Argentina para 4
Hay que rehacer las estimaciones presupuestarias y los acuerdos con el FMI o pronto serán fantasmas
La dinámica mundial en la que está metida la Argentina no es sencilla.
El capitalismo global venía, antes de 2019, con problemas de crecimiento, incapacidad de superar lo que dejó la crisis de 2008 en materia de endeudamiento generalizado y creciente agresividad norteamericana por el ascenso de China. La pandemia complicó aún más las cosas, y las agudizó: los Estados –ya muy endeudados— salieron a gastar más y sostener sus economías, profundizando su fragilidad financiera; hubo caída adicional del crecimiento promedio, y China siguió avanzando y acortando distancias con los Estados Unidos.
Las fuerzas que operan en la guerra en Ucrania se han clarificado considerablemente en las últimas semanas: quien más voluntad de combate tiene hoy es quien está más lejos del escenario de conflicto. Estados Unidos ve en esta situación una oportunidad de generar una brecha insuperable entre Europa y la Federación Rusa, reforzar su control sobre sus “aliados” europeos, reconquistar mercados para sus combustibles y armamentos y debilitar a uno de los principales aliados de China. Toda la presión de Estados Unidos y sus seguidores europeos es para que se continúe y profundice la guerra. Y la guerra está empezando a generar cada vez más problemas económicos en múltiples lugares del mundo.
Mientras la Federación Rusa parece estar en camino de concretar sus principales metas territoriales –aunque no el cambio de régimen en Ucrania por un gobierno neutral—, el actual entusiasmo norteamericano por la continuidad de la guerra no puede sino hacernos presagiar nuevos deterioros en cuestiones militares, y también económicas. No conocemos cual sería el punto en el cual la gran potencia del norte se daría por satisfecha, y aceptaría el cese de hostilidades, pero por ahora –por la magnitud de la ayuda militar dispuesta por Occidente para el gobierno de Ucrania— no hay fecha para que la situación empiece a calmarse.
Martin Wolf, un analista conservador y perspicaz, escribió en el conservador Financial Times: “La guerra es en suma un multiplicador de disrupción en un mundo ya desordenado. Económicamente, eso ocurre vía cinco canales principales: mayores precios de los commodities, cortes en el comercio internacional, inestabilidad financiera, impacto humanitario por los millones de refugiados y las respuestas políticas, especialmente las sanciones. Todas estas cosas también aumentan la incertidumbre”.
En síntesis: la guerra hace descender a la economía mundial hacia escenarios más preocupantes, en los cuales los principales protagonistas están cada vez más lejos de poder establecer políticas de cooperación.
Tormenta global
La continuidad y profundización del conflicto en el este europeo se traducirá en un escenario de creciente deterioro de un conjunto de variables vinculadas a las condiciones de vida de las mayorías en buena parte del planeta: mayores precios de los alimentos y de la energía –que impacta en todos los bienes y servicios—, desabastecimiento de productos e insumos, reducción de la actividad económica por situaciones reales y por incertidumbre, podas en el gasto público para equilibrar el aumento de las erogaciones provocadas por la inflación, caídas en el salario real y aumento de la precariedad laboral.
Se están viendo impactos en diversas regiones: Sri Lanka, luego de fuertes manifestaciones por la carestía de la vida, declaró en default su deuda externa de 51.000 millones de dólares, pero continúa la agitación social.
Indonesia, país de 279 millones de habitantes y gran exportador mundial de aceite de palma (comestible), decidió abruptamente cesar las exportaciones dado el brusco aumento de una serie de precios internos, luego de que estallaran protestas callejeras debido el deterioro del precario ingreso de millones de indonesios. Comenta la agencia Bloomberg: “La prohibición amenaza con avivar aún más la inflación de los alimentos, que ha estado aumentando a un ritmo desenfrenado, e incrementa el riesgo de una crisis de hambre en toda regla”. No se refiere sólo a Indonesia.
¡Japón! aprobó esta semana una serie de ayudas estatales a personas de bajos ingresos y para evitar el aumento de los combustibles. Están estableciendo un fondo adicional para la estabilización de los precios de algunos productos básicos.
En España, el Ayuntamiento de Madrid decidió reducir el tamaño de las formaciones de subte para bajar el costo energético, a costa del deterioro de la calidad del servicio.
En la prensa económica internacional ya se habla de “proteccionismo de cultivos” para referirse a una actitud que empieza a generalizarse, para proteger a la actividad interna del impacto de las esquirlas económicas de la guerra.
Otra esquirla pegó en las reservas del Banco Central: China depreció su moneda en un 3,5% desde que se inició el mes, lo que de por sí es una importante noticia económica. Como prácticamente la mitad de las reservas del BCRA están conformadas por los yuanes provenientes del swap de monedas con China, la depreciación del yuan implicó una reducción de cerca de 600 millones de dólares en la valuación de las reservas de la entidad, según un cálculo realizado por la consultora Ecolatina. En esta evaporación de reservas, las autoridades de la entidad no tienen responsabilidad alguna.
No son las únicas razones por las cuales las reservas del Banco Central están famélicas. Esta semana el propio FMI manifestó su preocupación porque las reservas no crecen. También los tenedores privados de deuda argentina están alterados por esa situación. A pesar del fuerte ingreso de dólares por exportaciones del primer trimestre, las divisas parecen escurrirse rápido de las reservas, tanto por el aumento de las importaciones como por la presión de capitales financieros sobre los dólares marginales, que obliga la Central a usar divisas para contenerlos.
La única pasiva por la captura y retención de los dólares insuficientes es la sociedad argentina.
Impermeables
Como si nada aconteciera en el mundo, los financistas que fueron convocados a servirse de la Argentina bajo la gestión de Mauricio Macri están disgustados con el país. Según Carlos Burgueño, de Ámbito Financiero, “bonistas presionan al FMI para que se endurezca en la misión de mayo. Buscan que los enviados del Fondo al país fiscalicen a fondo la aceleración de un ajuste fiscal. Quieren que sus títulos se revaloricen y salgan de los actuales precios de default”.
En estas breves frases se encierran varias claves para entender nuestra realidad.
- Que el FMI recibe presiones de todos lados, porque es también un organismo político, como ya sabemos desde que aceptó otorgarle un préstamo completamente irregular a la Argentina por orden de Trump.
- Que los fondos de inversión acreedores están pidiendo una aceleración del ajuste fiscal, cosa que no está convenida en el acuerdo con el FMI. Se comportan como si no hubiera ningún acuerdo y como si todo consistiera en presionar sobre las autoridades argentinas y extraerle unos cuantos dólares más al país. La Argentina sería una especie de limón inerte, en el imaginario de estos brillantes financistas.
- Los CEOs de los fondos de inversión están completamente fuera de la realidad, no sólo de la Argentina sino del mundo. Si quieren que sus títulos alguna vez se revaloricen, tienen que dejar que florezcan las políticas promotoras de inversiones y exportaciones y que la sociedad argentina avance por un sendero pacífico. Si, en cambio, promueven más ajuste y dañan la estabilidad política argentina, lo único que van a conseguir es un estallido social y un nuevo default de la Argentina. Y sus benditos títulos valdrán todavía menos y se alejará mucho en el tiempo la posibilidad de recuperar algo.
Es cierto: los financistas son brutos. No saben mucho de países, ni de sociedades, ni de necesidades de la gente. El problema es que sus socios locales, los que tendrían que explicarles algunas cosas, también son muy primitivos y están desconectados de la sociedad en la que viven.
Están embarcados en la lucha contra los impuestos que recauda o recaudaría el Estado, si lograra avanzar con algunos buenos proyectos que se han enunciado recientemente.
La Sociedad Rural se ha presentado a la Justicia para impugnar la legalidad de las retenciones. No tienen ningún problema en desfinanciar al Estado y crear una crisis fiscal y social. Creen que son impunes a tal estado de descalabro social, como si fueran “extra-territoriales” a pesar de vivir del territorio.
La Unión Industrial ha presentado un “Plan” de fomento a la inversión industrial, en el cual el Estado pierde recaudación para alentar a los señores empresarios a que se inspiren e inviertan. Causa gracia pensar que unos cuantos de esos mismos hombres de negocios financian a predicadores liberales que andan adoctrinando en los medios contra el Estado, el gasto público y los impuestos, pero frente a las autoridades reclaman que para invertir, los ayude el Estado.
¿En qué teoría liberal se apoyan para pedir apoyo estatal a la inversión privada? ¿No era que una actividad rentable atraía inversiones privadas sin que nadie tenga que incentivarlas?
Por supuesto que son válidas las acciones estatales para dinamizar la inversión productiva, y sobre todo en áreas prioritarias para la sociedad, pero no es eso precisamente lo que dice el liberalismo para nerds que apoyan públicamente. Para la gilada, ponen en circulación la tontera de los impuestos “abrumadores” que pagamos, o de los cientos de impuestos, tasas y contribuciones que estaríamos pagando y nos “abruman”.
Pero si piden ayuda estatal en todas las formas posibles, ¿para qué financian el embrutecimiento intelectual de la población con la difusión de doctrinas en las que no creen? ¿No sería mejor que gasten en máquinas, y no en adoctrinamiento anti estatal?
Mejor revisar todo
La dinámica de la situación internacional es tan vertiginosa, que los actores no llegan a tomar dimensión del problema y siguen actuando con reflejos del pasado.
Un caso que nos atañe es el acuerdo firmado con el FMI. Todo se está moviendo, y los supuestos macroeconómicos que teníamos hace seis meses ya no existen. Ni por lo que pasa afuera, ni por lo que pasa adentro del país. Sin embargo, el FMI hizo saber hace unos días que “no cambiará las metas del programa con la Argentina”, como si eso fuera un mérito, o una declaración de estabilidad institucional.
Los bonistas, o sea los fondos de inversión, piden profundizar las medidas recesivas y de malestar social. Seguramente coinciden con varias corporaciones locales.
El gobierno conserva una parsimonia que sería envidiable si no fuera porque el escenario está cambiando muy rápido, y habrá que tomar medidas. En este contexto, el acuerdo con el FMI debería ser revisado, para reorganizar metas y, siendo realistas, flexibilizarlas para que puedan ser cumplidas. Si el FMI no las quiere re-adecuar a los movimientos de precios, demanda internacional, flujos de capitales, suba de la tasa de interés norteamericana, sanciones comerciales y proteccionismo agrícola, las metas se van a re-adecuar solas. El gobierno, sencillamente, no podrá cumplirlas.
Hay que rehacer los números de las estimaciones presupuestarias y de los acuerdos con el FMI en forma realista. O los recalculan, o muy pronto las metas serán un fantasma del pasado.
Microclima insano
Justamente las políticas que se están empezando a implementar a nivel global, por gobiernos de cualquier signo ideológico, son las que están vetando sectores del poder económico local, como parte de la defensa de sus intereses. No podemos poner retenciones, ni podemos poner cupos, porque se ofenden con la excusa de que sienten amenazada su libertad. No podemos controlar precios con mayor contundencia porque es estatismo. No podemos mejorar el salario real porque es inflacionario. No podemos fortalecer el Estado para enfrentar la crisis internacional que se viene porque se alejan las inversiones que existen en su imaginación.
En una reunión de unos 80 dueños de grandes empresas locales que se realizó en el hotel Llao Llao expuso Carlos Melconián, almorzaron con Mauricio Macri y por la tarde escucharon a Javier Milei.
Las presencia de estos personajes tan característicos del fracaso neoliberal en un cónclave hecho a su medida, revela la incapacidad de la cúpula empresaria argentina para innovar en algo, para proponer otra cosa que no sea el subdesarrollo de siempre, para tomar nota de lo que pasa en el mundo.
Vuelven a reiterar el libreto de los '90, aunque el país esté peor por culpa de sus políticas y el escenario global exija un cambio de rumbo hacia un Estado más fuerte y más decidido frente a las turbulencias.
Pronto, nuevas medidas serán requeridas para proteger al país, que está dotado de alimentos y energía, de las turbulencias globales.
La gran pregunta es cómo se llegará a tomar esas medidas necesarias, en un contexto ideológicamente retrógrado y con un gobierno que atiende demasiado a ese microclima mediocre y carente de respuestas para un país que les queda muy grande.
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