Celebrar la vida
Rituales y sensaciones en torno al ansiado momento de la vacunación
Como si fuera una procesión. Filas de personas que aguardaban en silencio y al ser llamadas iban pasando los puestos de control hasta el momento del pinchazo. En la espera, incluso, había quienes rezaban. No sobrevolaba un clima ni de temor ni de zozobra: ante el personal de salud, los vacunados agradecían en calma, se les dibujaba una sonrisa y después se sacaban la selfie de ocasión con el certificado en mano.
–Era un día de fiesta. Como de celebrar algo –dice Hernán Chareun, diseñador gráfico.
A Hernán, de 43 años, le llegó la notificación por mail un sábado a la mañana. No quiso contarle a nadie hasta esperar el acto de la vacunación: se reservó la noticia para su intimidad. El lunes se levantó temprano y fue hacia el puesto que le asignaron en La Plata, la ciudad donde vive. “Me llamó la atención lo ordenado y sereno que fue todo, nadie intentó colarse –cuenta, días después de su experiencia–. La atención fue muy amable. Y había mucha gente humilde para vacunarse, no estaban los ricachones. Al terminar, los trabajadores de la salud dieron una charla para prevenir posibles efectos. Todos estaban rebosantes, preguntaban cuándo se darían la segunda dosis. Una amiga me contó que vio gente que lloraba”.
Abrazos con parientes cual si se tratara del festejo de un gol. Celulares al rojo vivo: instantáneas de un acontecimiento único y extraordinario. Algunos preguntaban el origen de la vacuna, no la mayoría. Hernán se vacunó con AstraZeneca, aunque no le importó demasiado. “Me era indistinto si me tocaba la china o la rusa, creo que uno aprovecha la oportunidad y listo –reflexiona–. Me dio alegría, fue imprevisto, porque pensé que me iba a vacunar a fines de año. Lo que más me quedó grabado fue una señora y la cara de felicidad que se le dibujó en el rostro. La selfie no me la saqué, pero me fui con una vacuna”, bromea el diseñador gráfico.
Cuando pasó el último puesto, donde le preguntaron cuestiones básicas sobre su salud, sintió que el cuerpo vibraba lentamente. “Fue una sensación de cierta paz, me movilizó el sentirme más tranquilo. No es que me crea salvado, ni que ahora ande sin barbijo y me junte con todo el mundo, pero se respira un cierto alivio”, expresa.
Apenas se terminó de vacunar, la periodista Silvana Moreno publicó una selfie y escribió en su Facebook: “Frente a tantxs compatriotas fallecidos y tantxs miles luchando para recuperarse de las secuelas del Covid, posteo este momento personal sin jactancia. Me invade un profundo agradecimiento y la esperanza de que ¡pronto seremos millones las argentinas y argentinos vacunadxs! A pesar de tanto lobby cipayo, la escasez de vacunas a nivel mundial, la contra sistemática de los medios corporativos, ¡la vacunación no para! Y esto es posible gracias a las políticas públicas de un Estado Presente que prioriza la salud del pueblo”.
Silvana narra que en 2020, durante la cuarentena obligatoria, extremó los cuidados por su antecedente de una enfermedad pulmonar. En enero de este año, cuando vio al Presidente Alberto Fernández comunicar su vacunación, decidió anotarse. En junio recibió la primera dosis de Sputnik V. “El día del turno me emocioné hasta las lágrimas, consideré que era una afortunada. Tengo familiares fallecidos y me invadió una gran preocupación de dejar a mi hija sin su madre, que es la que la sostiene”, cuenta. Junto a dos compañeras de militancia del colectivo KOLINA publican un boletín diario con datos oficiales sobre la pandemia.
Nacida en 1972, la periodista pertenece a una generación que en los últimos meses fue severamente golpeada por el virus, a la par que comenzó a ser convocada para la vacunación masiva. Silvana siente, en efecto, dos gratitudes: por un lado, a los avances de la ciencia, y por otro, a las negociaciones del Estado para que se produzcan vacunas en el país. A los pocos días de haberse vacunado, en la esquina de su casa se encontró con el gobernador Axel Kicillof, quien estaba en un local junto a su hijo comprando una hamburguesa. Al verlo, se quebró: no pudo contener un agradecimiento que, dice, salió de lo más profundo de sus sentimientos.
Silvana se permite una mirada más profunda: “La pandemia no sólo nos habla de cómo cuidarnos y mejorar la salud, sino de la arrogancia humana. De la subestimación de la vida en general, del desprecio a la otredad, al medio ambiente, y de otras cuestiones como el consumo compulsivo y el ansia material que terminan siendo nocivos para la existencia. La vacuna es algo que voy a atesorar siempre, y es un lazo de renovación con el vivir. Porque me vacuné no sólo por mí y mi entorno, sino para cumplir con deseos y promesas que me conectan a lo colectivo”.
¿Qué hay detrás del fenómeno de la selfie de la vacuna? ¿Cómo se juega en cada persona el impacto de haberla recibido? ¿Cuáles son las sensaciones que se despiertan entre la vida y la muerte? ¿Ocurre en otras partes del mundo ese fenómeno?
Para el sociólogo Pablo Alabarces, experto en cultura popular, resulta espinoso extender una reflexión general. De pronto, dice, aparece una vacuna que es la posibilidad entre volver a la normalidad o morirse. Y en las sensibilidades personales el impacto suele ir más allá de un posteo en redes, una experiencia difícil de descifrar. “Nunca vimos un fenómeno como este. Una pandemia que mata a gente como moscas y, a la vez, una campaña de vacunación tan masiva. Hace diez años pasamos por la gripe A y no hubo ni por casualidad algo así. Es una situación absolutamente excepcional”, explica.
Cada uno lo procesa como mejor puede y desde el lugar que decide pararse ante la vacuna. Alabarces, de 59 años, recibió la primera dosis de Sputnik V. A medida que se acercaba su momento, sintió que la vacuna era la diferencia entre el pánico y la preocupación. “No voy a dejar de cuidarme, pero lo que la vacuna me permitió pensar fue: 'Carajo, esto ya no me puede matar tan de repente'. Y no era poco, por suerte mi familia se vacunó en el lapso de un mes y lo que me di cuenta es que ese fenómeno trajo aparejada la desaparición del pánico, algo que no había sentido jamás con otro tipo de vacunación”.
No se sacó la selfie ni escribió palabras de gratitud. “Creo que no se agradece lo que debe ser hecho. Una cosa al estilo de ‘ah, gracias gente por hacer su trabajo´. Me parece que eso es un exceso militante. Todos los Estados nacionales tomaron la decisión de vacunar a su población y es lo que corresponde. Por otro lado, lo que aparece en un plano secundario es la disputa ridícula de qué vacuna darse, o qué vacuna no darse. La síntesis de (Santiago) Cafiero a la oposición de ‘parecen visitadores médicos en vez de líderes políticos’ me pareció lo más atinado”.
Todos los días lee una síntesis del New York Times sobre la vacunación en Estados Unidos. Los que menos figuran en el mapa masivo son los republicanos fanáticos, los negros y los hispanos. “Los antivacunas son un núcleo minoritario, activo, ruidoso y visible, pero no preocupa. Pero si la campaña esté centrada en el celular, en las aplicaciones y en Internet, provoca la inevitable pregunta de qué está pasando con las dificultades de acceso en los barrios marginales”, enfatiza el sociólogo. Alabarces pudo notar en su familia cómo los mayores accedieron a los turnos con la ayuda de los jóvenes. Entonces se interroga qué ocurre en los sectores populares, donde la posibilidad aparece, en principio, un tanto más complicada con la brecha digital.
Damián De Paula es médico y vive en Córdoba. Suele atender en pueblos pequeños y dice que el sistema SISA, encargado de cargar los datos, se demora en lugares sin conexión. “La logística y la distribución se fueron perfeccionando. Y eso ayudó a superar el problema, democratizando el acceso”, dice.
Damián, de 40 años, tiene aplicadas las dos vacunas de Sinopharm. Cuenta que con el correr de los meses hubo un notable cambio en la percepción social en Córdoba. “Al principio hubo una negativa de buena parte de la población por la influencia de los medios hegemónicos. Cuando empezó el ascenso de casos y las vacunas escaseaban, ahí se transformó la cosa. Los que sacaron pasajes a Miami incluso suspendieron para sacársela acá, gratis”.
Pese a la masiva cantidad de dosis que llegaron al país en los últimos tiempos, el médico no puede dejar de señalar las falencias del sistema público de salud: en Córdoba hay sólo tres vacunatorios para Covid, cuando para la gripe existen más de cien. En su celular recibe cientos de consultas diarias sobre la vacuna: la expectativa por inyectarse se convirtió en un asunto de fe. “En mis pacientes del PAMI creció la ansiedad. Juana, una señora de casi 80 años, me escribió cuando le dieron el turno para su primera dosis, luego cuando recibió la vacuna, después preguntándome por la segunda. Y el otro día me mandó la foto cuando se la dieron. Se la notaba llena, como si se hubieran duplicado sus ganas de vivir”, narra.
La selfie no es algo privativo de la Argentina. Ya a fines del año pasado, cuando la vacuna comenzó a aplicarse en ancianos, personal médico y “esenciales”, el fenómeno estalló en las redes sociales bajo un nombre: las vaxxies, término acuñado de la unión entre vacuna y selfie. Los médicos y enfermeros en Estados Unidos fueron los primeros en viralizar las selfies al recibir la primera dosis de la vacuna. Pero no sólo ellos, hasta el Presidente electo Joe Biden y su Vicepresidenta, Kamala Harris, también lo hicieron en sus redes oficiales.
Y la tendencia se expandió cuando la vacuna empezó a llegar a buena parte de la población. Se convirtió en algo común, casi cotidiano. El tono épico suele surgir apenas algún conocido sube su foto con el certificado de la vacunación. “¡Qué bueno!”, “Te felicito”, “Bravo, lo lograste”, “Sos un genia”, son comentarios habituales que reciben los flamantes inoculados. Nadie puede mostrarse contrario a un fenómeno asociado a la buena salud y a la esperanza de vida, algo que por otro lado no está exento, para Alabarces, de un sentido político: la contienda electoral se define también por el ritmo de vacunación.
Según De Paula, en los pasillos médicos lo que más creció fue la aceptación de la vacuna: se demostró que es efectiva y que ha disminuido notablemente la internación. Sin embargo, se permite un contrapunto. “El furor de la vacuna tapó lo que ocurre en las terapias intensivas, donde existe una evidente saturación, con el personal de salud estresado. El Estado expandió en infraestructura pero no tanto en gente contratada. Y eso también se vio alrededor de los vacunatorios, con enfermeras con dobles turnos y un cansancio abrumador”.
“El próximo objetivo debería ser llegar a los jóvenes”, plantea el médico, ya que en los últimos meses fueron las víctimas predilectas del contagio. Rescata que ahora se haya podido autorizar la aplicación a las embarazadas, otra población de riesgo.
–Ojo… Que a la vacuna se le pide más de lo que es. Un fenómeno bien argentino –aclara el médico.
–¿Cómo es eso? –pregunta El Cohete a la Luna.
–Esa cuestión de algo externo que te viene a salvar. Y hay gente que por vacunarse siente que no se va a contagiar ni se va a morir y entonces deja de cuidarse. Ya hemos tenido casos de gente fallecida con las dos dosis. Nada es infalible, ni siquiera la ciencia. El grado de excitación social es un evento nunca antes visto con respecto a una vacuna en la historia argentina.
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