Hay señales muy claras y contundentes de un peligroso cambio de estrategia en el gobierno. Hasta el momento, la principal estrategia para justificar todos los males del país fue la culpa del gobierno anterior. Funcionó bastante bien, aunque el propio gobierno acotó la efectividad de la excusa ya que la utilizó para cubrirse durante el primer año, y se apuraron a prometer brotes verdes y una gran recuperación para el famoso segundo semestre. Es decir: ellos mismos diagnosticaron que todos los males del gobierno anterior serían superados en ese tiempo. Así, al año siguiente se les hizo un poco más difícil explicar que los problemas del pasado volvieron a cobrar fuerza por sí mismos, ayudados básicamente por “tormentas” y “cosas”. Aún así, fue la única excusa concreta que lograron mantener. Ya en los últimos meses, sin embargo, las mediciones del humor social mostraron de manera concreta que a la gente ya no le alcanzaba con esa excusa. No solo se reflejó en mediciones, sino también en forma gráfica con el reclamo del obrero que le espetó en la cara al propio Macri que se dejara de joder con el gobierno anterior y que hiciera algo él, y ahora.
La estrategia “del gobierno anterior” ya sabemos cómo fue cimentada, en base a todo un trabajo de desprestigio y de persecución judicial alimentada desde el frente interno, y desde el frente externo por parte de los fondos buitre que impulsaron todo tipo de investigaciones, operaciones y fake news. En cuanto a lo ideológico, esto se sostuvo en la impresión generalizada de gran parte de la sociedad de que “la culpa de todo la tienen los políticos”, y la política, y la ideología. En contraste con esas ideas instaladas, se propusieron como una opción superadora, supuestamente sin política y sin ideología.
Ahora bien, ya agotada la excusa del gobierno anterior porque a medida que pasa el tiempo su influencia en la actualidad es cada vez más débil y porque la gente comienza a exigir un cambio en su realidad actual, era necesario encontrar otra buena excusa. Ya conocemos la habilidad de Durán Barba para encontrar argumentos contundentes basados en ideas fuertemente arraigadas en el imaginario social. Pongámonos por un momento en su papel: ¿de dónde podemos agarrarnos ahora? ¿Cuál puede ser la otra gran “verdad” social que pueda servir de excusa para el fracaso actual? La principal era el hartazgo de la “corrupción de la política”, que es lo que ya ha sido explotado, pero tiene que haber algo más. No hacía falta ir demasiado lejos: si el principal enemigo era el gobierno que alimentaba a los vagos, y ahora ya no se le puede echar la culpa al gobierno, ¿quién puede ser el siguiente chivo expiatorio? Muy simple: los vagos. Los vagos que, en este caso, podemos encontrarlos en los maestros que hacen paro, los desocupados que protestan en las calles, los sindicalistas que paran y que exigen paritarias, y ya que estamos, en toda la oposición política que pone palos en las ruedas. Si antes la estrategia fue instalar que la Argentina era una sociedad de gente de bien que quería cambiar y estaba sometida a un gobierno corrupto, la nueva estrategia consiste en afirmar que la Argentina es un país lleno de vagos que quieren vivir de arriba y que nada cambie.
Si hay alguna duda sobre lo concreto del cambio de estrategia, podemos observar algunos indicadores que apuntan con gran precisión en el mismo sentido: primero apareció ese gráfico en el que los rubios de traje debían soportar el peso de toda la clase negra trabajadora. Ese fue el primer mensaje, acaso intencionalmente provocador, más allá de las reacciones en contra que obviamente obtuvo por parte de la sociedad, sin que les importaran las denuncias por discriminación que obviamente se ganó porque el objetivo era precisamente que se viralizara, no importa si por las buenas o las malas. El segundo mensaje fue el cambio de tono en el discurso de Macri, que hasta entonces se había dirigido a la sociedad con un tono de supuesta simpatía y parsimonia, y al que ahora repentinamente se le terminó la paciencia y por primera vez “se enojó”. Se acabó la buena madre. Una muestra de que el cambio de estrategia salió de los ideólogos de la comunicación oficial es que el cambio de tono se reprodujo en distintos gobernantes, como Martiniano Molina y otros intendentes de distintas localidades del país (https://www.nortebonaerense.com.ar/noticias/arrecifes-olaeta-abrio-las-sesiones-del-concejo-con-un-discurso-desafiante_572259.html). Y después las frases, del Presidente y otros allegados: “No me dejan gobernar”, “la culpa es de la gente”.
No me había percatado del cambio de estrategia hasta que comencé a notar sus efectos en su objetivo directo, que es la sociedad, el hombre de a pie, el viejo retrógrado que por supuesto había votado a Macri y que por supuesto ya estaba totalmente desencantado, que comentaba con el dueño de la ferretería: “La verdad que este gobierno fue un desastre, que esto está cada vez peor, que ya no se aguanta, pero hay que decir que Macri tiene razón: acá nadie quiere laburar, acá nadie deja gobernar”. Y lo peor, la espantosa conclusión que se veía venir en el monólogo del viejo y que en ese momento comprendí, era exactamente la conclusión buscada por la nueva estrategia gubernamental: “Acá deberían volver los milicos y meter mano dura en serio”. En ese momento todo cerró: el dibujito de los negros aplastando a los rubios (casi calcado de una comunicación televisiva de la última dictadura), el repentino enojo de Macri, la culpa apuntada directamente a “la gente” que ya se había vuelto indudablemente en contra del gobierno y que cada vez parece menos dispuesta a darles una segunda chance por vía democrática. Y en ese momento me recorrió un escalofrío, porque comprendí que la nueva estrategia de comunicación, elaborada con la misma frialdad y precisión de siempre, apunta específicamente a abrirle el camino a la represión y a tácticas cada vez más sucias.
Así que, solo para avisar nomás, vayámonos agarrándonos fuerte.
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