La pradera de la desgracia
Europa, los fondos de inversión de Estados Unidos y el negocio de reconstruir Ucrania
El último viernes de febrero, víspera de carnaval, el Presidente ucraniano recibió ante el mundo una serie de lecciones políticas que todavía estamos tratando de entender. Fueron un poco carnavalescas, atendiendo a la fecha. El rasgo más abrumador tuvo que ver con la teatralidad. ¿Hubo alguna vez una puesta en la escena internacional que confirmara la idea de Guy Debord expuesta en un libro de 1967? Ese año el autor francés publicó La sociedad del espectáculo. Todo cambió desde entonces, pero su anticipación se volvió cada vez más actual.
Donald Trump se hizo conocido en su país con un asqueroso show televisivo donde la gracia consistía en pedirle a gente que hiciera tal o cual trabajo para luego despedirla. Volodimir Zelensky tuvo mucho éxito con sus comedias difundidas en la televisión de Ucrania contra los políticos y la corrupción. Ambas puntas argumentales, o telegénicas, se encontraron aquel viernes en el Salón Oval. De pronto, dos narrativas tan anodinas como reaccionarias tomaron un curso destructivo de impacto planetario. Todas las pantallas del mundo las difundían.
Estás despedido
El show televisivo de Trump era un ejercicio sádico donde siempre se humillaba a alguien y se lo expulsaba de un empleo. No intentó otra estrategia con Zelensky en la Casa Blanca. Lo echó. La prensa hizo énfasis en la brutalidad del jefe y de su Vicepresidente, el niño resentido J. D. Vance.

Pero esa visión pasó por alto la torpe iniciativa del debilitadísimo Presidente ucraniano. Entró a la reunión pidiendo garantías de seguridad a cambio de recursos naturales. Trump y Vance no terminaban de creer que un miserable dependiente de sus dólares y sus pertrechos les pretendiera imponer condiciones que arriesgaban un choque militar directo entre las dos potencias que cuentan, Estados Unidos y Rusia. Lo demás importa muy poco, por cierto. Los habitantes de la Casa Blanca, aparentemente, ya tenían un principio de acuerdo con Putin. Así que lo ridiculizaron en público. Zelensky no tiene vuelta atrás. Trump quiere enaltecer a su país de nuevo, pero no es tonto.
El destino del Presidente-comediante ucraniano refleja bien la cultura política occidental. Su país, según todo lo indica, ha quedado en ruinas y no es fácil imaginar las fuerzas que ayudarán a revitalizarlo. El desastre ucraniano, del que nadie en la prensa occidental hace comentario alguno, es múltiple. Los jóvenes se fueron, los que marcharon al frente están heridos, muertos, mutilados o enloquecidos, las infraestructuras fueron liquidadas, las ciudades son inhabitables en la mitad de la geografía nacional. El FMI estaba al acecho antes de la guerra y sigue allí. La clase dirigente, en el caso de que pueda seguirse hablando de algo así, es pura corrupción.
Mientras tanto, Europa quiere seguir con la guerra. Hace bien. En la medida en que Ucrania siga siendo un país, Europa tendrá que aportar a su reconstrucción. Pero cuando termine en ruinas, simplemente lo podría comprar. El negocio está en la radicalización del desastre. Europa, cuna de cultura, es, como otras veces, generador de barbarie.
Un tema de fondo consiste en determinar quién se quedará con Ucrania. Quizá no sea Europa, que está en muy mala posición puesto que se enfrenta a Rusia y, para retomar la expresión de Trump en el Salón Oval, no tiene cartas. Son los fondos de inversión de Estados Unidos los que harán su agosto. Se están apropiando de Ucrania. Ambicionan una de las praderas fértiles que alimentan al mundo y también las centrales nucleares de la época soviética. Desean controlar a Kiev. Quieren todo, como en todos lados. Lo de costumbre.
Los empleados
Es curioso que la independencia europea, ante la brutalidad de Trump, descanse en el nuevo político prominente de Alemania y seguro canciller, Friedrich Merz, que ha hecho algunas declaraciones desafiantes. Lo cual no quita que Estados Unidos tenga amplias bases militares en su país y localice armas nucleares que puede utilizar como quiera.
Pero hay algo peor. Cuando Angela Merkel marginó la carrera política de Merz, este se consagró al dinero en el fondo de inversión estadounidense BlackRock. No le fue mal. Será interesante saber si le sigue yendo bien en su nueva posición ejecutiva. Junto con Macron, es el segundo (¿ex?) banquero en el poder. Francia y Alemania son los principales países de la Unión Europea. En resumen: Europa está dirigida por banqueros al servicio de los capitales de Estados Unidos.
Ucrania, imaginada por la OTAN como una avanzada militar contra Rusia, quizá sirva ahora –que fue derrotada– como negocio. La reconstrucción es una veta interesante. Las tierras raras, que el prepotente Zelensky pensó que serían irresistibles en la Casa Blanca, siguen siendo un objeto de deseo. El tema es que sus fuentes están –y no sólo ahora– bajo control ruso. Lo que queda de Ucrania sigue siendo una de las praderas fértiles del mundo, como el llamado cinturón de Estados Unidos y la pampa argentina. No es poco.
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