Mister Bolivia

En octubre también hay otras elecciones, para dirimir quién será (o seguirá siendo) Presidente boliviano

 

El próximo mes de octubre viene electoralmente cargado en el Cono Sur. El 20/10 se votará en Bolivia y el 27/10 se lo hará en Argentina y Uruguay. Se trata en los tres casos de elecciones generales, es decir de comicios en los que se elegirán Presidente y vice, se renovaran las respectivas legislaturas nacionales (senadores y diputados) y diversos cargos y posiciones de nivel provincial e incluso municipal. En los tres países, la elección presidencial es a doble vuelta (ballotage).

En un contexto en el que prevalece una ofensiva dirigida a recuperar control sobre lo que altísimos funcionarios del Departamento de Estado denominan ya sin tapujos “nuestro patio trasero”, es mucho lo que está en juego. En Bolivia y Uruguay se sostienen gobiernos que han elegido una vía que por comodidad denominaré autonomista. En Argentina ocurre todo lo contrario: el completo fracaso económico y sus inevitablemente profundas secuelas sociales –consecuencia de un tan irrestricto como irresponsable alineamiento con las políticas neoliberales y con los Estados Unidos— del gobierno encabezado por Mauricio Macri  abren la posibilidad de su reemplazo por una renovada opción también autonómica.

Teniendo en cuenta la importancia de no perder de vista el marco general que se acaba de esbozar, en lo que sigue se examinará exclusivamente el caso boliviano.

Como bien se sabe, Bolivia comenzó una singladura autonomista con el triunfo de Evo Morales en las elecciones generales de diciembre de 2005, que se repitió en la de 2009 y en la de 2014.

Con los restos de su otrora fino olfato sociológico, Fernando Henrique Cardoso saludó esta proyección política de Evo tempranamente, calificándola como una de las revoluciones más importantes  de las sucedidas en América Latina, pues materializaba –por primera vez— de manera amplia y orgánica, una participación política de los pueblos originarios. Ha habido algunas otras en la región. Por ejemplo en Quetzaltenango, Guatemala, se formó al comienzo de los años 70 el Comité Xel-Jú impulsado por integrantes de la etnia k'iché (una de las 22 de origen maya que persisten en ese país), que se desenvolvió en el plano municipal. Más recientemente, Rigoberta Menchú –también perteneciente a la antedicha etnia— ha incursionado en política en el  plano nacional con su partido Winaq, pero con escaso éxito.

Como complemento de este poderoso pilar que sostiene tanto el régimen político instalado por Evo cuanto su propia navegación presidencial, puede señalarse la Constitución Política del Estado, promulgada en febrero de 2009, que consagra con absoluta claridad los derechos de los pueblos originarios.

Otro sustento fundamental de Evo es el sostenido crecimiento económico de Bolivia. Conforme a datos del World Economic Outlook Database del Fondo Monetario Internacional, de abril de 2019, el cambio porcentual promedio del PBI entre 2009 y 2018, a precios constantes, de Bolivia, ha sido el  mayor de Sudamérica con un incremento del 4,768%; en segundo lugar se ha ubicado Paraguay con un crecimiento del 4,412% y en tercer lugar Perú, con un aumento del 4,332%. Argentina y Brasil presentan un magro incremento de 0,988% y 1,216% respectivamente. En lo que respecta al PBI per cápita a precios constantes y en las respectivas monedas nacionales, según la fuente ya indicada, las dos primeras posiciones fueron ocupadas por Paraguay y Bolivia.

Vale decir que durante los gobiernos de Evo ha habido un notorio crecimiento económico y también una apreciable mejora del PBI per cápita, lo que sería un indicador –imperfecto pero no desdeñable— de una mejora en la vida de la gente.

En este contexto social y económicamente saludable ocurrirán las próximas elecciones, en la que ya está en marcha una campaña mediática y judicial, lanzada a impedir las postulaciones de Evo y de Alvaro García Linera a presidente y vicepresidente respectivamente. No es difícil imaginarse por qué. El autonomismo boliviano y la buena marcha del modelo de desarrollo escogido disgustan mucho a la gran potencia norteña. Y los partidos de la oposición se relamen frente al festín de bonanza que les podría tocar en suerte.

En el plano judicial hay un duro núcleo conflictivo, que arrancó a comienzos de 2016. Casi en las vísperas del referéndum convocado para aprobar o rechazar la posibilidad de que se permitiera una reelección presidencial, impulsado por el oficialismo, se pusieron en macha fake news destinadas a deteriorar la imagen de Evo. El periodista Carlos Valverde “reveló”, el 3 de febrero del antedicho año, que el presidente Morales tenía un hijo llamado Ernesto Fidel Morales, fruto de su relación con Gabriela Zapata, que habría ocultado. Mostró incluso una partida de nacimiento –que luego se constató que era falsa— que indicaba que había nacido el 30 de abril de 2007. Se le dio amplia difusión mediática y tuvo un impacto considerable. Y aunque luego se logró establecer que era una completa patraña, el daño estaba hecho. El 21 de febrero se realizó la consulta que dio 51,3% de votos por el no y 48.7% por el sí. Sin embargo, con base en el articulado de la Constitución boliviana y en normas sobre Derechos Políticos de la Convención Americana de Derechos Humanos, el Tribunal Constitucional Plurinacional de Bolivia declaró inconstitucional la expresión “por una sola vez de manera continua” de la Ley de Régimen Electoral, el 28 de noviembre de 2017. Y dejó así abierta la posibilidad de una nueva postulación del binomio Morales-García Linera.

Esta disposición fue acatada por el Tribunal Supremo Electoral, sobre el que cayó entonces el hostigamiento de los partidos de oposición, que lanzaron una campaña en su contra. Pujaron inicialmente por conseguir la renuncia de sus integrantes, a quienes les fijó la fecha límite del 31 de mayo. Como no hubo dimisiones programó, el próximo lunes 10 de junio, una marcha a la ciudad de La Paz para reclamar  ante aquel Tribunal la impugnación de las candidaturas de Evo y García Linera. También ha exhortado a la Policía Boliviana y a las Fuerzas Armadas a que hagan cumplir la Constitución y se unan a las demandas de la población: una peligrosa cantinela golpista que hemos visto impulsada también en Venezuela.

Concomitantemente con lo anterior, los candidatos a presidente de la oposición Carlos Mesa (Comunidad Ciudadana), Carlos Ortiz (Bolivia Dice No) y Samuel Doria (Unidad Nacional) martillan actualmente sobre presuntas conexiones de funcionarios gubernamentales con el narcotráfico, según informa el periódico de La Paz, El Diario, del 6 de junio. Estas informaciones han sido retomadas y puestas al aire por CNN en Español. En el mismo sentido informa distorsionadamente el cruceño El Día, que muestra fotos de actos políticos en las que se ve a dirigentes del MAS junto a grupos de personas del  público concurrente, entre las cuales habría narcotraficantes.

A este ya conocido menú  puede agregársele la siguiente anécdota. En 2008, Evo expulsó al entonces embajador de los Estados Unidos en Bolivia, Philip Goldberg, al que acusó de intromisión en asuntos internos. Desde entonces el país de norte está representado por un encargado de negocios. El Ministro Consejero Bruce Williamson ocupa actualmente ese cargo. En un acto protocolar, a comienzos de 2018, Evo le espetó: “Enfrentamos muchas conspiraciones y ojalá, soy sincero y directo, otra vez la embajada de Estados Unidos no conspire contra pueblo boliviano”. El alto funcionario norteamericano, interrogado por los medios al terminar el evento, se limitó  responder: “No vamos a conspirar contra Bolivia, gracias”. ¿Será verdad o estará ya la flecha en el aire?

En el plano estrictamente electoral, la última  encuesta realizada por el diario paceño La Razón, publicada el 19 de mayo pasado, da los siguientes resultados, que todavía deben ser tomados con pinzas:

Morales:   38,1%

Mesa        27,1%

Ortíz          8,7%

Resto       10,1%  (cinco candidatos)

Indecisos: 16,0%

No hay suficientes sondeos todavía que posibiliten comparaciones y especulaciones mínimamente consistentes.

En cualquier caso conviene mantenerse atentos a lo que ocurra en nuestro acechado vecindario: la insurgencia de la oposición contra los candidatos oficialistas viene creciendo. Y la injerencia externa desestabilizadora puede estar agazapada a la mera vuelta de la esquina.

 

 

 

 

 

 

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