BERGOGLIO EXPLÍCITO
En la reedición de la Historia Política de la Iglesia Católica, Verbitsky descorre los velos que el Papa oculta
Los fantasmas del papa Francisco son ciento setenta y ocho páginas que operan al modo de síntesis integradora de las ochocientas cincuenta y seis que integran esta flamante edición de La mano izquierda de Dios, último tomo de los cuatro que integran la Historia Política de la Iglesia católica argentina de Horacio Verbitsky (Buenos Aires, 1942). Capítulo introductorio que quiebra el orden cronológico con que está dispuesta originalmente la obra, Los fantasmas… aporta datos, escenas y testimonios que resignifican, al modo de un prisma que ilumina las renovadas prácticas sociales de la bimilenaria institución, a través del accionar del sacerdote argentino Jorge Mario Bergoglio, hasta su desempeño como papa Francisco.
Reedición luego de diez años en que los primigenios ejemplares fueron escondidos por la empresa a cargo de la primera versión, en consonancia con las presiones eclesiásticas para que el texto nunca se difundiese, la presente de Editorial Las Cuarenta aparece al sumo cuidado de Diego Sztulwark (también autor de Vida de Perro). Dotado como nunca de esa prosa en la que confluyen la sistemática de Walsh, la palabra justa de Urondo y la poética política de Gelman, Los fantasmas del papa Francisco centraliza la presente reseña, sin desmedro de los contenidos del resto del volumen, ya total o parcialmente conocidos y no por ello menos imprescindibles.
Introducción que apunta a “discernir cómo fue posible que una institución cuyo fundamento expreso es hacer el bien haya participado del mal absoluto”, devela los pormenores que se escabullen detrás de la pretensión de erguirse “como dique de contención a la barbarie neoliberal” desde la caída del comunismo. Transcurridos siete años de la entronización de Bergoglio en el trono pontificio, el piloto de El Cohete a la Luna expone “un trabajo que esclarece el rol que jugó la institución eclesiástica, sin cuyo conocimiento es imposible entender la historia argentina de los últimos tres siglos”. Suple y sintetiza, con tal espíritu, la biografía inconclusa iniciada por el autor en 2013 titulada Piel de cordero, el lado oscuro del papa Francisco, suspendida en consideración a su aprecio por “las posiciones políticas que comenzó a sostener el Vaticano” tanto como a fin de apartarse de cualquier eventual alineamiento “con sus detractores de la derecha confesional”.
Con eje central en las desapariciones de los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics en 1976, el texto de Verbitsky avanza sobre la responsabilidad del actual papa en aquellos hechos y su concomitancia con otras complicidades, encubrimientos y falacias, algunas desconocidas cuando no opacadas. Fiel a su compromiso con una verdad que nunca requiere de adjetivaciones para legitimarse, el autor encuentra su anclaje en acontecimientos concretos. Modelo ejemplar de ello es la investigación sobre la propiedad de la isla del Tigre donde los genocidas de la Escuela de Mecánica de la Armada escondieron a un nutrido grupo de prisioneros en 1979. Quien le brindó al autor el dato del expediente que corrobora que aquella isla pertenecía al Arzobispado fue el propio Bergoglio. De puño y letra, el documento consta en el libro. “Sin embargo, ante los tribunales negó haber sabido de la existencia de ese lugar, que lleva el emblemático nombre de ‘El Silencio’”, y que diera lugar a otro libro. Evidencia rotunda que exime de consideraciones melindrosas acerca del doble discurso y abre el camino para demostrar que las que aparecen como contradicciones distan de serlo. Se trata de una política consciente y sistemática.
El juego a varias puntas de la Iglesia de modo alguno emerge como una invención original del papa argentino sino que constituye una práctica social acendrada en el Estado Vaticano, cuya colaboración con los regímenes autoritarios se extiende más allá y más acá del caso más conocido en el siglo XX, el de Pío XII con Hitler y Mussolini, y cuya sombra “aún asedia las noches del papa Francisco”. Razón de Estado, describe Verbitsky, cubierta dentro de la premisa “sí, no, ni y todo lo contrario”. En tamaña senda se inscriben los comienzos fundamentalistas, tejes y manejes dentro de la Compañía de Jesús, macartismo duro, connivencias con dictadores, demonización de la droga y el aborto, capellanes torturadores, chanchullos financieros, marketing demagógico, vivillos, vivos, muertos y matados.
Prestidigitaciones discursivas, las eclesiásticas, que en Los fantasmas… se comprueban dirigidas a la ablación de una política que tendía a “la liberación total del hombre e iluminar el proceso de cambio de las estructuras injustas y opresoras”, y su reemplazo por un asistencialismo incapaz de lesionar las bases de la desigualdad. En este punto nodal, el esclarecimiento de los secuestros de Yorio y Jalics, exponentes rotundos de la opción misional por los desposeídos, se convierte en el paradigma de un accionar cómplice que cobró las vidas de otros pastores. Mujica, Angelelli, los palotinos y decenas de catequistas, fieles y curas aniquilados en toda América Latina demuestran una acción sistemática de dictaduras y dictablandas, sostenidas por las respectivas curias, que asimismo comprendió la justificación de los perpetradores.
A la contundencia de documentos y testimonios, Verbitsky suma detalles en apariencia mínimos que sin embargo sirven a fin de delinear los perfiles de los personajes responsables del latrocinio. Al referirse a la influencia sobre Bergoglio del defensor de dictaduras, el laico “raro espécimen de peronista uruguayo” Alberto Methol Ferré, el autor reproduce una aseveración del historiador británico Austen Ivereigh, quien les adjudica ser “compañeros de lecho, creyentes en la tradición nacional y popular”. Más adelante, al adentrarse en los primeros pasos del hoy pontífice, revela el inicial apego del cura oriundo del barrio de Flores a cierto tradicionalismo integrista. Reproduce los recuerdos de un seminarista jesuítico: “A los estudiantes nos hacía leer laudes en el coro, cosa que San Ignacio (el fundador de la Orden) no aceptaba. La estola, de terciopelo o bordada en oro, se la colocaba cruzada, como antes del Concilio (Vaticano II°). Usaba la más suntuosa cuando celebraba en los barrios porque decía que al pueblo le gustaba ver a Evita como una reina”.
Telefilms, libros y artículos periodísticos lanzados en la operación de lavado de imagen, por la de una cruza entre un Perón con brote místico y un Ceferino Namuncurá (Tío Tom de las pampas) eslavo. Campaña que comprende distintos tiempos y éxito dispar, antes y después de la consagración como Francisco, es diseccionada minuciosamente en Los fantasmas… junto al contraste con documentos cercenados. Sin que el autor lo explicite en forma manifiesta, se colige una institución sostenida como lo que es, un Estado teocrático regido por una gerontocracia masculina verticalista, al que sus funcionarios en cualquier parte del orbe han de rendir ciega obediencia, aún por encima de las regulaciones establecidas en las naciones donde cumplen sus ministerios. La alianza permanente con las estructuras de poder global resulta prioritaria para sostener su statu quo y se fortalece a medida que intenta recuperar la feligresía ahuyentada en el último siglo por sus mismas prácticas. Eso sí: bajo una pátina asistencialista, sin osar conmover las raíces de la opresión que promueve la desigualdad.
FICHA TÉCNICA
Los fantasmas del papa Francisco (Introducción)
en La mano izquierda de Dios
Horacio Verbitsky
Buenos Aires, 2020
856 páginas.
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