Luis Inácio Lula da Silva pareciera tener respuesta a todos los grandes temas regionales y globales. Ratificó la importancia de la Unión de Naciones Sudamericanas, lo que significó un inmediato relanzamiento de la UNASUR, prácticamente enterrada por su predecesor, Jair Bolsonaro. Recuperó el contacto de alto nivel con todos los actores de la política interna venezolana. Y envía señales, de uno y otro calibre e intensidad, sobre casi todos los temas complejos de la actual realidad latinoamericana.
En clave de “no alineamiento”, desde casi su primer día de gobierno Lula tomó la palabra con respecto a la guerra Rusia-Ucrania. En la nueva filosofía internacional promovida desde Brasilia, todo vale menos esconderse.
Reactualizando el reconocido liderazgo que tuvo en sus gobiernos anteriores, el Presidente brasileño lanza la propuesta de un Grupo de Paz, busca alianzas de primer nivel y apuesta a una solución negociada del peor conflicto bélico que golpea a Europa en lo que va de este siglo. Una guerra, que como bien lo recuerdan numerosas voces provenientes de África, Asia y América Latina, no solo promueve mayor inestabilidad mundial y amenaza con inflamar nuclearmente a la Tierra, sino que además ya tiene repercusiones dramáticas para las naciones “periféricas”, especialmente en lo que hace a los precios de alimentos y energía y los estallidos inflacionarios.
La segunda semana de abril, sin pedirle permiso ni a Washington ni a Bruselas, Luiz Inácio da Silva visitó China. En Beijing participó de una cumbre con Xi Jinping y tuvo encuentros con sectores relevantes de la industria y el comercio, con quienes se negociaron convenios que favorecerán a una reindustrialización del país sudamericano. Desde 2009 China es el mayor socio comercial de Brasil y su comercio bilateral alcanzó la cifra récord de 150.500 millones de dólares en 2022, con un superávit de 28.600 millones para Brasil. Adicionalmente, los dos países acaban de anunciar un nuevo acuerdo para facilitar el comercio y la inversión en monedas locales, lo que se considera un duro golpe a la hegemonía del dólar. Un reciente análisis de la versión en portugués de Le Monde subraya que Lula se enfrenta a innumerables retos al inicio de su mandato, pero la cooperación con China puede ser estratégica para Brasil en la medida en que lo ayude a lidiar con estos tres grandes desafíos: la erradicación del hambre y la extrema pobreza (así como la promoción e intensificación de la agricultura familiar); la reindustrialización, y el retorno de Brasil para ocupar un rol geopolítico relevante a escala regional y mundial.
Durante su visita a China, Lula también acompañó a Dilma Rousseff a Shanghai para su investidura como presidenta del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) en la sede central del mismo. El NBD es una instancia multilateral creada a mitad de la década pasada. Cuenta con la participación de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (los denominados BRICS) y busca convertirse en una alternativa a instituciones que están bajo la hegemonía de los Estados Unidos como el Banco Mundial. Durante su gira, Lula puso explícitamente en cuestión el rol del dólar estadounidense como moneda predominante en los intercambios internacionales.
El lunes 17 de abril, un día después del regreso de la comitiva brasileña de su viaje a China y los Emiratos Árabes Unidos, el ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Mauro Vieira, recibió a su par ruso Serguéi Lavrov, quien iniciaba una gira diplomática por América Latina. Nuevamente, se alzaron algunas voces en Washington tratando de identificar, sin lograrlo, a Brasil y a Rusia como parte de un mismo campo en el conflicto bélico con Ucrania. En los últimos cuatro meses, las autoridades brasileñas han insistido reiteradamente en la necesidad de lograr una solución pacífica, negociada y a corto plazo para la confrontación ruso-ucrania. Sin ahorrar críticas a ciertas potencias occidentales por continuar incentivando esta guerra, el mensaje de la diplomacia brasileña en función de la paz fue el mismo en Beijing que en el encuentro con Lavrov en Brasil.
Diplomacia y solidaridad
La ofensiva diplomática impulsada en varios frentes por el gobierno de Lula coincide, además, con una nueva dinámica en el terreno internacional promovida al unísono por los movimientos populares de su propio país.
A fines de marzo e inicios de abril, la gira por Europa de un miembro de la dirección nacional del Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra (MST) constituyó una bocanada de aire fresco para la solidaridad europea. De hecho, esta gira promovió un nuevo impulso de apoyo al proceso que protagoniza Brasil a partir del 1 de enero del año en curso.
En menos de dos semanas, el dirigente campesino João Paulo Rodrigues visitó las capitales de Gran Bretaña, Francia y Alemania. Y dedicó cuatro días para animar un intenso programa de actividades en Suiza.
Aspecto común de todo el recorrido europeo: encuentros de alto nivel con líderes políticos, parlamentarios y sindicales; intercambios con representantes de Organizaciones No Gubernamentales (ONG) y de la sociedad civil, y contactos estrechos con grupos de “amigos” del MST y de la solidaridad en general. También, contactos con muy diversos medios de comunicación.
Luego de varios años sin este tipo de iniciativas, la visita del dirigente campesino relanzó una dinámica de intercambios entre los movimientos populares latinoamericanos y actores sociales progresistas del Viejo Mundo. Una gira que tuvo el valor de reconstruir puentes con la perspectiva de reanimar y globalizar la solidaridad.
Con una agenda muy apretada, el paso de Rodriguez por Suiza constituyó uno de los momentos más emblemáticos de esta gira europea del dirigente del MST.
Medio país, tres ciudades, decenas de contactos
Proveniente de Francia, la noche del 29 de marzo llegó en tren a Lausana, capital del Cantón de Vaud. El 2 de abril partió del aeropuerto de Zúrich con dirección Berlín, la capital de Alemania. En apenas tres días, Rodrigues recorrió casi la mitad de Suiza, un pequeño país de apenas 40.000 kilómetros cuadrados y 9 millones de habitantes.
Su primera actividad en Lausana le permitió encontrarse con una decena de representantes de fuerzas políticas y organizaciones sindicales. En la misma participaron dirigentes de los partidos Verdes, Solidarités y POP (Partido Obrero y Popular) y representantes de los sindicatos de servicios públicos (SSP) y de la comunicación (SYNDICOM), así como del Colectivo que organiza la Huelga Nacional de las Mujeres Suizas, programada para el próximo 14 de junio. UNITERRE, organización campesina helvética afiliada a Vía Campesina, también participó de este encuentro con temario abierto. Esa misma noche, un colectivo de militantes asociativos y de izquierda de la ciudad universitaria de Friburgo organizó otro encuentro con el dirigente del MST.
Las actividades públicas generadas por esta gira concluyeron en Berna el primer sábado de abril con una actividad organizada el grupo regional de Berna de la ONG E-CHANGER junto con Novo Movimiento, Voz do Cerrado y SYNDICOM. Asistieron más de 70 personas. Si tenemos en cuenta la población de Berna y la de San Pablo, podríamos hablar de una asistencia de 3.500 personas en una actividad similar en esa ciudad brasilera. Concurrencia que dio la pauta del interés que el movimiento de solidaridad suizo tiene en el relato informativo y testimonial del MST, así como su análisis sobre la coyuntura latinoamericana y mundial.
El día anterior, también en la capital helvética, la agenda fue tan intensa como significativa. Rodrigues se reunió con el director de Alliance Sud, principal plataforma de incidencia política de las ONG suizas de desarrollo más importantes (entre ellas, Caritas, Acción Cuaresmal de Católicos Suizos, la Obra de ayuda protestante, Swissaid, Caritas, Solidar y Terre des Hommes). Poco más tarde, en su propia sede central, se había reunido con el presidente de la Unión Sindical Suiza (USS), principal confederación nacional de trabajadores, con casi 400.000 afiliados pertenecientes a 19 organizaciones sindicales.
Cerrando las diversas actividades helvéticas, Rodrigues dialogó en un centro reuniones en la pequeña localidad vecina de Münchenwiller, con representantes sindicales de la izquierda suiza. Asistieron, entre otras personas, una expresidenta de la Confederación, varios diputados y senadores nacionales, el presidente del Partido Socialista (la segunda fuerza parlamentaria a nivel nacional), dirigentes del partido Los Verdes (cuarto en la Cámara de Diputados o Consejo Nacional) y varias/os presidentas/es de los sindicatos helvéticos más importantes.
Una visita a Suiza con mucho de maratón: encuentros, intercambios, reflexiones compartidas, así como nuevos desafíos solidarios a impulsar. Y donde el foco de interés lo constituyó la nueva etapa política que vive el gigante latinoamericano y sus relaciones futuras con Europa. En particular, el análisis de los acuerdos en proceso de negociación entre el MERCOSUR y la Unión Europea, así como el del MERCOSUR con la Asociación Europea de Libre Comercio, que integran Suiza, Liechtenstein, Islandia y Noruega.
En cada encuentro fue notorio el interés de los participantes por conocer a fondo la perspectiva del MST con respecto a la coyuntura brasileña y la actual realidad continental y mundial; los objetivos y desafíos de los movimientos populares latinoamericanos (como Vía Campesina y CLOC), y el impacto potencial del Congreso Nacional del MST programado para mediados de 2024.
La reflexión y el debate sobre la guerra Rusia-Ucrania movió pasiones durante los encuentros: confrontando el análisis de una buena parte de la izquierda europea —alineada con Ucrania— con la propia percepción de los movimientos sociales latinoamericanos que, si bien apuestan al derecho a la soberanía de los pueblos y a la no intervención, no aceptan el dictado de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en ese conflicto bélico.
El aire renovador brasileño con su claro impacto geopolítico, se expande rápidamente en la escena internacional. Y en este caso, la “gran diplomacia oficial” promovida por el gobierno de Lula, encuentra un aliado de marca: los movimientos sociales brasileños que vuelven a ganar las calles transatlánticas dándole voz a una América Latina usualmente silenciada en el Viejo Mundo.
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