Carta gastada

Cuando no hay éxitos de gestión, los terroristas imaginarios son siempre bienvenidos

 

En agosto de 2017, apenas desapareció Santiago Maldonado durante un operativo de Gendarmería, descubrimos la existencia de una peligrosa guerrilla separatista mapuche-iraní de nombre estremecedor: Resistencia Ancestral Mapuche (RAM). Al unísono –siguiendo el paradigma del Nado Sincronizado Independiente (NSI) que permite que un montón de opinadores diferentes lleguen a la misma conclusión, pero de forma independiente– los medios serios y el gobierno de Cambiemos describieron con lujo de detalles a ese aterrador grupo armado del que hasta unos días antes nada sabían. Conocimos de esa forma sus inquietantes arsenales compuestos de rollos de alambre, martillos rotos, serruchos oxidados y hasta boleadoras, y también complicidades internacionales insospechadas, desde las FARC hasta ETA, pasando por los separatistas kurdos e incluso el Reino Unido.

 

El tremendo arsenal mapuche.

 

Apenas apareció el cuerpo de Maldonado, en un lugar rastrillado varias veces, nuestros medios serios dejaron de hablar de esa guerrilla imaginaria que durante ocho semanas había puesto en vilo la integridad territorial de nuestro país, como denunció la ya por entonces Ministra Pum Pum.

El 25 de noviembre de 2017, el mismo día en que sus familiares enterraban a Santiago Maldonado, agentes de Prefectura se movilizaron más de cuatro kilómetros desde el lugar que determinaba el operativo preventivo y culminaron en una balacera contra un grupo de jóvenes mapuche que se encontraba en la montaña. Según pericias oficiales, los prefectos dispararon al menos 114 veces contra esos terroristas imaginarios. Uno de los jóvenes, Rafael Nahuel, murió asesinado de un balazo en la espalda. La primera versión oficial sostuvo que Nahuel estaba armado, un dato que las pericias desmintieron. En un asombroso diálogo con el periodista Ernesto Tenembaum, la por entonces Vicepresidenta Gabriela Como-se-dice Michetti retomó la versión oficial de los jóvenes armados, aunque consideró que dichas armas podrían ser “piedras o lanzas”.

Frente a las críticas por esa nueva muerte a manos de fuerzas de Seguridad, la ministra Patricia Bullrich afirmó que la versión de los hechos de la Prefectura era para el gobierno la versión oficial y verdadera de lo que había sucedido.

Un año más tarde, en noviembre del 2018, el gobierno de Cambiemos anunció con bombos y platillos la detención de dos peligrosos miembros de Hezbolá, a partir de una denuncia anónima recibida por la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA). Se trataba de los hermanos Abraham Salomón, jóvenes argentinos de origen libanés, residentes en el barrio de Floresta. Las imágenes generosamente difundidas por los medios serios mostraban dos fusiles y algunas armas de puño vetustas, herencia del abuelo de ambos, e incluso un aterrador bate de beisbol. Una calcomanía del Hezbolá (organización político-militar que dispone de un grupo parlamentario en el Líbano) pegada en la heladera agregó el condimento necesario para construir un relato espeluznante.

En realidad, la sucursal Floresta del Hezbolá sólo existió en la mente afiebrada de la Ministra Pum Pum y luego de veinte días de detención los hermanos fueron liberados. Entretanto, ambos habían perdido su empleo y eran vistos en el barrio como futuros Bin Laden.

Unos meses más tarde, en abril del 2019, Gabriela Medrano y Felipe Zegers fueron detenidos en el barrio de Palermo por unos veinte gendarmes y miembros de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA). Los jóvenes chilenos habían sido invitados a dar un taller en la Ciudad Universitaria de Córdoba, en el marco del Congreso de la Lengua. Dejaron en el hotel de Córdoba un parlante que usaron en su intervención y eso llamó la atención del dueño, que contactó a la policía. El asunto escaló hasta el Ministerio de Seguridad de la Nación, ávido de mostrar su eficacia a la hora de combatir al terrorismo, aun imaginario.

Apenas fueron detenidos, un conocido diario de Córdoba retomó el relato oficial y los describió como “una célula anarquista” que “quería causar preocupación en la población”. La ausencia de elementos explosivos en la supuesta bomba encontrada en el hotel no desalentó el ahínco periodístico: “El artefacto, como se informó en La Voz, constaba de un dispositivo típico de bomba, pero sin la carga explosiva”. La bomba sin bomba no asombró a nadie ya que “estos grupos actúan en células. Unos tienen una parte de la bomba, otros cuentan con otra parte y otros tienen otra parte. Nunca uno tiene todo, por las dudas que le caiga la Policía”.

Con ese extraño sistema de análisis, hasta un sánguche de mortadela podría ser “un dispositivo típico de bomba”. Alcanzaría con agregarle un pan de trotyl para transformarla en un artefacto explosivo. El episodio nos hace recordar a la bomba en la casa del fiscal Stornelli, que no era una bomba y tampoco estaba en la casa de Stornelli.

 


Medrano y Zegers pasaron su primera noche de detención aislados y esposados a una silla. Fueron liberados varios días después, luego de una intensa campaña llevada a cabo por sus amigos y colegas.

Hace unos días, dos paquetes fueron enviados a la Sociedad Rural Argentina (SRA). Uno destinado a su presidente, Nicolás Pino, y el otro al vicepresidente Marcos Pereda Born. El primero estalló al ser abierto por una secretaria, quien resultó levemente herida.

El hecho produjo un cierto frenesí en el oficialismo, en particular entre sus trolls. Desde Twitter, dichas cuentas explicaron al unísono que el atentado era el resultado de la voluntad de los diputados de anular el DNU referido a los 100.000 millones de pesos de gastos reservados destinados a la SIDE. Es un argumento asombroso, aun para el generoso estándar de los entusiastas de la motosierra, ya que el DNU sigue vigente y, según el propio gobierno, el monto discrecional ya fue utilizado en un 80%. Es decir que, pese a que los espías evaporaron unos 80.000 millones de pesos, estamos a merced de cualquier envío explosivo.

Desde una de las jaulas de La Nación+, Eduardo Feinmann y el Pelado Trebucq, líder del periodismo gutural, tuvieron la cortesía de compartir con su audiencia todas las hipótesis sobre los paquetes explosivos que les hicieron llegar los servicios de inteligencia.

Feinmann arrancó barajando la posibilidad de que la autoría fuera de un grupo chileno contrario a la soja transgénica. Es una hipótesis alineada con la denuncia de la Ministra Pum Pum sobre “extremistas veganos y anarquistas”. Preocupado, Trebucq se preguntó en ese lenguaje que sólo él domina si no se trataría del renacer de la guerrilla imaginaria mapuche-iraní. Luego, afirmó en su idioma que contaba con información confidencial (de “fuente A1” diría Florencia Arietto) que apuntaría hacia “los iraníes por el tema del DNU” (sic). Esos agentes actuarían en el país a través de células dormidas, que al parecer se despertaron.

Feinmann acotó que esos terroristas podrían entrar por la Triple Frontera, lo que sería contradictorio con el concepto mismo de células dormidas que, por definición, no necesitan entrar. Al final, el periodista aportó un dato contundente: “Hay marchas del kirchnerismo con los pseudo mapuche y con banderas de Montoneros”. Todo cierra.

Nuestra derecha, hoy extrema derecha, siente un enorme atractivo hacia los terroristas oportunos y las acechanzas imaginarias venidas de otras latitudes que distraen a la opinión pública. La amplificación del miedo le otorga, además, discrecionalidad en el área de la Seguridad, lo que le permite ahondar en una de sus obsesiones: la criminalización de la protesta social. Como ocurrió con las marchas frente al Congreso contra la Ley Bases, calificadas por la fantasmagórica Oficina del Presidente de “intento de golpe de Estado”.

 


Lo novedoso, en el caso del Presidente de los Pies de Ninfa, es la velocidad a la que ha decidido usar esta carta. Mauricio Macri tardó casi dos años en echar mano a la guerrilla imaginaria mapuche-iraní. El gobierno de La Libertad Avanza esperó apenas seis meses antes de denunciar un intento de golpe, y tres meses después sus voceros ya hablan del retorno de Montoneros, de la Triple Frontera y de células dormidas iraníes.

Tal vez la coyuntura económica no sea tan propicia como cuenta Luis Caputo, el Toto de la Champions. Y si no hay éxitos de gestión, los terroristas oportunos siempre son bienvenidos.

(Luego del cierre de esta nota, el juez federal Daniel Rafecas detuvo a Alberto Santiago Soria, identificado como quien colocó el petardo. Se informó que ya había sido imputado en 2017 por amenazas antisemitas). 

 

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