Nacemos culpables de un pecado que no hemos cometido, el pecado original. Así me enseñaron en los colegios de curas donde hice la escuela primaria. Hay un remedio: el bautismo. Ocurre lo mismo con la deuda externa, que deberán pagar nuestros descendientes, sin bautismo que valga. Por el contrario, la deuda seguirá aumentando para pagar los intereses. Y todo por los siglos de los siglos, amén.
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