Botón “modo Novak”
Marcelo Colombo es el nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Argentina
Confieso que estuve más pendiente del sorteo del Mundial FIFA Qatar 2022 o del fixture de la Liga Profesional de AFA que del nombramiento del presidente de la Conferencia Episcopal Argentina. Los roles de liderazgo de cualquier organismo o institución de nuestra sociedad adquieren relevancia o irrelevancia en la medida de que las personas que lo ocupan sean relevantes o irrelevantes. Un rol en sí mismo no transmite súper-poderes, pero puede convertirse en herramienta de construcción del bien si quien lo ejerce está convencido de los valores que puede construir. A pesar de este esforzado párrafo que acabo de escribir, no me importaba mucho quién fuera a ser el presidente de la CEA.
Me pasa lo mismo con la Iglesia-institución. Después de casi 40 años de ejercicio del ministerio presbiteral (“ser cura” en dialecto más popular y amigable), me da la sensación de que las personas que –por lo menos en mi opinión– tienen más fibra evangélica y amor por los pobres como para ejercer esos roles, suelen ser relegadas en nombre de una temerosa moderación que siempre me ha parecido reñida con el espíritu del Evangelio, con el espíritu de Jesús de Nazaret. Fue condenado y asesinado por razones claramente políticas, por predicar un Dios-Amor, un Dios “parcial”, claramente del lado de los últimos, cariñoso y cercano con los pecadores, alejado de los poderosos y prepotentes. Respetuoso de la ley antigua pero con el coraje suficiente para reinterpretar o resignificar el espíritu de la ley en favor de los pobres. Me decía un viejo amigo que los profetas, los comprometidos apasionadamente con causas justas, nunca son equilibrados. Son representados como una suerte de amenaza a la calma chicha que proporcionaría esa supuesta moderación, un mar quieto donde no hay olas ni amenazas a la navegación.
Al enterarme de la designación de Marcelo Colombo, arzobispo de Mendoza, como presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, muchas cosas pasaron por mi mente y mi corazón. En primer lugar, afloró el afecto y la amistad. Marcelo es un querido amigo con quien hemos compartido una buena parte del recorrido del servicio al pueblo de la Iglesia de Quilmes, en muchos buenos encuentros, sinceros y constructivos. Varias veces nos hemos vuelto a ver en alguna de sus paradas por Quilmes. Recuerdo con alegría la tarde/noche de su ordenación episcopal, en aquel agosto de 2009, y sus emocionadas palabras mencionando, entre otras cosas, la figura del obispo Jorge Novak. Exhibió con orgullo, a partir de aquella noche, el pectoral (cruz grande que los obispos llevan colgada) que le perteneció a don Jorge y que llegó a sus manos de un modo inesperado y casual. Recuerdo que al escuchar esa historia deseé que –cual viñeta de historieta de DC Cómics o Marvel– los rayos “novakizadores” atravesaran su cuerpo. También algo de eso tenemos en común: las raíces de nuestro servicio anclado en la vida y el testimonio de don Jorge Novak, obispo fundador de nuestra querida diócesis de Quilmes, de quien ambos recibimos la ordenación presbiteral y cuyo testimonio de servicio y amor a los pobres, los derechos humanos, la misión “a las gentes” y la comunión fraterna con otras miradas religiosas (eso que popularmente llamamos ecumenismo) quedaron fijados en la identidad de la Diócesis de Quilmes.
Marcelo y don Jorge son dos personas distintas, sin duda. Pero hermanadas por la historia, el cariño fraterno y el compromiso con los pobres. El sacerdote de la Orden del Verbo Divino Jorge Novak fue convocado a recibir el orden episcopal porque ostentaba un look moderado e intelectual, más relacionado con las bibliotecas y la calma chicha que con las barricadas. Pero a pocos días de recibir la ordenación episcopal, en septiembre de 1976, propuso en el seno de la CEA que los obispos tomaran una posición sobre los derechos humanos y crearan un grupo para supervisar el proceso de los desaparecidos, detenidos por las fuerzas de seguridad de quienes no se volvió a saber nada. Él mismo escribió, con cierta ironía, sobre el resultado de su propuesta: “Fue sometida a votación. Y tuve el triunfo más rotundo de mi vida: tres votamos a favor. Todos los demás, en contra”.
Sin duda, no gozaba del apoyo corporativo de la CEA. La 34ª Asamblea Plenaria del Episcopado, en la semana del 25 al 30 de octubre de 1976, con la presencia de 58 obispos de todo el país, fue la primera a la que concurrió Novak, ordenado obispo de Quilmes el 19 de septiembre de aquel año. Él mismo relata en una serie de entrevistas sus sensaciones y posiciones:
“Tuvimos la visita de Martínez de Hoz, que nos habló dos horas largas. Y cenó con nosotros, y estuvo disponible para algunas consultas después de la cena. Entonces, prácticamente mi primera intervención fue al día siguiente, pedí la palabra y dije que nos habíamos declarado como cuerpo a favor del gobierno (...) entonces pedía que también pudieran acceder los de la vereda de enfrente del ministro: los obreros, la gente (...). Después vinieron los generales Jáuregui y Martínez, lo mismo, toda una sesión, comieron con nosotros (...). Son pruebas contundentes (...) de que el Episcopado como colegio estaba afectivamente con los militares (...) Después se discutía si a los religiosos, las religiosas, se les podía dejar media hora. Los obreros (...) pedían por favor ser escuchados por los obispos (...) no podían cenar con nosotros [fueron atendidos] en la portería, con los obispos que querían, no obligados como estábamos nosotros a escuchar a Martínez de Hoz y compañía (…). Todo lo que llamamos derechos humanos (...) también en otros aspectos (...) la cuestión social, la política socioeconómica que terminó cerrando fábricas (...) la democracia (...) es una opción histórica (…) eran impresionantes las medidas contrarias al movimiento obrero (…) la primera plana de un diario... decía ‘los obreros apelaron al Congreso Mariano’ (...) no había Congreso Nacional y apelaron al Congreso Mariano. Pero en la oración de los fieles ni por asomo hubo una mención. Cuando los obreros pidieron ser atendidos en la Asamblea, reiteradamente (...) nunca fueron atendidos en la sala (...) después de cena, en la portería (...) escuchamos también a la otra parte”.
En este texto y tantos otros, se aprecia el fuego y la pasión de un hombre identificado con el proyecto de Jesús y la centralidad de los pobres, bajo la apariencia de hombre sereno y moderado en tiempos tan crueles. Marcelo también es una persona serena y moderada. Admiro los buenos modales y la tranquilidad con las que atendió el requerimiento periodístico de Eduardo Feinmann: yo no hubiera soportado ni un minuto.
Me entusiasma que en estas pocas horas de presidente de la CEA, la ambigua prensa argentina haya lanzado frases tales como:
- “El arzobispo Colombo está formado en la tradición del mítico Jorge Novak, cofundador del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos y que, junto con Jaime De Nevares y Miguel Hesayne, formó parte del trío de obispos que denunció de manera insistente las violaciones a la dignidad humana que perpetraron durante la última dictadura militar. ‘Este compromiso con el pueblo fue motivo para ser tildado de ‘obispo rojo’ por los militares, y también le ocasionó la incomprensión de varios de sus colegas. Su prédica en favor de los más pobres, su vida austera, su bajo perfil y su gran espiritualidad van en estrecha consonancia con la defensa de los Derechos Humanos por él ejercida’, se lee en la descripción del Obispado de Quilmes sobre quien fuera su primer líder” (Infobae).
- “Advertencia del nuevo jefe de la Iglesia al Gobierno: Que las reformas económicas sean con la gente adentro” (Perfil).
- “La Iglesia elige como autoridad máxima a un obispo crítico del Gobierno. Con una marcada impronta social, Marcelo Colombo sucederá al obispo Oscar Ojea al frente del Episcopado” (La Nación).
- “Marcelo Colombo, el hombre más importante de la Iglesia, dejó un mensaje para Javier Milei. El nuevo presidente de la Conferencia Episcopal entiende que la política forma parte de su agenda y apostará por tener ‘una comunicación fluida” con el gobierno nacional’ (El Sol, Mendoza).
Los creyentes deseamos a menudo que el Espíritu Santo guíe a quien queremos que tenga una buena vida o, en este caso, un feliz ejercicio de su nuevo rol en la CEA. Adhiero fervientemente a este deseo. Pero por las dudas le agrego otro un poco menos religioso con reminiscencias de los jóvenes de esta generación: querido Marcelo, al comienzo de este recorrido, no olvides presionar el botón “modo Novak”. La Iglesia Argentina lo necesita para no repetir viejas historias.
* Marcelo Ciaramella integra el Grupo de Curas en la Opción por las y los Pobres.
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