Siempre existe otro día
Antes de que terminasen los alegatos, el juez ya se había cortado el pelo para salir bien en TV.
El 2 de abril de 2018 mi mundo se congeló en un instante de dolor infinito. Pensé en esos días que ya no iba a respirar más. Aun hoy, cuando volví a sonreír, cada tanto escucho ese tema que Gustavo Ceratti que se llama Lisa y que tiene esta estrofa maravillosa que dice “Brilla en la oscuridad. / Su sabor a la primera vez / Le hace volver a aprender / A respirar”. Y créanme, saboreo el aire como si fuera la primera vez que respiro.
En esos días estaba ciega de dolor. Enojarme me llevó tiempo. Simplemente no tenia fuerzas para vivir y morirme era una posibilidad siempre cierta. Solo se trataba de tirarme en la cama y dejarme ahí, hasta que el dolor me asfixiara – finalmente, afortunadamente, necesariamente. No lo pude hacer porque tenía mucha gente que necesitaba que hiciera mi trabajo. A quienes perseguían sin piedad los tribunales argentinos. Mi amigo Héctor Timerman se moría. El juicio de Amado Boudou avanzaba implacable y plagado de injusticias. Y yo solo quería morirme y que el dolor pasara de una buena vez.
Como nada tenía sentido, ni siquiera seguir viva, actuaba como un autómata. El lento ritual de salir de la cama en la que ni siquiera dormía, solo veía pasar los minutos terribles de esas noches eternas en las que solo quería que el siguiente minuto fuese el último.
En épocas sin sentido, solo recordás los detalles, las escenas. Apenas fragmentos de una memoria que ya no tenía hilo alguno. La noche que mi amigo Martin se quedó conmigo hasta la madrugada y no dejó que me fuera de su casa hasta que salió el sol. Y con espanto y ternura de hermano me dijo: “Ya salió el sol, Grace, ya estás a salvo” y nunca aclaro que estaba a salvo de mí misma. Pero los dos lo sabíamos. Amado, tan leal que pasó a buscarme y me llevó de copas y me dejó llorar hasta que finalmente estallé en carcajadas. Y Sebas y Carolina, y El Bosnio y Rosa. Y Lucia y las Pochonetas. Tan siempre que nunca tuve que decirles que lxs necesitaba, porque siempre estuvieron ahí. Y la vez que fui a tribunales y me encontré con alguien que me recordó a una época ya pasada. Y me largué a llorar en el baño de la Cámara de Casación. Y Pablo Slonimsqui que impidió que dejase la profesión de abogada una mañana. Y Horacio pidiéndome que empezara a escribir estas notas y de pronto las semanas tomaron algún sentido. Buscar el material para escribir, sentarme a escribir hasta el sábado. Editar con el paciente y siempre cordial Marcelo, que festejó generoso cada avance diminuto en mi fárrago de palabras. Desde esos días, “el Santo”. Y la mañana que uno de los jueces del tribunal que juzgaba a Amado se apareció con el pelo ridículamente recién cortado y supimos que ya no le importaba la prueba a ese tribunal. Ni la justicia. Que lo iban a condenar igual sin pruebas y sin razón. Porque antes que pensar el fallo y antes que terminasen siquiera los alegatos, el juez ya se había cortado el pelo. Para salir bien en TV.
La declaración de Héctor, que cuando terminó y apenas respirando juntó fuerzas para sonreír y me dijo: “¿Estás contenta, Graciana? Porque si vos estas contenta yo estoy contento también”. Y me abrazó y susurró “gracias” y yo supe que se estaba despidiendo. Porque cuando terminó de declarar, los dos sabíamos que ya había hecho todo cuanto sentía que debía hacer antes de morirse. Y Lucas que me cuidó como pocas veces me han cuidado. Y esa tarde de invierno tan gris y tan fría donde me tocó honrar a un muerto que no era mío. Y el viaje a Costa Rica, para escaparme del monstruo. Y la mañana hermosa por primera vez en meses, en que logramos la libertad de Amado. Era mi cumpleaños. Y aunque no tenía fuerzas para festejar, dejé que las chicas me llevaran a cenar, porque después de haberme tolerado tan mortuoria y lúgubre tantos meses queriendo morirme, ese día ya no quería hacerlo. Y me pareció justo compartir esa noche con ellas. Para que supieran que ya no tenían que seguir cuidándome. Y la libertad de Facu, el mago impertinente. Y la madrugada eterna esperando a Ricardo.
Porque alguien confía en vos
Y la sonrisa final de Héctor, que ya no hablaba. Fui a contarle que iba a pasar año nuevo en San Juan. Pero que volvía en tres días. Y mi regreso doloroso a Buenos Aires porque Héctor se había muerto 12 horas después. Y Pablo y Elida tan generosos ese 31 que me adoptaron para siempre. Y Ari siempre inventando cosas geniales para hacer juntos. Y el Tano. Y Joaquín. Y la banda adorable de Rondina. Y Ale ahí, siempre firme, sabio y silencioso, cuidándome la espalda y confiando en mí para que cuidara la suya. Y me cuesta explicar el valor que tiene cuando vos ya no querés vivir, que alguien te diga que confía en vos para que lo cuides. Porque te levantás igual y aunque estés doblada de dolor y de espanto, sabés que alguien confía en vos. Así que te levantás igual. Porque alguien confía en vos.
Nunca sabes bien cuándo es que empezaste a respirar de nuevo. ¿Fue en Narciso, con Lidia cantando tangos? ¿Fue la noche que la luna iluminaba la república de la Paternal como si fuese una película de ciencia ficción y alguien preguntó: "¿Acaso las chicas con hoyuelos no tienen secretos?" ¿Fue la noche con Gustavo, que lo invité a cenar y terminamos en una comisaría mientras yo peleaba la libertad de alguien? ¿Fue el sábado que Adrián vino y arregló la terraza y nos comimos un asado a las 5 de la tarde? ¿Fue esa tarde de enero en Villa Urquiza? ¿Fue esa otra tarde en Flores, maravillándome de la biblioteca de Raúl o la vez que descubrí que el profesor Maier había donado la suya y que amaba el folklore? ¿Fue Lucila contándome las mejores anécdotas? ¿Fueron Alberto, Maxi, Gabriel, Daniel y Martín acomodando sus locos horarios para hacerlos coincidir con los míos? ¿Fue en la cueva de Eduardo? ¿O con la belleza que escribe Rafael? ¿Fue el afecto de Nacho, Martín y Rodolfo? ¿Fue aquella vez que estallé en carcajadas con Cristina cuando todos se fueron? ¿O fue el 24 de marzo con Antu, Karina y Rodrigo? ¿O fue el sapo desquiciado, haciéndome reír con su cinismo exquisito?
Me gustaría poner fecha cierta a cuándo volví a respirar y cuándo se me fueron las ganas de morir. Pero realmente no puedo. Son fragmentos de sol. Que se fueron sumando mientras que el dolor se escapaba por las rendijas. Y yo volvía a respirar.
He leído cientos de veces una frase atribuida a Clarice Lispector. No sé si es ciertamente de ella. Leí buena parte de su obra siendo muy joven, pero además sin tener entonces un registro del dolor como el que tengo ahora. Tal vez por eso la pasé por alto y ahora, aunque busco en mi memoria de lectora desordenada, no logro saber donde la leí por primera vez. Me he prometido cientos de veces releer a Clarice para rastrear la frase con precisión. Y porque quiero saber en qué texto la escribió ella, que escribía tan bellamente las emociones. La frase en cuestión dice: “Afortunadamente siempre existe otro día. Y otros sueños, y otras risas. Y otras personas. Y otras cosas”. Y tan cierto que impacta. Qué joven y pretensiosa inmortalidad debo haber ostentado cuando leí a mi adorada Lispector por primera vez, que esa frase se me pasó por alto.
Pero fue así, tal como lo escribió Clarice. Afortunadamente existe otro día. Aun cuando me resulta imposible determinar cuál fue exactamente.
Lo que sí recuerdo con absoluta precisión y felicidad fue qué día recuperé la esperanza. El gusto de dar batalla, ya no solo para sobrevivir, sino para ganar un mundo mejor y más justo. Fue el 18 de mayo de 2019. Fue el día que Cristina Fernández de Kirchner nos contó a todos que el candidato del peronismo que se unía sería Alberto Fernández. Mi amigo Alberto Fernández. Con quien tanto he discutido. Con quien tanto he acordado. Con quien alternativamente y a lo largo de muchos años he admirado, temido, peleado y finalmente vuelto a acordar.
Porque debo ser justa, a Cristina la he querido siempre. Aun enojada. Aun ofendida, a Cristina la quiero desde siempre. Con respeto. Con cierto temor a veces. Sabiendo que aun cuando la he visto mil veces, cada vez que la veo tengo el instante de pensar: “Ay, estoy con Cristina”. Y que me emocione. Siempre. Y aunque a veces finjo, para no parecer una blandita, que me resulta normal hablar con ella, nunca dejo de sentir que es un honor. Lo escribo sin vergüenza porque ya lo he escrito antes. Y lo escribo sin pudores porque es cierto. Porque yo la quiero. Y la respeto y la admiro. Y porque no dejo de aprender con ella. Que no quita que verla enojada es tremendo. Y que no quita que a veces me enoje yo. Que no entienda ciertas cosas. Y que cuando me enojo o no entiendo ciertas cosas, hasta mis padres que me adoran… invariablemente le den la razón a ella y no a mí. Padres peronistas, ¡qué remedio!
La prudente Graciana
Con Alberto Fernández no ha sido tan lineal mi relación. Ni tan respetuosa, al menos de mi lado. Porque OK, sí, la prudencia no sería mi signo distintivo. Sé que nadie en su sano juicio diría ahí viene la prudente Graciana. Igual soy más prudente de lo que ustedes creen, aclaro. Pero a mi insolencia, siempre la ha enfrentado su paciencia. Y me ha ganado por goleada. Y a veces pienso que a veces perder en cierto aspecto no está tan mal. En este caso al menos no lo estuvo. Promoción no aplicable a otras situaciones.
En los días en que nos enterábamos de que nuestro candidato sería Alberto Fernández, yo le pregunte qué haría con el Poder Judicial y con los servicios de inteligencia. Y si combatiría esa relación promiscua que le costó la vida a Héctor Timerman. Me respondió. Y le creí.
Y vinieron los días de unir al peronismo. Y de las elecciones. Y trabajar con Jorge, Pato, Luz, López W y Gero. Y Darío y los chicos. Hacer casa en el PJ. Ver cómo se construye una alternativa política que pueda ganar elecciones. Y que después pueda gobernar. Ya no quería morirme en esos días, solo quería ganar esas elecciones. Con las tripas. Pero también con la razón.
Y ganamos las PASO. Y ganamos las elecciones generales. El peronismo ganó las elecciones. Y lo que yo pensé ese 18 de mayo de 2019, cuando me enteré quien sería nuestro candidato, fue cierto. Porque ese día que anunciaron la formula yo pensé que íbamos a ganar. Y cuando lo dije, algunos amigos me dijeron que estaba loca.
Y vinieron las operaciones y los operadores y los amigos del poder y las cosas que no entendés, aunque las veas muy de cerca. O a lo mejor porque las ves muy de cerca. Aun no lo sé. Y vino la declaración de Cristina en esa causa ridícula y sin pruebas. Ella se sentó ante el tribunal y como un fuego les dijo en la cara a buena parte del Poder Judicial que no aceptaba el pacto de impunidad y extorsión que le ofrecían. Que no iba a aceptar mansamente el escarmiento que le proponían a cambio de un trato benévolo. Que ahí, sentada como acusada, tenía un par de cosas para decir. Y las dijo.
Ese mismo día Alberto señaló que mientras el peronismo gobernase no iba a admitir operadores judiciales. Y un poco que estalló el mundo.
Yo quería que ganara el peronismo. No solo porque soy peronista, sino porque el gobierno que llevaba a adelante Mauricio Macri me daba miedo y horror. Los servicios de inteligencia sin conducción ni destino se habían loteado sectores enteros del Poder Judicial. Porque el gobierno perseguía gente. Desde ex funcionarios a tuiteros que hablaban de su bronca en redes sociales. Porque alrededor mío había cada vez más gente sin trabajo, sin dinero sin esperanza. Y también sin justicia. Sobre todo, sin Justicia. Porque ejercer la profesión de abogado se había vuelto algo tan inútil como oficiar de sacerdote en un prostíbulo. Porque me pasé los últimos cuatro años defendiendo a personas a quienes son solo privaban de su libertad, sino de toda garantía constitucional. Y de toda dignidad. Porque no tenía respuestas y las pocas que tenía o intuía, prefería no decirlas a veces para no desanimar más a quienes ya no tenían casi esperanza. Y la Corte Suprema se mantenía en silencio. Y solo unos pocos se animaban a contar lo que pasaba todos los días, a la vista de todos y sin que casi nadie dijera nada.
Quería que ganara el peronismo además porque le prometí a Héctor Timerman que no iba a dejar que le pasara a nadie más lo que le pasó a él. Promesa y compromiso que me pidió varias veces, mientras pudo hablar, que le confirmara y nunca olvidara. Y te digo Héctor, que te quedes tranquilo donde sea que estés. Porque nadie se va a olvidar de lo que te pasó. Y ya somos a un montón los que vamos a trabajar para que no le pase a nadie más. Aunque hayan sido parte del club de verdugos. Porque el peronismo, como vos tanto repetías, no olvida ni la historia, ni a la gente, ni las garantías constitucionales. Porque el peronismo se aferra a la memoria para construir Justicia. Pero además de construir Justicia, construye humanidad. Y futuro.
Imperativos morales irrevocables
El 10 de diciembre hacía un calor de mil demonios. De todas formas y a pleno rayo de sol una multitud salió a celebrar la asunción de Alberto Fernández y de Cristina Fernández. Luego de jurar, Alberto Fernández dio un discurso que difícilmente esta abogada pueda olvidar. En un fragmento de ese discurso expresó: “Sabemos que nuestro país no se destaca por haber tenido políticas de Estado. Desde 1983 ha habido solo dos constantes. La decisión irrevocable de vivir en una sociedad democrática y la voluntad de integrarnos regionalmente".
"Tenemos la responsabilidad de asumir como políticas de Estado otros imperativos morales irrevocables de la sociedad argentina. Desde 1983 la sociedad ha trabajado para el Nunca Más al terrorismo de Estado, para lograr Memoria, Verdad y Justicia. Los primeros avances se lograron desde 1983 y luego se retomaron muchos otros desde 2003. Y se impidió colectivamente cualquier retroceso en esta materia. Estamos orgullosos como sociedad de tener hoy Fuerzas Armadas comprometidas con la democracia".
"Hoy es el Día Internacional de los Derechos Humanos. Y hoy, otra vez, la Argentina vuelve a comprometerse con el respeto a los derechos del hombre y a levantar ese compromiso como bandera inclaudicable en cualquier país del mundo".
"Mejorar la calidad de los derechos humanos y cívicos implica también superar esta pobre calidad institucional en la que vivimos".
"Es tiempo de ciudadanizar la democracia. Tenemos una democracia con cuentas pendientes y siento que expreso a una generación que llega en esta hora al poder para tomar la decisión de saldarlas".
"Una democracia sin Justicia realmente independiente no es democracia".
"Supo decir un penalista clásico, que cuando la política ingresa a los Tribunales, la justicia escapa por la ventana".
"Sin una Justicia independiente del poder político, no hay república ni democracia. Solo existe una corporación de jueces atentos a satisfacer el deseo del poderoso y a castigar sin razón a quienes lo enfrenten".
"Hemos visto el deterioro judicial en los últimos años. Hemos visto persecuciones indebidas y detenciones arbitrarias inducidas por los gobernantes y silenciadas por cierta complacencia mediática".
"Por eso hoy vengo a manifestar frente a esta Asamblea y frente a todo el Pueblo Argentino, un contundente Nunca Más".
"Nunca Más a una Justicia contaminada por servicios de inteligencia, operadores judiciales, procedimientos oscuros y linchamientos mediáticos".
"Nunca más a una Justicia que decide y persigue según los vientos políticos del poder de turno".
"Nunca más a una Justicia que es utilizada para saldar discusiones políticas, ni a una política que judicializa los disensos para eliminar al adversario de turno".
"Lo digo con la firmeza de una decisión profunda: Nunca más es nunca más".
"Porque una Justicia demorada y manipulada significa una democracia acosada y denegada".
"Queremos una Argentina donde se respeten a rajatabla la Constitución y las leyes. Queremos que no haya impunidad, ni para un funcionario corrupto, ni para quien lo corrompe, ni para cualquiera que viola las leyes. Ningún ciudadano por más poderoso que sea está exento de la igualdad ante la ley. Y ningún ciudadano, por más poderoso que sea, puede establecer que otro es culpable si no existe debido proceso y condena judicial firme".
"Cuando se presupone la culpabilidad de una persona sin condena judicial se está violentando no sólo la Constitución, sino los principios más elementales del Estado de Derecho".
"Para superar este muro que lo único que ha garantizado en la Argentina es la impunidad estructural, en los próximos días vamos a enviar al Parlamento un conjunto de leyes que consagren una integral reforma del sistema federal de Justicia".
"Al mismo tiempo, estaremos reorganizando y concentrando los esfuerzos de la Justicia de modo que se pueda enfatizar con eficacia y transparencia la investigación del crimen organizado, el crimen complejo y el narcotráfico y la droga, que son flagelos que debemos abordar con un carácter sistémico".
"Se trata de aprovechar valiosos y mayoritarios recursos que hoy existen en nuestro sistema de Justicia, de modo de terminar con la mancha ominosa que un sector minoritario le provoca a la credibilidad de las instituciones".
"En el mismo sentido de transformación profunda, he decidido que sea intervenida la Agencia Federal de Inteligencia, para impulsar así una reestructuración de todo el sistema de inteligencia e información estratégica del Estado".
"Como paso inmediato, dispondré la derogación del decreto 656 del 2016, que fue una de las primeras y penosas medidas que la anterior administración promovió y que significó consagrar el secreto para el empleo de los fondos reservados por parte de los agentes de inteligencia del Estado".
"En el marco de la derogación de dicha medida, que significó un lamentable retroceso institucional, también he tomado otra decisión: dichos fondos reservados, no sólo dejarán de ser secretos, sino que serán reasignados para financiar el presupuesto del Plan contra el Hambre en la Argentina".
"Lo mismo haremos con el resto de los fondos reservados que el actual presupuesto nacional hoy prevé para las otras fuerzas armadas y de seguridad, que serán mantenidos como tales en la medida indispensable, sólo cuando necesidades estrictísimas de defensa y seguridad lo exijan, y siempre con un máximo nivel de control parlamentario".
"Lo digo y reitero con la firmeza de una convicción profunda".
"Nunca más al Estado secreto".
"Nunca más a la oscuridad que quiebra la confianza".
"Nunca más a los sótanos de la democracia".
"Nunca más es nunca más”.
Y yo, que tal vez y al final tal vez sí sea medio una blandita, me largué a llorar. Pero no con pena, sino con esperanza. Con ganas de respirar. Con motivos para hacerlo. Porque ahora el futuro es nuestro. Y lo que seamos capaces de construir. Con Justicia. Con Memoria. Con Humanidad.
Porque como canta el Indio “Este asunto está ahora y para siempre en tus manos, nene”
Feliz Cumpleaños Héctor, donde sea que estés. No quería dejar de abrazarte. Ni de contarte que volvió el peronismo.
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