Blindados
Juntos por el Cambio reemplazó las promesas por amenazas de campaña
“He anunciado un blindaje que nos saca del riesgo y crea una plataforma extraordinaria para el crecimiento”, explicó Fernando De la Rúa el 22 de diciembre del 2000 al presentar un acuerdo con el FMI y otros organismos financieros de 39.700 millones de dólares, el mayor de la historia argentina hasta ese momento. “El 2001 será un gran año para todo, ¡Qué lindo es dar buenas noticias!”, concluyó.
Unos meses antes, apenas asumido, el gobierno de la Alianza había anunciado otro acuerdo con el FMI, que preveía el desembolso de 7.400 millones de dólares. “El acuerdo es una muestra de la solidez del programa económico de la Argentina, sin que esto signifique ninguna condicionalidad por parte del FMI” aseguró con visible entusiasmo el Vicepresidente Chacho Álvarez, sin percibir la contradicción entre una economía sólida y la necesidad urgente de apoyo financiero.
Entre esos dos acuerdos virtuosos, Álvarez renunció a la vicepresidencia de forma indeclinable. La razón fue el escándalo político generado por las supuestas coimas cobradas por algunos senadores para votar la ley de flexibilización laboral, una de las condiciones exigidas por el FMI para otorgar ese préstamo que no tenía condiciones. Álvarez apoyó con ahínco el proyecto de ley pese a ser contrario al programa electoral de la Alianza. Para el Vicepresidente, lo escandaloso no fue traicionar el contrato electoral al votar una iniciativa contraria a los intereses de los trabajadores, sino no hacerlo de forma gratuita.
Pocos meses después del anuncio de aquel blindaje que impulsaría el crecimiento, José Luis Machinea –el ministro de Economía cuyo equipo lo había negociado– fue reemplazado por Ricardo López Murphy el Breve. El nuevo ministro anunció un ajuste viril en varias áreas, incluyendo educación, y fue eyectado de su despacho por el rechazo de Franja Morada.
Luego fue el turno de Domingo Cavallo, apoyado por una parte del establishment pero también por el renunciado Álvarez. No sin cierto candor, consideraban que el padre de la convertibilidad era el más indicado para terminar con su criatura. Cavallo inició su gestión con la estafa del megacanje, un canje de bonos soberanos que según el experto en ingeniería financiera Moisés Resnick Brenner generó un perjuicio hacia la Argentina valuado en 55.000 millones de dólares. Pero la conjunción del blindaje y del megacanje no logró atenuar la crisis. En noviembre del 2001 el Fondo le soltó la mano De la Rúa al frenar nuevos desembolsos del crédito ya acordado. El último manotazo de Cavallo fue el “corralito”, un cepo a los depósitos de los ahorristas más chicos (para el momento que Cavallo lo anunció, los que disponían de información privilegiada ya habían transferido al exterior unos 18.000 millones de dólares. Fue la última decisión antes de presentar su renuncia.
Sin los fondos del FMI, sin margen político y sin el apoyo de su propia coalición, el escaso poder de De la Rúa se evaporó. Apenas unas horas después huía en helicóptero dejando un país en llamas y un tendal de muertos. “Me dejaron solo en la pelea con el Fondo Monetario Internacional, que era la expresión peor del capitalismo retrógrado”, afirmó el ex Presidente en el 2014, dándole la razón póstuma a Néstor Kirchner por haber sacado a ese socio retrógrado de la mesa de negociación al cancelar la deuda.
Hace unos días, Patricia Bullrich, ex Ministra Pum Pum y precandidata presidencial de Juntos por el Cambio, prometió terminar con el cepo, es decir con las disposiciones cambiarias que regulan la adquisición de divisas de las reservas del Banco Central. Consideró, asombrosamente, que limitar el acceso a las reservas en realidad las disminuye: “Estamos convencidos de que hay que abrir rápido el cepo (...) para que lleguen las inversiones”. Relanzó de esa forma el espejismo de la lluvia de inversiones, esa que nunca llegó cuando el gobierno de Cambiemos eliminó el cepo apenas asumió, en 2016. Por si quedara alguna duda, la ex ministra aclaró cómo piensa conseguir los miles de millones de dólares necesarios para responder a una demanda de divisas sin restricción alguna: “Esperamos un acuerdo con el FMI que nos blinde en dólares”. Un nuevo blindaje.
Frente a la crítica de propios y ajenos por la utilización de un término con tanta carga negativa en la memoria de los argentinos, Martín Siracusa, asesor económico de la precandidata, utilizó su ignorancia como excusa: “Tuve que googlear qué era blindaje”. La indiferencia de nuestra derecha hacia la historia, incluso reciente, nunca deja de sorprender. Por su lado, López Murphy, quien apoya la candidatura de Bullrich, afirmó que “el esfuerzo que se hizo en 2001 fue incomprendido pero era necesario”. Al parecer, las muertes deberían ser mejor comprendidas la próxima vez.
Dejando de lado la revolución de la alegría y los globos del 2015, Juntos por el Cambio elige transitar un camino en la que ya no hay promesas, sólo amenazas de campaña. Propone hacer lo mismo que durante el gobierno de Cambiemos pero más rápido, como lo han repetido en estos años tanto Mauricio Macri como Bullrich. La coalición opositora redobla la apuesta y busca llevarnos 20 años atrás: esta vez la referencia es 2001, la mayor crisis política y social desde el colapso de la última dictadura cívico-militar.
Por si quedara alguna duda sobre las amenazas de campaña, el equipo de la precandidata hizo circular un video en el que se la ve rodeada de simpatizantes que entonan un simpático canto llamando a construir “una Argentina en la que estemos todos menos Cristina”. A menos de un año del intento de asesinato de la Vicepresidenta, nuestra derecha vuelve a explicitar su apego lábil al consenso democrático posterior a 1983.
El gobierno de la Alianza empezó con sangre –durante la brutal represión en el puente General Belgrano, que une las provincias de Corrientes y Chaco– y terminó con más sangre, durante la debacle posterior a la renuncia de De la Rúa. La protesta social fue la respuesta a las mismas políticas que hoy propone implementar Juntos por el Cambio.
Si la realidad vuelve a fallar y otra vez esas políticas nos llevan al colapso, podemos sospechar cual será el final: basta con escuchar a López Murphy el Breve y recordar el 2001.
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