Les dicen y acaso se autodenominan anticuarentena, pero en realidad son la antiotredad. Levantan un símbolo patrio y de unidad como la bandera para desunir. Ese elemento de desunión niega también lo que no son: el gobierno y las mayorías populares que lo sostienen.
San Martín impulsó un plan emancipatorio y descolonizante. Que las bases de sustentabilidad del macrismo quieran apropiarse de esa figura, manifestando un 17 de agosto, implica la tentativa de sacudirse el lastre neocolonial del gobierno de Cambiemos. Ese lastre que a lo largo de 2015-2019 denunciamos en cantitos de manifestaciones callejeras cuyo mantra principal era: “Patria sí, colonia no”.
A través de su cuenta oficial de Twitter, el PRO llamó a marchar con una frase de San Martín: “Hace más ruido un solo hombre gritando, que cien mil callando”. Otra apropiación. La reivindicación de libertad por parte de las bases de sustentabilidad cambiemitas es una suerte de contrafrente colonial negador de todo postulado de vida igualitaria en común bajo los signos del cuidado. En esa cadena de (auto)negaciones hay que inscribir también el cartel que llevaba en el pecho una señora y que decía: “Patria o Mafia”. Las bases de sustentabilidad del macrismo se movilizaron para defender la idea de una patria eventual (posiblemente de minorías negadoras de la vida del campo popular) del ataque de una mafia, cuando lxs que mostraron el ejercicio de lógicas mafiosas fueron sus referentes políticos.
La crítica que formulan a la crisis económica provocada por la pandemia pretende subsumir el desastre económico al cual nos arrojó su gobierno, que el 10 de diciembre entregó una Argentina quebrada. El macrismo endeudó el país, provocó el cierre de 250 mil pymes, además de cientos de miles de despidos de trabajadorxs, tanto del sector público como del privado.
El 10 de diciembre la Argentina emancipadora logró ponerle un freno a Macri. No así al macrismo. La batalla cultural que se impone en este pedazo de América Latina aún es ardua, porque lo que ellxs representan es más que la antiotredad: es la tiniebla desaparecedora. Si pudieran, nos desaparecerían: lo digo con el exceso que conlleva el drama de esa palabra en un país como la Argentina. Y de hecho, en una entrevista de Melisa Molina, valiente periodista que cubrió la marcha del 17A, una señora, en la proximidad del Obelisco y refiriéndose a Axel Kicillof, le dijo: “Ojalá desapareciera mañana”. Esa expresión de deseos hay que entenderla menos en clave individual que colectiva, puesto que en una democracia representativa el gobernador de la provincia de Buenos Aires sintetiza la voluntad de 4.918.935 millones de electorxs. Su desaparición simbolizaría por lo menos la desaparición de esa porción conspicua de la sociedad que se referencia en una parte de su proyecto político. La declaración de esa señora capta partículas suspendidas en el aire y las vuelve discurso. En ese dicho se concentra una gestualidad golpista presente en el clima político y social nacional. Un clima que avanza con la consistencia de una bruma espesa. Las cosas existen –llegan a concretarse– en la medida en que son nombradas.
El gobierno nacional debería promover enfático y vehemente una pedagogía junto a los movimientos sociales y la clase trabajadora organizada, para no activar la traducción política de esa paradoja que enunció Jorge Alemán: “retroceder avanzando”. Pues su activación en el terreno pantanoso de la acción política podría ser más próxima a un pleonasmo: “retroceder retrocediendo”.
* Universidad Nacional de General Sarmiento/CONICET
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