Administrar las consecuencias
La euforia en el acto de asunción de Sergio Tomás Massa como ministro de Economía (más las nuevas competencias de Producción, Agricultura y Comercio que obtuvo) no se compadece con la gravedad de la situación que le toca enfrentar. Las primeras medidas que anunció tampoco son para celebrar, en el mejor de los casos inevitables ante el riesgo inmediato de males mayores, como quien amputa un miembro gangrenado. Malena Galmarini dirigió el festejo, pero también ella tuvo que apurar un trago amargo, con la designación de Ricardo Casal como secretario legal y administrativo del Ministerio. El alcaide mayor penitenciario Casal fue ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires durante la gobernación de Daniel Scioli, y la feminista @MalenaMassa le atribuye responsabilidad en la irrupción de un prefecto en su casa de Tigre.
Las risotadas del accionista de Edenor José Luis Manzano en el Museo del Bicentenario por la llegada de su amigo a la botonera de las decisiones forman parte de una banda sonora adecuada al momento.
Lo mismo ocurre con:
- la creación de un consejo asesor sobre deuda que integra Daniel Marx, un especialista en endeudamiento externo durante los gobiernos de 1983 a 2001, quien le permitió a Fernando De la Rúa dar la buena noticia del blindaje y el megacanje, y
- la designación como segundo a bordo de Gabriel Rubinstein.
Tranquilicen a Mirtha, que no se viene el zurdaje.
Odiador serial de Cristina, autor de tuits ofensivos contra el Presidente, la Vicepresidenta, Fabiola Yañez y hasta el perro Dylan, partidario de una fuerte devaluación (que Massa negó) y del cierre de Aerolíneas Argentinas, Rubinstein es autor de un plan de estabilización, que le hizo llegar a Cristina hace un par de semanas junto con un pedido de audiencia, que no tuvo respuesta. Sus lineamientos son los del FMI:
- devaluación del 50% del tipo de cambio, con un dólar oficial a 200 pesos:
- suba del 100% de las tarifas de gas, luz y transporte,
- ajuste fiscal como forma de reemplazar el impuesto inflacionario por otros o baja de gastos,
- eliminación de transferencias a las provincias,
- recorte de la inversión pública,
- suba de impuestos,
- refinanciación de la deuda pública en pesos,
- desdoblamiento cambiario entre dólar comercial y financiero,
- superávit comercial,
- reducción de la brecha cambiaria al 30%, y
- aumento de precios y salarios equivalente al de la inflación durante seis meses.
Con estas medidas, cree Rubinstein, el PBI crecería el 3% en 2023 y el 4% en 2024, y la inflación sería de 90% en 2023 y 10% en 2024.
Con el próximo gobierno, en 2024 y 2025 se aumentaría el ajuste fiscal, hasta un superávit del 1%, se acumularían 10.000 millones de dólares de reservas y se unificaría el mercado cambiario, con una devaluación del 10%. Estas medidas atraerían capitales y, aun sin reformas estructurales, en 2026 el superávit primario sería del 3%.
Rubinstein trabajó en el estudio de Miguel Broda, donde fue economista jefe Luciano Laspina. Es posible que el plan que Laspina atribuyó a Massa sea en realidad el de Rubinstein. La difusión en distintos medios de sus tuits, que no contienen críticas políticas sino insultos, puso en un aprieto a Massa. "Hablamos técnicamente de econometría y no revisé sus declaraciones. Ahora entro en stand-by hasta el martes, cuando regrese Alberto de Colombia", dijo el ministro. Pedirle la renuncia a alguien que aún no asumió tiene un costo, pero inferior al de conservar a semejante guarro.
Margen de maniobra
Durante dos años y medio, el Poder Ejecutivo y Mr. MaGoo pregonaron las bondades del nuevo FMI, que no imponía ni ajuste ni reformas laboral y previsional. ¿Cómo hacer ahora para satisfacer sus exigencias, que el propio Massa considera incumplibles? Si en seis meses no logra fortalecer las reservas, cuya caída es dramática, y bajar la inflación, que recorre a toda velocidad el camino contrario, habrá fracasado. Pero también hay quienes consideran ese plazo muy generoso y no le asignan más de 100 días, la mitad.
La medida más auspiciosa para atacar el aumento de los precios ha sido la fusión de Comercio Interior y Exterior en una misma secretaría. Esto implica que la misma persona firmará las autorizaciones para el pago de insumos al dólar oficial (los SIMI, por Sistema Integral de Monitoreo de Importaciones) y los aumentos de precios al consumidor, algo tan obvio que no se entiende cómo no se instrumentó antes.
A Massa le toca administrar las consecuencias de decisiones previas en las que no tuvo incidencia, que condujeron a la actual encrucijada. Su margen de maniobra no es el mismo que tuvo el gobierno después de las primarias de 2019, frente a una administración fallida, un Fondo Monetario corresponsable de su catastrófico final y una sociedad esperanzada y con un alto grado de movilización, alcanzado en la resistencia contra aquellas políticas.
También varió la actitud del fiscal Diego Luciani, desde entonces hasta ahora. En 2019, luego de las elecciones primarias, buscaba contacto con la Vicepresidenta electa para explicar que estaba obligado a acusarla pero no tenía pruebas contra ella, por lo cual usaría la figura comodín de la asociación ilícita. Usó como intermediario a un juez de San Isidro, donde comenzó su carrera, hermano de una colaboradora de Cristina. Ahora que la oposición da por ganada la próxima elección, Luciani cascotea a CFK a metáforas y adjetivos para presentarla como la máxima corrupta de la historia nacional. El fiscal está casado con Josefina de Abelleyra, cuyo hermano Eduardo Manuel fue directivo de empresas del Grupo Clarín hasta su muerte por Coronavirus. Entre otras, fue Director de Torneos y Competencias. La idea de que Néstor Kirchner le enseñó a los empresarios de la construcción cómo coligarse para defraudar al Estado es irrisoria. Los clubes de contratistas son una práctica habitual por lo menos desde el golpe de 1976, como describí en detalle en mi libro Robo para la Corona, hace ya 30 años. No los organiza el Estado, sino los constructores.
La coalición gobernante
Impedir un colapso como los que el país ha sufrido en el último tramo de la dictadura, del alfonsinismo, de la primera Alianza y del cambiemismo, es un camino empinado, pero el premio por recorrerlo es que no se repita aquella experiencia devastadora del cuatrienio 2015-2019.
Como explicó el documento de CIFRA y FLACSO que publicamos en la edición de la semana pasada, la alianza nacional que gobierna está formada por dos fuerzas nacionales y una nacional y popular, según la terminología gramsciana. Con Massa, ocupa el centro de la escena una de esas fuerzas nacionales, que sostienen la necesidad del crecimiento económico, pero sustentado en el papel del capital. Lo atípico es que haya llegado ahí con la aquiescencia de la fuerza nacional y popular, que fía el crecimiento al poder adquisitivo de los trabajadores. La otra fuerza nacional luce desgastada por la insuficiencia de su gestión y, dentro de ella, por su debilidad ante la fracción del capital que gobernó con el macrismo, formada por los bancos transnacionales, las empresas extranjeras y su auditor, el FMI.
Por cierto, se trata de un equilibrio inestable, sujeto a tensiones contrapuestas, y cuya composición de fuerzas es difícil de predecir. Tampoco son obvios algunos alineamientos. Mientras Cristina insiste con un aumento inmediato de suma fija para todos los trabajadores de empresas privadas, la CGT no acepta que ese alivio preceda a las paritarias, pese a que en seis años y medio no han bastado para impedir el retraso salarial en la base de la pirámide. También resultó llamativo que cuando asumió Massa, el ex Secretario General de la UOM, Antonio Caló, posara sonriente en el Museo del Bicentenario entre el titular de la Cámara de la Construcción, Gustavo Weiss, y el representante de las empresas alimenticias de capital extranjero, Daniel Funes de Rioja. No es fácil amar en tiempos revueltos.
Fotos
Estas definiciones teóricas tienen reflejos visuales. La doctora en Ciencias Sociales y licenciada en Comunicación Cora Gamarnik, investigadora adjunta del CONICET y autora del libro El fotoperiodismo en Argentina, de Siete Días Ilustrados (1965) a la Agencia Sigla (1975), difundió un análisis de las dos fotos con que se comunicó el nuevo rol de Massa, una con Cristina y otra con Alberto:
1- La mesa de trabajo: en un caso hay más distancia entre ambos, léase cuidado Covid, en el otro no.
2- Del lado de quién quedan los papeles: en un caso, del lado de Cristina, en el otro los dos comparten por igual sus hojas pero la de Massa queda un poco más levantada.
3- Los colores de las ropas: en un caso están iguales, en el otro Cristina se queda con los colores claros.
4-El/la anfitrión(a): En un caso no se sabe bien qué oficina es, en el otro Cristina es claramente anfitriona, está cómoda. Massa se queda con el saco puesto, como de visita.
5- El ángulo del fotógrafo: en un lado Massa queda de espaldas, girando el torso, un tanto incómodo y Cristina de frente, sonriendo. En la otra Alberto y Massa en igualdad de condiciones, pero el ángulo hace que veamos mejor a Massa, Alberto queda de perfil. AF está como hundido en el sillón mientras Massa está más esbelto.
6-El decorado: en un caso un cuadro de Güemes, una foto de Maradona debajo, un dibujo de Néstor y el abrazo de Néstor y Cristina cerca de las flores frescas. En el otro, títulos en la pared.
7- El escenario: en un caso la oficina de Cristina en el Senado, colores cálidos, madera y grandes ventanales. En el otro un lugar más indescifrable, con colores muy claros por la luz que encandila.
8- Las miradas: en un caso Massa mira a cámara con una media sonrisa, en el otro Massa mira fijamente a Alberto mientras se le frunce el ceño, casi una mirada pícara.
9- La bandera: en un caso la bandera argentina se ve íntegra, del lado de Cristina. En el otro caso está del lado de Alberto, pero se ve entrecortada.
10- Celulares: en una foto se ven los celulares arriba de la mesa, en la otra están sin los celulares por lo menos tan a mano.
Veinte años es nada, pero diez son una eternidad
La ruptura de Massa con Maurizio Macrì (quien intentó sumarlo a su cortejo al presentarlo en Davos como el peronista presentable con quien no le incomodaría alternarse en el poder) fue tan rápida como estridente. Se desencadenó cuando el líder Procaz le pidió que la ley de blanqueo incluyera a sus padres. Hace pocos meses, Massa reveló en la Cámara de Comercio estadounidense en la Argentina que su negativa fue el origen del rencor de Macrì, quien le estampó un apodo indeleble.
Fue Massa, antes que la Vicepresidenta CFK y el diputado Máximo Kirchner, quien cuestionó las políticas de Mr. MaGoo como ministro de Economía, aunque eso tenga poca prensa. Alguien que estuvo muy cerca de todos los protagonistas atribuye la difícil situación actual a que Alberto estuvo diez años alejado del centro de las decisiones, desde su ruptura con el kirchnerismo, y que dejó la conducción económica en manos de alguien que pasó esa misma década fuera del país.
Como El Cohete contó en su momento, Massa recriminó a los gritos a MaGoo en la Casa Rosada la tasa única del 35% en el impuesto a las ganancias, sin discriminar entre las mayores empresas y los kioscos de barrio. Atrapar con el impuesto a 70.000 pymes era tanto un disparate político como económico, ya que la recaudación que agregarían no justificaba la respuesta social imaginable. Así lo forzó a retroceder, de modo que apenas 15.000 empresas, que son el 0,9% de aquellos que tributan, aportarán el 64% del impuesto a las ganancias. Las empresas medianas no pagarán más del 30% y las pymes 25%.
Massa objetaba la obsesión fiscal de MaGoo, cuyo apretón impositivo y monetario fue tan fuerte que el nivel de gasto equiparó al escuálido del primer trimestre de 2019. La caída del producto, del 9,9% fue sólo inferior a la pérdida de votos del FdT en las elecciones de ese año respecto de las de 2019. Su resultado sorprendió a vencidos y a triunfadores, salvo a la Vicepresidenta CFK, que venía advirtiéndolo desde diciembre de 2020. En pocos días más se verificará la congruencia entre aquel cuestionamiento de Massa y la reducción de subsidios a la energía que aplicará, un asunto en el que el nuevo ministro tiende a coincidir con la línea planteada por el Poder Ejecutivo.
El esquema de segmentación adoptado procura ser progresivo en términos de ingreso de los consumidores y promover el ahorro de energía, cosa que no estaba en los planes de Mr. MaGoo. Quedan excluidos del subsidio quienes no lo solicitaron, entre ellos, como explicamos hace una semana, quienes abandonaron el cuestionario al llegar al punto en que se autoriza a verificar los datos de la declaración jurada, levantando el secreto bancario y fiscal. La tarifa social se mantendrá para quienes la tienen. El subsidio se mantendrá hasta los 400 kw mensuales, y la tarifa plena se pagará por el incremento sobre ese consumo. El 20% de mayores ingresos de la población consume la mitad de la energía eléctrica. El 80% de los usuarios residenciales de Edenor y Edesur consume menos de 400 kw mensuales.
Verdad o consecuencia
La asunción de Massa fue recibida de este modo en los distintos medios:
- La Nación: “El Presidente fue el invitado especial en una fiesta ajena” y (…) “pareció que la Casa Rosada cambió de dueño”. Carlos Pagni sentenció que “nadie habla ya de Fernández, es como si se hubiera ido”. Y para Sergio Berensztein el ingreso de Massa “termina de desplazar a Alberto Fernández”, convertido en lo que llama un “hipopresidente. Ni Fernando de la Rúa llegó a una situación tan lamentable”.
- Clarín tituló “Alberto Fernández le deja el poder a Sergio Massa” y su crónica fue despiadada: “Debo tomar la palabra, ¿puedo?, le dijo Alberto Fernández al sonidista en el Museo del Bicentenario. Como si no se tratara del Presidente, sino de un visitante en la Casa Rosada que pide permiso para decir algo más, antes de retirarse y dejar al verdadero protagonista”. Al día siguiente reiteró la misma anécdota y la aderezó con comentarios vitriólicos: “Quedó relegado a un lugar secundario (…) No estaba al tanto de las medidas que iban a anunciarse. (…) “La llegada de Sergio fue la última gran decisión de Alberto como Presidente”. El infotainer Jorge Lanata adujo que “Alberto fue, dejó de ser Presidente”. Para el editorialista de ese diario, Eduardo van der Kooy, la asunción de Massa es producto de “un golpe blando encubierto”, debido a la “licuación de la figura del Presidente”.
- Infoemba: Jorge Grispo afirmó que Massa asume “un peligroso liderazgo mientras Alberto Fernández queda aún más relegado”. Brenda Struminger afirmó que Alberto Fernández “no se resigna a ocupar, tras la llegada rimbombante de Massa, un lugar protocolar”. Según ella, el Presidente se oponía a la llegada de Massa y “la repartija de cargos y reordenamiento ministerial”. Sólo faltó Tontembaum, el único albertista que osa decir su nombre, quien ve en su odiada Cristina la raíz de todas las calamidades.
- Berco describió en sus varias bocas de expendio “una operación de desgaste que dejó a Fernández sin más opciones que resignarse al papel de Presidente protocolar, casi a la europea, que ejercerá de ahora en más”.
- El Cronista tituló: “El ascenso de Sergio Massa empuja a Alberto Fernández a ser un Presidente testimonial”.
- En Perfil, su director, Jorge Fontevecchia, entiende que Massa “terminó quedándose con poder dentro del Frente de Todos que podría llegar a ser superior al del propio Alberto Fernández, reduciendo su papel al de un Presidente protocolar”. Para el jefe de redacción, Javier Calvo, “el Presidente se desliza hacia un costado protocolar, con una lapicera descargada, aunque la formalidad se mantenga. Su comunicación en redes del arribo de Massa como superministro económico (‘He convocado…’) o la de la propia Casa Rosada (‘El Presidente Alberto Fernández ha decidido reorganizar…’) sobreactúa una autoridad de la que adolece”.
- Diego Genoud superó cualquier marca, al afirmar que ya “ni Dylan le obedece” a un “Presidente imaginario”, forzado a una “entrega anticipada del poder”.
- Página/12. Hasta Mario Wainfeld consignó que “Fernández es el único titular del Ejecutivo según la Constitución escrita. En los hechos, el reparto es diferente. El gobierno necesitaba reorganizar su organigrama”.
- O Globo, de Brasil, opinó que Alberto Fernández queda como “el número 3 de su propio gobierno”.
La enumeración podría continuar ad nauseam, pero esta muestra es suficiente. Sin embargo, la presidencia de la Nación sólo refutó al Cohete, donde el domingo pasado se leyó:
La desmentida presidencial fue categórica:
El pronunciamiento oficial obliga a una respuesta pública, con algunos detalles que en la nota objetada se omitieron. En noviembre de 2021, el Presidente llegó más de una hora tarde a una cita con Gustavo Idígoras, José Martins y Lorena Basso, representantes del Consejo Agroindustrial Argentino, con el que desde hacía meses estaba analizando el proyecto de ley para fomentar las exportaciones del sector y el empleo federal. Para disculparse contó que la noche anterior se había quedado hasta la madrugada con Santaolalla tocando unas canciones. Contó que se fueron a dormir pasadas las 4 y que, a la mañana, cuando se levantaron para desayunar, siguieron enganchados con las guitarras.
En la primera semana de junio de este año, el Presidente participó en la cumbre de las Américas, en Los Ángeles, la ciudad donde vive Santaolalla. Al regresar, volvió a reunirse con el Consejo Agroindustrial. Lo acompañaban el ministro Julián Domínguez y Mr. MaGoo, que acababa de obtener un adelanto de mil millones de dólares de las cerealeras para cumplir con las metas acordadas con el FMI.
–¿Cómo anda la música, Presi? —le preguntó Gustavo Idígoras.
–-Muy bien. En Los Ángeles tenía una agenda tan cargada de protocolo que me liberé una tarde, me fui a almorzar a un hotel con Santaolalla y pasamos toda la tarde hablando de música.
Recién después de ese último encuentro, Santaolalla comenzó la gira a la que alude la presidencia.
Hasta aquí los hechos, que Sergio Massa conoció por boca de una de las personas protagonistas.
Que un músico reconocido como Santaolalla pase una o varias noches en la residencia presidencial no tiene nada de malo, la publicación no fue crítica y la jefatura de Estado a la europea fue la cita de un colega. Ni siquiera la hice propia, ya que concluí el párrafo con una alternativa, que es la venida de tiempos mejores, por los acuerdos en la cúpula del Frente de Todos.
En privado, Alberto exclamó: “No soy ni aceptaré ser un Presidente protocolar”. Nunca dije que lo fuera y cometerían un error quienes subestimaran su tozudez o pensaran que no es un ingrediente indispensable de la coalición. Sí creo, igual que Javier Calvo, que con cada sobreactuación menoscaba la autoridad que pretende afirmar. Él puede remediarlo, si lo entiende y modifica su actitud, pero sin despilfarrar su energía en desmentir una bagatela, que además es cierta.
La música que escuché mientras escribía
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