A LADRILLAZOS
El Pata Medina, desde su primera pelea con Marcelo Villegas, hace 30 años
“Esa noche agarré el caniche, la perrita Lola, que tengo todavía, la agarré en brazos y me senté tranquilo, fumando. Y ellos empezaron a allanar, a mover cajones, sacar la ropa, y yo seguía ahí. Tenía el celular encima. A la persona que estaba escribiendo le pregunté si lo quería: “Tomalo, acá lo tenés”, y le entregué el teléfono. Juan Pablo Medina está en prisión domiciliaria. Su casa de Ensenada, que los medios mencionan como casona lujosa, es una casa obrera de dos plantas sobre una calle de tierra frente a un potrero. Un coche viejo llega temprano para bañar a Lola cuando El Cohete se instala entre el humo del narguile que no deja, el Corán y una pileta vieja rodeada de sapos y leones, miniaturas de jardín. El Pata fuma un tabaco de frutas endulzadas con miel. En el medio, reconstruye lo que sucedió antes y después de la reunión del 15 de junio de 2017 en la sede porteña del Banco Provincia, hasta la detención casi tres meses más tarde.
En un momento, dice, empezaron los teléfonos descompuestos. “Nadie me atendía. Iba al Ministerio de Trabajo, había vallas, presencia policial. Y ahora sé que (el ministro de Trabajo Marcelo) Villegas le informaba directamente al juez (Luis) Armella de las reuniones de mediación del gremio con los empresarios. Jamás lograron que yo saliera como loco ante la provocación, aunque ya se me cerraban todas las puertas”.
El Pata Medina fue detenido el 26 de septiembre de 2017, pero la embestida comenzó quince días después de la reunión del 15 de junio en el Banco. Tuvo cuatro causas judiciales. Tres en la Provincia y una federal. Dos empezaron con anónimos: el modo en el que los servicios de inteligencia suelen abrir una causa y esconder la mano; otra la empezó una empresa luego de echar a dos delegados y escalar un conflicto con la suspensión de viandas y la última la inició el intendente de La Plata. Las fechas fueron escalonadas: 30 de junio, 31 de julio, 30 de agosto y 26 de septiembre. “Primero abrieron una causa en el fuero provincial, con una denuncia anónima”, explica su defensor César Albarracín. “Paralelamente, posiblemente como había desconfianza entre ellos o competencia interna, avanzaron con otra denuncia anónima en el federal por lavado de dinero de la empresa Abril Catering. Eso dio inicio a una causa en el juzgado federal de Quilmes y luego se ordenó la detención del Pata Medina el mismo 26 de septiembre por el mismo delito de asociación ilícita con fines de extorsión en las dos causas. En la causa federal, tal como había acordado la Mesa del Banco, el juez le preguntó a Villegas si había denuncias contra Medina y Villegas le mandó las notas que le habían enviado los empresarios” (ver aparte).
El Pata Medina se reunió por primera vez con Villegas antes de todo eso, en abril de 2017. El gobierno había paralizado la obra hidráulica de la ciudad de La Plata: una de las más importantes. Dejó 600 trabajadores en la calle. La obra era una respuesta a las inundaciones de 2013. El gobierno adujo que necesitaba revisar la licitación de la gestión anterior. El Pata Medina contrató a un ingeniero y arquitectos para auditar desde el gremio: así supo que gran parte estaba terminada y sólo faltaba el 15%. En ese contexto se reunió con el ministro de Trabajo. El ministro le dijo lo que más tarde repitió a los empresarios filmados por los espías: que se conocían desde la década del '80. Villegas había entrado a una empresa de Pérez Companc. A los empresarios les habló con calentura.
“Yo me cagué a trompadas con el Pata Medina en el año '89 –les dijo Villegas–, trabajaba para SADE, la constructora de Pérez Companc. Jugaba al rugby y estaba bastante más armadito que ahora. Me tiró un ladrillazo, me rompió el vidrio del auto. Agarré el ladrillo, el mismo ladrillo y se lo tiré contra el vidrio de la UOCRA. Además subí y le quise tirar un par de piñas, me comí un par de piñas. Me agarró el gerente de relaciones de SADE, que era Carlos Martelli (está jubilado), y me dice: ‘No sabés lo que cuesta, no sabés lo que hiciste’. Yo estaba hacía un mes en la compañía, desde ahí lo conozco al Pata Medina”.
Al parecer, no se lo olvidó más. Cuando el Pata cuenta la historia que desembocó en su prisión, comienza por el encuentro con Villegas y el diálogo sobre Pérez Companc. “Podemos empezar en el mes de abril de 2017. Yo tuve una reunión con el ministro de Trabajo, el señor Villegas. Te voy a contar tal cual fue”, dice. “Fui en representación de los trabajadores constructores de la región de UOCRA La Plata, que eran unos 8.000. Cuando asumió (Mauricio) Macri y (María Eugenia) Vidal, lo primero que hicieron fue parar las obras más importantes de la región. Las paralizaron. Entre ellas, la obra hidráulica. No tenemos que olvidar que el 2 de abril de 2013 murió muchísima gente por esa gran tormenta y (Daniel) Scioli llamó a licitación para hacer de manera urgente la obra y que no ocurriera más. Eso se hacía bien, avanzaba bien. Venía muy bien sobre el arroyo El Gato, que cruza toda la provincia, pero cuando asumió el nuevo gobierno la paralizó. Hasta hoy me pregunto por qué. Cuando me reuní con Villegas, estábamos charlando y me dijo:
—Pata, yo a vos te conozco.
—Ministro, yo no me acuerdo de vos.
—Yo estaba como jefe de personal cuando vos eras delegado en la década del '80, con SADE –me dijo, que era de Pérez Companc–. Haciendo el catalítico nuevo en el polo petroquímico. De ahí te conozco. Vos representabas al gremio, en ese momento hubo un pico de 2.600 personas.
—Sí —le dije—, yo fui delegado. ¿Vos estabas en la oficina?
—Sí, estaba en la oficina.
—Me acuerdo de Salerno, de este y del otro, pero no me acuerdo de vos. Pero pasaron muchos años...
—Yo te conozco de ahí, de todos los movimientos que hacías. Todo lo que querías para la gente. De tales huelgas que hacías como delegado.
—Ah, qué bueno —le dije”.
Y ahí quedó. Pasaron al tema de la obra hidráulica. El Pata siguió.
—Ministro —le dijo—, vengo a reclamar que empiece de nuevo y termine en tiempo y forma, y además me quedaron 600 trabajadores sin fuente de trabajo. La respuesta que tuve de Villegas, clarita, fue: “Mirá Pata, la obra hidráulica todavía no va a empezar, va a haber que esperar seis, siete u ocho meses para que empiece de vuelta”.
—Pero, me quedan 600 en la calle.
—Bueno, Pata, te la tenés que bancar, tenés que esperar que retomemos la obra.
—Pero, ¿por qué no se puede retomar ahora?
—Porque yo tengo orden, como tiene orden la gobernadora Vidal, tenemos que investigar qué pasó con el gobierno anterior y la obra hidráulica.
—Ministro –le dijo Medina—, usted está en el Ministerio de Trabajo, que es para resguardar la fuente de trabajo y generar fuentes de trabajo, esa es la función que tiene que cumplir. Él me respondió que tenían orden de arriba. Y yo le respondí: “Ministro, deje a la Justicia que investigue. Usted no tiene nada que investigar, tiene que ser ministro de Trabajo para resguardar el trabajo y a los más débiles, que son los trabajadores, en este caso”.
La obra siguió paralizada. Medina hace cuentas. Y habla de la auditoría. Entregó copia a Villegas, luego a los intendentes de Berisso, Ensenada y La Plata y pidió reunión con la gobernadora. Era la primera vez que la veía.
—Fue ahí nomás, en abril o principios de mayo. Me recibió. Fui con dos integrantes de la Comisión Directiva: mi hijo Cristian Jesús Medina y Roldán, Darío, el secretario de organización. En la sala de reunión esperamos quince minutos, ella tenía conferencia de prensa. Saludo de acá y de allá, y aparece con el secretario. En un momento, le dije: “Señora gobernadora, acá le traigo la carpeta con los trabajos que mandé realizar por un ingeniero y arquitectos para que usted sepa cuánto falta para terminar la obra hidráulica. Según la auditoría, falta un promedio de 15%”.
Ella agarró la carpeta, miró al secretario y dijo:
—Aprendé del Pata Medina, ¡mirá lo que es esta carpeta! Lo prolija que está.
Medina siguió:
—Señora, no sólo le entregué la carpeta a usted, también al Ministerio de Obras Públicas y a los intendentes.
En un momento, ella dijo:
—Escuchame Pata —así, eh, aclara Medina—: no me digas más señora gobernadora.
“Entonces, yo la miro y le respondo: ‘Te digo señora gobernadora con todo respeto porque sos la gobernadora de la provincia’. Ella me dijo: ‘A mí tuteame, decime María Eugenia’. ¿Entonces, qué hice? Le dije: ‘Si vos querés que te tutee, te tuteo, no hay problema’. Pero no lo hacía por respeto. Antes de terminar, le pidió que avance también con Aguas de Ensenada, que abastece a la región y era una planta vieja. Ella dijo que sí y lo desafió con una chanza.
—El día que empecemos, si vos me terminás en tiempo y forma...
—Por supuesto —se apuró él—, la gente trabaja, tengo gente de oficio, idónea, que sabe.
—Te desafío: si vos terminás en tiempo y forma, vamos a comer un asado con todos tus compañeros y yo voy a ir a ese asado.
“Así fue la reunión”, dice él. “Salí, esperaban unos periodistas. Les dije que fue muy amable. Que pudimos avanzar. Que le dejé la documentación para financiar la obra hidráulica. Es decir, buena onda”. Lo mismo sucedía con el intendente Julio Garro. El gremio había recibido tres hectáreas en el centro de La Plata para viviendas obreras, acuerdo de la gestión anterior, pero aprobado por todos los bloques del Concejo Deliberante. “Cuando asumió Garro fui con esa ordenanza. Se comprometió a hacer gestiones para que vengan los fondos de Nación para 270 viviendas. Dijo que iba a hablar en la Secretaría de Planeamiento por el plano y el Instituto de la Vivienda. Es decir, me citó un día, puso las cosas en la mesa del despacho y me decía así: ‘Pata, ¿cuál de estos dos planos te gustan? Elegí vos. Este lo hizo el Instituto de la Vivienda y este lo hicimos en la Municipalidad’. Y quedó ahí. Es decir, siempre busqué una buena relación con ellos. De golpe, empezaron los teléfonos descompuestos”. No le respondían. “Algunas veces pienso: la gobernadora me decía ‘tuteame’ y a los quince días El Pata pasó a ser lo más peligroso de la Argentina: el matón, el que apretaba a las empresas, el que no dejaba trabajar a nadie. Así fueron armando la causa. Y lamentablemente algunas empresas del centro —no todas— jugaron con ellos. Entre ellos está la empresa ABES, que nunca la nombran demasiado”.
La provocación
La reunión del Banco Provincia tuvo a quince personas en la mesa, de las cuales siete eran representantes de cámaras empresariales o profesionales. El Pata Medina y su abogado creen que uno de los empresarios aún no identificado era Carlos Gustavo Tejada Ibáñez, propietario de Desarrolladora Inmobiliaria ABES, que construía edificios en La Plata. Tejada Ibáñez impulsó una de las cuatro causas contra Medina luego de echar a dos delegados y suspender las viandas. La denuncia terminó con procesamiento y detención, pero tiene los elementos de la receta que los espías pidieron en la reunión: parar las obras y provocar al gremio.
–¿Qué pasó con ABES?
—La empresa estaba haciendo siete edificios nuevos –dice ahora Medina—. No todas las pymes hacían siete edificios juntos, hacían uno o dos. Pero esta apareció de golpe. Nunca había trabajado en la zona. Los trabajadores hacían 100 horas y les pasaban 60 en los recibos de sueldo. Y empezaron los reclamos. Tuvimos audiencia en el Ministerio de Trabajo. Fue una de las que estuvo metida en la causa: le puso candado a todas las obras y después culpaba a la UOCRA de que no los dejaban trabajar.
—¿Qué significa poner candado?
—No querían presencia sindical. Rechazaban al sindicato. Cuando aparecía algún dirigente del gremio o un delegado, le ponían candado a las obras y mandaban la gente a sus casas hasta que el gremio se fuera. En ese momento estaba de turno el juez (Juan Pablo) Masi y el fiscal (Álvaro) Garganta. Cuando los trabajadores se movilizaron a la puerta de ABES porque querían que la gente tuviera libertad sindical, el juez Masi hizo esto, escuche bien. Yo no estaba. Estaba con mi familia. A eso de las diez de la mañana, viene un compañero con una nota de la Justicia firmada por Masi. El juez me exhortó a levantar la medida de fuerza. Yo les dije a mis compañeros que levanten, por más que estaban haciendo el reclamo en la vereda, porque el juez me había exhortado y no podíamos ponernos a la Justicia en contra.
—¿Y qué paso?
–Los compañeros descomprimieron y se fueron a la UOCRA. No eran muchos: unos diez por cada edificio. Pero cuando se inicia esa causa, empieza con estas palabras: “Si al señor Medina lo exhorté a levantar la medida y levantó la medida de fuerza, es porque el señor Medina es culpable de esta movilización”. Así dijo. Y si yo no hubiera levantado la medida, me hubiese puesto en rebeldía con la Justicia: ¡Quiero que me lo expliquen algún día! Quiero que algún día me lo expliquen.
Por esos días hubo otro caso que para él tuvo la misma lógica: la obra del estadio de Estudiantes de La Plata. La empresa constructora era Marín Construcciones. “Habían empezado a hacer tribunas nuevas para poner butacas en la cancha, a mover el suelo para garantizar buen césped para los partidos. Era una obra bastante grande con picos de 600 trabajadores. Venía funcionando lo más bien, la producción bien, se avanzaba con el estadio. En un momento, el ingeniero Marín la paraliza y deja a unos 600 trabajadores sin trabajo. En ese momento, el diario El Día de La Plata publicó: ‘La Uocra paralizó el Estadio y dijo que la empresa no podía avanzar’. Dos días después, tuvo que desmentirlo”.
–¿Cómo fue?
–Marín, de Marín Construcciones, estaba haciendo la remodelación de la cancha de Estudiantes. Un día echó a todos los trabajadores y cerró la cancha, pero El Pata no había parado la obra: la plata se la debía la Comisión Directiva, pero nos acusaron a nosotros igual. En la Comisión de Estudiantes estaba la Brujita Verón, lo mandaron a casa como para mediar. Vino parte de la Comisión. Tuve una reunión en el living. Y la Brujita me dijo: ‘Pata, ¿por qué paraste la obra?’ Yo dije: ‘Verón, escuchame: la que paralizó la obra fue directamente la empresa. No sé qué problema habrá con ustedes, pero fue la empresa y despidió a todos los trabajadores’. Verón se fue más aliviado. Y el diario salió a decir que se había arreglado el problema.
Te quieren detener
Hacia el mes de agosto, “nosotros ya sabíamos que nos estaban armando causas”, dice El Pata. Un día lo llamó Marcelo Balcedo, dueño del diario Hoy de La Plata y parte de la CGT Regional. Había estado con Villegas. “Me dijo: ‘Venite, Pata, que quiero hablar urgente’. Vamos a verlo a las nueve de la noche al diario. Nos atiende en una oficina. Fui con mi abogado, mi mujer y mi cuñado David. Balcedo me dijo: ‘Mirá, Pata, te están haciendo una causa política, te quieren meter preso. Tengo información, algo tenés que hacer porque vas preso’. Para ver si me decía la verdad, le dije: ‘Compañero Balcedo, convoquemos mañana a la CGT Regional, vos convocá, hagamos una reunión y decí esto públicamente’. Ahí se reunieron los 33 gremios de la región. Lo que me dijo a mí, se lo dijo a todos. Y más. Los alertó: ‘Hoy vienen por El Pata y mañana por todos nosotros’. Todos dijeron que si me llevaban a mí, paraban la región: 100% de los votos. Después, nadie paró nada. El único que dijo la verdad fue Balcedo.
—¿Qué pasó después?
—A los días me metieron preso.
—¿Llamaste a alguien? ¿Intentaste hablar de nuevo con el ministro?
—No pude hablar nunca más, se cortaron los teléfonos. Ya me había dado cuenta de que pasaba algo raro, pero jamás pensé en una mesa judicial. Jamás que iban a movilizar más de dos mil fuerzas a la puerta de casa.
Duhalde
Antes de la detención, los Medina buscaron abogados. Sabían del expediente en Quilmes. El entonces defensor Víctor Hortel no podía ver la causa. La esposa del Pata, Fabiola García, se encontró al ministro Jorge Triaca en el aniversario de la muerte de Eva, que coincidió con el primer mes de la muerte del Momo Venegas. Le preguntó si podía verlo. Triaca estaba en la silla de ruedas. Miró a todos lados. Dijo que no tenía problema, le dio una tarjeta, pero cuando ella llamó, le suspendió la reunión. En la ceremonia también vio a Duhalde. “No me acuerdo si le dije quién era. Me abrazó. Y me citó en la Fundación. Fui con mi hermano y empecé a reunirme. Teníamos unos libritos con el trabajo social, el centro de formación, el tema de las mujeres. Tuve otra reunión con él. Y ahí él habló con Armella delante mío. Le dijo que llamaba por un amigo”.
–¿Quién es tu amigo?
– El Pata Medina.
Y Armella le dijo:
–¿Por cuál de todas las causas?
“Duhalde me pidió dinero para un espía, yo le dije que no tenía. No sé dónde quería llegar. Yo quería saber de qué se trataba la causa porque no le daban acceso al abogado. Ahí me hizo comprar teléfonos descartables. Nos mandó a ver incluso a Ricardo Gil Lavedra, para que lo consultemos como abogado”. Lo fueron a ver porque alguien les dijo: ‘Pata, te estás enfrentando al Presidente de la Nación, no a una pyme’. Gil Lavedra los recibió en el estudio, una oficina muy lujosa, dicen, en el microcentro. El Pata contó la historia y se quejó del gobierno: cuando dijo que eran todos unos gorilas, uno de los colaboradores de Gil Lavedra les dijo que estaban en el lugar equivocado. Un viernes a la noche, Fabiola recibió una llamada de Duhalde: ‘Decile a tu abogado que venga urgente a mi casa’, recuerda ella. “Me manda la dirección. Y me dice: ‘Agarrá los nenes y andate’. Ella quedó detenida la misma noche que El Pata. Cuando más tarde habló con Duhalde, él le dijo: No era imprevisible, era completamente previsible, yo te avisé’. Luego no la atendió más.
Los pájaros y la prisión
Lo que sucedió la noche antes de la detención y la negociación para entrar a la casa tuvo ribetes de película. Se escondió en la casa de un compañero y se entregó cuando supo por un canal de televisión que estaban por entrar a la casa. Pidió un acuerdo, convencido de que podía no llegar con vida. “‘Escúcheme —le dijo al jefe de Prefectura—, estoy a cuatro kilómetros, voy con un compañero en un auto’, así y asá, porque ya me estaba cuidando: sentí que con todo ese despliegue podía pasarme algo. Le dije: ‘Usted me tiene que esperar a media cuadra, yo me bajo del coche y voy caminando con usted hasta mi casa’. Hice eso. Cuando llegué estaban todas las fuerzas acá dentro”.
Estuvo en el pabellón especial de presos de Ezeiza. Le llenaron la celda de cámaras y micrófonos, lo vigilaron y grabaron las comunicaciones. Cocinó y lavó ropa para un detenido con cáncer fulminante. Lo llevaron a Marcos Paz, pidió y consiguió 50 juegos de sábanas para las 50 celdas, 50 fundas, 50 almohadas nuevas, un toallón nuevo para cada preso y una toalla de mano. “Me desesperaba para ver la luna y las estrellas –dice—, de día veía por la ventana cómo volaban los pájaros”.
El 13 de octubre de 2017 el juez Armella lo procesó por asociación ilícita, lavado de dinero y extorsión. Él ya había denunciado todo lo que se conoció en diciembre.
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