Asedios y pacto social
El triunfo del neoliberalismo sobre el liberalismo sería un verdadero retroceso histórico.
Con frecuencia se cae en el error de atribuir el devenir histórico, político o económico a las características personales de protagonistas destacados. Así, por ejemplo, en el siglo pasado abundaron los análisis que pretendieron explicar el fascismo en base a la personalidad o rasgos psicológicos de determinados líderes, cuando no eran ésos los elementos fundamentales que definían aquellos regímenes políticos. Tal explicación implicaba borrar del mapa las conexiones entre el capitalismo y las experiencias totalitarias europeas, que quedaban así retratadas como el mero efecto de las tribulaciones mentales de personajes autoritarios. En otras palabras, se presentaba el fascismo como la cristalización estatal de personalidades desquiciadas.
Análogamente, hoy aparecen escritos que buscan dilucidar el comportamiento del imperialismo norteamericano en base a las cualidades del magnate extravagante que alquila la Casa Blanca. Y, si damos un salto y salvamos distancias, en nuestros pagos no faltan los que suponen que el funcionamiento del grupo Clarín, por ejemplo, se puede descifrar haciendo psicoanálisis a su CEO. Este tipo de razonamientos es el fundamento de quienes suponen que para lograr la integración de ese oligopolio al proceso democrático basta con la práctica de buenos modales en el trato con su hombre fuerte: una ingenuidad que podría ser políticamente suicida, por cuanto omite que se trata de un holding que busca una integración monopólica, vinculada a las altas finanzas y otros grandes negocios. Esos capitales no se mueven al conjuro de impulsos emocionales o por premisas ideológicas, sino que procuran ampliar su esfera de acción y de dominio: la concentración conduce fatalmente al monopolio y la supervivencia exige ampliarse a la zona dominada por los monopolios rivales. Es simplemente una ley económica del sistema capitalista, no una lucha de ideas ni de resentimientos personales.
No está de más señalar que la libertad de expresión y de prensa no tienen nada que ver con esto: su respeto irrestricto está en las antípodas de la pretensión de estas corporaciones de que los resortes del Estado se subordinen a sus intereses, justamente lo que no debería permitir ningún gobierno popular.
Una confusión similar ha aparecido a partir del debate en el Congreso del proyecto que se convirtió en la ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva, enviado por el Poder Ejecutivo para mitigar el estado de emergencia generalizado en que se encuentra el país. Distintos analistas, entre los que se cuentan algunos identificados con el proceso que recién se inicia, sugieren que la oposición irracional que propuso y practicó el núcleo duro del macrismo “fue un error”, o que se debe a los desequilibrios de Carrió y de Bullrich o al cinismo de Macri y Peña Braun, factores que pudieron haber incidido complementariamente o no, dicen.
Peligros
Es evidente que el gobierno de Alberto Fernández tendrá que convivir con una especie de internacional reaccionaria; tal el contexto nacional, regional y global. Con esta denominación aludo fundamentalmente a la fase actual del capitalismo, que en nuestro país ha hecho estragos -no sólo económicos y sociales- cuya reparación demandará unos cuantos años más que los 4 en los que se consumó. Lo que se suele llamar neoliberalismo sembró desigualdad, empobrecimiento, intemperie, hambre, miedo, resentimiento, y si no logró destruir algunas bases mínimas de la democracia liberal no fue porque no se lo haya propuesto, sino porque no pudo. No obstante, preparó el terreno para la emergencia de un nuevo autoritarismo que se ofrece a él para llevar su hegemonía aún más lejos.
Parece que el capitalismo en la versión que nos trajo Macri no necesita ya la democracia, que podría funcionar sin ella. Por eso, toda resistencia a este neoautoritarismo recolonizador debe empezar por exigir una rendición de cuentas a los autores de los escombros que habrá de despejar el nuevo gobierno para encarar la reconstrucción.
En esa modalidad salvaje, el capitalismo erosiona los mecanismos típicos de representación y de garantía de eso que se conoce como interés general. El impulso público generalizado del que gozó la peor cultura empresaria, con el propósito de legitimar sin baches el aumento de la tasa de ganancia de las empresas y sectores en los que tienen intereses el ex Presidente, sus parientes y amigos, no se adecua a los requerimientos culturales del pueblo y la democracia argentinos: pluralismo e igualitarismo. El culto a la individualidad “exitosa” y con capacidad de mando, que únicamente prospera por la obediencia disciplinada del conjunto, fomenta los valores autoritarios y jerárquicos cuando se traslada a la polis, más allá de hipocresías como las que caracterizaron a las peroratas del macrismo que convertían sus acciones predatorias en cruzadas moralistas.
Los discursos que en realidad rigieron al Estado oligárquico se basan en principios morales consagrados por las llamadas escuelas de negocios, conducentes al éxito individual con desprecio de la cooperación colectiva, e instrumentadores de los semejantes, que son cosificados. Tales prédicas generan un clima de intolerancia ascendente si terminan por convertirse en una ética social: les Carrió, Pichetto, Bullrich, etc. son el botón de muestra de un fenómeno que no alcanzó a consolidarse en el país.
Ésta es una cuestión clave que alcanza a los responsables del drama, los mismos que ahora hablan como si recién llegaran de un prolongado viaje intergaláctico; pero no sólo a los cruzados que dejaron el Gobierno el 10 de diciembre o los que habitan en el Senado, como el ex Ministro de Educación que se ilusionó con la “Segunda Campaña del Desierto” o el entrerriano que cortaba rutas en 2008, sino también a otros causantes como los diputados Negri y Cornejo. Este último, en el citado debate, aseguró que el proyecto en discusión era un “mega ajuste” y se lamentó por los jubilados. En realidad es un ajuste a los que pueden y deben pagar impuestos, una mega redistribución progresiva: ya nada será igual, ni para los pobres ni para los ricos. Una de las tantas omisiones de los responsables del desastre fue que Macri hirió gravemente al sistema jubilatorio y que, si hubiese conseguido la reelección, lo terminaba de destruir.
Jugar con las emociones
No cabe duda de la función normativa que las emociones -miedo, bronca, ira, humillación y otras- han desempeñado y desempeñan en movilizaciones sociales contra diferentes injusticias, incluso en la articulación colectiva de demandas de inclusión social. La contrarrevolución neoconservadora en general y la neocolonial en particular, están jugando peligrosamente con la difusión de las emociones y estados de ánimo de les ciudadanes, incitándoles a cuestionar la legitimidad de la misma estructuración democrática de las sociedades. Se manejan las emociones desde un radicalismo moral selectivo que tergiversa, divide y desplaza la discusión pública de lo que verdaderamente importa.
En los últimos 4 años hemos vivido uno de los ejemplos más elocuentes: se vinculó unívocamente la corrupción con lo público y, sobre todo, con el gobierno de Cristina. Así, se hizo carambola a 2 bandas: se desprestigió al adversario político y a la política en general, al extremo de presentar el asunto como un problema sin solución. Cuando se hizo inocultable, la corrupción de empresarios fue justificada criminalizando al sistema político:
- los empresarios no tuvieron más remedio que evadir impuestos para sobrevivir al intervencionismo del Estado, nunca a las políticas de la oligarquía que gobernaba o
- los empresarios, ingenuos, fueron extorsionados por algún político inescrupuloso que les pidió una coima. En pocas palabras, los empresarios siempre fueron víctimas.
Otro efecto negativo de esta maniobra distorsiva consiste en que una forma de corrupción estructural permanece impune, lista para cooptar a algún funcionario que se preste, de cualquier gobierno: hay una corrupción que se perpetúa.
Asimismo, los CEOs que (des)gobernaron impusieron un sistema basado en una ética de rapiña, en el que confluían las formas legales y delictivas del despojo. Sin embargo, para una considerable franja de la población los únicos corruptos son (todos) los políticos.
Ya no se trata de razonar, sino de seducir emociones, deseos y pasiones; directamente, sin la intermediación de los espacios públicos y del debate entre los protagonistas. Éste fue el corazón de la estrategia duranbarbiana que ejecutó Peña Braun con sus trolls. No importan los hechos sino su interpretación emotiva, individual o colectiva. Para completar, se pretende que esas interpretaciones tienen un valor absoluto, sin contemplar sus consecuencias.
Ruptura
Se deduce que la derecha ha buscado el voto a cualquier precio y, para eso, explotó un cierto conservadurismo en los sectores populares, pero también la frustración de porciones de las capas medias despolitizadas por los efectos de la larga hegemonía cultural del neoliberalismo y empobrecidos por su dominio estatal desde 2015 -desocupación, precarización laboral, pérdidas del salario real, etc.-: el blindaje ante las paradojas es una medida de la calidad de toda manipulación.
A estos segmentos sociales habría que sumar el auge nada despreciable del conservadurismo cristiano -particularmente evangélico-, cuyo autoritarismo se manifiesta contra una sociedad caracterizada por la diversidad creciente, que la derecha ni acepta ni está dispuesta a comprender para no perder su predominio cultural ni sus posiciones económicas.
Así, el debate político quedó invadido por mensajes insustanciales, no ideas, que hace algunos años hubieran sido considerados algo más que impropios, hubiesen escandalizado; pero que en tiempos recientes empezaron a naturalizarse ante la indiferencia de algunes o la indolencia de otres, que -en el mejor de los casos- no perciben que se está jugando impunemente con la ira de ciudadanes para obtener réditos electorales y, de paso, introducir cambios profundos en la sociedad. Lo cierto es que esos mensajes tienen en común un componente antiderechos, enmascarado en la reivindicación de las libertades supuestamente amenazadas de determinados grupos sociales que se resisten a perder poder o privilegios: no están dispuestos a aceptar que los derechos y las libertades son para todes, no un coto cerrado para el disfrute de unes poques.
Si el Régimen de la Segunda Alianza hizo de semejantes manejos el leitmotiv de la estrategia comunicacional del gobierno, nada indica que vaya a abandonarlo como oposición, sino todo lo contrario.
La situación es inquietante porque su dinámica conduce a destruir la democracia liberal desde adentro, a aniquilar el resto de sus instituciones, de sus canales participativos y de sus mecanismos de crítica y deliberación sobre cuestiones cruciales para la convivencia social, al mismo tiempo que consolidaría cierta ignorancia en algunos sectores de la población. Brasil está mostrando el alto poder destructivo del neoautoritarismo, y si bien la historia nacional ha generado anticuerpos más poderosos que el de nuestro vecino, las garantías no son absolutas.
En esas condiciones sería prácticamente imposible construir metas socialmente compartidas por todes, y si bien no habíamos llegado a tal extremo, estábamos ante una ruptura parcial del pacto social cuya profundización implicaba caer en una libertad sin ley: en la ley del más fuerte, que efectivamente beneficia al más poderoso. A partir de esta situación, Cristina convocó a construir un nuevo pacto, no para sumar por mera especulación electoral, sino para algo mucho más serio, de cuyo resultado depende la suerte del país y especialmente la de cada hogar humilde. Un nuevo pacto social que urge y constituye el desafío crucial del gobierno de Alberto Fernández; la ley de Solidaridad fue el primer paso para afrontarlo.
Lo que algunes no han comprendido es que si el proceso político, económico y social no encontrara esta salida, estaríamos ante un jaque mate no ya a políticas nacional-populares, sino a la legitimación misma de la democracia liberal. Sería el triunfo del neoliberalismo sobre el liberalismo: un verdadero retroceso histórico.
--------------------------------
Para suscribirte con $ 1000/mes al Cohete hace click aquí
Para suscribirte con $ 2500/mes al Cohete hace click aquí
Para suscribirte con $ 5000/mes al Cohete hace click aquí