El Congreso aprobó el presupuesto del ajuste diseñado para pagar con el empobrecimiento material, social, cultural y de derechos de la inmensa mayoría de la población, un vaciamiento de la riqueza de la Nación a cargo de una asociación privada nacional/extranjera de explotación de lo público. Este hecho político sorprende por su desmesura, pero si lo vemos en la secuencia histórica de los últimos 70 años, esa perplejidad deja de ser confusa. Si el neoliberalismo propone el desencanto del fin de la historia como estrategia de dominio de la racionalidad crítica, es la memoria del curso de sus injusticias en movimiento la que nos ayuda a distinguir el hacer de sus prácticas para mejor responder a su disociación entre ética y política.
La metamorfosis neoliberal
La historia del neoliberalismo en el escenario global muestra un desarrollo en el cual los ajustes económicos han sido la herramienta para sostener y profundizar las desigualdades en el tiempo. En el campo específico de la salud global, que comenzamos a analizar en nuestra nota anterior con foco particular en la atención primaria de salud y las vacunas, el “ajuste selectivo” introducido en 1979 por la Fundación Rockefeller y el Banco Mundial (BM) sobre las estrategias de OMS y la UNICEF, fue el primer paso para subordinar los organismos de Naciones Unidas a los intereses privados. Después los ajustes siguieron su curva ascendente.
En 1983, la UNICEF promovió la responsabilidad pública con la Estrategia Revolución de la Supervivencia y el Desarrollo infantiles que incluía al Programa Inmunización Universal de la Niñez. Pero en 1984 se fundó el Grupo de Trabajo para la Supervivencia Infantil, que integrado por la OMS, UNICEF, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Fundación Rockefeller y el BM, pasó a ser un ejemplo de Participación Público Privada (PPP). La UNICEF comenzó a navegar entonces en la impotente ambigüedad de una crítica negociada con el poder concentrado.
Es así como en 1987, ante las políticas de estabilización económica y ajuste estructural que desde los '70 venían promoviendo el FMI y el BM, la UNICEF adoptó la estrategia Ajuste con Rostro Humano. En el informe de la misma, por un lado se aceptaba, ante la recesión mundial, la necesidad de un ajuste económico ortodoxo postulado por el FMI y de un ajuste estructural orientado al crecimiento según pedía el BM. Pero la estrategia reclamaba que esos ajustes se hicieran en un marco de protección de los grupos vulnerables en cuanto a sus necesidades básicas de nutrición, salud y educación, para evitar gran parte del sufrimiento humano que causaban.
Pese a esa crítica general a la globalización del ajuste, la Cumbre Mundial de la Infancia de 1990 puso el foco de los esfuerzos de la OMS y de UNICEF en la inmunización universal de la niñez, y en 1999, después de una década de desregulación, libre mercado, y con la Organización Panamericana de la Salud cambiando el eje de sus políticas en acuerdo con la estrategia de privatizaciones del BM, una Resolución de la OMS creó la Alianza Mundial para Vacunas e Inmunización (GAVI) que estableció una Red mundial integrada por gobiernos, organismos bilaterales, organismos técnicos, la OMS, UNICEF, el BM, la industria farmacéutica, la Fundación Bill y Melinda Gates y la Fundación Rockefeller. Así se sumaron nuevos actores, poderes e intereses.
El rostro jánico del humanitarismo público/privado
El mes de enero toma su nombre del antiguo dios Jano, porque una de sus caras mira hacia adelante (el año que comienza) y la otra hacia atrás (el año que pasó). La nueva Alianza Mundial decía mirar hacia adelante en orden a mejorar el acceso a servicios de inmunización sostenibles; ampliar el uso de todas las vacunas existentes que fueran inocuas y eficaces en relación con el costo; acelerar el desarrollo y la introducción de nuevas vacunas; acelerar las actividades de investigación y desarrollo de vacunas requeridas específicamente por los países en desarrollo; y hacer de la cobertura inmunitaria un componente esencial del diseño y la evaluación de las actividades de desarrollo internacionales, incluido el alivio de la deuda. Supuestamente, la Alianza haría una contribución mayor para mejorar el acceso a servicios sustentables de inmunización en los países elegibles para su financiación, permitiendo la introducción de vacunas más nuevas y costosas. Pero en esa fusión de lo público y lo privado, la cara de atrás de la Alianza de un Jano de rostros diferentes miraba a las políticas de ajuste y otorgó un rol dominante a los organismos financieros internacionales y al predominio de los intereses privados de mercado.
Así fue como el mismo año 1999, en que la OMS creaba la Alianza Mundial para Vacunas e Inmunización, se inició una crisis en el suministro de vacunas por los fabricantes al mayor comprador para los países pobres o en desarrollo que era la UNICEF. En los veinte años del período 1979-1999, la provisión de vacunas para el esfuerzo humanitario de OMS-UNICEF de universalizar las vacunaciones tuvo el apoyo de los fabricantes. El suministro a bajo precio de los productores a los organismos internacionales había sido posible porque los países pobres y los ricos usaban las mismas vacunas, aunque a precios diferenciados según la capacidad de pago en uno u otro país, con lo que los productores se aseguraban la compensación de costos. Además, los fabricantes mantenían una capacidad excedente de producción y almacenamiento de las vacunas tradicionales; y hasta los '80 había una competencia de mercado asegurada por la presencia de muchos proveedores.
De la globalización humanitaria a la globalización mercantil
A fines de los '90 aquella situación cambió radicalmente. Durante los '80 y los '90, los productores fueron introduciendo nuevas tecnologías –más caras— de producción de vacunas; el interés de esos productores dejó de lado las vacunas tradicionales de bajo costo; el exceso de producción y almacenamiento se suprimió para orientarse a una oferta ajustada a la demanda; la producción se fue concentrando hasta que cinco grandes productores (GlaxoSmithKline, Merck, Novartis, Sanofi-Pasteur, y Wyeth/Pfizer) dominaron el comercio mundial eliminando la competencia; y la demanda de vacunas fue diferenciando a los países ricos que empezaron a consumir vacunas de segunda generación y nuevas vacunas, de los países pobres consumidores de las vacunas tradicionales producidas por laboratorios nacionales y financiadas en gran parte por UNICEF.
El costo por dosis de las vacunas tradicionales que ese organismo internacional compró entre 2001 y 2009 para su programa de inmunización universal varió entre 6 y 15 centavos de dólar, pero estas compras sumadas a las de OMS sólo representaron del 5 al 10% del valor de todas las dosis de vacunas producidas en el mundo. En 2007, la UNICEF compró 3.200 millones de dosis por un valor de 600 millones de dólares pero para entonces el mercado mundial de vacunas ya ascendía a más de 16.000 millones de dólares. El 80% de estos ingresos les correspondía a cinco grandes empresas transnacionales, aunque los países industrializados sólo aportaban el 14% de la cantidad de vacunas necesarias para atender a la demanda mundial.
La razón de esa disparidad fue que los países pobres o en desarrollo habían pasado a producir las vacunas tradicionales, de bajo costo y alta demanda, y los países ricos se habían concentrado en las nuevas vacunas de alto costo. Es así como el costo total del paquete básico de vacunas se disparó, pasando del equivalente de un euro en 2001 para seis enfermedades, a casi veintinueve euros para once vacunas en 2011, pero el 70 % de ese costo se lo llevaban las dos vacunas más nuevas: la antineumocócica conjugada de Pfizer —Prevnar13— y las vacunas contra el rotavirus: Rotarix de GSK, y Rotateq de Sanofi-Aventis-Pasteur. Vacunas como la antineumocócica Prevnar de Wyeth/Pfizer, Gardasil de Merck S&D, y Cervarix de Glaxo Smith Kline, contra el virus del papiloma, generaban beneficios de venta anuales mayores a 1.000 millones de dólares.
Esta reseña, aunque focalizada a vacunas y salud, adelanta las dificultades del objetivo 17 (Alianzas para lograr los objetivos) de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Porque en la perspectiva de ese desarrollo global, el actual gobierno argentino es un ejemplo de cómo se cambia de un enfoque de derechos a un enfoque de mercado. El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, dijo sin vergüenza: "Esto nunca se había hecho en la Argentina, sin que caiga el Gobierno". Sus palabras muestran, al decir de José Luis Rebellato, la fatal arrogancia que tiene la racionalidad de un mercado sin justicia. Pero no es bueno vanagloriarse de fechorías impunes ni de triunfos todavía no alcanzados.
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