CÓMO DETECTAR FACHOS

Un manual de instrucciones destinado a advertir la presencia fascista en las inmediaciones

 

Suele tildarse de “facho” a cualquier derechoso, gorila, en fin, tipe jodide que ande suelto por ahí. Se corre el riesgo de cometer una injusticia. Porque “fascismo” no es un adjetivo sino un sustantivo que designa un movimiento político específico que tuvo su apogeo en la primera mitad del siglo XX en Italia y con posterioridad adquirió diversas metamorfosis. Por lo tanto sus adherentes perfilaron una clase especial de hijes de pute, aunque la proliferación de sus rasgos merecieron que el término se generalice, nunca en exceso.

Abundan los estudios y las definiciones. Sin embargo, para contarlo no hay como un italiano que lo haya padecido en carne propia. Al momento de trazar las características generales del espécimen, pocos mejores que el filósofo Umberto Eco (Alessandría 1932-Milán 2016), ducho en síntesis dotadas de esa chacotera semiología que supo regar a partir de Apocalípticos e Integrados (1964).

 

Umberto Eco.

 

Tenía apenas nueve añitos cuando su vida debió transcurrir “entre miembros de la SS, fascistas y partisanos, que se disparaban mutuamente” y donde aprendió “a esquivar las balas. No estuvo mal como ejercicio”. Oportunidad en la que, al rebobinar, se percató “que la libertad de la palabra significa libertad de retórica” dado que, hasta ese momento, “libertad no significaba todavía liberación”. Con semejante panorama, el autor de El Nombre de la Rosa (1980) procuró desasnar a los alumnos de la Universidad de Columbia el 25 de abril de 1995, mediante una conferencia conmemorativa del aniversario de la insurrección de la Italia del Norte contra el nazismo. Denominada inicialmente Eternal Fascism, se publica ahora bajo el título Contra el Fascismo, vaya a saber por qué. Para ese momento, los EEUU recién descubrían –o, mejor, volvían una vez más a descubrir— que en su promisoria tierra había organizaciones de ultraderecha, como la que recientemente había hecho reventar todo un edificio en Oklahoma. Razón por la cual la charla se desenvuelve en un lenguaje acorde a los alumnos y con algunas referencias históricas un tanto básicas, lo cual agiliza seguir las ideas al tiempo en que resulta cada tanto obvia al lector advertido. Salvedad necesaria, en correlato con ese “nosotros” que aplica el autor refiriéndose a ellos, los europeos y los norteamericanos. En consecuencia, del fascismo del que habla es el de Mussolini, un jefe carismático, corporativista, adalid de un “destino fatal de Roma”, imperialista, chauvinista, adversario de la democracia parlamentaria y profundamente racista. Movimiento totalitario sin ideología monolítica, “un collage de diferentes ideas políticas y filosóficas, una colmena de contradicciones”, Diferente de sus versiones posteriores, disminuidas y aumentadas, el nazismo y su “Kitsch nibelungo” y el “falangismo hipercatólico de España”, que demuestran que “se puede jugar al fascismo de muchas maneras y el nombre del juego no cambia”.

Tras graficar la construcción semiótica fascista a través de un simpático dilema combinatorio, Eco comienza a especificar esa nebulosa de lo que denomina “ur-fascismo” o “fascismo eterno”, mediante un manojo de premisas o condiciones básicas. La primera remite a cierto “culto a la tradición” o verdad primitiva que funciona como barrera a todo saber que contradiga el dogma, lo que acarrea un contundente rechazo a la modernidad (Ilustración, Edad de la Razón; Libertad-Igualdad-Fraternidad, esa onda) y la consiguiente reivindicación de la tecnología. El siguiente paso consiste en un “culto de la acción por la acción (…) bella de por sí”, también apología de la proactividad, enfrentada al pensamiento crítico propio del siempre sospechoso mundillo intelectual.

Al desarrollo masivo facho el autor lo sitúa en la busca de consenso en torno al miedo a la diferencia, donde se precipitan los intrusos que no sean iguales a ellos, en todo sentido. Estratagema desplegada principalmente hacia “las clases medias frustradas, desazonadas por alguna crisis económica o humillación política, asustadas por la presión de los grupos sociales subordinados”. Política que se coagula en la construcción imaginaria xenófoba y chauvinista, alrededor de un concepto reciclado de Nación, a la que habría que permanentemente defender de acechantes complots, pergeñados por enemigos que al mismo tiempo están adentro y afuera. Como los inmigrantes o los fenómenos meteorológicos, nos tienta agregar. Como lo fueron los judíos y rojillos para Mussolini, Hitler y Franco. Acechanza que lleva a una situación de guerra permanente en la “que tendrá que haber una batalla final” que se fija en un futuro análogo al horizonte que, a medida que avanza, se desplaza. Lid que, necesariamente, el fascismo indica ha de ser conducida por un “elitismo popular” cuya fuerza contrarresta “la debilidad de las masas, tan débiles que merecen un `dominador’”. En tales circunstancias el régimen requiere del héroe mesiánico que se inmola por el conjunto en ese “culto a la muerte” en que, “hay que decirlo, consigue más a menudo hacer que mueran los demás”. Rasgos que desplazan la “voluntad de poder a cuestiones sexuales”, en particular un machismo “que implica desdén hacia las mujeres y una condena intolerante de las costumbres sexuales no conformistas”.

Sistema de gobierno –sigue Umberto Eco— que implementa un “populismo cualitativo de televisión o internet, en el que la respuesta emotiva de un grupo seleccionado de ciudadanos puede presentarse o aceptarse como `la voz del pueblo`”. Voz que la conducción traduce en una “neolengua” expresada en “léxico pobre y en una sintaxis elemental, con la finalidad de limitar los instrumentos para el razonamiento complejo y crítico”, que adopta “la forma inocente de un reality-show”.

A casi un cuarto de siglo de establecidos estos conceptos por parte del autor de El Péndulo de Foucault (1988), este Contra el fascismo se yergue como un no menos simpático que práctico manual de bolsillo (11 x 16 cm, tapa blanda), hábil a fin de detectar fachos. Con sólo cumplir el cincuenta por ciento de las cualidades señaladas por Eco, sin dudas se hallará frente a un símil y/o neo facho. Mientras que sólo basta un registro del ochenta por ciento para que en esta remozada actualidad se trate de un fascista hecho & derecho. Cualquier casualidad que se parezca a la casualidad es pura casualidad.

 

FICHA TÉCNICA

Contra el fascismo

 

 

 

 

Umberto Eco

Buenos Aires, 2019

63 págs.

 

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