Así llegamos a las PASO
Una campaña con tono presuntuoso respecto a los salarios y la actividad en declinación
En el momento en el que tenga frente a sus ojos esta nota, el lector ya habrá depositado su voto en las urnas y se encontrará a la espera de los resultados. Sin desdeñar la diferencia entre las opciones que se presentaron para la votación, se puede afirmar que este proceso electoral se caracteriza por una remarcable incapacidad de los candidatos para penetrar y producir empatía en el electorado. Esta es producto de la mediocridad de las ideas que se expresan. O, en el mejor de los casos, de su falta de elaboración.
El discurso de los candidatos de Unión por la Patria, Sergio Massa y Agustín Rossi, es una expresión esperanzada en las virtudes de una economía conservadora, sin los problemas que tiene la actual, debido al ordenamiento que se espera que provenga de las exportaciones de energía, bienes agropecuarios y minería.
Con proximidad a la fecha de las elecciones, adquirió un mayor protagonismo la distribución del ingreso, considerada en cierta forma la principal rémora para la recuperación del nivel de vida que los argentinos habían alcanzado con anterioridad al gobierno de Mauricio Macri. Massa y Rossi participaron de dos actos con la CTA de los trabajadores y con la CGT, que tuvieron lugar, respectivamente, el lunes y el martes de esta semana.
En ambos, Massa se refirió a la mejora del poder adquisitivo de los asalariados. Al final del encuentro con la CTA sostuvo: “Queremos que los trabajadores recuperen su ingreso por la vía de la paritaria, de una suma fija, de las asignaciones familiares o por la deducción del impuesto a las ganancias”. Similarmente, durante el acto de la CGT, enunció: “Vamos a bajar aún más el Impuesto a las Ganancias, mejorar aún más las asignaciones familiares, y a mejorar con una suma fija los salarios más bajos”.
Caída del salario real
Promediando la semana se publicaron los datos del Índice de Producción Industrial Manufacturero (IPI) y el Índice de Salarios correspondientes a junio de 2023. La economía argentina está atravesando un proceso de desaceleración de la actividad (reducción de la tasa de crecimiento) con tendencia a la recesión (reducción del nivel). Este está explicado por la compresión del consumo privado que produjeron las alzas de precios exorbitantes, entre las que se destacan las de alimentos.
El IPI mostró un descenso del 1,3 % en comparación con mayo. Más interesante es notar que tuvo una reducción del 2,3 % frente a su nivel del año anterior, lo que redujo la tasa de crecimiento del valor promedio de la producción industrial acumulado en el año al 1,3 %, cuando en mayo había caído a 2,1 %. Es la disminución más aguda que se ve desde enero. En el primer mes del año, todavía influía el crecimiento general de la actividad que tuvo lugar en 2022.
El Índice Total de Salarios se elevó un 6,1 % en junio, apenas una centésima más que el Índice de Precios al consumidor en ese mes. Un aumento tan magro durante el segundo mes de desaceleración de la inflación no fue suficiente para mejorar el cuadro de situación. Las tres categorías en las que se divide el índice siguen acumulando un crecimiento inferior al del IPC, la Canasta Básica Alimentaria y la Canasta Básica Total.
Por otra parte, el total del Índice de Salarios dio un incremento entre diciembre de 2019 y junio del 2023 del 439,3 %. En ese período, el IPC alcanzó un aumento del 503,2 %, la Canasta Básica Alimentaria del 568,8 %, y la Canasta Básica Total del 496,6 %. Ninguno de los componentes del Índice de Salarios superó a la inflación en todo el gobierno del Frente de Todos.
Todavía no se conocen los datos del Estimador Mensual de Actividad Económica ni del Avance del Nivel de Actividad durante el segundo trimestre, que permitirán trazar un panorama más preciso sobre el crecimiento económico durante la primera mitad del año. Pero estos indicios son material suficiente para concluir que el gobierno se encamina a finalizar con una caída neta del salario real, lo que es una demostración palmaria de sus limitaciones.
Cuaderno de campaña
Se comprende la preocupación por establecer como promesa para un segundo turno la prioridad de recomponer el salario. Lo que se entendía que era su objetivo primordial naufragó en las aguas del fracaso. Sin embargo, es poco lo que se dice al respecto. En lo que concierne a los salarios en sí mismos, lo más claro es la propuesta del aumento de suma fija. La CTA insistió con ahínco en la necesidad de adoptar esta solución durante los primeros meses del año, contra la oposición de la CGT y del propio gobierno.
El cambio de posición que mantiene el ministro de Economía con relación al gobierno del que forma parte es un rasgo de sensatez. Pero, lamentablemente, pronunciamientos sobre cuestiones como el sistema de precios siguen pendientes. No es posible saber si Massa contempla modificar las retenciones vigentes hasta antes de las exenciones de septiembre, carentes de plausibilidad en este contexto. Tampoco si va a estabilizar el tipo de cambio. La devaluación constante y el costo de la alimentación son las dos causas que explican la caída del salario, además del incremento en las tarifas de los servicios públicos y la nafta, que tiene una incidencia menor pero persistente desde 2022. En tales condiciones no hay aumento del salario que alcance.
El material de campaña que se distribuye a los dirigentes de UxP para que promuevan la fórmula presidencial es bastante ilustrativo sobre la falta de consciencia y de debate que padece la coalición gobernante. Un cuaderno abocado a las definiciones sobre la economía tiene como primer tópico la inflación, caracterizada como “un fenómeno crónico multi-causal” que “sólo se resuelve con un plan que aborde todas las causas a la vez. Esto demanda firmeza, capacidad de diálogo y acuerdo, y legitimidad política para llevarlo adelante”.
Se critica a las propuestas que conllevan un ajuste fiscal, señalando que esto conduce a la recesión, y se ubica vagamente como origen de la mencionada “inflación crónica” a la “puja entre sectores económicos para no perder poder adquisitivo”, lo que es considerado una peculiaridad local. Se prescribe entonces que “para encausar la puja distributiva entre sectores, el acuerdo y compromiso entre empresarios, trabajadores y el Estado es fundamental, junto con las demás medidas antiinflacionarias, “diálogo y poder político para lograr los acuerdos necesarios entre la producción y el trabajo para terminar con el problema inflacionario, y eso sólo lo puede lograr Sergio Massa”. Finalmente se vaticina que con la mejora en el saldo comercial y el consecuente ingreso de dólares que se espera para el año próximo, “se eliminarán las expectativas devaluatorias y por consiguiente su traslado a precios”.
La famosa multicausalidad de la inflación se puso de moda para descartar que el problema en la Argentina se deba al exceso del gasto estatal sin dar paso a una explicación alternativa. Aducir que detrás de esto se encuentra la puja distributiva tampoco es muy satisfactorio, porque no se refieren los hechos que la desatan. Sin embargo, cuando se analizan los datos del problema, los motivos del crecimiento del nivel de precios son evidentes y la susodicha puja en todo caso es una respuesta más defensiva que proactiva.
Momento para aprender
El resto del documento se compone de lugares comunes sobre diferentes aspectos de la economía que ya se escucharon y se seguirán escuchando hasta el final del año electoral, y quizás incluso luego. Un hecho remarcable es que se celebra la postura del ministro ante el FMI, cuyas exigencias, señalan, incitan la inflación más que atenuarla. “Se exige devaluar, se presiona sobre los precios relativos que tienen al tipo de cambio como referencia; se demanda reducir los subsidios a la energía”, cuando, en cambio, se persigue el objetivo de “no pagar a costa de la producción y el trabajo, sino con la producción que nos permita generar exportaciones y acumular reservas”.
Hasta ahora lo último no fue posible, y quien se mantenga informado puede advertirlo con facilidad. La incongruencia que se le achaca al FMI sobre las presiones inflacionarias es lo que se puso en práctica, y condujo a la reducción de la producción que trajo aparejado el empobrecimiento colectivo.
Peor es sostener que la condición fundamental para enfrentar el problema es el liderazgo de Massa sin preocuparse de qué ofrecerles a los empresarios o trabajadores en el programa anti-inflacionario, y desentenderse de aislar con precisión las causas teóricas del aumento de los precios para poder encarar el necesario plan de estabilización que demanda la coyuntura. Se trata de un vicio propio de una fuerza más preocupada por utilizar la propaganda para obtener una victoria circunstancial que para preparar los medios que le permitan tener una incidencia duradera en el destino del país.
La crítica desenvuelta podría interpretarse como excesiva si no se entiende que la vaguedad de las posiciones que se exhiben en ese material es un producto de la carencia para interpretar los problemas nacionales. Consecuentemente, es imposible poner en práctica un programa para resolverlos, y aglutinar a los sectores de la sociedad que pueden tener intereses depositados en este, pero no mantienen ningún compromiso orgánico con el campo popular ni se identifican como parte de él.
Más allá de las dificultades que objetivamente hayan obstaculizado el desenvolvimiento económico, lo que se pone en cuestionamiento es una forma de hacer política en general, que da resultados pobres con independencia de cuán aciagas o benévolas sean las circunstancias.
Cuando se pusieron en evidencia ciertas tensiones que colisionaban con los avances logrados por el kirchnerismo, se debatió cuáles eran las transformaciones estructurales que se requería poner en práctica para continuar con los cambios alcanzados. No se puede afirmar que las posiciones que emergieron entonces tuviesen la profundidad que requería un asunto tan serio. Pero lo grave es que la dirigencia política se haya desentendido de la necesidad de cambiar el país para preocuparse solamente por excluir del Poder Ejecutivo a opciones peores.
De estas condiciones con las que llegamos a las PASO, podemos aprender una lección. De poco sirve mantener el poder si no se resuelve para qué usarlo. Es necesario darle lugar a una investigación seria de los problemas nacionales y aprehenderla como parte de la construcción política, para que no se repita la experiencia de finalizar un gobierno con objetivos progresistas que termina con un empeoramiento del nivel de vida de la población.
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