A los codazos

Estados Unidos amenaza con un golpe nuclear desde Europa contra Rusia

 

Teorema

La pandemia ha dejado hasta ahora más interrogantes que certezas. Entre estas últimas tenemos en el país una a mano, relevante desde la perspectiva de la inacabada construcción democrática. Cuando el Presidente Fernández explicita su opción por el cuidado de la vida de les argentines y resiste cada presión que recibe para que cambie de prioridad, está contradiciendo el teorema de Baglini, tan celebrado por los sectores dominantes. Una de sus versiones puede formularse así: “Las convicciones de los políticos son inversamente proporcionales a su cercanía al poder”.

El primero que demostró la inconsistencia del aserto, propio de un posibilismo vulgar, fue Néstor Kirchner cuando en su discurso de asunción dijo —y cumplió—: “Me sumé a las luchas políticas con valores y convicciones que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada”.

Comprobar que la tesis bagliniana no tiene validez universal implica poner en cuestión afirmaciones que, no por muy difundidas, tienen siempre correlato en la realidad, tal el caso de la que sostiene que “la política es el arte de lo posible”: los hechos posteriores a las definiciones de Kirchner y Fernández le dan credibilidad a la frase de Leandro Alem “En política no se hace lo que se puede, se hace lo que se debe”.

En realidad, aquella tesis es un enunciado más del pensamiento que la derecha lanzó hace unos años con pretensiones académicas, valiéndose de la noción de “ingobernabilidad” de la democracia para explicar la quiebra del modelo que se conoce como Estado de Bienestar, que ella misma había provocado; pensamiento que ahora sirve de disfraz a los sectores dominantes que bregan por el levantamiento de la cuarentena a como dé lugar, aun cuando es evidente que ningún país de los que no optaron por el aislamiento social preventivo o lo aplicaron con reglas laxas ha logrado mantener el ritmo de su economía. La esencia de ese razonamiento es que la democracia no puede tener en cuenta todas las demandas que, con tendencia creciente, provienen de la sociedad. El desarrollo de la democracia cavaría su propia tumba al facilitar el surgimiento cada vez mayor de requerimientos que no puede asumir el sistema político. La única salida consistiría en disminuir autoritariamente las exigencias de diversos sectores sociales.

Las experiencias nacional-populares, en cambio, han demostrado que es posible dar al asunto una solución democrático-republicana que consiste en transformar la democracia realmente existente para dar respuestas a las necesidades populares, no para ahogarlas; que en buena medida los conflictos contemporáneos están relacionados con las concentraciones económicas y de la difusión simbólico-cultural.

Este es un problema central: en los días que corren se discute quiénes pagarán el costo de la necesaria cuarentena, si el poder económico que ha obtenido ganancias exorbitantes desde hace años o los sectores populares que fueron agredidos sin piedad en los últimos cuatro; ahora bien, la legitimación social de una u otra alternativa dependerá de quién se imponga al hacer el relato de la cuarentena, más en momentos en los que al estar todes en casa se ve más televisión que de costumbre.

Por otra parte, la popularidad alcanzada por Néstor y Alberto Fernández después de tan fuertes definiciones y el alto nivel de adhesión a sus respectivas propuestas de esfuerzo colectivo, revelan que la apoliticidad del individualismo contemporáneo y posmoderno y la retirada de la participación democrática que acompañaron el desmantelamiento del Estado de Bienestar, están más cerca de ser el efecto que la causa del proceso de deslegitimación —deliberada— de la política, con eco reciente en el golpeteo de unas escasas cacerolas porteñas.

No hay duda de que los discursos teóricos sobre la política y la democracia dependen de las convicciones políticas previas. La realidad es otra cosa.

Así, un interrogante entre los muchos que está dejando la pandemia puede formularse en estos términos: ¿Qué hace, o qué hará que los sistemas políticos y sus prácticas —tanto si se trata de Estados y Gobiernos como de instituciones— sean aceptados y aceptables para les ciudadanes?

 

 

Por la fuerza

No es un interrogante que interese al Presidente Trump y CIA. Si se lo han planteado o no es algo que carece de importancia: en cualquier caso han optado por sostener su dominio global por la fuerza. La pandemia no ha sido óbice para que Estados Unidos suspendiera su financiamiento a la Organización Mundial de la Salud, sino todo lo contrario: denuncias sobre un manejo tendencioso de la información relacionada con el origen del virus por parte de la OMS en favor de China —que podría haber ocurrido—, ha sido la razón esgrimida para tan severa decisión. Este es un indicador de hasta qué punto se está exacerbando la disputa geopolítica que mantienen Estados Unidos, China y Rusia.

En Pinceladas pandémicas ofrecí datos sobre el ejercicio Defender Europe 2020 (Defensor de Europa 2020), importante despliegue militar de Estados Unidos en Europa, que tiene lugar en razón de la “amenaza rusa”, construcción con fundamentos principales en la pandemia de fake news.

El objetivo declarado por Estados Unidos es “desplegar en Europa una fuerza de combate creíble como apoyo a la OTAN… contra la agresión rusa”. Sin embargo, es muy difícil que se presente este escenario en la realidad: un enfrentamiento armado entre la OTAN y Rusia sería inevitablemente de naturaleza nuclear, y es esta la verdadera hipótesis para la que se entrenan las tropas norteamericanas en Europa. Es lo que confirma el general Tod D. Wolters, jefe del EuCom (US European Command), cargo que ostenta simultáneamente con el de Comandante Supremo de las fuerzas de la OTAN en Europa. El 25 de febrero pasado, durante una audiencia ante el Senado de su país, el general Wolters declaraba que “las fuerzas nucleares, garantía suprema de la seguridad de los aliados, respaldan toda operación militar estadounidense en Europa”. Eso significa que el ejercicio Defender Europe 2020 no sólo incluye una enorme fuerza militar convencional, sino también fuerzas nucleares.

El 18 de marzo se anunció que dos bombarderos estratégicos estadounidenses B-2 Spirit de ataque nuclear despegaron de Fairford, en Inglaterra, para cumplir misiones de entrenamiento sobre Islandia y el Atlántico Norte junto a tres cazas F-35 de Noruega. Estos dos tipos de aviones están preparados para utilizar las nuevas bombas nucleares norteamericanas B61-12 que Estados Unidos desplegará próximamente en Italia y otros países europeos.

En la referida audiencia Wolters dejó claro el rol de las fuerzas nucleares estadounidenses en Europa. Cuando la senadora Deb Fischer le pidió opinión sobre ser o no el primero en recurrir al arma nuclear, el general respondió: “Senadora, yo apoyo una política flexible de primera utilización”. Es decir que el hombre que tiene en sus manos el armamento nuclear de Estados Unidos y de la OTAN en Europa declaró oficialmente que está dispuesto, basado en un criterio “flexible”, a ser el primero en utilizar ese armamento para un ataque nuclear sorpresivo.

Ante semejante declaración hubo un silencio absoluto de los gobiernos, parlamentos y grandes medios de comunicación europeos.

En la misma audiencia, el general Wolters afirmó que “desde 2015, la alianza atlántica ha puesto énfasis sobre todo en el papel de las capacidades nucleares” y que “el mando de Estados Unidos en Europa apoya plenamente las recomendaciones contenidas en la Nuclear Posture Review 2018, de desplegar el misil balístico de baja potencia W76-2”. Este artefacto es particularmente peligroso porque, como insisten importantes expertos estadounidenses, “armamentos nucleares de potencia menor favorecen la tentación de ser el primero en utilizarlos y pueden llevar a los comandantes a ejercer presión para que se utilicen en un ataque, partiendo del principio de que las secuelas radioactivas serían limitadas”. En otras palabras, en lugar de reducir el peligro se tiran fósforos en un polvorín.

 

 

Sin cuarentena

Mientras el coronavirus paraliza sociedades enteras, la estrategia de control sobre Europa no se detiene. El 27 de marzo fue ampliada la OTAN —siempre bajo las órdenes de Estados Unidos— que pasó de contar con 29 a 30 países miembros, con la incorporación de Macedonia del Norte, una de las fracciones en las que las potencias occidentales fragmentaron la ex Yugoslavia. Al día siguiente, mientras continuaba el Defender Europe 2020, comenzó en Escocia el ejercicio aeronaval de la OTAN Joint Warrior, con la participación de fuerzas de Estados Unidos, Reino Unido y Alemania, entre otros países. El Joint Warrior se prolongó hasta el 10 de abril e incluyó maniobras terrestres.

El último 15 de febrero, en la Conferencia de Seguridad de Munich, el secretario de Estado Mike Pompeo anunció que Estados Unidos solicita a sus aliados de la OTAN que hagan aportes suplementarios para incrementar el presupuesto de la alianza atlántica a los efectos de “conservar la capacidad de defenderse de la agresión rusa”. Eso significa que Italia, por ejemplo, deberá incrementar su presupuesto militar que ya se eleva a más de 26.000 millones de euros anuales, cifra superior a la que el parlamento italiano autorizó específicamente para enfrentar la crisis del coronavirus: 25.000 millones de euros.

En esa Conferencia, Pompeo no sólo se refirió en duros términos a Rusia, también se ocupó de China, acusándola de utilizar varias de sus empresas —por ejemplo Huawei— como “caballo de Troya de la inteligencia”, es decir, como instrumentos de espionaje.

Con estas acusaciones, Estados Unidos endurece su presión sobre los países europeos para que rompan acuerdos económicos con Rusia y China, y refuercen las sanciones contra Rusia. Si esto pasa en Europa, es oportuno preguntarse: ¿a qué maniobras recurre Estados Unidos para neutralizar la presencia rusa y china en nuestro subcontinente?

Pensemos en Venezuela.

 

 

La tragedia, oportunidad para someter

No fue casual la mención que hice de Italia en relación con el presupuesto militar. El 10 de abril el Primer Ministro italiano, Giuseppe Conte, anunció a sus conciudadanos que Italia no ha firmado ningún compromiso para la intervención del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) —el mecanismo de la Unión Europea para el “salvamento” de países— y aseguró que su gobierno discutirá sólo sobre “un MEDE sin condiciones”, o sea que no imponga exigencias perjudiciales a los intereses nacionales italianos.

Lo que no dijo Conte a los italianos es que ese mismo día el Presidente Donald Trump emitía, a pedido del gobierno de Conte, un Memorándum sobre la Entrega de Asistencia para el Covid-19 a la República Italiana (Memorandum on Providing COVID-19 Assistance to the Italian Republic), documento que sí contiene pesados condicionamientos para Italia.

Trump afirma que “el gobierno de Italia requirió la asistencia de Estados Unidos”, e imparte una serie de instrucciones a funcionarios de su gobierno que se pueden diferenciar en dos tipos de intervención:

  • Uno de carácter sanitario “demostrando a la vez el liderazgo de Estados Unidos frente a campañas de desinformación china y rusa”, el jefe de la Casa Blanca ordena al secretario de Defensa que ponga a disposición de la asistencia “a los más de 30.000 militares y asalariados estadounidenses en Italia” con sus “estructuras”.
  • La otra ayuda consiste en “apoyar la reactivación de la economía italiana”, que corre el peligro de caer “en una profunda depresión”, Trump instruye a los secretarios del Tesoro y de Comercio y a otros funcionarios con el propósito de “respaldar a las empresas italianas”.

Uno de los objetivos del plan es parte de lo que el New York Times define como “una carrera armamentista mundial por una vacuna contra el coronavirus entre Estados Unidos, China Y Rusia”. El primero que logre producir la vacuna —afirma el diario— “puede tener la posibilidad no sólo de favorecer a su población sino de verse en posición ventajosa para enfrentar las secuelas económicas y geoestratégicas de la crisis”.

La transnacional farmacéutica estadounidense Johnson & Johnson anunció el 30 de marzo que trabaja desde enero en una posible vacuna contra el Covid-19, junto al Departamento de Salud, con una inversión conjunta de 1.000 millones de dólares. Según voces críticas surgidas en Italia, el plan de asistencia de Trump podría incluir el uso de la vacuna, incluso bajo aplicación obligatoria y sin prestar atención a los plazos de ensayos y de producción “sustancialmente acelerados en comparación con los plazos habituales”, ni al costo económico y político de esta generosa contribución.

 

 

Más interrogantes

Se deduce que por ahora lo más sensato es hacernos preguntas y más preguntas, no formular pronósticos categóricos sobre las consecuencias de la pandemia. Por ejemplo:

  • ¿Se mantendrá el actual (des)orden internacional?
  • ¿Cuáles serán las relaciones de fuerza entre las principales potencias una vez controlada la pandemia y cómo afectarán nuestras posibilidades de desarrollo?
  • ¿Qué efectos tendrán la pandemia y las pujas geopolíticas en la configuración de los momentos capitalistas de producción, realización —consumo—, distribución y reinversión global?
  • ¿Habrá esta vez una, varias o ninguna “locomotora” que rescate/n de la depresión al capitalismo, función que cumplió China en 2008?
  • ¿Cómo podría el modo de acumulación dominante, con su menguada legitimidad y delicada salud, absorber y superar los inevitables impactos de una pandemia de duración incierta, si consideramos con Marx que la recesión no ocurre porque las mercancías no pueden venderse, sino porque no pueden venderse a tiempo?
  • ¿Será posible regular la industria farmacéutica, cuyas corporaciones tienen poco interés en la investigación no remunerativa —para la prevención— porque cuanto más enfermos, más ganan?
  • ¿Qué va a pasar con las violaciones a los derechos humanos que se han intensificado al compás de la pandemia en países como Chile, Bolivia, Brasil, Senegal y Hungría, entre otros?
  • ¿Cuál será el devenir de los movimientos de protesta contra el modo de acumulación realmente existente, que se manifestaron desde una Santiago nuevamente ensangrentada hasta una Beirut nuevamente asediada?

Deberes para hacer en casa.

 

 

 

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