Biografía oral de una Madre

Un retrato íntimo y profundo sobre Hebe de Bonafini

 

Si hay algo que hizo Demetrio Iramain antes de que Hebe llegue al cielo, fue escucharla y grabarla todo lo que pudo. Y lo hizo como verdadero poseso, me consta. El resultado es una Hebe oral, directa, sencilla, de entrecasa, fiel a su voz. Después de eso no sabemos bien si ella, finalmente, fue admitida en el paraíso; pero de lo que sí estamos seguros es de que, allí donde esté, seguirá militando la causa de justos y humillados. Y nosotros seguiremos acá recordándola como era, con su lucidez a cuestas, con su franqueza, con su nivel de entrega.

Porque no queda duda que Hebe durante su vida fue una gran pasionaria, de esas personalidades complejas y simples a la vez; y esa es –quizás– la razón para que el cielo y el infierno se disputen su destino. Fue necesaria donde estuvo, fue guía, líder y hacedora de los tiempos colectivos por venir.

Así como algunos biógrafos del Che se preguntan si –acaso– ya en sus diarios y peripecias de juventud estaba prefigurada la potencia de lo que sería el comandante Guevara, de la misma forma podríamos pensar si aquella ama de casa de un barrio pobre de Ensenada prefiguraba la fuerza, el conato de lo que sería –más tarde– la histórica militante por los derechos humanos de la Argentina.

Dicho de otro modo: ¿Existe algo así como una precuela de Hebe de Bonafini?

Demetrio Iramain, poeta y periodista de fuste, sugiere algunas pistas cuando se sumerge en un ida y vuelta con la figura de Hebe. Es la obsesión por el origen de la pasión que la envuelve. Su capacidad rizomática de “devenir otra”, articular soluciones, respuestas simples y sorprendentes a problemas arduos y dolorosos.

Su fuerza radicaba en enfrentarlos a como dé lugar, y hacerlo con suma valentía. Asumiendo que en esa potencia de lo individual anidaba la potencia de lo colectivo, las Madres.

Los apellidos de los ancestros españoles de Hebe se corresponden con los oficios que desarrollaban en el pueblo: Pastor, por el padre, y Herrero, la familia de su mamá. Todos laburantes. Terror mediante, esos apellidos quedarán detrás de otro distintivo: Bonafini, el de su marido Humberto Toto Alfredo (fallecido en 1982), la única seña particular que se permitirán para reconocimiento individual de sus hijos.

Y en esto, la cuestión de los nombres no es tema menor en el movimiento de derechos humanos. La nominación –individual y colectiva– tiene simbología intensa, postula-performa maneras políticas de decir y hacer. De identificar. Así, la “socialización de la maternidad”, ese conmovedor proceso subjetivo que las llevó a reconocerse como Madres de todos los desaparecidos, y no sólo del hijo/hija propio/a, les imponía la reivindicación colectiva de los 30.000, y no la recordación nominal-individualidad, excepto el uso del apellido que la desaparición dejó vacante.

La desaparición forzada fue también un mecanismo con impacto en las identidades. Y en el caso de Kika (así la conocían todos en el barrio), pasó un día a ser Hebe (que en realidad ya era, pero no la reconocían de ese modo). Hebe en la mitología griega significa diosa de la eterna juventud, mito al que ella hizo honor hasta sus últimos días.

Con una infancia humilde y feliz, contenida entre la sobreprotección de la madre, la rebeldía de la abuela inmigrante y el mundo del trabajo de su padre (la fábrica de sombreros de la esquina de su casa), el tránsito de Kika hacia su posterior destino nos lleva a preguntarnos sobre los arcanos de su identidad.

¿Qué es, entonces, lo que diferencia a esta biografía de Hebe María Pastor de Bonafini de otras biografías anteriores? Pues, la manera de ser contada y una vuelta a la mirada de la Hebe antes de ser Hebe. A Kika que habla sobre Hebe.

No hay aquí interpretación narrativa, algo así como una mediación en el relato, sino la palabra literal de lo que ella dicta/cuenta en voz alta y de lo que Demetrio Iramain transcribe tras 99 encuentros consecutivos ocurridos durante la pandemia, en el que sólo encendían el grabador y eran horas y horas de relato, como un ovillo que se iba des-haciendo en el aire.

Después había que desgrabar, sistematizar todo el material, organizarlo, entrecomillar, referenciar, titular y serle fiel –más que nunca– para no obturar la fuerza de esa voz.

Se trata del reflejo de un tipo de recuerdo asombroso, al mejor estilo Funes, el memorioso, que va desplegando detalles extremadamente precisos del pasado. Los tiempos de Kika: cada cuadra del viejo Ensenada, con sus comercios, sus casillas, los nombres y apellidos de cada vecino, el momento de nacimiento de sus hijos Jorge y Raúl, el trabajo de su esposo, las tareas del hogar, etcétera. Y allí aparecen los olores, colores, texturas, sabores, breves impresiones que son retrato de una época, y que también la pintan de cuerpo entero. Allí aflora esa otra parte de su personalidad, la menos conocida.

Una de los aspectos interesantes del libro es que se puede bajar –con un código QR– la voz de Hebe describiendo su propio álbum familiar, que se acompaña como anexo fotográfico en la parte final. Allí se puede escuchar:

–Deme… foto 1: Mamá y papá… Deme, en la foto: mamá…

Debo confesar que estos audios me causaron cierta risa, porque parecen estar grabados en secuencia y se nota que Hebe, sentada en la mesa de la cocina de su casa, se los iba enviando a Demetrio a medida que estudiaba cada foto. Quienes están, cuándo fue tomada, etcétera. Por momentos la descripción es tan íntima que se abre al silencio, y entonces se detiene en puntos concretos, con anécdota incluida:

 

 

–Deme, foto 4: mamá el día de su compromiso, donde el fotógrafo le prestó este zorro que ella tiene puesto, esa piel, para que ponga la mano y se le vea el cintillo, porque era el día que se había comprometido. La foto es de 1927.

¡El punctum!, diría Roland Barthes sobre este detalle en el comentario.

 

 

A medida que uno pasa las páginas de Hebe y la fábrica de sombreros vuelve esa idea de precuela a la que hacíamos referencia en un principio, donde Kika (que deviene del “Francisca” por su padre Francisco Pastor), es una desconocida y abnegada ama de casa proveniente de un barrio humilde, a la que un día le secuestran a sus dos hijos.

Ese es el momento cuando todo cambia. El momento en el que ella sostiene (como sostienen todas la Madres) que es parida por sus hijos.

La pregunta es si, para entonces, Kika ya era a Hebe o nunca dejó de serlo; o si hubo una suerte de desplazamiento, o cuando apareció la Hebe que conocemos aprendieron a vivir juntas. Puede ser Kika en la cocina haciendo una tarta, pero también Hebe en la plaza dando un discurso.

A diferencia de otras biografías donde el personaje público termina devorándose al que era antes, en este caso parecen seguir habitando la Kika, la gorda, la Salmona (que da nombre a su programa radial) y otros tantos personajes que exhibió alguna vez en su amado radioteatro.

Los que la conocieron de cerca saben bien de lo que hablo. No puedo dejar de entrever la forma del relato amoroso que surge de esta Hebe oral, contraria a la imagen de bravura con la que muchos la recuerdan. Hay un tejido de sensibilidad en la voz, una cadencia tierna, dulce, poética. Como si se tratara de un último gesto para que la recuerden también así.

En todo caso es mérito del biógrafo (y seguro, por el nivel de confianza que le ha tenido la biografiada) provocar sensaciones, alcanzar ese sutil registro de alteridad.

En definitiva, luego de leer este libro pienso que si hay algo que se extraña y le falta a esta Argentina de hoy, es volver a los destellos de Hebe.

Recordarla, traerla al presente con el corazón.

 

Fragmento

Si la familia fue, para Hebe, la primera casa, la patria más próxima, el mundo aquí nomás, qué crueldad cuando esa casa, la patria más cercana, la inmediatez del mundo se convierten en el peor enemigo, el cómplice más efectivo de un dolor exclusivísimo, inconmensurable, único: la desaparición de los hijos.

¿Existirá algo más grande que esa maldad? Evidentemente sí: el amor de Hebe, el odio de Hebe, la resistencia de Hebe, las respuestas a todo de Hebe, al modo de Hebe, el único posible; la furia de Hebe, el cielo celeste que se sube a los ojos de Hebe, hace salir al sol y alumbra desde allí a la tierra, aquí abajo, desde arriba del mundo.

(…) Para lo posible, los diputados; para los juicios, los abogados. Para lo imposible, los pueblos; para la lucha, las Madres de Plaza de Mayo.

 

Ficha

 

 

Autor: Demetrio Iramain.

Título: Hebe y la fábrica de sombreros.

Editorial: GES, 2023.

Se puede conseguir aquí.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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