Contra la opinión generalizada en los medios de comunicación, la carta de la Vicepresidenta CFK del jueves 16 fue un elemento ordenador para dejar atrás la crisis puesta en evidencia por el resultado electoral del domingo 12 y lejos de debilitar al gobierno, lo fortalece. Lo que lo mengua es el veredicto del electorado, y cómo se llegó hasta allí.
Con la premura que no había mostrado hasta entonces, el Poder Ejecutivo se abocó a la conformación de un nuevo gabinete. Igual que con el reemplazo de Agustín Rossi por Jorge Taiana en Defensa, las nuevas designaciones añaden volumen político al elenco, algo imprescindible para enfrentar tanto la gestión como el reto electoral de noviembre, donde las posibilidades de recuperación no son desdeñables.
Como en 2019, cuando elevó a Fernández a la candidatura presidencial y recompuso la relación con Sergio Massa, Cristina ha recurrido ahora a figuras que no forman parte de su núcleo íntimo, que incluso la enfrentaron con acritud, y ha transigido con la continuidad del equipo económico, cuya fecha de vencimiento se pospuso. Esta vez Sergio Massa, junto con Santiago Cafiero, contribuyeron a mantener la unidad de la coalición.
Si algo tienen en común Juan Manzur, Aníbal Fernández y Julián Domínguez es que son hiperkinéticos, algo imprescindible para un gobierno cuya parsimonia no estaba a la altura de los desafíos políticos, económicos y sociales de una realidad tremenda. “Son tres asesinos seriales, dispuestos a hacer lo que sea necesario”, metaforiza uno de los líderes de la coalición oficialista. El contraste con las tres buenas personas que hasta ayer ocuparon esos cargos no puede ser más nítido. La paridad de género retrocedió un casillero más.
Queda pendiente algo más profundo, que es la puja distributiva y la política económica. En el medio está el proyecto de presupuesto, que es menos de lo mismo. Pero un funcionario con vasta experiencia en la materia sostiene que ese texto, como su nombre lo indica, es apenas una suposición previa, que se modificará en el tratamiento legislativo y en su posterior aplicación. Nadie intentará discutirlo durante el proceso electoral.
Uno de los ministros que acercó posiciones cuando otros presionaban en forma irracional por la ruptura, dijo que ahora es imprescindible el anuncio de medidas que lleguen a los sectores más necesitados porque si todo quedara en una componenda de palacio el desencanto que se expresó en las urnas podría mutar en furia.
El jefe político de ese ministro entiende que el martes se anunciarán mejoras en las distintas asignaciones, aumento del 45% del salario mínimo, un bono para los jubilados, la elevación del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias, créditos a tasa negativa para pequeñas y medianas empresas. En definitiva, fondos para estimular el consumo y la demanda agregada. Pero no es un entusiasta de los paquetes de medidas. “Aprendí con Néstor que hay que hacer un anuncio por día, mostrar actividad y compromiso cotidianos”. Al día siguiente, vencerá una cuota de 1.900 millones de dólares con el FMI, y muchos están leyendo con lupa el decreto de necesidad y urgencia sobre los pases de manos entre el Tesoro y el Banco Central (DEG va, Letra viene). Su artículo 3° insinúa la posibilidad de expandir el gasto público más allá de lo presupuestado para este año, pero el 5° afirma que tales recursos sólo podrán aplicarse al pago de obligaciones con el propio Fondo. El fin de semana no es el mejor momento para tomar un curso de chino mandarín, que es el idioma en que se escriben estas cosas.
El electorado fue generoso con el gobierno. Se quedó en su casa mirando la heladera vacía, pero no fue a votar por quienes se la saquearon durante el gobierno anterior. El Frente de Todos perdió seis millones de votos respecto de las presidenciales de 2019 (6,9 millones ahora, 12,9 entonces), pero a la oposición también se le quedaron en el camino casi dos millones (de 10,8 millones en 2019, a 8,9 millones ahora).
El recuerdo superfluo
Por cierto, la carta molestó como pocas cosas al Presidente Alberto Fernández, en especial el superfluo recuerdo de cómo llegó a encabezar la fórmula presidencial, como si alguien lo ignorara o lo hubiese olvidado.
Alberto también recurre al género epistolar. En cuanto se conocieron las renuncias de Wado de Pedro y de otros ministros y funcionaries, difundió un hilo de tuits sobre “la altisonancia y la prepotencia” que “no anidan en mí”. Ese texto refuerza la idea de que una de las penurias de su gabinete ha sido la falta de alguien que se encargue de la comunicación.
Pero, aun así, y pese a la presión originada en parte del núcleo íntimo que lo acompaña a sol y a sombra, nunca pensó en romper la coalición de gobierno. Ese círculo de relaciones personales se agrietó en esta coyuntura como nunca antes.
Juan Pablo Biondi en persona se encargó de que La Nación publicara off the record la aceptación de la renuncia de Wado de Pedro. Y Vilma Ibarra lo desmintió on the record.
Esto define la cabeza de los dos bloques que fracturaron el entorno presidencial. Vilma tampoco se alínea con Cristina, pero vivió desde muy cerca la crisis que desató hace 21 años la renuncia del Vicepresidente Carlos Álvarez, quiere cuidar a Alberto y desalentar aventuras extravagantes. Esto la torna la persona más cuerda en ese loquero. Biondi fue el primer funcionario en renunciar, con un texto que no pasaría un examen de lengua y literatura de colegio secundario. Ya en la primera línea brilla un error de ortografía.
La presencia de personajes oscuros, con una influencia en las inmediaciones del poder que no responde a virtudes explicables en público, no es nueva en el peronismo. Tampoco su aprobación por el establishment que se supondría crítico de tal poder. Baste recordar el panegírico "Meditaciones del favorito", que Mariano Grondona firmó en 1974 con el seudónimo Guicciardini.
Un reflejo de sensatez
En medio del torbellino de pasiones que se agita a su alrededor, Alberto también tuvo la sensatez de frenar la provocación de los eviteros, que habían convocado a un acto en la Plaza de Mayo. Ofender a Cristina es la pulsión vital que enciende a Emilio Pérsico y Fernando Navarro.
Incluso, el Presidente reiteró que su propósito es reemplazar planes sociales por empleo formal, decisión que perturba a los administradores de la precariedad. De hecho, antes de esta crisis, ya había derivado una parte significativa de los planes, del eviterismo a los intendentes. Alberto y los eviteros recibieron un proyecto de ley elaborado por Massa, que reintroduce la obligación de asegurar la escolaridad de los hijos y la contraprestación laboral, establece la capacitación necesaria para reinsertarse en el mercado de trabajo y devuelve al Estado la decisión sobre altas y bajas al programa.
Pérsico prefiere ser amo de su silencio antes que esclavo de sus palabras, pero Navarro no puede contener su verborragia y deja huellas por donde pasa. Sus opciones comprenden el apoyo en Córdoba a la fórmula muletta integrada por la esposa del gobernador Juan Schiaretti y la nieta del ex gobernador Arturo Zanichelli.
De este modo Navarro contrarió la decisión presidencial, en favor de Carlos Caserio y Martin Gill. También proclama que ha dejado de existir la oligarquía, critica el conflicto del año ocho con las patronales agropecuarias y reivindica al sojero Gustavo Grobocopatel como exponente de la clase media, a la que el kirchnerismo consideraría enemiga.
Córdoba es la provincia más refractaria al kirchnerismo y aquella en la que Macrì se impuso por mayor diferencia en 2015. Pero su dedo está devaluado y sus candidatos, Mario Negri y Gustavo Santos, cayeron ante Luis Juez y el también radical Rodrigo de Loredo. La campaña del vencedor se centró en excitar aquella aversión. Miralo:
Entre la paradoja y el oportunismo
Esta situación puso en evidencia una paradoja. En la militancia, nadie siente que éste sea un gobierno kirchnerista. Pero los votantes de otras fórmulas opinan que quien tiene el poder es Cristina. Ella, por su parte, no pierde ocasión de señalar que el Presidente es quien toma las decisiones, pero al mismo tiempo señala los puntos débiles de su gobierno y sugiere correcciones, tanto de políticas como de sus ejecutores.
El kirchnerismo tiene sus propios personajes de tercera línea con incontinencia de esfínteres cerebrales. Los insultos al Presidente que regocijaron a la trifecta mediática fueron enviados a un chat de la Internacional Progresista, con medio centenar de participantes. A eso le llama la autora de los audios “una conversación privada”. Para rematar su despliegue está amenazando con una denuncia judicial para determinar quién filtró sus groserías a los medios. Ante una consulta para esta nota, una alta fuente de la conducción kirchnerista se limitó a consignar que la facunda diputada concluye su mandato en tres meses y no fue incluida en ninguna lista que le permita continuar. Su falta de inserción orgánica, su forma individualista de construir, la marginaron de una posible reelección. Esto no impide que los medios de la oposición sigan presentándola como “ultra k” e incluso el economista democristiano Carlos Leyba interpretó los audios y la carta de Cristina como si formaran parte del mismo paquete. Un desatino.
Fuera del FdT hubo reacciones aún más oportunistas, aunque menos estridentes, como corresponde a señorones conservadores. Por ejemplo, el dador intelectual del Papa Bergoglio y arzobispo de La Plata, Tucho Fernández, escribió otra carta en la que le dijo al Presidente que el problema electoral se debe a que se entretuvo con el aborto, la marihuana, la eutanasia y el lenguaje no binario “mientras los pobres y la clase media tenían otras hondas angustias que no obtenían respuesta”, como si unos derechos fueran excluyentes de los otros. En consecuencia, “no debería llamar la atención la fuerte abstención de gente que no se siente representada por otras opciones políticas pero que está demasiado indignada como para ir a votar”. Es la astucia de la verdad a medias: las necesidades populares insatisfechas no son consecuencia de las políticas oficiales que enfurecen al club de los gerontes solteros. Sus argumentos clasistas y despectivos se solapan con los de María Eugenia Vidal sobre el porro y los barrios porteños.
El cinismo eclesial llegó al punto de preguntar: “¿Quiénes no le perdonarían al Señor Presidente el mal paso de la fiestita de Olivos si lo hubieran sentido más cerca de sus reales problemas?”.
El obispo que asistió a Bergoglio en la redacción del documento de Aparecida y en sus encíclicas papales, pretende que “nuestro pueblo es generoso y capaz de dar otra oportunidad a los que saben volver tras sus pasos y retomar el rumbo”. Por supuesto, dice referirse a “resolver las dificultades de las grandes mayorías sufrientes. Ya hay mucha gente cansada de esperar”. Típico del doble mensaje episcopal, desde Roma se afirmó que el padre Jorge se había sorprendido por la postura de Tucho, con la que dice no coincidir. Pero al mismo tiempo, el arzobispo de Salta, Mario Cargnello, usó la procesión de la virgen del milagro para reclamar una revisión de la ley del aborto. Cartón lleno.
Y la Mesa de Enlace de las patronales agropecuarias, junto con el Consejo Agroindustrial, declararon que les preocupa “que las tensiones internas no dañen la institucionalidad”. Ese sector, base activa junto con la Iglesia Católica de los golpes de 1955, 1966 y 1976, agregó que el gobierno debe “promover políticas en favor de la creación de empleo, la producción, el consumo y exportaciones, evitando medidas intervencionistas que perjudican estos objetivos”. Transparente confesión de que las instituciones que les importan son las de ellos mismos. Cuando sus intereses estuvieron representados en el gobierno, la producción, el empleo y el consumo tocaron sus mínimos históricos.
La cumbre de Olivos
Cada cual tiene sus razones y El Cohete las fue enumerando mucho antes de que CFK hiciera pública su carta. El 31 de julio de este año, por ejemplo, los lectores conocieron la cumbre de Olivos celebrada en junio, en la que Cristina y Alberto analizaron las candidaturas bonaerenses junto con Axel Kicillof, Sergio Massa, Wado de Pedro, Máximo Kirchner y Gabriel Katopodis. Ahí arranca la crisis que se visualizó esta semana.
En aquella comida, Kirchner formuló una propuesta para la lista de diputados, representativa del complejo universo oficial:
- Santiago Cafiero a la cabeza, en nombre de Alberto,
- Luana Volnovich, por La Cámpora,
- Carli Bianco del Clío, en representación de Axel, y
- Malena Galmarini, compañera de Massa, quien había prestado su acuerdo para ello.
En tal caso, Kirchner cedería a Cafiero su actual cargo en la Cámara de Diputados. También sugirió una fórmula alternativa: Sergio Massa y Luana Volnovich.
Nadie hizo comentario alguno, pero a través de notas en Clarín, se instaló que el Presidente quería que la lista fuera encabezada por Victoria Tolosa Paz. Esto fue reforzado con una foto de Alberto y Victoria con sus respectivas parejas, festejando el triunfo de la Argentina sobre Brasil en el campeonato sudamericano de fútbol.
También se informó por esa vía que el comando de campaña sería presidido por Cafiero e integrado por De Pedro y Katopodis, cosa que no se había analizado en la cumbre. Wado quiso presentar la renuncia ya en ese momento, pero fue disuadido, para no generar inestabilidad en plena campaña. Informar a los ministros por los diarios no es una práctica muy amistosa, y tuvo su vuelto el miércoles. Ni él ni Katopodis saben cómo ejerció Cafiero ese supuesto comando de campaña, porque nunca les impartió una directiva ni les indicó las tareas a realizar ni opinó sobre lo que cada uno hacía.
La semana previa a las elecciones, De Pedro le dijo en privado al Presidente que tal como iban, las perderían. Pero Alberto confiaba en un buen resultado. Por eso el golpe fue tan duro como el que Macrì acusó luego de las primarias de 2019.
Como sostuvo Cristina en su carta, no sólo Alberto sino muchos de sus interlocutores la oyeron a ella vaticinar esa derrota. “O yo no entiendo nada de política o perdemos esta elección”, es la frase que repetía en esos diálogos. Tampoco es una gran novedad, porque en todo el mundo los gobiernos pagaron en las urnas las consecuencias económicas, sociales y psicológicas de la pandemia y la cuarentena. En la Argentina a esto hay que sumarle la catástrofe económico-social que dejó el gobierno de Cambiemos. El rasgo distintivo de estos comicios es que los votantes del FdT se retrajeron, pero no se encolumnaron detrás de los verdugos de sus derechos. Un dirigente sindical de un gremio de la industria señala que este nivel de pobreza produce el mismo efecto bajo cualquier gobierno. Las expectativas favorables y la ayuda de emergencia bastan para impedir un estallido, pero no para ganar una elección.
El kirchnerismo observaba con curiosidad la idea presidencial de que la estabilidad de Cafiero garantizaba la suya, y recordaba que en doce años de presidencia, Néstor y Cristina tuvieron seis jefes de gabinete y ocho ministros de economía. Por eso creían que el liderazgo no depende de los nombres del gabinete y entendían que la conformación de las listas permitiría una salida elegante para varios ministros.
En el acto de cierre de la campaña para las PASO, en Tecnópolis, Cristina le pidió al Presidente que impidiera la deslocalización de la planta de Dow Chemical, en San Lorenzo, provincia de Santa Fe, que produce insumos plásticos difundidos para toda la industria. En ese caso sería necesario importar desde Brasil los fenoles para la producción de polímeros, “quitándole autonomía a nuestro proceso industrial y drenando divisas que necesitamos para seguir produciendo”, dijo.
Pero cuando los sindicalistas acudieron al Ministerio de la Producción, Matías Kulfas les dijo que no era posible torcerle el brazo a una multinacional que decide deslocalizar. Antes, había desdeñado el proyecto de la CTA de reducir la jornada laboral, sin merma del salario para redistribuir el empleo disponible, y el Ministerio de Trabajo es un agujero negro que se traga todas las luchas populares. El dirigente de uno de los pocos sindicatos que logró hacer realidad la victoria del salario sobre la inflación, comenta con amargura: “Hay un problema estructural que si no modificamos, perdemos el 23. En ese caso, muchos van a volver a sus consultoras o sus cátedras, pero a nosotros y a los trabajadores nos lo van a cobrar a patadas”. A Cristina también.
El sopapo del domingo
La posibilidad de un aterrizaje suave pasó a mejor vida el domingo cuando los datos oficiales de más de la mitad de las mesas revelaron que el gobierno había perdido en dos tercios de los distritos que eligieron diputados nacionales, entre ellos la provincia de Buenos Aires, y que, incluso, estaba en peligro el quórum propio en el Senado.
La alianza radical-liberal mantuvo el porcentaje de votos obtenidos en la segunda vuelta de la elección presidencial de 2019 (aunque con casi dos millones menos de votos) y, en la provincia de Buenos Aires, estuvo varios puntos por debajo de su desempeño en las legislativas de 2017, cuando Esteban Bullrich superó por cuatro puntos a CFK.
Lo que disminuyó en forma vertical fue el apoyo al Frente de Todos, que cayó de los 12,9 millones de votos de 2019, a los 6,9 millones de la semana pasada. Esto se debió a la asistencia más baja a las urnas desde la conclusión de la dictadura. A ese 67,5% hay que restarle casi 4% de votos en blanco, y algo menos de 3% de anulados. Es decir que poco más del 60% de las personas habilitadas para votar eligieron alguna de las boletas del cuarto oscuro. También lo anticipó El Cohete la semana pasada: apenas superaría a la mitad del electorado el porcentaje de quienes elegirían a algún candidato o candidata. Fallamos por menos que las encuestadoras.
Ni siquiera en los años de la proscripción del peronismo se puede encontrar algo comparable. Por ejemplo, en 1957 la dictadura del general Pedro Aramburu y el almirante Isaac Rojas, convocó a elecciones de convencionales, para reemplazar la Constitución legítima de 1949, derogada por un bando militar. El objetivo era lo que entonces se llamó el recuento globular, para medir la aceptación del líder radical Ricardo Balbín, en comicios en los que el peronismo fue proscripto. Pero el 25% del padrón votó en blanco, más de lo que obtuvo cualquiera de los partidos autorizados por las Fuerzas Armadas golpistas, lo cual marcó el principio del fin de ese cruel gobierno. Pero entonces fue a votar el 90% y uno de cada cuatro lo hizo en blanco. Es decir, repudio militante a la dictadura fusiladora, con asistencia récord a las urnas e impugnación a ese gobierno ilegítimo y criminal, mediante una herramienta novedosa como el voto en blanco, decidido por Perón desde el exilio y militado por los dirigentes de su confianza en el país, como John Cooke. (Entre paréntesis: la única reforma que votó esa Convención antes de disolverse fue una adenda al artículo 14, que consagró en el papel todos los derechos que aquel gobierno le arrebató a los trabajadores a palos, gases y balazos. En ese artículo nominado 14 bis consta la protección contra el despido arbitrario, que Juntos pretende ahora derogar, en un provocador proyecto de ley de Martín Lousteau, presentado en plena campaña electoral) .
El análisis de los resultados muestra que esta vez el electorado le dio la espalda al gobierno pero no reivindicó la gestión anterior, y además de la abstención, el voto en blanco y la anulación deliberada del sufragio, le confirió a los distintos partidos marxistas casi 1,4 millones de votos, que superan el 6% del padrón, convirtiéndolos en la tercera fuerza nacional.
No es extraño que los grandes medios corporativos hayan preferido inflar el fenómeno porteño del Chico de la Peluca, una efímera ave de paso política, al estilo del capitán Álvaro Alsogaray, del arma de Ingenieros del Ejército, aggiornado en su vestimenta y su vocabulario.
El tirón de la alfombra
La noche del domingo 12, Alberto asumió la responsabilidad de la derrota, admitió errores de los que prometió aprender, para prestarle atención a las demandas del electorado. El martes 14 retomó la campaña, con un discurso poco representativo de tal pedagogía. Desde Almirante Brown anunció la puesta en marcha de 25 obras en 14 provincias, con una inversión de 3.100 millones de pesos e inauguró 5 kilómetros de pavimento y mejoras urbanas en una avenida que cruza tres barrios.
Nadie discute la importancia de la obra pública, pero el impacto en la demanda agregada de cada peso invertido es bajo y de lenta maduración, mientras el consumo privado es su principal acelerador. La austeridad fiscal que impuso el ministro de Economía Martín Guzmán, cerca del doble de lo pautado en el presupuesto 2021, fue festejada por los economistas neoliberales, pero imposible de comprender desde una visión nacional y popular, en una sociedad que necesita con desesperación que ese billón de pesos se vuelque a la producción y al consumo. La base monetaria es inferior a la del primer semestre de 2019, consecuencia del acuerdo de Macrì con el FMI. La economía se reactivó hasta enero de este año, pero a partir de allí cayó, al comenzar la segunda ola de la pandemia. El producto ha vuelto a crecer, pero la desocupación supera el 10%, por lo que el salario no se recupera y los sindicatos negocian remuneraciones por debajo de la inflación, que este año rondará el 45%. En mayo, el salario estuvo 2% por debajo de su nivel de 2019, a lo que se suman los 18 puntos perdidos desde que asumió Macrì. Si el empleo no se privilegia sobre los equilibrios macroeconómicos, nada cambiará.
El proyecto de presupuesto para 2022 incluye expresiones de deseos que la realidad no autoriza. La habilidad discursiva del ministro de Economía le resbala a quienes no se alimentan de palabras. El mensaje de texto que el prosecretario administrativo del Senado, Mariano Cabral, le envió desde su telefonito a Martín Guzmán, asegurándole que la Vicepresidenta no pidió su renuncia, no quiere decir que el kirchnerismo vaya a convalidar un proyecto de presupuesto que contempla un incremento del 33% de las tarifas de servicios públicos. Guzmán perdió esa batalla en 2021, pero intentará ganarla en 2022, mientras Edenor tiene una deuda con Cammesa por la compra de electricidad que ronda los 18.000 millones de pesos, el doble del valor declarado por la venta de sus acciones, de unos amigos del poder a otros. El proyecto de ley de hidrocarburos podría consolidar, por su parte, la dolarización de la energía, incluyendo el gas, lo cual sería un obstáculo a su posible uso para el crecimiento industrial.
Para clarificar lo que se discute sería importante consignar que el gabinete que acompañó a Alberto Fernández hasta ahora no es ineficiente, sino que tiene una concepción distinta. La moderación del gobierno no solo empece su tránsito electoral; también erosiona la identidad del kirchnerismo, lo lleva a ser parte del establishment político. Esta son algunas de las cosas que impulsaron a Cristina a pegar el tirón de la alfombra que dejó tantas cosas patas para arriba.
La bala de plata
El desconcierto y la irritación de Alberto se explican por el modo en que se enteró el miércoles a mediodía de las renuncias de Wado de Pedro y otros ministros, mientras volaba en un helicóptero de la Policía Federal, cuando en la reunión del martes por la noche no se barajó esa posibilidad. En ese encuentro, el Presidente afirma que aceptó el reemplazo de su jefe de gabinete y de su alter ego Biondi, que concretaría luego de las elecciones de noviembre. Hacerlo ahora, es su razonamiento, implica gastar antes de tiempo la bala de plata. Si el resultado electoral no se revierte, habría que pedirle la renuncia también a los nuevos ministros. O admitir que el problema no es de nombres sino de política, como cree Cristina.
El jueves, CFK publicó su carta, según dice luego de ver un videograph que le atribuía jaquear al Presidente. “No, no soy yo. Por más que intenten ocultarlo, es el resultado de la elección y la realidad”, escribió. También hizo dos revelaciones: Alberto quería que Wado fuera su jefe de gabinete, Cristina se opuso y en cambio le sugirió a Juan Manzur. Ex secretario de Salud del municipio bonaerense de La Matanza, ex viceministro de Salud de la provincia de San Luis, ex ministro de Salud de la Nación, el cristiano maronita Manzur es un amigo de Alberto, de tensa relación con la Vice. Hace dos años intentó encabezar una liga de gobernadores antikirchneristas. Ahora le agradece la designación que apetecía y que sin ella no era viable. Conducir a los propios es fácil. El liderazgo se prueba encabezando a los ariscos.
Pocas formas más claras de reiterar que es el Presidente quien decide y que la cuestión no es de personas sino de políticas. Pero ella no resigna el rol de conducción, porque sería imposible aunque se lo propusiera. La noche en que Fernández asumió la presidencia, Cristina le aconsejó en público que “no le preste atención a lo que escriben en los diarios. Mire a los ojos de su pueblo y háblele al corazón de cada argentino y argentina”. En el acto de La Plata del 19 de diciembre pasado, Alberto le dijo: “Hice lo que me mandaste. Porque fue el mejor consejo que me diste”. La carta del jueves continúa ese diálogo entre ambos: “Tomando sus palabras y convicciones (le pido) que honre la voluntad del pueblo argentino”, que se expresó en las urnas. Alberto intenta hacerlo. Y en uno de los actos proselitistas de estas semanas, Máximo Kirchner instó a sus compañeres a no medirse con lo que fue el gobierno de Macrì, sino con los de Perón, Néstor y Cristina.
Menudo desafío.
La música que escuché mientras escribía
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