BAJAR SALARIOS NO ES EL CAMINO
El acuerdo en ciernes con el FMI alienta a los que abogan por la flexibilidad laboral
Un matutino porteño que regularmente informa sobre la actividad pesquera del país, hace unos días volvía a enfocar su atención sobre el langostino. Esas crónicas y análisis corren en torno a las supuestas dificultades que experimentan los empresarios con la legislación laboral y los impuestos que impiden extraerle todo el potencial, en términos de valor agregado y empleo, al procesamiento en las plantas fabriles de Mar del Plata del marisco capturado en las costas bonaerense y patagónica. Al alto volumen que está alcanzando el canto Gregoriano de la flexibilización laboral se suma la modulación del langostino. Para más datos, en las actuales circunstancias infectadas-recesivas, la necesidad de acordar con el FMI, en vista de la tradicional impronta abarata salarios y menos derechos laborales del organismo financiero multilateral, es para estos sectores un a la carga dijo Vargas.
Estropear el nivel de vida de los trabajadores es difícil que halle rivales en cuanto a capacidad de daño a los intereses estratégicos argentinos bien entendidos. En los argumentos pro-flexibilización de los procesadores de langostinos, enunciadas en nombre de los grandes intereses nacionales, se encuentran expresadas con respecto a su propia realidad el conjunto de ideas comunes al resto de la reacción derechista. En el caso general, del cual el langostino vale como ejemplo aunque su significación económica sea menor, el esquema ideológico se articula poniendo en juego un mal uso de los naturales intereses de clases.
No es que en la democracia realmente existente cada clase o sector deba deponer sus intereses para que ésta funcione de manera cabal. La aproximación es ilusa y peligrosa en grado extremo, porque el fondo de ese razonamiento marida con el supuesto de que hay un núcleo político que sabe lo que es bueno para el conjunto –vaya a saberse cómo consiguieron esa sapiencia que está obliterada para los demás- a efectos de que continúe armónico el orden establecido, el que barrunta ser superado por ineficaz. Esa visión es estar a tres o cuatro minutos del fascismo.
El juego posible de confluencia de los distintos sectores y clases está en el programa de desarrollo de las fuerzas productivas, o sea, en el instrumento práctico del movimiento nacional. No hay concierto armónico entre clases que disputan el ingreso. En cambio, hay conciencia, trabajo y acuerdo político de fondo. Ese entendimiento, en el capitalismo tal cual es, solo es viable si se edifica sobre la realidad de la acumulación, cuyas coordenadas indican que la inversión es una función creciente del consumo y éste no reacciona si no se elevan los salarios. Entonces, la flexibilización es contraria al interés nacional, dado que su objetivo es bajar las remuneraciones del trabajo y en el ámbito de esa lógica depredadora no hay acuerdo asequible.
Ahora bien, de cara al mercado mundial se razona como si bajar los salarios acá mientras afuera permanecen sin cambios o aumentan fuera favorable para lo que llaman competitividad. Cuando se pone en claro lo erróneo y desgraciado de esta visión de la economía vulgar, aparece en lo estructural la necesidad política del partido del desarrollo. En lo concerniente a la coyuntura, tal y como se presenta la salida de la crisis en los países centrales, con más que factibles aumentos de salarios, si hay algo que la Argentina está obligada a hacer es darle para arriba con las remuneraciones. Si eso no sucede, una vez que el COVID sea un mal recuerdo, vamos a estar en mucho más problemas de los que en la actualidad venimos atravesando.
Variaciones Salariales
El cuadro de situación se aprecia de manera más nítida una vez que el caso argentino es calibrado en la geografía de un mundo partido en centro y periferia. Es ahí donde vale preguntarse con relación a cómo influye entre nosotros el funcionamiento de la fractura global: ¿cómo pueden los trabajadores en los países subdesarrollados ser afectados por aumentos de salarios en los países desarrollados, ya que todos los salarios se supone que son fijados en cada país de acuerdo a sus datos políticos? Y si no son afectados en la determinación de su nivel, ¿cómo se puede decir que mediante la obtención de incrementos en sus salarios monetarios, los trabajadores en los países desarrollados explotan o comparten con los empresarios de esas naciones la explotación de los trabajadores de los países subdesarrollados?
Está claro que los salarios monetarios en los países subdesarrollados no se ven afectados por variaciones de los salarios monetarios en los países desarrollados. En todo caso, no inmediata o directamente. Pero luce igual de claro que los ingresos reales de los trabajadores en los países subdesarrollados se ven significativamente afectados por estos aumentos, debido a que esas alzas salariales tiene como consecuencia aumentos resultantes en el precio de los productos importados desde los países desarrollados.
La magnitud de ese impacto se configura a partir de la medida en que tales productos son parte del consumo, ya sea directamente, en la forma de bienes, o indirectamente, como materias primas de otros bienes de consumo producidos en el país. Las variaciones en los salarios monetarios del grupo de países desarrollados determinan variaciones en los precios relativos correspondientes a los bienes que exportan, y son estas variaciones de los precios monetarios las que determinan, a su turno, las respectivas variaciones en los salarios reales del grupo de países subdesarrollados.
Huelga considerar el caso de un producto importado que ni directa ni indirectamente es consumido por los trabajadores de un país subdesarrollado, por ejemplo los autos de lujo: ¿se podría decir que en este caso, al menos, los únicos perdedores en este país son los empresarios locales, en primer lugar, debido a la caída de la tasa de ganancia mundial y por lo tanto de sus propios ingresos, y en segundo lugar, a causa de un eventual aumento en el precio de los bienes de lujo importados?
En el corto plazo, la respuesta es: sí. Pero en el largo plazo, ciertamente, la respuesta es: no. El aumento de los salarios en el extranjero que merma los beneficios de sus propios empresarios nacionales no es en absoluto indiferente a los trabajadores de los países subdesarrollados. En cualquier caso, constituye un potencial sujeto de negociación y un factor que influye en sus demandas de aumentos salariales en el futuro.
Esto tuvo su ascendencia en los planes de estabilización que achicaron el mercado interno. Mientras acá se desenvolvía el ajuste, los salarios en los países centrales o bien no bajaban o bien subían. Comprar la canasta de bienes de lujo propia del consumo de los empresarios, con gran incidencia de bienes de consumo importados, se hacía cuesta arriba. La demagogia de derecha impulsaba hacerle pagar la diferencia a la caída del nivel de vida de los trabajadores con la entronización del verso de la flexibilidad. Al final se trazaba un círculo vicioso porque la caída del salario implicaba menos mercados para todos, y sin ventas no hay beneficios. En este aspecto, si no media el dirigismo profundo del Estado en la dirección contraria, la situación entra en corto circuito y afecta largamente a toda la economía. Profesar la fe liberal es una mala elección, incluso para los empresarios.
Así funciona la economía mundial. No hay competitividad por la pobreza. Lo que opera es el intercambio desigual, aún con la balanza comercial completamente equilibrada. Hay exudación del excedente al exterior por falta de mercado para invertir o reinvertir. Para colmo, abaratar los precios de las exportaciones, en este caso vía salarios, implica vender una cantidad apenas mayor de la que se vendía y en todo caso en su avance porcentual inferior al de la caída del precio. Ergo: empeora el resultado comercial.
Génesis
Ahora bien, si la explotación de un país por otro puede ser explica por la división del mundo entre naciones ricas y pobres y si este tipo de explotación, a su vez, consolida y aumenta la brecha, la cuestión que se plantea es: ¿cómo fue el principio de tal situación? la dinámica entre la explotación y la pobreza únicamente explica la reproducción de la relación, pero no da cuenta de cómo se originó. Más allá de su historicidad, es un interrogante de la más plena actualidad, porque si la explotación de una nación por otra es contingente, la organización política para corregir la situación que nos afecta es muy diferente a aquella cuando la explotación resulta orgánica al funcionamiento de la economía mundial. En este último caso la organización requerida es de un nivel muy superior en todos sus aspectos porque tiene que lidiar con cultura e instituciones que funcionan para conservarla.
La respuesta a la pregunta hecha induce a tener presente que el problema aquí es el mismo que el relativo a las relaciones de explotación dentro de un determinado país. Como puntualizaba el economista greco-francés Arghiri Emmanuel: "como sucede en las relaciones entre trabajadores y empresarios en un país, ocurre en las relaciones entre los diferentes países: la pobreza condiciona la explotación y explotación reproduce las condiciones necesarias para su propia continuación". Todas las ganancias capitalistas remiten a algo de capital preexistente, y por lo tanto a una acumulación de beneficios anterior. Y todo salario se refiere a un proletario, es decir a un hombre tan pobre que no tiene para vender otra cosa que sus dos brazos, y por lo tanto a cierto salario anterior, adecuado para reproducir los dos brazos, pero sin dejar a su poseedor el excedente que le permitiría abstenerse de vender el uso de ellos. Ninguna otra cosa significa la separación del trabajador de los medios de producción.
A diferencia de los modos de producción anteriores, el capitalismo no otorga privilegios institucionales a los medios de producción. Están a disposición de cualquier persona dispuesta y con capacidad de comprarlos. La desposesión y proletarización de los seres humanos, por lo tanto, debe reproducirse a sí misma de forma automática y continuamente. Pero, si los salarios reproducen a los trabajadores y el beneficio reproduce a los empresarios, y si una vez establecidas estas relaciones se reproducen a sí mismas de forma automática (la violencia sólo sirve para proteger el orden existente contra la violencia de los que tratan de perturbarlo), tiene que haber habido un momento dado de acumulación original o primitiva del capital, que fue consecuencia de algo más que un beneficio capitalista anterior, así como un primer trabajador que se vio constreñido por alguna cosa diferente al sistema de salarios.
Según Marx este primum movens, fue el despojo directo o saqueo de una cierta categoría de hombres, un acto previo de violencia: es decir, la acumulación primaria o primitiva. De la misma manera, en el plano internacional, el primum movens fue un acto inicial de expoliación directa de ciertas naciones sobre las demás: es decir, una acumulación originaria. Cuando el capitalismo se constituye en alguna parte, los hombres y las naciones que ya existen están siendo explotados sin violencia, porque han sido privados de todo lo que podría cambiar la situación por un acto anterior de violencia. De manera que el sistema se reproduce por inercia, lo que significa que cuenta con una superestructura muy potente. No menos potente, entonces, debe ser la organización del partido del desarrollo. Sin esa organización política al solo efecto, el movimiento nacional carece del instrumento adecuado para dejar en el pasado el atraso y la pobreza.
Si no logramos hacer esa organización, da lo mismo que los empresarios procesen langostinos, hagan tachuelas o coloquen en órbita satélites: son un bien mostrenco de la reacción y una hipoteca del porvenir, en tanto los trabajadores no encuentren la manera efectiva de hacer valer sus mejores intereses, que son lo de la nación toda.
En la coyuntura pos pandemia el mundo desarrollado pinta que avanza a sostener una marcada experiencia inflacionaria generada por aumentos salariales. Ergo: la flexibilización laboral es exactamente lo que no hay que hacer.
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