A LOS IDEALES, DESDE LA REALIDAD
Hay que continuar luchando por nuestras convicciones, pero dentro de la coalición que lidera Cristina
Aclaración preliminar
Desde la perspectiva que me otorga residir hace más de dos años en la capital de los Estados Unidos, reafirmo la dualidad entre desarrollo y subdesarrollo. Eso significa que convivo con una enorme infraestructura en el sistema educativo, con la alta complejidad y eficiencia del sistema de salud, con una red vial de asombrosa calidad. También significa convivir con un dispendio inimaginable de toneladas de plásticos y de impresiones en papel acorde con hábitos de consumo incubados durante décadas y décadas.
Y con un parque automotor que en su mayoría es utilizado de manera individual, lo que implica un consumo de hidrocarburos incongruente con la crisis energética, y al mismo tiempo explica el por qué de dominar económica y militarmente a los territorios con petróleo. La necesidad de sostener este nivel de consumo –que a su vez sostiene la idea de grandeza de esta nación— requiere de miles y miles de millones de dólares, y se propaga en cuantiosos negocios privados. El imperialismo no está guiado por una maldad intrínseca de toda irracionalidad, sino por la racionalidad que impone, por un lado, la necesidad de sostener un paradigma ordenador de la nación, y, por el otro, los ingentes negocios a nivel internacional que eso genera.
Los Estados Unidos contienen e irradian vastedades como para despertar admiración, sobre todo de quienes provienen del subdesarrollo. Pero es precisamente ese origen nuestro lo que nos exige, además, formularnos al menos dos interrogantes. El primero, si ese nivel de vida apenas descripto puede ser disfrutado por la totalidad de sus habitantes, o si es cada vez mayor el número de personas desplazadas incluso al propio interior de esta sociedad (lo cual fomenta la lucha despiadada por el individualismo, ante la necesidad de quedar dentro de un sistema cada vez más estrecho). El segundo interrogante, si no es precisamente nuestro subdesarrollo el encargado de financiarlo. Y, por lo tanto, tenemos la obligación de rediseñar la relación entre el Norte y el Sur global.
La reconfiguración del orden internacional
Este esquema, de una brecha incremental entre desarrollo y subdesarrollo, responde al modelo del capital financiero trasnacionalizado, el cual, a partir de su objetivo excluyente de maximizar la ganancia del capital especulativo, ha llegado a tres puntos límite: la tendencia a concentrar en el 1% de la población el mismo volumen de recursos que en el 99% restante; la catástrofe ambiental; la cercanía de una contienda nuclear.
Ante este horizonte, surgen nuevamente dos preguntas. La primera, ¿alguien puede creer que las organizaciones multilaterales que lo sostienen –como por ejemplo la OTAN, el FMI, el Banco Mundial, la OMC o el BID— nada tienen que ver con esos trágicos límites? La segunda, ¿alguien puede creer que acudir circularmente al auxilio de las mismas instituciones que llevaron al mundo al borde de estos cataclismos, es el camino adecuado para salir de los mismos y solucionar nuestros problemas? Pese a las permanentes visitas y reuniones de funcionarios argentinos que creen que ese es el camino de salida, y comprobando sus magros resultados, estoy convencido –junto a muchas otras persona— de que no lo es.
Los discursos que justificaron el acuerdo con el FMI se apoyaron en tres argumentos principales: a.) no implicaría un ajuste; b.) era necesario para frenar la presión devaluatoria y las corridas cambiarias; y c.) estabilizaría las variables macroeconómicas y a partir de ello se resolverían o encauzarían los problemas sociales.
El acuerdo se firmó de todos modos. A mi juicio, mediante negociaciones eminentemente económicas sin suficiente cuestionamiento político y sin poner en duda su legitimidad. Sin embargo, no impidió la licuación inercial de los ingresos por la inflación ni la presión devaluatoria.
Estas son mis conclusiones estrictamente personales.
La situación argentina
La etapa que se inició con la concentración de tres ministerios en uno y la designación de una figura política de representación minoritaria pero relevante al interior del frente de gobierno, se enmarca en el restablecimiento del diálogo entre el Presidente y la Vicepresidenta, quien –tengo entendido— ha prestado su anuencia, aunque siempre desde su mirada particular. Es ese mayor soporte político lo que diferencia a este nuevo momento, quizás más que las propias medidas aplicadas.
Casi en simultáneo, el fiscal Luciani lanza su encendida diatriba encubierta detrás de una acusación y un pedido de condena fundado en pruebas falsas de toda falsedad. Y Cristina, impedida de ejercer su derecho de defensa en juicio, formula su alegato público con una gigantesca repercusión. Allí, no sólo explica con claridad meridiana su consabida inocencia, sino que traslada la carga de la prueba al núcleo del macrismo, a partir de su apretada relación con el financiamiento espurio de las obras públicas. Un Macri y un macrismo protegidos por el partido judicial también en otras causas centrales, como el espionaje a los familiares de las víctimas del ARA San Juan.
Doce años de condena pedidos por Luciani, por cada uno de los doce años de gobierno kirchnerista, durante los cuales nadie, piense como piense, puede negar que se vivía mejor que ahora. “Un año de condena por la memoria, otro por la verdad, otro por la justicia, otro por quitar del medio al FMI, otro por recuperar los fondos de las AFJP, otro por YPF y Vaca Muerta, otro por defender nuestra soberanía frente a los fondos-buitre, otro por el salario de los laburantes”, alegó Cristina desde el Senado. Una masa salarial que correspondía al 51,8% de nuestro PBI al final de su mandato. “Por eso me estigmatizan –continuó—, por eso me van a condenar. Si naciera veinte veces, veinte veces haría lo mismo. Y cuando ellos fueron juzgados tuvieron los jueces más imparciales de la historia argentina. Y si bien esto no tiene efecto sobre mí, sí lo tiene sobre el resto de la dirigencia política. Porque la disciplina, lo dije el 18 de diciembre de 2020, para que tengan miedo de firmar para tomar ese tipo de decisiones. Todo esto no está alejado de la vida de millones y millones de argentinos. Esto no es un juicio a Cristina Kirchner, es un juicio a todo el peronismo. Como les dije el 9 de diciembre de 2015, no vienen por mí, vienen por ustedes, por sus derechos. Y por eso todavía estamos pagando las consecuencias”.
Alegato y atentado fallido, la movilización
Ese alegato despertó un asombroso apoyo masivo en las calles, trasversal en cuanto a las organizaciones sociales y políticas auto-convocadas, y con una presencia muy elevada de jóvenes, que están diariamente incitadxs desde la anti-política. Generó la adhesión de gobernadores e intendentes, en el marco de la unidad de los dos mayores polos de atracción del Frente de Todxs, el Partido Justicialista y la CGT. Y, además, de los espacios políticos y corrientes sindicales que no pertenecemos orgánicamente a ellos.
Es decir, se despabiló el campo popular de la Argentina, reasumió su protagonismo y desplegó todo su caudal movilizador.
Inmediatamente sobrevino el atentado fallido. Y un incremento de la unidad, el apoyo y la movilización popular. Una vez más, como en los patios de la militancia, como el 9 de diciembre en Plaza de Mayo, como en abril de 2016 en Comodoro Py, como el 20 de junio de 2017 en Arsenal de Sarandí, como durante el boom editorial de su libro Sinceramente y lo que inspiraba cada una de sus presentaciones a lo largo y ancho del país, como lo que representó aquel corto video que estableció la fórmula presidencial en mayo de 2019 y modificó el clima político y lo que hoy provoca cada una de sus cartas, tweets y apariciones públicas, una vez más queda confirmado que Cristina es el punto máximo de acumulación política, social y cultural que tiene el campo popular en la Argentina en este momento histórico.
En el apoyo a Cristina se sintetizan todas las demandas centrales del campo popular: reformar profundamente el Poder Judicial, cuidar nuestras reservas, administrar nuestro comercio exterior, ejercer soberanía sobre nuestras rutas navegables, recuperar nuestra autonomía financiera, detener la inflación e incluir socialmente a todos los sectores, en especial a quienes están en situación de mayor vulnerabilidad. No existe un espacio de acumulación política, social y cultural en la Argentina, capaz de encontrar una salida, por fuera del liderazgo de Cristina y todo lo que ella representa.
Además, es ella quien ha convocado a una gran conversación nacional para lograr un acuerdo que supere nuestra condición de economía bi-monetaria. Es ella quien está dialogando con figuras y sectores que están más allá de las fronteras del Frente de Todxs, tanto nacionales como internacionales.
El antagonismo central
Estamos ante la acechanza que representa que en 2023 retorne el proyecto estrictamente financiero, apoyado únicamente en sectores especulativos que dominan un campo de acción interna de maximización de ganancias y expoliación de la renta de nuestros recursos estratégicos, y un campo de acción externa que garantiza la fuga de esas mismas ganancias. Esa es la contradicción o el antagonismo central con que se enfrenta el campo popular en la Argentina.
A diferencia de otras políticas que pueden dejar de aplicarse con un gobierno u otro, el endeudamiento estructural de la Argentina no se acota al mandato del gobierno que lo contrajo, sino que condiciona por décadas a los gobiernos posteriores.
Desde esa perspectiva, deduzco que, en un momento como el que vive nuestro país, desde el vértice del frente de gobierno se ha consensuado transitar una interfase en lugar de la profundización inmediata del modelo llevado adelante hasta diciembre de 2015. Un modelo intermedio sin el énfasis que tuvo entre 2003 y 2015 cuando la masa salarial alcanzó aquel histórico 51,8% de nuestro PBI (de otra manera no se entenderían designaciones como la de Daniel Marx o Gabriel Rubinstein). Pero que intenta ser una barrera de contención para el retorno del modelo estrictamente financiero, basado en la extranjerización absoluta de nuestra economía, el lawfare y la pérdida absoluta de derechos.
Un modelo con centro en el peronismo, que ofrezca la posibilidad de una paz social relativa que no será comparable a la felicidad de la década 1945-1955 ni al bienestar de los gobiernos kirchneristas, pero que sea la paz posible para este momento del mundo, de la región y de la Argentina. Y cuya profundización, quizás pueda verse fortalecida a nivel regional ante una eventual victoria de Lula en Brasil.
Corolario
Entonces, como conclusión, entre mi pensamiento personal (y el de tantas compañeras y compañeros) y la decisión estratégica de apoyar esta etapa por parte de quien conduce al Frente de gobierno desde el máximo nivel de acumulación política y social, no tengo duda de que tenemos que subordinar nuestros objetivos y pensamientos de máxima, a las posibilidades que ofrece la realidad política y social a partir de ese liderazgo. Porque cualquier objetivo transformador se diluye si no tiene como base social al sujeto transformador, que es el Pueblo. Y una parte fundamental de nuestro Pueblo apoya a Cristina.
¿Esto significa renunciar a las convicciones expresadas al comienzo? Absolutamente no. Significa seguir luchando por ellas. Por la administración soberana de nuestros recursos naturales, por lograr que la conectividad sea declarada derecho humano fundamental, por lograr la desmonopolización de la comunicación hegemónica, por lograr que las pautas publicitarias alimenten a los medios alternativos y comunitarios y no a las grandes cadenas, por ver que miles de ciudadanas y ciudadanos se movilizan contra los abusos de los formadores de precios, por ver que la fertilidad de nuestras tierras es un bien público y no de las trasnacionales tecnológicas, que la salud es un derecho y no un bien de mercado al servicio de los laboratorios privados, por lograr que se clarifique cuál es la visión geopolítica del Frente de Todxs en el sentido que estamos ante la reconfiguración del orden internacional y debemos repensar profundamente nuestra inserción internacional. Por un Frente político y social más organizado para ampliar la base de sustentación de esas transformaciones. Y para que la dimensión docente de la política fortalezca la concientización de nuestro pueblo y con ello la correlación de fuerzas en pos de esos objetivos.
Significa continuar luchando denodadamente por nuestras convicciones, pero dentro de la mayor coalición política, social y cultural del campo nacional y popular que hemos podido construir en este tiempo de la Argentina, liderada por Cristina Fernández de Kirchner.
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