desde la campaña electoral en Estados Unidos se comenzó a hablar de los “broligarcas”, los hermanos oligarcas. De forma similar, la demócrata Nancy Pelosi ya le había dicho a John Stewart en el Daily Show: los donantes al partido demócrata eran del dinero “limpio” y no del “dark money”, el dinero oscuro, sucio. Cada partido tenía sus propios SUPERPAC’s y empresarios aliados. Varios de los actuales “broligarcas” tuvieron otra actitud ante Trump en 2020.
La entrevista sigue: “Los oligarcas hablan de libertarianismo pero usan al Estado para enriquecerse”; “Tesla sobrevivió gracias a la ayuda del Estado”, son dos frases que se destacan de Stiglitz.

Estamos ante “una falsa revolución de la libertad. Es una manipulación de la historia de los Estados Unidos”. En esa revolución se habla de libertad como en el pasado constitucional de lucha contra la monarquía inglesa, pero criticando a la democracia y postulando una monarquía como salida institucional. Esta última idea fue postulada por Curtis Yarvin muchas veces pero defendida hace un mes en el podcast del New York Times.
Stiglitz, ex funcionario del gobierno de Clinton (1993-2001) y del Banco Mundial, no evita criticar a nadie aunque sí quizás se quede corto y sea moderado. Dice claramente que el “autoritarismo populista es neoliberal” y es resultado de liberar a las corporaciones de todos los controles.
La oligarquización es tan clara que hay señeros estudios –Robert Dahl ya lo señalaba en varios de sus libros en la década del ‘70– y denuncias públicas sobre esa tendencia histórica. Bernie Sanders, Alexandra Ocasio Cortes, Robert Reich y tantos otros protagonistas y analistas políticos internacionales han identificado el proceso de oligarquización en el partido Republicano y en el propio partido Demócrata. Varios de ellos han sido testigos silenciosos y lamentablemente pasivos de esa oligarquización que hoy temen y denuncian.
La Corte Suprema de los Estados Unidos tiene sus propios oligarcas y conflictos de interés desnudos, grotescamente evidentes. Después del resultado de la elección y de la alineación de los multimillonarios, ese diagnóstico se volvió más nítido y popular en todo el sistema político estadounidense.
El dos veces Presidente Eisenhower (1953-1961), un militar de carrera con responsabilidad de comando en Francia y Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, alertó en su discurso de despedida de enero de 1961 sobre “el complejo industrial-militar”.
Hace poco más de un mes, el Presidente Joe Biden (2021-2025), se despidió alertando en su último discurso sobre el “complejo tecnológico-oligárquico”. En gran medida responsable de la vuelta de Trump, aunque seguramente inimputable dado su evidente deterioro cognitivo, Biden es sin duda uno de los dirigentes con más experiencia en el sistema político de los Estados Unidos y uno de los responsables/actores políticos de su oligarquización.
Parece que Eisenhower tenía razón en su famoso discurso en 1961: “El potencial desastroso de que aparezca un poder desplazado existe y persistirá”. “Debemos estar alertas ante el igual y opuesto peligro de que la política pública sea cautiva de una elite científico-tecnológica”.
La Constitución y sus poderes judiciales tienen un rol clave en la nueva transmutación del Estado global, al hacer todo lo público privado y lo privado más feudal, con una crueldad espectacular. Es el constitucionalismo gore, frente a una democracia cada vez más zombie, que mencionamos en la nota La muerte lenta de la democracia.
Las revoluciones constitucionales de los siglos XVIII y XIX usualmente fueron de elites burguesas con retóricas republicanas contra las oligarquías detrás de las monarquías y los virreinatos. Hoy esas revoluciones reaccionarias están siendo impulsadas desde las oligarquías invisibilizadas, que parecen no tener frenos políticos ni contrapesos constitucionales.
* Lucas Arrimada da clases de Derecho Constitucional y Estudios Críticos del Derecho.
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