Babas
Teorías conspirativas y prejuicios de los anunciantes en la ideología de este tiempo
Rememora Jack Flash: “Nací a través de un huracán de fuego”, no obstante, “todo está bien ahora / de hecho es formidable”. Que de ese dato biográfico de los Rolling Stones, los Divididos aprecien “que bien te queda el saltarín (…) San Saltarín”, “Imaginemos lo mejor / piruetas desde el trampolín / no importa tanto ya morir / mejor te enciendes al vivir”, sugieren en conjunto una descripción desde la poética del rock –aliviadora, en tanto variante del ingenio sensible del lenguaje– acerca del ayer, hoy y mañana de la muy dura y nada lírica crisis argentina.
Formarse un criterio sobre la eficiencia de la búsqueda de las salidas de la crisis que se pergeñan implica, en las esferas de la superestructura y de la base material, tomar nota de ciertos factores –propios de cada ámbito– cuya relación hace a aspectos de la dinámica de la acumulación a escala mundial que resultan condiciones de borde para lo que puede y no intentar la nación, que si son debidamente tenidas en cuenta, resultan vías de salida de la crisis argentina. De lo contrario, la agravan y la vuelven por largo tiempo endémica, tal como sucedió repetidamente en el pasado, del cual el ministro de Economía Sergio Massa es un fiel exégeta monetarista.
Algunos rasgos y reflejos nacionales de la alienación global insinúan que no es recomendable desentenderse de sus consecuencias políticas.
Vacas, marcianos y ratones
En la revista The New Yorker, la escritora Raquel Monroe publicó una columna (08/05/2023) en la que narra el susto colectivo a raíz de que “el 19 de abril, la oficina del sheriff del condado de Madison posteó en Facebook sobre ‘la muerte y mutilación’ de seis vacas. Fue una historia inusual para esa comunidad agrícola a 160 kilómetros al norte de Houston, donde los informes policiales tienden más a infracciones de tránsito y ganado extraviado. La noticia viajó rápidamente, acumulando diecisiete mil acciones en Facebook; en una semana se había vuelto internacional”. En los detalles estuvo el gancho: “Que a las vacas, encontradas en seis lugares, se les había extirpado con precisión la lengua y parte de la carne de las mejillas, sin signos aparentes de lucha. (…) Una séptima vaca fue descubierta poco después en una condición similar. Los comentaristas alarmados de Facebook culparon a ‘algún culto’, ‘rituales satánicos’, al ‘chupacabras’, ‘un asesino serial en ciernes’ y a ‘alienígenas’”.
Monroe consultó a un conocido investigador paranormal, quien le dijo que la extirpación de las lenguas es “una firma”. El investigador sostuvo que hay casos que se remontan a 1869, pero que “hasta la década de 1970, cuando el pánico por la mutilación de vacas se apoderó de la nación, el fenómeno cobró su forma más conocida: vacas sin sangre, con sus partes del cuerpo (típicamente ojos, lenguas, mejillas y órganos sexuales), extirpadas con ‘precisión quirúrgica’”. “En los años '70 –da cuenta Monroe, tras un recorrido por los relatos paranoicos– comenzaron a reportarse vacas mutiladas en todo el país: un par de docenas en Minnesota, más de cien en Colorado y otras en Nebraska, Kansas, Iowa y otros lugares. A mediados de la década, los periódicos comenzaron a repetir la estadística cuestionable de diez mil mutilaciones totales. Para 1975, Colorado Associated Press votó las mutilaciones como la historia número uno en el Estado”. Relata Monroe que un agente retirado del FBI, contratado para develar el misterio, le preguntó a un ganadero de dónde había sacado el término “precisión quirúrgica”, pues la vaca mutilada no se veía así. Le respondió “que se usaba comúnmente en los diarios”.
Monroe describe los análisis del fenómeno por parte de instituciones científicas serias sin informar si encontraron o no una explicación fehaciente. Entonces refiere que “el historiador Michael Goleman ha señalado que el pánico a las mutilaciones de los años '70 ocurrió en un momento en que los ganaderos tenían muchas razones para resentirse con el gobierno federal (…) Goleman también vincula el pánico silente a una crisis más amplia en la industria ganadera. En 1973, cuando la inflación se disparó, el Presidente Richard Nixon anunció un congelamiento temporal de los precios al por mayor y al por menor de la carne de vaca. La helada fue catastrófica para muchos pequeños ganaderos; en la industria, este período fue conocido como ‘el naufragio’. Goleman argumenta que el pánico de la mutilación fue alimentado por la ansiedad sobre estas intervenciones federales, temores que se reformularon como terrores más viscerales e inmediatos: un helicóptero sobrevolando, una vaca desangrada, un granjero indefenso y confundido”.
Monroe constata que “a medida que disminuía el llamado naufragio, también lo hacían las historias generalizadas de mutilaciones, aunque todavía asomaban informes intermitentes de vez en cuando”. En su opinión, han resurgido ahora porque un medio de derecha (y otros lo siguieron) alertó el año pasado que había “decenas de miles” de animales mutilados y consideró varios posibles culpables (cultos, extraterrestres, el gobierno), sin comprometerse con ninguno de ellos. Es el tipo de historia llena de amenazas ambientales, encubrimientos vagamente implícitos y fuerzas oscuras y malévolas que se aprovechan de los estadounidenses del campo. “Nombrar la fuente del peligro parecía importar menos que avivar una sensación general de temor”, infiere Monroe.
Entre nosotros ocurrió un ataque de paranoia aguda similar entre 2002 y 2003, en las estribaciones de la crisis de aquellos años. Desde entonces y cada tanto, alguna vaca mutilada mete miedo. Curiosamente, Monroe no da a conocer o ignora lo que acá rápidamente sí informaron las instituciones científicas que investigaron las mutilaciones. No era ningún marciano, apenas el prosaico ratón hocicudo rojizo, que para tranquilidad del juez Horacio Rosatti –tan comprometido con el “capitalismo”– no se trata de un temible conspirador leninista. El rojizo apenas es un roedor angurriento.
No es tan lindo dar buenas noticias
En un paper académico reciente, los economistas y docentes Andrey Simonov, de la Universidad de Columbia, y Tommasso Valletti y André Veiga, del Imperial College London Business School, exponen los resultados de una investigación destinada a examinar la amenaza a la integridad de los medios que propinan las prohibiciones de los anunciantes para que se coloquen avisos junto a cierto tipo de noticias. El resumen de la investigación fue publicado en el sitio VoxEU (14/05/2023).
Los autores advierten que la renuencia de los anunciantes a presentar sus productos y servicios junto con noticias sensibles tiene implicaciones alarmantes para la libertad editorial. Las empresas utilizan listas de bloqueo de temas o palabras para evitar que sus marcas aparezcan junto a noticias que consideran desagradables, por ejemplo, sobre terrorismo o sexo (…) Investigaciones anteriores revelan que los medios de comunicación ajustan su contenido para adaptarse a las preferencias de los anunciantes a fin de evitar molestar a las empresas”.
Pero esta trama cercenadora no está funcionando. Durante la primavera boreal de 2020, cuando el Covid-19 dominaba las noticias, las personas pasaban una enorme cantidad de tiempo en línea y las visitas a los sitios de medios en línea se dispararon en un 50%. Sin embargo, después de dos décadas de crecimiento, los ingresos por publicidad cayeron esa primavera entre un 23% y un 35%. Al buscar la causa de esa sustancial declinación en las ganancias por publicidad, los académicos infieren que “esta caída no puede explicarse sólo por la conmoción económica de la pandemia. La reducción del gasto en publicidad también fue el resultado de los temores comerciales de que las marcas de alguna manera adquirieran asociaciones negativas vinculadas a las noticias ‘duras’ del día”.
El trío de académicos realizó un experimento en el que los participantes leyeron una variedad de artículos con anuncios colocados al lado. Utilizando tecnología de seguimiento ocular no intrusiva, midieron la atención que los lectores prestaban a cada artículo y anuncio. Los autores se ufanan de ser “los primeros en mostrar directamente, en lugar de deducir, cómo la mirada de las personas revoloteaba y se detenía en los anuncios, y vinculamos esto con el contenido que los acompaña. La nueva tecnología de seguimiento ocular lo posibilitó”. Contaron con una muestra de 1.000 personas de Inglaterra y los Estados Unidos.
Reconociendo los sesgos en el trabajo que realizaron y la necesidad de más investigación, los académicos entienden que su experimento permitió medir qué tan comprometidos estaban los lectores con el artículo y, como resultado, cuánto tiempo miraron los anuncios. Subrayan que su principal hallazgo es “que los anuncios son igual de efectivos ya sea que se coloquen junto a noticias duras o blandas, y que el contenido atractivo genera atención a los anuncios e influye en las decisiones de compra posteriores, independientemente del tema, lo que desafía la lógica de las listas de bloqueo (…) los lectores no sólo prestan más atención a los anuncios que aparecen junto a artículos más cautivadores, también mostramos que los anuncios colocados junto a artículos cautivadores fueron más efectivos para inducir compras (…) Cuanto menos cautivadora sea la historia, menos comprometido estará el lector con cualquier anuncio que lo acompañe”.
Simonov, Valletti y Veiga se esperanzan en que si pueden “desacreditar la justificación del uso generalizado de listas de bloqueo, esto podría ayudar a los medios de comunicación a resistir la presión de los anunciantes y continuar informando sobre temas de gran impacto”. Y se preguntan y reflexionan: “Ahora que la tecnología podría permitir que las plataformas rastreen la atención de los lectores, ¿les da esto niveles incómodos de poder? En nuestro caso estábamos midiendo la atención 'derivada' que el contenido de las noticias dirigía hacia los anuncios. Pero, ¿podría este desbordamiento ser aprovechado en su lugar por material más siniestro, como la propaganda y otro contenido político extremista, alimentando el reciente ascenso de los partidos populistas de derecha? (…) Las plataformas tienen un gran poder sobre lo que consumen los lectores. ¿Qué impacto podría tener este poder en las opiniones de los lectores y, más ampliamente, en las democracias?”
La base material
Son preguntas tan difíciles como sus respuestas y las teorías conspirativas que resisten ser desacreditadas: la sal mierdosa del espíritu de esta época. Pero mientras estos vaivenes en el berenjenal del ámbito de la ideología hacen de las suyas, para llevar a buen puerto a la acumulación a escala mundial, el sistema debe hacer funcionar la composición orgánica del capital (COC), evitando que lo bloquee. La COC es una categoría que pergeñó Karl Marx, en la que en un cociente reúne en el numerador a lo que llama el capital constante (c) (lo que se gasta en el proceso productivo en materia prima, más lo que se desgasta la maquinaria: la amortización), más los costos financieros y cuantía del capital de giro que hace falta para poner la rueda en movimiento) y en el denominador lo que llamó capital variable (v) (los salarios). En símbolos: c/v.
Marx estableció una fórmula de la tasa ganancia en la que la COC estaba en el numerador y el denominador, de manera que si subía abajo, bajaba arriba y viceversa. Críticos y partidarios de Marx hicieron ver que no había forma de sostener sobre esa fórmula lo que el pensador alemán infería de la misma: la tendencia ineluctable a caer de la tasa de ganancia. Y era verdad, confirmada por el impresionante desarrollo del capitalismo operado desde entonces. El economista greco-francés Arghiri Emmanuel puso las cosas en su lugar al enunciar que Marx se había pasado de vueltas y lo que había encontrado era una fórmula en la que se establecían las condiciones bajo las cuales la tasa de ganancia baja o permanece sin cambio o –incluso– sube. La única vía para caer es cuando v (el salario) cae, lo que hace que la masa de ganancias caiga, torpedeando la inversión, en tanto la tasa de ganancia sube. Tasa y masa están en contradicción. Justamente, los años de gloria del capitalismo fueron cuando, en el centro, los salarios subieron como nunca antes en la historia humana. Cesaron cuando se opacó y estancó esa dinámica.
Lo que nos dicen estos dos simples gráficos es cómo ese proceso se está dando vuelta. El de las reservas en dólares de China es muy elocuente para calibrar con más ajuste a la realidad lo de la visión estratégica china, su empeño en el avance tecnológico y la mar en coche, lo que incluye una Guerra Fría algo calentita. Lo que dice esa trayectoria no es que a principios de los 2000 se hizo presente el Espíritu Absoluto ante los chinos. En rigor vieron cómo avanzaba Dios montado en una Harley-Davidson, es decir: cómo arribaban masivamente las multinacionales norteamericanas –luego las europeas les siguieron el tren– tras las crisis de las puntocom y de haber roto el pacto nacional con sus trabajadores. En la COC c/v c bajó el costo y v más que proporcionalmente. El plato de arroz chino es tan comunista como barato. Siguió con la crisis de 2007 (en la superficie: por las hipotecas; en el fondo: si antes se podían pagar y de golpe no, el problema está en la ganancia del sistema, que se ve imposibilitado de contratar brazos y espaldas para extraer plusvalía).
Los chinos fueron acumulando descomunales reservas de dólares (por los superávits comerciales con los Estados Unidos), colocadas en bonos del Tesoro, que además de juntar humedad (si no se las pone a buen resguardo) sirven –de momento– para que el Departamento de Estado arregle vía China los problemas de deuda africanos y no tengan que tenerle por eso la vela a los europeos, siempre tan susceptibles en asuntos del continente negro. No es una ironía menor de nuestro tiempo que haya sido Donald Trump quien comenzó a boxear al supremo motociclista. Los cambios en los índices bursátiles son un indicio de la reversa. Nada de esto es sin tensiones y de las fuertes. Si hasta el complejo militar recibió lo suyo con el asunto Ucrania, mientras se alzaban la inflación del centro y la tasa de interés para frenarla, según dicen. Que las acciones en Wall Street estén tocando cierto límite de valuación, que los buybacks (recompra de acciones de las empresas) estén malogrando a los inversores, que las quiebras de las empresas y de bancos avancen, son ingredientes necesarios de esta ensalada cuyo aliño es el alza del poder compra de los salarios. Si eso se logra consolidar en el centro y nosotros seguimos boludeando a los trabajadores con sus remuneraciones, además de hacernos de goma el intercambio desigual, habrá que sumar el potencial aumento de la emigración de la muy calificada mano de obra argentina. Si no hacemos lo que se debe, nos guarda el destino de ordeñar Vaca Muerta para financiar la vida color de rosa de Belindia.
Julio Cortázar escribió el cuento Las babas del diablo, que transcurre en el otoño parisino, en el que sobre una anecdótica instantánea de un fotógrafo, nos alecciona de cuántas, cuántas maneras se puede alienar la realidad. Sobre el cuento de Cortázar, Michelangelo Antonioni hizo la película Blow-up, que acontece en el verano londinense. En la Londres psicodélica, el talante del fotógrafo inglés en la disputa con sus fantasmas para encontrar la punta del ovillo, remite a los argentinos de estos días, amenazados por las teorías conspirativas e informados por medios cuyos anunciantes los quieren felices para que consuman, en tanto financian al loco de la motosierra y apuntalan políticas que en lo esencial van contra los trabajadores.
En Las babas cuenta Cortázar que uno de los protagonistas del relato huyó “perdiéndose como un hilo de la Virgen en el aire de la mañana. Pero los hilos de la Virgen se llaman también babas del diablo”. Los argentinos deciden quién está babeando, si el diablo o la Virgen, la que pasó haciendo ala delta para alegría de San Saltarín.
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