Cadenas a la democracia
La embajada, la Red Atlas, los grupos de presión y la incursión de los ultraliberales
El último 16 de septiembre se presentó el documento “Cinco decisiones para poner a Argentina de pie”, promocionado por 28 organizaciones ligadas al pensamiento ultraliberal, conglomerado que busca ser conocido como libertario. Sus propulsores son un conjunto de centros de estudios, asociaciones civiles, cámaras empresariales y grupos financieros ligados a la Red Atlas, el entramado de think tanks, grupos de lobby y organizaciones ligadas al Departamento de Estado de los Estados Unidos, orientados a influir en la política doméstica de América Latina y reprimir la aplicación de políticas soberanas en la región.
La iniciativa, de la que participaron Ricardo López Murphy y Álvaro Alsogaray (h) entre otros, dio continuidad al Foro Latinoamericano de la Libertad –que tuvo lugar en septiembre de 2017 en Buenos Aires, con la participación estelar de Mario Vargas Llosa y Mauricio Macri–, y al Foro para la Libertad en Latinoamérica, de mayo de ese mismo año. Las tres iniciativas fueron impulsadas y coordinadas a nivel internacional por la Fundación Atlas para la Investigación Económica. Su líder en América Latina es el argentino con residencia en Estados Unidos Alejandro Chafuen, cuyo lema de cabecera es “ofrecer soluciones privadas a los problemas públicos”.
Esta red de organizaciones es la versión local del Partido Republicano, hoy subyugado por los libertarians, el supremacismo trumpista y la negación de la pandemia. Sus iniciativas son financiadas e impulsadas por la National Endowment for Democracy (Fundación Nacional para la Democracia, NED por su sigla en inglés) y la USAID (Agencia del Desarrollo Internacional de Estados Unidos), ambas instituciones oficiales del entramado burocrático de Washington, responsables de propagar la versión blanda del Departamento de Estado, para disciplinar o fustigar a las fuerzas sociales que resisten las políticas neoliberales.
El objetivo planteado por la Red Atlas es destruir las regulaciones estatales para que el mercado sea la única institución encargada de regular las relaciones económicas y sociales. Sostienen una concepción de libertad únicamente asociada a la propiedad y catalogan las políticas tributarias como confiscatorias. Esa es la razón por la que cuestionan la cuarentena y alientan el fin del cuidado mutuo alentado por el gobierno. Expresan el temor a que las regulaciones sanitarias limiten la continuidad de su facturación y sus consecuentes ganancias. Sus referentes, bajo eufemismos más o menos explícitos, catalogan como populismo al orden democrático. Toda mayoría que busque un camino alternativo a la financiarización y que promueva la pluralización de los derechos sociales y económicos será catalogada como autoritaria, antigua, vaga o choriplanera.
El programa de la Red Atlas repite el decálogo de Trump: limitar o suprimir el impuesto a los más pudientes, privatizar empresas públicas y limitar el poder de los sindicatos. En síntesis: pregonan la libertad de los privilegiados para incrementar una mayor porción de la riqueza nacional. Además, en su versión desestabilizadora, son especialistas en inocular el desánimo y horadar la confianza pública en los gobiernos que no se pliegan a su demandas. Se apropian de la palabra libertad para evitar que las regulaciones estatales e internacionales impidan, regulen o limiten su acumulación financiarizada. Buscan que sus grupos de presión sean autorizados para instituir las regulaciones estatales por fuera de la voluntad popular, porque consideran que el mercado debe gobernar por sobre la democracia. Desvalorizan al Estado porque son conscientes de que es el único actor institucional que puede poner coto a la depredación económica y ambiental que promueven. Esa es también la razón por la que desprecian la solidaridad y el altruismo. Consagran al egoísmo como un valor positivo y el sometimiento de los más débiles y humildes como la consecuencia de un orden natural darwiniano ineludible.
Atlas Network es una organización fundada en 1981 en Estados Unidos, en homenaje a la escritora Ayn Rand, autora de la novela La liberación de Atlas, devenida en biblia de los ultraliberales, autodenominados en el mundo anglosajón como libertarians. La Red comunica en su portal que posee 447 socios a nivel internacional, en 95 países. Dentro de Latinoamérica cuentan con 99 partners. Su financiamiento proviene no solo de las agencias gubernamentales de Estados Unidos, sino de grandes empresas interesadas en maximizar sus ganancias mediante la reducción impositiva. Entre sus más importantes aportantes figuran los multimillonarios ultraconservadores Charles y David Koch, y Sheldon Adelson (el máximo financista de la campaña electoral de Donald Trump en 2016). Una de las tesis que prologa los documentos de la Red fue acuñada por James McGill Buchanan –economista de la Universidad de Chicago–: “Para que prospere el capitalismo, hay que ponerle cadenas a la democracia”.
Los socios de la Red Atlas en América Latina incluyen la Fundación Pensar de Mauricio Macri y los centros de investigación de los que forman parte Roberto Cachanovsky, José Luis Espert, Javier Milei, Agustín Etchebarne y Ricardo López Murphy.
Metodologías y técnicas
Un pormenorizado análisis de los documentos de la Red Atlas pone en evidencia el modelo de 7 fases que propone a sus socios, destinadas a instaurar lo que denominan como la cadena de producción de sentido político.
- Investigaciones académicas sin contrastación ni falsación empírica (basadas en criterios formales ajenos a las relaciones económicas reales), consagradas a legitimar los prejuicios desreguladores y hostiles hacia la política, salvo cuando se la ejerce en nombre del mercado.
- Instalación de dichos trabajos en espacios académicos de grado, posgrado, extensión universitaria y marcos de capacitación empresaria. (En Argentina, sus difusores se han expandido a la casi totalidad de los Centros de Educación Superior de gestión privada e incluso al interior de las más antiguas universidades públicas, sobre todo en las áreas de economía y agronegocios.)
- Divulgación mediante Soportes Comunicacionales Corporativos (SCC), como es el caso argentino de la trifecta Clarín, La Nación e Infobae.
- Utilización de referentes mediáticos más agresivos y provocadores como encargados de la justificación y defensa de los contenidos instalados por las usinas ultraliberales académicas. Su violencia dramatúrgica busca ser instalada como convicción plena y certeza de discurso único.
- Viralización mediante trols, bots y botnets. (Entre otros programas, la Red Atlas, cuenta con certámenes anuales de videos creativos virales, efectivos para la ridiculización de políticas promotoras de la inclusión social, las redes cooperativas o el trabajo solidario.)
- Utilización de la IA (Inteligencia Artificial) para detectar segmentos que son reconvertidos en difusores de consignas, prejuicios y fake news. Luego de su detección se los integra a diferentes colectivos de hostigadores de los referentes populares, constituyéndose en tropa dispersa de odiadores seriales.
- Apropiación de las tematizaciones convertidas en agendas por parte de los SCC (“Las redes sociales cuestionaron al Presidente Fernández”), para instituirlas como pensamiento hegemónico dominante.
Para evitar el continuo crecimiento de estos discursos y su sobrerrepresentación en los espacios públicos, aparece como imperioso enfrentar sus postulados y reducir su impacto. La creencia normalizada –incluso al interior de las fuerzas comprometidas con la inclusión social, la ciudadanización plena y la vigencia e los derechos económicos y sociales– considera que hay dos mundos paralelos referidos a la práctica política: por un lado el que remite a las interacciones interpersonales, presenciales y/o multitudinarias; y por el otro el que se vincula con las prácticas comunicacionales (bajo distintos soportes tecnológicos). En realidad es un único sistema integrado que se interrelaciona, se articula y se influye recíprocamente. La política es el espacio de la persuasión social que busca la conformación de voluntades colectivas: todo mecanismo para disputar el sentido hegemónico y la consecución del aval popular es relevante a la hora de dar la disputa contra las diferentes formas actuales del liberalismo, emplazadas en una etapa financiarizadora. En ese marco, aparece como necesaria la planificación defensiva respecto a las 7 fases dispuestos por los personeros del Departamento de Estado. Algunas de sus respuestas requieren:
- Incentivar el trabajo de los Centros de Investigación de las ciencias sociales y económicas identificadas con las políticas soberanistas y latinoamericanistas, opuestas al control ultraliberal. Eso supone promover a voceros de teorías críticas como comunicadores públicos capaces de debatir con los protegidos del establishment, y de desmontar las versiones impuestas por las entidades asociadas a la Red Atlas.
- Denunciar y exponer en forma sistemática y coordinada (mediante campañas unificadas) la falaz neutralidad pregonada por los comunicadores y economistas ultraliberales, que no son otra cosa que empleados de las corporaciones y conspicuos defensores de sus intereses: no son imparciales ni defensores de verdades validadas empíricamente sino defensores de un status quo del que son beneficiarios.
- Movilizar a la sociedad civil (las organizaciones de los trabajadores, los movimientos sociales y los colectivos académicos, científicos y culturales) para desenmascarar la información tendenciosa de un oligopolio comunicacional, comprometido en defenestrar al movimiento nacional y popular y resguardar sus prerrogativas como fracciones privilegiadas de la sociedad. Esta condición exige una articulación cronológica para evidenciar coherencia y convicción. Un seminario semestral que cuente con la participación de académicos y comunicadores populares alcanzaría para socavar la arrogancia de los voceros del establishment.
- Desenmascarar los nexos entre estos difusores y sus empleadores corporativos.
- Legislar sobre la espuria utilización de la basura comunicacional, impidiendo la participación de máquinas (#hashtags) en la tematización cotidiana.
- Implementar tecnologías propias de Inteligencia Artificial y minería de datos, que son accesibles si se cuenta con recursos humanos ligados a la investigación informática y computacional.
- Construcción de una Red Nacional de Medios (no corporativos) para instituir modelos paritarios de financiamiento, alcance y pregnancia comunicacional. El Estado tiene que constituirse en el mediador de la disputa por la representatividad demandada por el conglomerado de entidades comunicacionales ajenas a las corporaciones.
La derecha argentina, impulsada por estas redes, se siente empoderada por la pandemia. En lugar de sumar sus esfuerzos para reducir los daños de la crisis epidemiológica, divisa una ventana de oportunidad ante la enfermedad y la muerte. El macrismo se muestra bifronte: busca mostrar gestión con Horacio Larreta y virulencia con Patricia Bullrich. Sus promotores de la Embajada junto a los financistas del mundo corporativo despliegan, con insistencia insidiosa, las 7 fases destinadas a modelar el sentido común de un sociedad golpeada por la angustia que produce la pandemia.
Un intelectual argentino nacido en Corrientes advirtió hace casi un siglo sobre el efecto que produce la reiteración redundante de las ideas propagadas por el régimen: “Es un arma traidora como el estilete, que hiere sin dejar huella. (…) El diario pasa. Tiene una vida efímera. Pronto se transforma en mantel o en envoltorio, pero en el espíritu desprevenido del lector va dejando un sedimento cotidiano en que se asientan, forzosamente las opiniones. Las creencias que el diario difunde son irrebatibles, porque el testimonio desaparece”. La vigencia de Raúl Scalabrini Ortiz nos advierte sobre la imprescindible confrontación contra la maquinaria de inoculación diaria, larvada, persistente. La ingenuidad nunca es buena medicina. Ni siquiera en tiempos de pandemia.
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