Cómo salir del laberinto

El ajuste del FMI y las elecciones en los Estados Unidos

 

Hoy hay hambre en la Argentina y el gobierno se empecina en ignorarlo. Un informe reciente de la FAO indica que en los últimos tiempos la Argentina ha pasado a integrar el grupo de países latinoamericanos con mayor crecimiento de este flagelo. Cerca de un 9% de la población está en situación de “inseguridad alimentaria grave”. Paradójicamente, el país produce alimentos para 400 millones de personas. Esto expone claramente la índole del gobierno que tenemos. Un gobierno que siembra el caos social con su plan de ajuste al mismo tiempo que ignora el reclamo de un plan de emergencia alimentaria para los sectores mas vulnerables y desconoce cualquier estímulo al crecimiento de la producción. La pobreza cero prometida se ha transformado en el callejón sin aparente salida de un país con una economía que se achica y endeuda al infinito, donde buena parte de la población no tiene futuro, simplemente sobra.

 

Dividir para reinar

El gobierno festeja hoy un valor del dólar temporariamente achatado entre las bandas impuestas por una política monetaria que cumple un mes de vida. El costo de esta relativa calma cambiaria es el crecimiento sideral e invisibilizado de la deuda del BCRA, una bomba de tiempo que más temprano que tarde estallará. Pero no todos festejan. Fitch, la calificadora de riesgo que aconseja al mercado financiero internacional, acaba de degradar su calificación de la deuda externa argentina, de estable a negativa. Considera que la menor actividad económica y la incertidumbre política atentan contra la sustentabilidad de la deuda. Curiosamente, el nuevo presidente del BCRA también se inquieta ante un contexto internacional que, según él, augura serios problemas para las economías emergentes en 2019. Esto significa que el enorme esfuerzo impuesto al país por el plan de ajuste del FMI sirve para destruir el aparato productivo, pero no alcanza para satisfacer las exigencias de los mercados financieros.

En este contexto, el sonido y la furia de la protesta social se presiente en el horizonte. Para licuarla, el gobierno canjeó con la conducción de la CGT el levantamiento de un paro general anunciado para este mes por un bono de 5000 $ pagadero en cuotas a los empleados del sector privado. Tanto el gobierno como los jerarcas sindicales saben que este bono no alcanza para reparar el enorme daño ya producido en el poder adquisitivo de los salarios. Asimismo, vastas capas de la sociedad que no tienen trabajo formal, o son jubilados, pensionados o empleados del estado han quedado por el momento fuera de este reparto. Estas migajas selectivas muestran la debilidad extrema de este gobierno y sus interlocutores sindicales que con subterfugios fugan hacia adelante creando las condiciones para el conflicto abierto y la represión violenta.

La debilidad del gobierno también se hizo patente esta semana durante el tratamiento del presupuesto en el Senado. El colérico entredicho entre el jefe de la bancada del “peronismo racional” y uno de los miembros de su grupo, a raíz del rol jugado por el primero en los aprietes del gobierno a fin de impedir la discusión sobre los fondos provenientes de la soja, muestra que las bases de gobernabilidad que este gobierno ha inventado crujen cada vez mas. Más importante aun, la denuncia del gobernador de San Luis en relación al otorgamiento a su provincia de partidas del presupuesto 2019 a cambio del quórum dado oportunamente por sus diputados al tratamiento del presupuesto y la enfática renuncia a estas partidas de dinero, desnudaron la contracara del ajuste: el manejo de los dineros públicos con fines políticos. En tierra arrasada por la recesión y el déficit cero, esta corrupción es política de Estado. Su fin es la fragmentación y el enfrentamiento entre provincias y entre municipios, dividir para reinar.

 

Entre Trump y Bernie Sanders

Mientras esto ocurría en nuestro país, el gobierno de Trump era desafiado en las elecciones de medio termino de los Estados Unidos. Un hecho tan remoto y alejado de nuestra realidad inmediata recibió una cobertura periodística superficial y escasa. Sin embargo, estas elecciones tienen una trascendencia inusitada y contribuyen a enriquecer el significado de los acontecimientos que vivimos.

La expansión del capitalismo global monopólico a lo largo de las ultimas décadas trajo aparejado un enorme desarrollo de la industria de guerra norteamericana y de la tecnología asociada. Este fenómeno constituye la cara oculta de una creciente integración mundial de la producción y las finanzas internacionales a partir de la expansión de grandes corporaciones norteamericanas con dominio monopólico sobre las cadenas de valor global. Como consecuencia de estos fenómenos, se produjo una dislocación de los procesos productivos locales, y una creciente desigualdad social. La economía de los Estados Unidos no fue inmune a estos fenómenos. La progresiva desindustrialización de vastas regiones del país fue acompañada por creciente desigualdad social, desempleo, subempleo y demandas de salarios postergadas. Esto tuvo gran impacto sobre las instituciones del país y sobre las formas de representación política (MPR Realidad Económica N° 309, IADE 2017)

Un estudio reciente muestra que el factor decisivo en la victoria de Trump en 2016 fue su capacidad para expresar las demandas económicas y sociales de los sectores postergados, que vieron un futuro de empleo y necesidades básicas satisfechas en su convocatoria a restituir la grandeza americana (ineteconomics.org, working paper 83, october 2018). Sin embargo, Trump no fue la única fuerza que permitió expresar el descontento social en el 2016. El senador Bernie Sanders lideró en las primarias del partido demócrata un movimiento de oposición a los grandes poderes económicos que dominan la política del país. La denuncia de esta oligarquía económica, la oposición a la enorme concentración de los ingresos y de la riqueza y al silencio cómplice de los medios de comunicación fueron algunos de los grandes problemas, que invisibles hasta ese entonces, pasaron a ser el centro de la campaña electoral de Sanders. Este convocó a una “revolución política” basada en la participación activa de los ciudadanos de a pie en la discusión de políticas y en el control de la gestión tanto del gobierno como de sus representantes.

 

 

Sin recursos financieros propios y basándose exclusivamente en el magro aporte solidario de miles de ciudadanos, Sanders logró la proeza de sacudir a la dirigencia del partido demócrata con movilizaciones masivas a lo largo y a lo ancho del país incorporando además a nuevos sectores a la política y especialmente a la juventud que constituyó el principal motor de su movimiento. Su campaña política desnudó la connivencia de las autoridades del partido demócrata con los grandes grupos de poder económico. Esta dirigencia logro frenar la candidatura de Sanders acudiendo a maniobras ilegales que eventualmente quedaron expuestas a través de los mails de Hillary Clinton y John D. Podesta, jefe de la campaña demócrata, hackeados y posteriormente publicados por Wikileaks. La preeminencia de Sanders sobre Trump en todas las encuestas realizadas durante el periodo electoral, tanto antes como después de las primarias, da una idea de la enorme importancia de este movimiento político que, a pesar de sus limitaciones, constituyó un desafío progresista a los intereses que dominan la economía y la política del país.

Perdidas las elecciones del 2016, la dirección del Partido Demócrata quedo entrampada en el “golpe blando” desatado contra Trump por sectores del Estado en las Sombras (MPR, IADE 2017). La supuesta connivencia de Trump con Rusia para derrotar a Hillary Clinton fue el ariete de esta campaña que instiló un profundo macartismo. Durante este periodo, el movimiento de Sanders no desapareció de la escena. Con los mismos métodos utilizados durante la campaña electoral del 2016, Sanders articuló una vasta estructura de afiliados que, con medios propios, sin aceptar donaciones de intereses económicos, participaron en estas elecciones y volvieron a demostrar la vigencia de este populismo progresista. Hoy este sector controla cerca de la mitad de los representantes demócratas en el Congreso.

 

El resultado de las elecciones

Los demócratas recuperaron el control de la Cámara de Representantes que en los últimos ocho años fue dominada por los republicanos. Estos ampliaron su control sobre la Cámara de Senadores. Trump logro así una victoria relativa al asegurarse el control de la Cámara de la cual depende en última instancia la posibilidad de su eventual destitución. Estos resultados auguran el estancamiento de su agenda legislativa y la creciente hostilidad en su contra por parte de una dirección del Partido Demócrata empeñada en destituirlo e impedir así su retorno en las elecciones de 2020.

Trump perdió la Cámara de Representantes, entre otros motivos, porque su política económica no cumplió con la promesa de bienestar económico para todos. Hoy la brecha entre ricos y pobres ha llegado en Estados Unidos a un nivel semejante al que existía en vísperas de la gran depresión de 1930. En 2015 el 1% de la población concentraba el 22% del total de los ingresos (Economic Policy Institute, 2018, marketwatch.com 5, 8, 2018). Hoy uno de cada tres norteamericanos tiene menos de 5000 dólares ahorrados para su jubilación (cnbc.com 27 8 2018) y uno de cada cinco acumula en su tarjeta de crédito más deuda que ahorros para una emergencia. Si bien cerca de la mitad de los norteamericanos poseen acciones —ya sea directa o indirectamente en fondos mutuales, trust pensions, etc.— solo el 10% concentra el 85% del valor total de las acciones (nbr.org working paper 2073, 2017 y gallup.com 27.5.2017).

El estímulo económico promovido por Trump se basó en un gran aumento del gasto militar y en un fuerte recorte de impuestos que beneficia a los estratos más ricos de la población y especialmente a las grandes corporaciones. A través de la recompra de acciones, estas alimentaron la gran especulación financiera de los últimos dos años. Por otra parte, la guerra comercial desatada por Trump contra China y las tarifas impuestas a países aliados contribuyeron a dificultar y en algunos casos directamente a desarticular la producción y exportación de determinados bienes, especialmente en las áreas más pobres del país y en las regiones rurales, golpeadas en sus exportaciones por las tarifas impuestas por China a los productos agropecuarios.

Las implicancias de la política militar y de la militarización de la política financiera del país estuvieron en gran medida ausentes de la contienda electoral. Este es un vacío que expone la enorme tarea que tiene por delante el populismo progresista norteamericano para alterar las relaciones de fuerza que imperan en el centro del capitalismo global monopólico.

Acosado por el golpe blando en su contra, Trump no ha vacilado en radicalizar la política exterior norteamericana imponiéndole una impronta belicista con el supuesto objetivo de restituir la grandeza económica norteamericana. El Pentágono es la fuerza principal detrás de esta política y ha nucleado a un grupo de 300 expertos —representantes del complejo industrial militar y de la seguridad nacional— con el objeto de evaluar la seguridad nacional desde la perspectiva del desarrollo de la economía norteamericana. (Assessing and Strengthening the Manufacturing and Defense Supply Chain Resiliency of the United States, defense.gov executive order 13806 septiembre 2018). De esta evaluación se desprende que la seguridad nacional del país está amenazada por la creciente dependencia de la economía norteamericana de líneas de abastecimiento y cadenas de valor estrechamente interrelacionadas con la economía china. Así, el proteccionismo y la grandeza económica constituyen hoy una cuestión de seguridad nacional y los Estados Unidos necesitan recomponer cadenas de valor global para asegurar que los bienes indispensables para el desarrollo de la industria militar serán producidos localmente, o por países considerados aliados inalienables. Esta estrategia entra en contradicción con la actual penetración de grandes corporaciones tecnológicas norteamericanas en la economía y en el ciberespacio chino. Mas allá de esta contradicción, pareciera que la militarización de la política financiera y comercial norteamericana están destinadas a sobrevivir los resultados de estas elecciones de medio término.

Una de las consecuencias de esta militarización ha sido el creciente enfrentamiento de los Estados Unidos con China y Rusia. Esto ha llevado a estos países a prepararse para la inminencia de una guerra (entre otros, zerohedge.com 29, 10, 2018; express.co.uk 28. 10.2018). A estos conflictos se agregan los crecientes enfrentamientos entre los Estados Unidos y sus propios aliados, especialmente con la Comunidad Europea, que en su afán por independizarse de las exigencias norteamericanas no ha vacilado en colaborar con China, Rusia e Irán en el desarrollo de un sistema de pagos y transferencias financieras alternativo. El sistema SWIFT es dominado por los Estados Unidos y ha sido utilizado para aplicar sus leyes extraterritorialmente sancionando o ejerciendo presión sobre otros países, inclusive sobre países aliados. Más aun, estos conflictos crecientes han puesto a la orden del día un fenómeno inesperado hasta hace muy poco: el cuestionamiento al rol del dólar como moneda de reserva internacional. Esto ocurre en circunstancias en que existe una gran crisis de liquidez internacional de dólares y la coyuntura financiera internacional se ve cada vez más amenazada por burbujas de precios en los mercados de bonos acciones y monedas.

El resultado de las elecciones en Estados Unidos permite esperar que las dificultades para encontrar financiamiento de la deuda externa argentina se agravarán en el futuro inmediato. La volatilidad financiera se verá aumentada por la multiplicidad de conflictos y la militarización de la política económica norteamericana. El endurecimiento del contexto internacional interpela a todos los sectores que se oponen al ajuste del FMI y plantea la necesidad imperiosa de discutir y consensuar un plan de reactivación de la economía que asegure la inclusión social y la recuperación de la soberanía nacional poniendo fin a los estragos de esta política de ajuste y endeudamiento y buscando mayor independencia en nuestra política económica. Por el otro lado, la lucha de los sectores progresistas del Partido Demócrata norteamericano, las enormes dificultades que enfrentan y los éxitos logrados arrojan luz sobre los caminos a seguir para enfrentar el clientelismo, la corrupción y las mafias instaladas en nuestras instituciones. El tiempo apremia, y en las relaciones de fuerza no existen espacios vacíos. Una oposición anarquizada por las divisiones espurias asegura la continuidad del Ajuste. Al mismo tiempo, la unidad nacional no puede hacerse a cualquier precio. Así como en el mito griego del Minotauro el hilo de Ariadna permitió a Teseo encontrar la salida del laberinto y salvarse, hoy sólo podremos salir de este callejón sin aparente salida reflexionando sin concesiones sobre la índole de la estructura de poder que nos tiene entrampados, y convirtiendo ese conocimiento en conciencia colectiva y en acción organizada para superarla.

 

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