Axel y la policía

Después de cuatro años de desgobierno, la Bonaerense aguarda al nuevo gobierno con ansiedad

 

El Ministro o la Ministra de Seguridad que designe Axel Kicillof, advertirá rápidamente que la gobernadora María E. Vidal no implementó políticas públicas de Seguridad.

La autogestión de la Policía Bonaerense bajo la activa pasividad del ministro Cristian Ritondo fue un claro ejemplo de mutualismo: tanto el ministro como la cúpula policial se beneficiaron, evitando husmearse el uno a la otra.

El Ministro entrante será recibido por los jefes de la Bonaerense que ostentan las tres mayores jerarquías, Comisarios Generales, Mayores e Inspectores. Ideológicamente se agrupan en dos sectores que designaremos arbitrariamente, los retardatarios y los progresistas (“ma non troppo”). Las siguientes son algunas de sus características:

  1. Los retardatarios
  • La primera línea de la actual conducción pertenece a este grupo y se jubilará a fin de año. Algunos de segunda línea, Comisarios Mayores e Inspectores, se comprometieron con los funcionarios vidalistas, y antes de las PASO se manifestaron acríticamente a favor del PRO. Muchos ocupan cargos, aplaudieron los slogans “cuidemos a los que nos cuidan” o “luchemos contra las mafias” y sacaron provecho del mutualismo. Pero luego del 11 de agosto, bajaron el tono de sus simpatías por Vidal e intentan cambiar de ropaje acercándose a distintos sectores del peronismo. Este grupo es mayoritario y quienes lo conforman destinan buenas horas a rosquear puertas adentro y afuera para ejercer la jefatura a partir de diciembre próximo. Si sobreviven al retiro, tratarán de ubicarse en la conducción, morder lo que se pueda durante el tiempo que puedan. Dicen que se lo ganaron con una carrera “en la trinchera”, es decir, en comisarías o departamentales conflictivas.
  • Si se les indaga respecto a un futuro plan de seguridad, la respuesta es simple: “hagamos lo mismo de siempre y quizás, por razones azarosas, el resultado sea mejor. Así como en 2017 bajó levemente la tasa de homicidios sin explicación alguna”. Voluntarismo mágico.
  • Estos jefes no quieren ser conducidos por ningún ministro por más afín que se muestre con ellos y sostienen que la única verdad es la que dice la policía. Descreen o se desinteresan de discusiones como la doctrina Chocobar, la baja de la edad de imputabilidad o si los polis deben portar obligatoriamente el arma fuera de servicio. Su relato se apoya en los viejos íconos de la subcultura policial: la reivindicación del “sabio” Juan Vucetich, los uniformes, las efemérides, los desfiles y la Capellanía con el Patrono San Miguel Arcángel. Es el típico grupo que cuando llega a la conducción se oligarquiza y se disocia de las jerarquías más bajas.

2) Los progresistas

  • Conforman el segundo grupo, más pequeño, más profesional,  menos cohesionado y con menos poder. Surgieron de cierto hartazgo con la cúpula policial que está en retirada. Su descontento data de la gestión del ministro Carlos Stornelli, pero recién ahora poseen jerarquías que les permiten disputar el poder.
  • Se trata de una minoría de oficiales que eran jóvenes durante la gestión de León C. Arslanian y la impronta de una policía más profesionalizada los marcó de manera indeleble. Muchos de los progresistas prefieren ser considerados por su credibilidad y no por su cuenta bancaria, en una institución a la que nadie ingresa para adquirir  prestigio y menos por vocación.
  • Sus componentes provienen esencialmente del escalafón profesional y, en menor medida, del escalafón Comando. Pretenden mejorar su nivel académico, algo muy difícil trabajando a destajo y con escasos recursos. Les gustaría desterrar los privilegios, como que el hijo del Jefe de Policía ascienda sin mérito alguno y ocupe un cargo para el que no está capacitado, por dar apenas un ejemplo.
  • Son conscientes de que para un amplio sector de la sociedad la policía es tan mal vista como los delincuentes. Un oficial con destino en la Policía Científica dijo al respecto: “La sociedad tiene la terrible contradicción entre la demanda de la policía y su rechazo”.
  • No pierden de vista la pauperización y la alienación de la enorme mayoría de los policías.
  • Este grupo sí se involucra en discusiones y expresa su desacuerdo con la doctrina Chocobar y con las razzias tecnológicas realizadas por los softwares de reconocimiento facial (seteados tan ajustadamente que son noticia por los falsos positivos).
  • Anhelan ser conducidos por un Ministro  que proponga un plan de seguridad.
  • Para el corto plazo, enuncian que un plan de prevención del delito debería incluir policiamiento predictivo focalizado en zonas calientes, planificación de acuerdo a la demanda del 911, desarrollar una policía de investigaciones asistida y no divorciada de la inteligencia criminal, efectuar drásticos cambios en la formación policial, etc.
  • Discuten la conveniencia de convocar profesionales de diferentes áreas con cierta antigüedad en su profesión. Hoy en día, los odontólogos, médicos, abogados, técnicos, veterinarios, fueron primero policías y luego profesionales. Parece un detalle escasamente significativo, pero en esos funcionarios policiales prevalece su condición de poli a la de profesional. Algo análogo se ha explicado respecto de las psicólogas que evalúan a los postulantes en la nota https://www.elcohetealaluna.com/como-cuidarnos-de-los-que-nos-cuidan/.
  • Incorporar profesionales consolidados en su especialidad y que se conviertan en policías a mitad de una carrera de 30 años, parece una mejor opción a la actual. Para esos postulantes la policía no constituiría un primer trabajo que abandonarían ante una mejor opción. También sería más difícil que fueran captados por los vicios institucionales. Para ello, entre otras cosas, sería necesario ofrecer un alto nivel salarial y trabajar sobre los prejuicios sociales.
  • Intentan pensar la institución policial a largo plazo, más allá de los cuatro años que dura una gestión, y se interrogan sin disimulo sobre la policía del año 2030, lo que redundaría en nuevos planes de estudio para los institutos policiales.

Está demás decir que entre retardatarios y progresistas hay una sorda guerra de baja intensidad por el poder. Hasta ahora, el primer grupo corre con la ventaja que le concede la inercia del funcionamiento institucional. El segundo grupo, como toda fuerza que va contra lo instituido y pretende cambios, rema contra corriente. No sólo en la puja por imponer cambios, sino porque la autogestión policial de estos cuatro años posibilitó la consolidación de los primeros.

 

Las mujeres policías y el Encuentro de Mujeres

Ambos grupos, retardatarios y progresistas, sentaron posiciones durante el 34º Encuentro Nacional de Mujeres (ENM), efectuado entre el 12 y el 14 de octubre en La Plata. La Bonaerense fue la primera policía en Latinoamérica que incorporó personal femenino, en marzo de 1947, tiempos de derechos de trabajadores y trabajadoras, tiempos de Evita. Hace diez días, más de 2.000 mujeres policías fueron movilizadas desde otras departamentales hacia esta ciudad, a instancias de lo planificado por el Centro de Operaciones Policiales (COP), ente que diseña los operativos policiales. La movilización de las policías no aseguró las mínimas condiciones logísticas. Empapadas por la lluvia,  las policías terminaron acantonadas en la Comisaría 1a., en la Iglesia San Ponciano y en el Comando ubicado en la calle 37 entre 3 y 4. Salvo excepciones, carecían de alimentos, agua, baños y lugar donde dormir.

Las imágenes de las policías durmiendo en el piso se viralizaron y las jefas y jefes policiales (adscriptxs al  grupo retardatario) amenazaron con sancionar a quienes tomaban fotos, las difundieran o denunciaran la situación. La amenaza llegó tarde porque el escándalo ya era público. Por el contrario, los jefes del sector progresista llamaron a ayudar a las compañeras y llevarles asistencia por fuera de la vía institucional. La situación fue tan escandalosa que hasta el Arzobispo de La Plata solicitó la colaboración de la feligresía para con las destratadas, ignorando al Capellán General Hernán A. Remundini, quien normalmente hubiera mediado entre el arzobispado y la policía.

Luego se sumó gente que no era policía ni participó en el ENM, pero que brindó su colaboración espontáneamente. Como resultado, hubo mujeres policías que se identificaron con las consignas del Encuentro y hubo militantes feministas que esperaban ser reprimidas por esas policías y con quienes terminaron solidarizándose. Días después, mitigado el escándalo y como quien le tira un hueso al perro, la gobernadora Vidal prometió compensar a las policías movilizadas con un bono de $ 3.000.

 

 

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