Cualquiera que haya tenido que cuidar a una persona enferma o ser responsable al menos durante algunas horas de niñxs, conoce el desgaste de energía que implica y lo poco y nada que el entramado urbano facilita la tarea. Dificultades para trasladarse, pocos espacios públicos (desde salitas de atención primaria hasta plazas o ludotecas), la ciudad no está pensada para la reproducción y el cuidado de la vida. “Las tareas de cuidados como territorios afectivos, materiales y simbólicos”, se llamó la jornada organizada por la multisectorial Habitar Argentina que tuvo lugar el 8 de agosto en el Congreso. Allí se pensaron estrategias feministas como aporte a las políticas públicas del hábitat.
La producción y reproducción de la vida en el capitalismo es un trabajo y genera valor, aunque sea invisible. Las tareas domésticas y de cuidado constituyen el 20 por ciento del PBI mundial. La organización social de los cuidados es desigual, las mujeres pasan el doble de tiempo que los varones en las tareas de cuidado, según se desprende de la Encuesta de Uso de tiempo en la Ciudad de Buenos Aires. Y además es desigual en términos de clase, las mujeres más pobres ocupan en tareas de cuidados el doble de tiempo que las mujeres más ricas: 7 horas 7 minutos en el quintil más empobrecido y 3 horas 18 minutos en el quintil más adinerado.
Las desigualdades de géneros y clases se proyectan también a los territorios y las ciudades. Sobre esta premisa se construyó el concepto de derecho a la ciudad de las mujeres y el urbanismo feminista, focalizados en planificar ciudades pensadas para la sustentabilidad de la vida. Una de las expositoras de la plenaria convocada por Habitar Argentina, la diputada Mónica Macha, preguntó “¿Cómo sería una ciudad feminista?” y mencionó algunos proyectos de Ley relacionados al sistema de cuidados, por ejemplo las licencias parentales igualitarias y optativas, la regularización de las cuidadoras domiciliarias y la construcción de espacios públicos y comunitarios para atención de niñes menores de 4 años. “Tanto el patriarcado como el capitalismo se han valido de nuestra fuerza de trabajo para explotarnos”, concluyó.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de “cuidados”? Según el cuadernillo Hacia una redistribución igualitaria de las tareas de cuidado publicado por el INADI y que sigue las indicaciones de la CEPAL, se denomina así al conjunto de “actividades que se realizan a fin de satisfacer las necesidades básicas para la existencia y el desarrollo de las personas. Estas tareas implican el cuidado personal, el cuidado directo a otras personas, la provisión de precondiciones para realizar el cuidado (como por ejemplo la compra de alimentos) y la gestión del cuidado (cocinar los alimentos para satisfacer la necesidad básica de alimentación de todo el grupo familiar)”.
Es decir que por “cuidados” se entiende toda actividad que hacen históricamente las amas de casa y que realizan en sus ratos libres las mujeres que también trabajan afuera de la casa. Con anclaje en la división sexual del trabajo, las tareas vinculadas con lo doméstico-reproductivo fueron establecidas como labores femeninas. En la actualidad, más allá de que la participación laboral remunerada de las mujeres se haya modificado, la responsabilidad de las tareas de cuidado y su desarrollo continúa recayendo en manos femeninas.
La arquitecta y activista Ana Falú comenzó su exposición preguntando “¿Quiénes cuidan en la Ciudad?” y señaló que “las mujeres hemos impulsado una agenda radical, con la igualdad en el centro de la agenda del desarrollo” y dentro de esa agenda cómo los cuidados se expresan en los territorios particulares. Falú destacó que hay un consenso universal acerca de que “las mujeres somos las cuidadoras de la humanidad” y trajo a colación la pregunta de la investigadora española María Ángeles Durán: “¿Cuántas horas nos faltan en el día a las mujeres?”
Respecto a la posibilidad de políticas específicas destinadas a garantizar el cuidado como derecho, expresó la vocación del urbanismo feminista de incluir a todos los sujetos oprimidos, no sólo a las mujeres. “¿Cómo suturamos en nuestros territorio esta desigualdad obscena?”, las políticas de cuidados deben partir de cartografías que revelen las desigualdades, por ejemplo, que los dispositivos de cuidado infantil están concentrados en los barrios más ricos. ¿Quién ayuda a las mujeres pobres a cuidar a sus hijes o ancianes? Hay mujeres que no reciben ningún tipo de ayuda, ni del Estado, ni de los varones, ni de las instituciones comunitarias ni barriales.
También expuso Florencia Chapini, trabajadora social del colectivo Ando Habitando, sobre “El desafío de cuidar en la Ciudad de Mendoza”. Y Edith Laiker, psicóloga coordinadora del Centro Ecuménico de Educación Popular de Florencia Varela, conversó sobre los cuidados en la ruralidad.
Para terminar, la socióloga feminista uruguaya Rosario Aguirre relató la experiencia uruguaya de construcción de la ley que instauró el Sistema de Cuidados, los antecedentes en la Red Pro Cuidados y la Red de Género y Familia, coalición promotora en 1994 de las políticas de cuidado en Uruguay. Aguirre se explayó sobre la necesidad de corresponsabilidad entre Estado, el mercado, la sociedad y la familia, dentro de ella los varones, apelando a una revisión de la masculinidad.
La división sexual del trabajo es uno de los soportes del patriarcado. En el trabajo reproductivo, dentro suyo el de cuidados, hay plusvalía y trabajo invisible. Las mujeres son explotadas por una sociedad que separó la producción de la reproducción y le dio a esta última un lugar romántico ligado a la esencia femenina. Pero con amor o sin amor, se trata de trabajo, y los feminismos plantearon que hasta que no haya un reconocimiento de esta explotación y no se adapten los territorios y ciudades a las tareas de cuidado de los demás, habrá hay igualdad ni desarrollo.
“Se busca reconocer, remunerar y redistribuir el trabajo de cuidado; un nuevo contrato social que necesita del Estado, el mercado, de las organizaciones sociales y de los varones”, dicen Virginia Franganillo y Lucía Cirmi Obón, que apuestan a la creación de un sistema de cuidados nacional. “Para reducir la pobreza habrá que ocuparse en simultáneo de la organización de la producción y el trabajo remunerado y del sostenimiento de las actividades de cuidado —que también son trabajo— y reproducen la vida”, agregaron en un texto recientemente publicado. El eje de su propuesta es que el sistema de cuidados funciona como un estímulo a la demanda, que redundaría en una activación de la economía.
La organización social de los cuidados es un eje de la discusión de la economía feminista hace muchos años, con base en la división sexual del trabajo; por otro lado, el urbanismo feminista estudia las formas específicas en que el diseño urbano está atravesado por la jerarquía de los géneros. Se espera que en el próximo período el cruce entre cuidados y ciudad pueda ser trabajado legislativamente a tono con los avances del tema en la agenda gubernamental regional y mundial. El cuidado como un bien público y un derecho humano, es la próxima lucha del movimiento feminista.
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