Canción de cuna
La música que escuché mientras escribía
En otras ediciones te conté de la música de mi infancia. De Bach, cuyos conciertos para violín son mi primer recuerdo de la felicidad. De los tangos del '40, que sonaban todo el día en mi casa de un pueblo de la provincia de Buenos Aires, como De Barro, Nieblas del Riachuelo o Viejo Ciego, alternando con Django Reinhardt y Duke Ellington.
Pero creo que nunca te había hablado de La Trucha, que fue mi canción de cuna.
Cuando llegaba la hora de dormir, ponían el disco, y me decían:
—Date la vueltita.
Yo obedecía, me volvía de costado y me quedaba escuchando, sin la menor intención de dormirme. Cuando terminaba, exigía que lo pusieran de nuevo, hasta que lo dejaban en automático (no te explico cómo se hacía porque nos iríamos por las ramas).
Era un lied que Schubert compuso en 1819 y que fue grabado en 1936 por Marian Anderson, la impresionante contraalto afroamericana, de quien por entonces se decía que era negra y eso no constituía ningún demérito, sino todo lo contrario.
Schubert volvió a usar ese mismo tema popular en el cuarto movimiento de un quinteto para piano y cuerdas, del que hay una bellísima versión grabada en vivo hace ahora 50 años, por Daniel Barenboim al piano, Itzhak Perlman en violín, Pinchas Zukerman en viola, Zubin Mehta en contrabajo y Jacqueline Du Pre en cello. Los cinco ya eran grandes solistas y Barenboim y Mehta habían iniciado sus carreras como directores, que continúan hasta hoy. Aquí el tema de mi canción de cuna empieza en el minuto 37.35
El cineasta sudafricano Christopher Nupen los filmó en una película en la que por primera vez se emplearon cámaras de 16mm, livianas y silenciosas, "que hicieron posible un nuevo tipo de cine. Pudimos llevar las cámaras con los músicos a lugares en los que nunca antes había llegado una cámara. El resultado fue explosivo para el año 1969 porque se hizo algo que jamás se había logrado, y de una forma que nunca se había visto en un proyecto de música clásica. De alguna manera, marcó un hito". Mirala y decime si en el medio siglo transcurrido incluso la película no ha mejorado. El color, el sonido, el movimiento son perfectos y nunca ves las cámaras ni sus luces, como en los descuidados recitales de hoy que pasan por espontáneos.
Además del concierto incluye los ensayos, dominados por la complicidad y la chacota entre los cinco músicos. El mayor era Mehta, que entonces tenía 32 años, y el menor Zukerman, de 20. Schubert escribió La Trucha a los 22. El todo es una jubilosa celebración del talento juvenil. Hace poco te mostré un concierto para piano en el que Mehta (que ahora tiene 82) dirigió a Khatia Buniatishvili en el exquisito concierto para piano de Schumann. Nacido en la India de una familia judía, parecía un príncipe de las Mil y una Noches, y tres semanas antes de la grabación se había casado con la actriz de Hollywood Nancy Kovack, con quien sigue hasta hoy.
Pero la película también te deja una sensación muy triste, si sabés que Schubert murió a los 31 años, y Jacqueline Du Pre dejó de tocar a los 27, cuando era aclamada como la gran intérprete de un instrumento al que pocas mujeres se habían animado, y murió a los 42, por una esclerosis múltiple.
Aquí sólo vas a encontrar fotos y filmaciones de su plenitud, ninguna de los años en que los corticoides que sólo retrasaron el avance de la enfermedad se llevaron su belleza, su alegría contagiosa y la fuerza que hizo de ella una de las intérpretes más asombrosas del siglo pasado.
Además hay en esta página un breve fragmento de Barenboim con Du Pre, poco después del casamiento entre ambos; la filmación de un concierto de Dvorak que la muestra en su mejor momento, aunque segundos antes del minuto 30 se le corta una cuerda del cello, cosa que ya le había ocurrido una vez antes en el mismo concierto.
Y también tres horas de grabaciones con Barenboim, que incluyen las densas sonatas de Beethoven. El joven Barenboim tiene un inquietante parecido con un contemporáneo que se dedicaba a otra cosa.
Aprovechá el privilegio de vivir en esta época, donde tamaños tesoros están al alcance de tu mano, ya seas cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón.
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