No hay peor ciego que el que no quiere ver. Entre ellos el Papa Francisco, monseñor Ojea y el cónclave de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), que tras la sanción de Diputados reunió a una veintena de obispos, obviamente varones, para frenar la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE). Mientras tanto, en el Senado ni la astróloga Ludovica Squirru puede predecir el resultado de la votación.
La numerología le juega en contra al proyecto, aunque se espera que esta vez lxs indecisxs estén a la altura de las circunstancias y acompañen a lxs representantes del pueblo en lugar de jugar internas mezquinas. En especial, porque mueren sin sentido cerca de 230 mujeres al año por complicaciones de abortos mal realizados. Esto según datos relevados por el Ministerio de Salud, contando sólo los casos que llegan a los hospitales públicos, sobre 45.604 registros del último año. El detalle puede leerse en el Informe del Observatorio de Géneros del CEPA (Centro de Economía Política Argentina), analizado por Mariel Fontanet Peres para la Agencia Anccom.
Lo curioso es que el ala social de la Iglesia de la que surgió el titular del Episcopado ni siquiera escucha a la propia feligresía nucleada en Católicas por el Derecho a Decidir, un grupo con presencia internacional que desde hace años busca equilibrar la práctica religiosa con los derechos de la mujer. La ONG acompaña la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito #AbortoLegal2020, que cumple 15 años en una agenda postergada.
¿Quiénes son lxs criminales cuando hablamos de salud reproductiva? ¿Aquellxs que preservan la vida de las personas gestantes que mueren por abortos clandestinos, o los sectores que promueven “la vida por nacer”? Estos últimos mezclan a propósito pasiones, mitos y creencias con los Derechos Humanos, sin otro objetivo que agudizar el control de los cuerpos, perfilar valores culturales y combatir las ideologías disidentes.
Para decirlo con más precisión, la Iglesia Católica busca imponer su relato — o mitología, que considera verdadero, como pensamiento único para toda la comunidad.
Se trata del lado púrpura de la Iglesia que escondió pedófilos, abandonó a la suerte de la dictadura a no pocos curas y que hoy elige nuevamente la muerte para contagiar su prédica en redes sociales bajo lo que llaman campañas pro-vida.
Desde la Constitución de 1853, el culto católico recibe financiamiento público para sostener sus cuentas profanas (Artículo 2), pero insiste en que el Estado no debe intervenir en cuestiones de salud como el derecho al aborto. Cabe señalar que el primer Código Civil se escribió en 1869, bajo la influencia de un liberalismo clerical y patriarcal propio de su tiempo, y que llegó a poner a la mujer casada bajo la tutela del marido por considerarla incapaz.
Por otra parte, el Código Penal sancionado en 1921 ya consideraba la figura del aborto en el artículo 86, el cual estableció que tal práctica no era punible en caso de riesgo para la madre o de violación. Luego, cuatro modificaciones limitaron su aplicación con la intervención de terceros para establecer el grado de peligro en la salud de la embarazada y la denuncia penal por abuso sexual como punto de partida. Trampas legales todas que obstaculizan cualquier protocolo de un aborto seguro. La agrupación Economía Femini(s)ta lo explica con detalle en el artículo Marco legal del aborto en Argentina: historia de un reclamo vigente.
Las altas jerarquías eclesiásticas siguen ungiendo representantes como en la Edad Media; pero si lo necesitan cambian sus hábitos por el color celeste, mientras insisten en condicionar al poder político y a lxs legisladorxs elegidxs por el voto popular en el Congreso. Como ya no pueden hacerlo en Diputados, se apoyan en las elites provinciales, cuyxs senadorxs responden a lxs gobernadores, a internas partidistas y a las prebendas con ricachones de casta que presionan para mantener un status quo en donde cuadra perfecto la Iglesia Católica.
Cáritas (de bueno)
Francisco tiene en el ex titular de Cáritas y presidente del Episcopado a monseñor Oscar Ojea (2017-2020), una figura que se presenta como moderada, surgida del brazo social de la Iglesia y con buen predicamento entre los sacerdotes jóvenes y practicantes laicos. Por trabajar como auxiliar de Bergoglio años atrás, trabó una relación de confianza, consolidada luego de separar algunos curas pedófilos, que hasta entonces eran trasladados para disimular denuncias por abuso sexual. Ocurre que la Iglesia siempre ocultó a los victimarios en lugar de acompañar a las víctimas en la Justicia.
Cuando Bergoglio ocupaba la conducción del Arzobispado de Buenos Aires (1998-2013) la ONG estadounidense Bishop Accountability —dedicada a documentar la ola de abusos sexuales del clero—, denunció el eventual encubrimiento de cinco sacerdotes: Julio César Grassi, Rubén Pardo, Fernando Enrique Picciochi, Mario Napoleón Sasso y Carlos María Gauna.
Por eso, Francisco y Ojea no dejan de representar esa mixtura entre Patria, Iglesia y silencios aprendidos en los años de dictadura, que dejó en claro con el asesinato del padre Enrique Angelelli, en 1976, cuáles son los límites de la doctrina social de la Iglesia y sus riesgos. Luego vino su beatificación orquestada por Francisco, en 2019, y las disculpas post facto.
El Episcopado desconoce que en la Argentina se realizan entre 400.000 y 500.000 abortos anuales –la estimación difusa obedece a la clandestinidad de los mismos–, de los cuales son protagonistas no pocxs católicxs que deben recurrir a consultas veladas para concluir un embarazo no deseado.
Así las cosas, la Iglesia Católica juega a criminalizar con herramientas estatales a las personas gestantes que entran en pecado carnal y aseguran que el aborto es un asesinato. Ponen caritas de buenos y con su sonrisa no hacen otra cosa que revivir los suplicios de la Santa Inquisición.
El ya fallecido Héctor Ruiz Núñez cuenta en La cara oculta de la Iglesia (La Urraca, 1990) cómo la Iglesia Católica argentina concibió su poder terrenal en la época colonial de la mano de la corona española. Todo eso también lo estudia con rigurosidad el sacerdote cordobés Cayetano Bruno, en doce volúmenes sobre la Historia de la Iglesia en la Argentina, quien fuera consultor del “Archivo Secreto Vaticano”, desclasificado por Juan Pablo II, y miembro de la Academia Nacional de la Historia.
Homo Deus
Pero hoy los obispos tienen un problema. Las sociedades evolucionan. La humanidad le está ganando al oscurantismo religioso con la precisión de la revolución tecnológica, que también es cognitiva y se apoya en la información y el valor del saber acompañado de datos concretos. Por ejemplo: la cantidad de muertes evitables por la aplicación de un protocolo de medicamentos con misoprostol en las primeras semanas de embarazo.
Con este sesgo de clasificación y descalificación de la libertad de elección, Ojea, el obispo de San Isidro y titular del Episcopado, estableció un Plan de acción de cara al 29 de diciembre: la fecha prevista para el tratamiento del proyecto en el Senado.
Hace algunas horas celebró desde el santuario de la Virgen una misa cibernética transmitida por redes sociales. Este domingo 27 aprovechará la fiesta de la Sagrada Familia con misas especiales en parroquias y catedrales, y el lunes 28 hará una jornada de ayuno y oración a propósito de la conmemoración de la matanza de los Santos Inocentes a la que sobrevivió Jesús, según cuentan los evangelios apócrifos.
El día de la 186° reunión de la Comisión Permanente, celebrada el 15 de diciembre, el Episcopado le mandó una carta a Francisco, quien ya había señalado en varias oportunidades a lxs médicxs no objetores de conciencia como “sicarios", y lo reiteró al comienzo del debate del proyecto en un correo a su ex secretaria y diputada Victoria Morales Gorleri. Entiéndase: asesinxs a sueldo. Esa retórica mentirosa es la que circula por las redes de banderitas celestes por fuera y púrpura por dentro.
Pensamiento binario
Ojea insiste contra la diversidad de género a la que entiende hay una ideología que “niega la realidad”, por considerar sólo el binomio primario hombre-mujer como el permitido por la naturaleza, lo cual requiere una profunda reflexión de las instituciones confesionales, si pretenden permanecer en una cultura ligada a un humanismo que reconoce la diversidad como derecho humano fundamental.
¿Las personas que tienen una autopercepción distinta al determinismo biológico, resultan inadecuadas para este mundo? ¿La primacía eclesiástica insiste en afectar el poder político, y adoctrinar a fieles e infieles como si fueran una propiedad subordinada a la autoridad del Papa? Claro que sí, porque, como afirma Catherine MacKinnon, “el derecho ve y trata a las mujeres de la misma forma que los hombres ven y tratan a las mujeres”.
La Iglesia Católica ya no cuenta con los catecismos ordenadores de ideas ni de una Biblia militante, que en los tiempos de invención de la imprenta se viralizó como meme totalitario. Hoy las mentiras se comparten en los medios masivos con provocaciones o información falsa, sin documentación probatoria, y acompañadas de almohaditas que dicen #SalvemosLasDos Vidas, como si viviéramos en el maravilloso mundo de Disney.
Este integrismo contrario al Concilio Vaticano II no hace otra cosa que descorrer el velo del irracionalismo e invocar de las cenizas el atavismo religioso, jerárquico y autoritario que intenta ampliar las facultades del Papa Francisco, allá en donde la democracia moderna le puso límites.
Divina comedia
La mesa está servida para este 29 de diciembre. Por ahora lo único seguro es la ausencia del ex gobernador y senador por Tucumán, José Alperovich, en uso de licencia hasta fin de año por un caso de presunto abuso sexual a una sobrina, frenado en la Corte Suprema hasta que resuelva la jurisdicción local.
La pregunta obligada es por qué toda la sociedad debe purgar los pecados de la Iglesia Católica y consentir su atraso reaccionario. La respuesta la da nuestra democracia imperfecta con un Senado en el que el Papa Francisco encuentra su último estandarte. Los jefes religiosos se llevan bien con los gobiernos provinciales. Hablan desde el púlpito con la Cámara Alta. Su relación es entre diócesis eclesiásticas y las diócesis políticas.
Pero no todo está perdido. Lo dijo Charly hace rato: “Si los pesados mi amor, llevan todo ese montón de equipaje en la mano (…) los dinosaurios van a desaparecer”.
La senadora María Eugenia Catalfamo con sólo 35 años, trae un poco de aire fresco desde San Luis. Estudió en una escuela católica y es la más joven de la Cámara. Entró con el Adolfo en 2017 y, tal vez por ello, en aquella oportunidad pidió disculpas y se ausentó en la votación de 2018, indicando que estaba cursando el octavo mes de embarazo.
La senadora ocupa la banca que atesoró por 16 años Liliana Negre de Alonso, una ultra católica del Opus Dei que cerró filas en el círculo de confianza de los hermanos Rodríguez Saá. Esta vez, Catalfamo adelantó que su voto será verde esperanza.
Lo cierto es que la rebelión de las pibas llegó para quedarse. Tarde o temprano, ¡será ley!
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