Campeones de la memoria
Banfield es el primer club que repara los carnets de víctimas del terrorismo de Estado
Sergio Smietniansky, Cherco, anda de proyecto en proyecto. Abogado, militante de derechos humanos e hincha de Banfield, es uno de los personajes de la zona sur del Conurbano al que no se le escapa causa noble alguna. Puede producir documentales tanto sobre masacres como de estrellas deportivas del Taladro, sin dejar de ser la cara visible de la multisectorial que logró que se desalojara a la Bonaerense del Pozo de Banfield. Desde el jueves tiene grabada otra sonrisa en la cara y la sensación de la euforia de un partido ganado por goleada. Ese día Banfield se convirtió en el primer club de la Argentina en devolverles la condición de socios a los desaparecidos y asesinados por el terrorismo de Estado.
—¿Con cien sillas alcanza?
Preguntaban en el estadio Florencio Sola quienes estaban con los preparativos para el acto de las siete de la tarde. Pasaba la tarde y cada vez eran más los mensajes que confirmaban presencia en la actividad. Autoridades de clubes, escuelas, militantes de los '70, hinchas.
—No. Esto va a explotar.
Los pañuelos
Cuando se enteró de que iba a hacerse el acto, Taty Almeida llamó. Quería estar. Antes ya había comprometido también su presencia su compañera de la Línea Fundadora de Madres, Nora Cortiñas. También el periodista Ezequiel Fernández Moores.
A Lita Boitano la entusiasmaba ir a una cancha que no fuera la de River. Había ido a panfletear contra la dictadura con Graciela Lois y otra compañera de Familiares en pleno Mundial del '78 y había vuelto 40 años más tarde del brazo de Ubaldo Pato Fillol. En Banfield jamás había estado. Pero también la une a la localidad su propia búsqueda: los antropólogos le dijeron que su hija pudo haber pasado por el Pozo.
El hijo y la nuera de Delia Giovanola estuvieron secuestrados en ese centro clandestino. Su nieto nació en Banfield. "Me siento parte", dijo. De Banfield es lo más importante que tiene en la vida, el nieto que encontró después de 39 años de búsqueda con las Abuelas. Con él, la comunicación fue minuto a minuto mientras duró el acto.
La historia
—Madres de la Plaza, Banfield las abraza –le cantaron a Norita mientras entraba ajustándose el pañuelo.
Banfield era una fiesta. Había lágrimas de emoción. La presidenta del club, Lucía Barbuto, pedía disculpas –emocionada– por el tiempo en que el club había demorado en hacerlo. Lucía es, además, desde el año pasado, la primera mujer en dirigir un club de primera.
Entretanto, llegaba una carta de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). Claudio Chiqui Tapia se disculpaba por no poder estar, decía que era un acto de justicia y que, como tal, la AFA lo acompañaba. “Cuenten siempre con la Asociación del Fútbol Argentino para impulsar y apoyar toda acción similar en los clubes de nuestro fútbol argentino”, leía el periodista Ariel Bargach, otro de los impulsores de la movida.
El Taladro estaba escribiendo una página en las luchas por la memoria.
Los hinchas
Once son los socios de Banfield que eran militantes y fueron asesinados o desaparecidos. Cifra simbólica si las hay para los aficionados al fútbol. Un equipo, el equipo perdido.
Uno de ellos, Germán Gavio, vivía justo frente a la cancha. Tenía 16 años y lo mataron el día de la asunción de Héctor Cámpora. Lo velaron en su casa, sus compañeros y compañeras llevaron el féretro en andas hasta el cementerio de Lomas y el responso lo dio el cura Carlos Mugica.
Alberto Pera también fue asesinado. Lo mismo que José Pablo Ventura, combatiente montonero, muerto en 1977. A él le decía Tala por su obsesión por Banfield.
Roberto Matthews fue de los primeros desaparecidos del PRT-ERP, secuestrado en enero de 1975 en Villa Insuperable. A los hermanos Silvia y Eduardo Streger los desaparecieron en 1977. Él había sido el encargado de un plan fallido del PRT-ERP para hacer explotar un avión que llevaba al dictador Jorge Rafael Videla. Silvia estuvo secuestrada en el Pozo de Quilmes. Tejió con hilos una trenza verde y blanca, los colores banfileños. Le pidió a una compañera de cautiverio que se la llevara a su cuñada cuando la legalizaran, para que supiera hasta cuándo había estado con vida.
Mario David Du Mutel de Pierrepont también sigue desaparecido. Raúl Ceci había sido jugador de las divisiones inferiores del club, músico y vecino de Remedios de Escalada. Lo secuestraron en pleno centro de ese barrio en 1977.
Leonel Saubiette desapareció mientras hacía el servicio militar obligatorio en Bahía Blanca, donde lo llamaban el “soldado rojo”.
A Ricardo Chidichimo se lo llevaron en noviembre de 1976. Era meteorólogo y militante de la Juventud Universitaria Peronista (JUP). Su mamá, Nélida, fue de las primeras en sumarse a Madres. Por eso Norita pidió entregar ella misma ese carnet.
La reparación
En 2017, Barbuto era una hincha más y fue una de las que pintó una bandera contra el fallo del 2x1 de la Corte. Cherco y otros socios plantearon que el repudio tenía que ser institucional. Presentaron una carta. Al partido, siguiente Lanús y Banfield –los clásicos rivales del sur– se sacaron las fotos con las banderas contra el 2x1 a los genocidas.
Repitieron las movidas con la desaparición de Santiago Maldonado, aunque fue más osada. Contrataron una avioneta e hicieron caer papelitos que preguntaban dónde estaba Santiago. Surgió Banfield por los Derechos Humanos, un grupo que los unía más allá de los colores políticos.
Cherco escuchó al sociólogo Julián Scher hablar de cómo el genocidio había arrasado con las identidades de sus victimas y que sus pasiones futbolísticas eran parte de esas marcas identitarias. Empezó a averiguar qué había pasado con los socios desaparecidos. ¿Les dieron la baja por muertos o por no pagar la cuota?
El proyecto para reformar el estatuto retomó las experiencias de los padrones electorales y de los legajos reparados. Se aprobó. Y salió.
Ganar
La primera vez que Cherco fue a la cancha fue el 11 de diciembre de 1982. Todavía estaba la dictadura y él tenía diez años. Fue con su primo Esteban. Ninguno le dijo a su respectivo padre que iban solos. Llegaron al estadio y le pidieron a un señor que los dejara pasar. Era una semifinal de Atlanta con Banfield.
Ese día le quedó grabado. Lo mismo que el jueves, cuando las víctimas del terrorismo de Estado volvieron a tener un lugar como socios. “Para nosotros es como salir campeones del mundo”, se ríe.
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