¡AL INFINITO Y MÁS ACÁ!
Los superhéroes de la historieta gráfica son vehículo de divulgación científica
Producto cultural industrializado –como el cine y la TV—, arte y oficio, la historieta (cómic, dentro de la denominación globalizada) conserva desde el principio un rasgo artesanal en el borde tanto de la literatura como de la ilustración; un guionista, un dibujante, al menos. La irrupción de las computadoras de manera alguna desplaza tales condiciones. La creciente mercantilización, tampoco. Como no puede ser de otra manera, hija de su época, data en su partida de nacimiento la misma época en que Albert Einstein publicara en Alemania las teorías que revolucionaron las ciencias duras, en el mismo momento en que aún no se habían agotado los setecientos ejemplares de la primera edición de La interpretación de los sueños de Sigmund Freud. Fue el 15 de octubre de 1905 cuando en las páginas del New York Herald vio la luz Little Nemo in Slumberland (…en el país de los sueños, literalmente), considerada la primera tira de historietas. Esto para nada significa que el recurso fuera novedoso. Mucho antes la gran prensa y los folletines habían hecho uso de caricaturas y viñetas con personajes dotados de líneas de diálogo, lo que puede rastrearse hasta la pintura pre-renacentista.
La innovación técnica de Little Nemo consistió en ubicar los dibujos en breves series, constituyendo relatos unitarios. La innovación conceptual fue un mundo relativizado donde no todo es lo que parece; afín a lo fantástico, propio del universo de los sueños. Espacio y tiempos trastocados, contrastaban con la pretensión realista de los medios de comunicación. Abrían una ventana a la libertad imaginativa distinta a las obras de ficción circulantes, al convocar a la cultura popular sobre un mismo lugar mirada y entendimiento. Excelso lugar donde depositar anhelos, preguntas, temores, afanes. Conjunción proclive a la pronta aparición de seres capaces de superar limitaciones, acrecentar posibilidades, hacer realidad los sueños. Empapados los cómics de un espíritu iluminista, la ciencia resultó atributo y agente a fin de sostener esas historias fantásticas, para las cuales la magia resultaba insuficiente y los dones infusos, agotados. Llegaban los superhéroes.
Hermanadas, ciencia e historieta transitaron las preocupaciones de cada época, revelaron “ideas y perspectivas que no teníamos una hora antes”: claves para el éxito. Con semejante capacidad de transmisión y síntesis, la recorren la bioquímica y divulgadora Paula Bombara (Bahía Blanca, 1972) junto al periodista especializado en el rubro Andrés Valenzuela (Buenos Aires, 1981) en, precisamente, Ciencia y Superhéroes. Son doscientas treinta páginas en las que se desbroza esa sutil conjunción entre el arte y el soporte técnico de aventuras plagadas de seres cuyos talentos exceden las posibilidades humanas. Por estos lares suele afirmarse que el primer superdotado fue el mismísimo Paturuzú de Dante Quinterno, quien en 1928 puso en juego por primera vez fuerza y velocidad sobrenaturales producto de una “herencia ancestral”. Popeye, el siguiente pionero, surge un año después, obteniendo su potencia de una lata de espinacas; avance tecnológico del momento al fin y al cabo. Que el indio tehuelche se comportara como un defensor del latifundio capitalista y el malhumorado marinero girara sus acciones mediante la extrema violencia, quedan cuan detalles manifiestos de la ideología mercantil de la época.
Visiones del mundo, inevitables escoltas del devenir aventurero, marcharon a la par de las innovaciones tecnológicas y desarrollos científicos como ingredientes complementarios de un saber popular. Factores determinantes, Bombara y Valenzuela los desagregan con prolijidad sistemática y rigor de laboratorio a través de las peculiaridades de un sinnúmero de personajes, destacando dibujantes y guionistas, en su mayor parte provenientes de las fuentes industriales desde donde se ha colonizado el género. Asimismo, con el cuidado de destacar no menos de veintipico de tiras rioplatenses, otros tantos autores y un puñado menor de distintos creadores de habla hispana. No todos en la misma bolsa, queda claro; cada cual dentro de su horizonte cultural. Los autores subrayan las diferencias entre la historieta occidental y la oriental, el manga. Mientras “en el cómic estadounidense los guionistas se esfuerzan por explicar los fundamentos (la ciencia base) de un poder”, los personajes culminan sus hazañas rozagantes sin que se les mueva el jopo y raramente se los vea manducandose un sánguche o sentados a la mesa. Por su parte los japoneses comen sin cesar, salen de la lucha titánica sudando la gota gorda y la cabellera enmarañada cuan candidato autepercibido libertario, en tanto “tienden a explicar las técnicas con las que ese mismo poder se utiliza”. Esto no les resulta disfuncional pues tampoco a los orientales les son extrañas las modalidades de control de la “energía” humana interior, lo cual se visibiliza desde las artes marciales hasta el feng-shui y el reiki. A partir de tales fundamentos, ambas corrientes elaboran los elementos para construir lo fantástico.
En las historietas el sustento científico adquiere una trascendencia superior a los científicos mismos —las personas—, usualmente presentados como genios locos o ingenuos rehenes de siniestros villanos. La ciencia misma, en su abstracción disciplinaria, materialización aplicada y plataforma delirante, explícita o implícita; reina, justifica y explica. Como el polifacético Leonardo en el renacimiento o Julio Verne en el siglo XIX, el cómic anticipa: “Si en algún medio se publica que, en un futuro más o menos cercano, la ciencia podrá hacer tal cosa, hay que tener por seguro que los guionistas usarán esa idea como si ya hubiera sido inventada. ¿Cómo explicar si no, que al inventar el célebre personaje Cybersix (un resonante éxito en Europa) junto al dibujante Carlos Meglia, el guionista Carlos Trillo (ambos argentinos) se hayan adelantado varios años a la clonación de la oveja Dolly? Cybersix comenzó sus andanzas en 1993, y Dolly no vio la luz sino hasta tres años más tarde”.
Una a una, las más célebres historietas y sus principales personajes —héroes y villanos— son analizados por Bombara y Valenzuela en cuanto a la verosimilitud de los respectivos superpoderes. Como es lógico en el universo del relato fantástico, raramente se establece una correspondencia con el conocimiento científico y tecnológico que lo sostiene. Divergencia en la cual los autores encuentran la diversión, no menos que el espacio a fin de agilizar el lenguaje y difundir el saber riguroso, lo que refuerza el maridaje entre tecnicismo sistemático y entretenimiento, a la vez facilitador de la lectura. Apartado el tono de manual académico, el referente a la ciencia se despliega por afinidad (cuando el argumento técnico se aproxima a lo verdadero), por oposición (cada vez que se trata de un rotundo disparate, entonces se remite a la eventual idea correcta), o bien por adición (ante la ausencia de explicación, sugieren por qué lado puede venir alguna respuesta). En los baches, como bellamente lo expresan lo autores, allí “donde lo científico no llega, la fantasía florece”.
Un “quién es quién” sumario para cerrar Ciencia y Superhéroes, detalla en forma somera tiras y personajes en una suerte de abreviado compendio enciclopédico destinado a la agilidad de la pesquisa histórica. Complementario, otro apéndice donde constan autores, editoriales y conceptos, ofrece una segunda vía de acceso tanto a la curiosidad como a la búsqueda especializada. Conjunto coherente, dinámico, en el que la información pendula de la referencia a la aventura fantástica presente en el lector, al antecedente técnico específico posiblemente apartado del bagaje de conocimientos legos. Ritmo amable en el propósito, explícito del libro: contribuir a la divulgación científica y el consecuente pensamiento crítico. En paralelo, logra espantar la pavada rugiente que limita y reduce a la frivolidad de la mera acción el amplio espectro de la historieta. Las permanentes alusiones a El Eternauta y a Asterix como obras de arte, ejemplares en muchos aspectos y en este caso en la articulación con la ciencia, resulta un parámetro en que el interés autoral asimismo se dirige a brindar criterios afines a la calidad de estos productos. Para que el lector distinga lo bien hecho de la bazofia.
FICHA TÉCNICA
Ciencia y Superhéroes
Paula Bombara y Andrés Valenzuela
Buenos aires, 2022
232 páginas
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