BORGES SIGUE DANDO CÁTEDRA
Dar clases en la facultad de Filosofía y Letras, los años felices en la Universidad de Buenos Aires
Entre 1956 y 1968 la cátedra de Literatura Inglesa y Norteamericana de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires estuvo a cargo de Jorge Francisco Isidoro Luis Borges (Buenos Aires, 1899-Ginebra, 1986), quien encaraba la parte correspondiente al Reino Unido, mientras que el fragmento estadounidense quedaba bajo responsabilidad de su adjunto, Jaime Rest. Sin título universitario ni el prestigio intelectual cosechado luego, el autor de El Aleph se presentó al correspondiente concurso de antecedentes junto con un grupo de aspirantes al mismo cargo que habían presentado frondosos curriculum, pletóricos de cargos docentes, traducciones, publicaciones y data de rigor. Borges se limitó a enviar una esquela que rezaba: “Sin saberlo, me he venido preparando para este cargo a lo largo de toda mi vida”. Así obtuvo el conchabo “y pasé diez o doce años felices en la Universidad”. Tenía cincuenta y siete años y, hasta casi los setenta, acudió puntualmente al viejo edificio de la calle Viamonte; edad en la que hoy en día se jubilaría de prepo hasta al más insigne docente.
En el ciclo lectivo de 1966 ya se grababan las clases teóricas a fin de que el alumnado las utilizase como apuntes. Las desgrabaciones —ayer como hoy— eran transcripciones por lo general realizadas por pobres mortales que con ese laburito arrimaban algún billete y poco y nada sabían si se trataba de letras escandinavas, etnias birmanas u orografía de las cuchillas orientales. De modo que la cuasi traducción de lo desprendido de las muy primitivas cintas magnetofónicas resulta de una tarea tan heroica como prolija edición concretada por los superespecialistas Martín Arias Goldestein y Martín Hadis, que hallaron, compilaron, anotaron y limpiaron de impurezas las veinticinco clases magistrales dictadas por Borges en el último año de autonomía y democracia universitaria, el de la Noche de los Bastones Largos. La reproducción de los textos citados en Borges Profesor, sus traducciones, los anexos de fuentes anglosajonas, alfabeto rúnico, bibliografía e índices temático y cronológico, constituyen un plus que Arias y Hadis aportan a la curiosidad del lector y al regocijo del erudito.
Como se ha visto, ponderada por él mismo como una tarea de mayor trascendencia personal que la dirección de la Biblioteca Nacional y, acaso de mucho de su propia producción literaria, la cátedra parece haberle otorgado a Borges un universo paralelo al del funcionario gestor y conferencista. Entre las cuatro paredes del aula, el poeta de Palermo disfrutaba de la doblemente juvenil (“…es sabido que a los hombres de cierta edad los rejuvenece la compañía de los jóvenes”) intimidad de desplegar los juegos del lenguaje en que abrevaban sus inmensas lecturas, recatadas experiencias personales y selectiva memoria a la que poco importaba distinguir lo que era recuerdo y lo que rellenaba aquella imaginación, ese deseo. También, el breve, siempre seductor intercambio con los alumnos: a menudo convocaba a alguna discípula para que lea párrafos en inglés, diciéndole: “Vuelvo a pedirle su voz, señorita”.
Un aspecto entre poquísimo y nada conocido es el hallazgo de este flamante Borges Profesor en el que surge un narrador oral que se da el gustazo de concretar su personalísima versión de sagas más o menos célebres que van de lo milenario al siglo XIX. Bajo la explícita premisa de que “las intenciones de los autores son menos importantes que el logro de lo que ejecutan”, aborda temáticas y escrituras más marcadas por sus íntimas preferencias que por los cánones académicos encerrados en movimientos, escuelas, cronologías. Borges privilegia las tramas en general y las encerradas tanto en la prosa como en la poesía en especial, esa “suerte de cámara secreta, a manera del oro subterráneo que guarda la serpiente del mito. Ese oro antiguo es la poesía de los anglosajones”.
Pocos o nadie en su auditorio universitario se hallaba en condiciones de contravenir el escandinavo o anglosajón antiguos que el profesor recitaba y traducía de memoria a fin de sostener sus comentarios. Aparte de los rasgos épicos, reivindicaba la capacidad de invención de los autores, sobre los cuales montaba la suya propia. No sólo los argumentos sino la propia personalidad de los escritores escogidos eran desarrollados en una versión libre, tan circunscripta a los sucesivos estilos, que resulta arduo distinguir si correspondía al original o a lo versionado. Circunstancia que abre una faceta de creación literaria escasamente recorrida en la producción borgeana, el invento suple la inspiración y se incrusta en el centro del talento creativo. Haciendo pie en el “rasgo circunstancial”, proveedor de verosimilitud al relato, la invención se emparenta con los sueños, mejorados y trabajados a posteriori en la escritura. Clave en la producción de los textos, la poesía se enclava lógica y cronológicamente “anterior a la prosa. Parece que el hombre canta antes de hablar. Pero hay otras razones muy importantes. Un verso, una vez compuesto, actúa como un modelo. Se lo repite una y otra vez y llegamos al poema. En cambio, la prosa es mucho más complicada, requiere un esfuerzo mayor. Además, no debemos olvidar la virtud mnemónica del verso.”
Al cruzar Coleridge con Macedonio, Verlaine con las sagas vikingas, Eliot con Manrique, el profesor Borges se emparenta con Stevenson al sumir la prosa como el mecanismo destinado a “crear una expectativa en cada párrafo; el párrafo tiene que ser eufónico. Luego, defraudar esta expectativa, pero defraudarla de un modo que sea eufónico también”, cuidando que lo importante “no es el sentido que tengan las palabras, sino el sonido. Lo cual desde luego es cierto”. Es en tales reflexiones donde teoriza, da a conocer su parecer en cuanto a la técnica de la escritura, donde el legado de Borges se potencia al subsumirse en relatos de textos, personajes y autores, tan reproducidos como enriquecidos. Obras en sí mismas, las veinticinco clases de Borges Profesor otorgan paño a que los expertos entretejan teorías de variopinta laya, algún genio centre su obsesión en que en ningún momento habla de Shakespeare, y el lego lector vuelva a regocijarse con ese decir inmortal que ahora retorna en el tamiz de una oralidad calculada.
FICHA TÉCNICA
Borges Profesor – Curso de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires
Jorge Luis Borges
Edición, investigación y notas de Martín Arias y Martín Hadis
Buenos Aires, 2019
528 págs.
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