Cuando Carmen Miranda conquistó Broadway y Hollywood en la década de 1940, el orgullo por su éxito fue paralelo a la suspicacia por una imagen estereotipada del país. Con unos tacos altos como zancos y un sombrero de frutas que disimulaban qué bajita era, se dio por aludida con una canción que se tituló Disseram Que Eu Voltei Americanizada. En refutación a las críticas, cantaba “digo te amo, nunca I love you”. Y “a la hora de la comida, soy del camarón ensopado con chuchu”. También la cantó el sublime Caetano Veloso, luego de los años de exilio en Londres.
Recién este año conocí el chuchu. Es una cucurbitácea, originaria de México y Centroamérica, Sechium edule, también llamada chayote o papa del aire, porque el fruto cuelga de una planta trepadora que puede llegar a grandes alturas. La polifacética gallega del GPS te explica sus muchas virtudes. A lo bestia te puedo decir que es una combinación rarísima de papa y pera. Si querés probarlo, te aconsejo que te pongas guantes de cocina, porque te reseca la piel como no vi nunca con otro vegetal.
Uno de mis hijos, que comparte mi amor por las plantas, sembró una semilla de chuchu en el patio de su departamento de planta baja, donde levantó varias baldosas para llegar a la tierra, como me vio hacer cuando era chico y le apasionaba acompañarme en esa distracción de los años negros. La planta llegó tan alto, que debió hacer un acuerdo con la vecina, con la que comparte los frutos que cosecha del otro lado de la elevada reja que separa ambas viviendas.
Con ayuda del Doctor Google, que se las sabe todas, preparé este plato de Camarão ensopadinho com chuchu, que salió de rechupete.
Me lo voy a manducar escuchando a Carmen Miranda y a Caetano. A esa parte, estás invitada. O invitado, como prefieras.
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