Carta abierta al papa Francisco
El colectivo Historias Desobedientes responde al envío de rosarios a presos por delitos de lesa
Nosotres pertenecemos al colectivo Historias Desobedientes: familiares de genocidas por la Memoria, la Verdad y la Justicia, organización que fundamos hace ya tres años para manifestar públicamente nuestro repudio a las acciones perpetradas por nuestros progenitores y familiares durante la última dictadura cívico-militar.
Esta semana hemos leído en diversos medios de comunicación que usted le ha enviado cincuenta rosarios a militares detenidos por crímenes de lesa humanidad en Argentina. La noticia nos llegó a través de las declaraciones al periódico La Nación (11/01/2020) del obispo castrense Santiago Olivera, quien además se refirió a ciertas condenas con el atributo de “injustas”, haciendo incluso analogías con el caso de Milagro Sala, presa política en Jujuy. No puede dejar de alertarnos, y entristecernos, que a pesar de las condenas firmes de la Justicia, el obispo insista en negar los crímenes de quienes cometieron los peores delitos en el pasado reciente y que los siguen cometiendo en el presente en tanto que aún hoy eligen callar lo que saben: ¿dónde están los cuerpos de las personas desaparecidas por ellos? ¿Dónde están los nietos apropiados que todavía tienen robada su identidad?
Es por esto que le pedimos llame a la reflexión al obispo castrense y colabore para que los militares y policías presos por crímenes de lesa humanidad se arrepientan genuinamente y brinden a la Justicia la información que nos consta que tienen. Mientras no haya verdad, la Justicia no podrá ser efectiva. No por ser arbitrarias estas detenciones, sino porque la verdad que guardan los perpetradores es el dolor diario de miles de familiares que esperan saber dónde están sus hijas, sus hijos, sus nietas y nietos, sus hermanas y hermanos. No podemos conformarnos con un gesto, necesitamos que Usted como máxima autoridad de la Iglesia y como guía espiritual de quienes recibieron sus rosarios colabore con nuestra causa y ayude a la sociedad argentina a sanar sus heridas desde la verdad y el amor. Nuestro amor siempre estará con los desprotegidos, con las víctimas, nunca con el accionar asesino de los genocidas.
Como podrá imaginar, todes les integrantes de Historias Desobedientes hemos tenido que atravesar un doloroso camino de elaboración personal para alzarnos por encima de las presiones familiares que nos llamaban a permanecer en el silencio cómplice ante aquellos actos perversos. Este camino ha sido y sigue siendo muy duro por lo paradojal de nuestra actitud que supone deshonrar a nuestros padres y por consiguiente desobedecer un mandamiento fuertemente arraigado en nuestra cultura. Como contrapartida hemos encontrado en la sociedad el apoyo y reconocimiento de quienes están en la misma lucha mientras que como comunidad nos seguimos fortaleciendo y estrechando lazos fraternos con el objetivo de que Nunca Más vuelvan a ocurrir tamañas atrocidades.
En este contexto, pudimos reconocer que muches de nosotres hemos recibido educación religiosa, nos hemos formado en una ética que responde al magisterio evangélico y fueron esos padres que hoy repudiamos quienes se ocuparon de imponernos esa cosmovisión cristiana. Parte de nuestro dolor tiene que ver con el terrible descubrimiento de la traición que ellos cometieron a los mismos principios que sostenían y transmitían.
“Todo lo que hicisteis a uno de estos hermanos a mí me lo hicisteis” (Mateo 25, 31-46).
La desilusión, el desencanto ha sido inconmensurable. El daño que produjo el accionar genocida de nuestros padres es irreparable. Las personas que fueron salvajemente desaparecidas no están y sus familiares no tienen ni siquiera una tumba a donde llorarlos. Los nietos y nietas apropiadas han vivido alejados de sus familias sumidos en una mentira que ha afectado su identidad, quitándoles el derecho a integrar su historia durante más de cuarenta años. Los secuestrados, los torturados, los arrojados al mar, los asesinados, las que han parido en condiciones infrahumanas sin poder sostener a sus hijes en sus brazos, representan hoy la marca imborrable de la historia de un país que marcha hacia el futuro arrastrando el lastre de tanta injusticia. Por esos actos los argentinos llevamos una terrible cicatriz que día a día buscamos resignificar para las siguientes generaciones. Las Madres y las Abuelas nos han marcado el camino y nos devuelven la esperanza de que es posible un país mejor.
En ese marco nosotres, Historias Desobedientes, queremos hacer el aporte desde nuestra propia historia, de que es posible romper con el mandato de silencio y luchar por un futuro más justo. Este compromiso nos ha aliviado y sanado de alguna manera integrándonos a una visión ética que nos trasciende.
“La Verdad os hará libres” (Juan 8, 31-38).
Hoy recibimos la noticia, a través del Obispo castrense, del envío que usted hace de rosarios para las personas presas por delitos de lesa humanidad y le confesamos que este gesto suyo nos ha dejado un sabor amargo. Como le decimos más arriba, algunes de nosotres somos personas de fe y todes lo consideramos un referente político de gran influencia en el mundo. Sabemos del peso que carga sobre sus espaldas y por ello no podemos dejar de reconocer que todo lo que usted hace tiene implicancias enormes en la sociedad. Este gesto puede ser interpretado de muchas formas. Una de ellas es la intención de que los detenidos se sientan fortalecidos por la oración. Sin embargo, permítanos aportar que si de la salvación de las almas se trata, es imperiosa la necesidad de que su gesto incluya el pedido expreso de la confesión y arrepentimiento de esas personas sobre sus crímenes.
Millones de argentinos esperamos que los presos revelen información que llevaría consuelo a las víctimas del genocidio y les permitiría a los culpables acabar sus días con algo de dignidad.
“Porque todo el que se ensalce será humillado y el que se humille será ensalzado” (Lucas 14, 11).
Nos manifestamos a través de estas líneas para hacerle este pedido desde nuestro profundo convencimiento de que es en el mismo Evangelio que usted predica donde se encuentra la condena a la hipocresía de los que declaman una forma de vida que luego con sus actos traicionan.
“… son como sepulcros blanqueados” (Mateo 23, 27-32).
Creemos que nuestros padres han deshonrado a nuestra familia y a la sociedad entera con sus crímenes de odio tan contrarias al espíritu cristiano y estamos convencides de que si usted se expide sobre este tema de alguna manera aliviaría el dolor de muches creyentes como ya lo ha hecho con otros crímenes de lesa humanidad en otros países.
Confiamos en su criterio y sabiduría y en que conoce perfectamente lo ocurrido en aquellos años fatídicos de la dictadura. Nuestro ánimo es de Verdad y no de revanchismo ni venganza, pero sabemos que aún falta un largo trabajo de Verdad, Memoria y Justicia para avanzar en la construcción de una sociedad más justa y sana.
En ese camino sus palabras y sus gestos pueden interpelar a aquellos que aún conservan algún vestigio de conciencia ética para que se conviertan a la Verdad que alguna vez nos enseñaron.
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