El coronavirus viajó en avión desde Europa y se instaló en la provincia de Buenos Aires, principalmente en los distritos con residentes de clase media y media alta del norte del Conurbano. Entre las dudas que inundaban a todo el mundo por ser un virus desconocido, había algunas certezas: la epidemia se iba a expandir como en el resto de los países e iban a llegar los casos de transmisión comunitaria, que se extenderían sobre diversos sectores de la sociedad incluidos los más vulnerables y de nivel económico más bajo. Esta última etapa es la que empezamos a transitar en estos días y conlleva una alerta extra, ya que la vulnerabilidad social de estos barrios populares agrega un factor de riesgo que acrecienta la posibilidad de una rápida multiplicación del virus, en una población con menores posibilidades de acceso al sistema de salud.
Desde el principio, la clave siempre fue saber cuándo iba a suceder la expansión del coronavirus y a qué velocidad, para evitar que colapse un sistema sanitario bonaerense que ya estaba en emergencia, producto de problemas estructurales y de cuatro años de ajuste y vaciamiento del Estado. Las medidas tomadas por los gobiernos nacional y provincial cumplieron un rol esencial para evitar las catástrofes sanitarias de los países europeos, Estados Unidos y Brasil, que tomaron decisiones políticas equivocadas y cuentan los muertos por miles. El aislamiento social estricto ganó la primera batalla: la curva de contagios se acható y eso permitió ir recuperando el sistema de salud en niveles históricos con insumos, nuevas infraestructuras y la incorporación de miles de trabajadores. Seguimos en ese trabajoso proceso de fortalecimiento, pero estamos mucho más preparados que hace dos meses. También, este tiempo ganado nos permite comenzar a vislumbrar nuevos recursos de diagnóstico y posibles alternativas de tratamientos, como el desarrollo del primer test serológico 100% producto de científicas y científicos argentinos de CONICET y la Fundación Leloir anunciado esta semana.
Entramos en una etapa compleja en la que coincide la llegada de los contagios a los barrios más pobres del Conurbano con la necesidad de establecer la continuidad de la cuarentena en una nueva fase, que permita una apertura administrada de determinadas actividades económicas con la mayor cautela posible y un monitoreo permanente que permita corregir medidas y hasta retrotraerlas si fuese necesario.
En este contexto, la estrategia sanitaria tiene que cambiar, porque la contención y mitigación de contagios en el Conurbano sólo es posible con el despliegue de grandes operativos territoriales en cada barrio. Hasta ahora, el plan consistió en recibir a pacientes con síntomas en los centros de salud y contener las demandas a través de la línea 148. Pero en los barrios más vulnerables el acceso al sistema sanitario es mucho más limitado. Por eso se decidió avanzar en una nueva etapa en la que los Estados nacional, provincial y municipales vamos a ir casa por casa en una novedosa estrategia enfocada en la detección temprana de síntomas y el tratamiento de febriles. El objetivo es atacar focos de posibles contagios en los barrios populares que tengan circulación comunitaria y hayan presentado brotes en las últimas semanas. Esto impone un despliegue territorial de gran complejidad que estamos articulando con las organizaciones sociales, sindicales, religiosas y clubes de barrios. Llegó la hora de utilizar los centros comunitarios que se han construido en cada municipio, porque las posibilidades de generar aislamientos domiciliarios se reducen por las condiciones de hacinamiento en estos conglomerados densamente poblados.
Las primeras pruebas piloto las hicimos esta semana en el barrio La Paz de Quilmes y en Los Amigos y Sargento Cabral de San Vicente, en un trabajo conjunto entre los ministerios de Salud de la Nación, la Provincia de Buenos Aires, de Desarrollo de la Comunidad y los municipios. Se diagnosticó a más de 10.000 personas y se detectó un solo caso positivo, lo cual demuestra que la circulación sigue siendo baja. La decisión es replicar esta experiencia en otros distritos en los alrededores de barrios populares que hayan tenido brotes. El objetivo es atacar los potenciales focos de contagios de manera directa y anticiparse a una multiplicación descontrolada de casos, que es una posibilidad mucho más factible en estos contextos socioculturales.
Estos operativos a gran escala territorial son el gran desafío que viene y forman parte de un plan diseñado en conjunto con especialistas, que van definiendo propuestas de corto plazo que, por el momento, convierten al caso argentino en modelo para los organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud, según lo ha reconocido en varias oportunidades.
Sabemos que se viene una etapa decisiva para evitar un pico brusco de contagios y también sabemos que la única manera de seguir cuidando la salud de los 17 millones de bonaerenses es con un Estado presente, con decisiones certeras y con una comunidad solidaria, responsable y organizada que nos permita vencer al coronavirus.
*Daniel Gollán es Ministro de Salud de la Provincia de Buenos Aires
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