PANTALEÓN, LALO Y ANA MOURA

La música que escuché mientras escribía.

 

Uno de los colaboradores habituales del Cohete, Enrique Hidalgo, me mandó el link a una nueva edición de la Sinfonía de Tango, presentada como The beginning of Tango Nuevo. Si tenés Spotify, podés escucharlo aquí. Pero si no tenés no te preocupes, en El Cohete tratamos de no hacerte poner guita, que escasea. Pantaleón lo grabó en 1955 en París y algunos temas están en esta versión.

 

 

Como una parte significativa de la sociedad, Pantaleón aborreció los modales del peronismo, cuyas políticas beneficiaron a la clase media de la que formaba parte. Era el Mordisquito perfecto del monólogo de Discepolín. Y cada vez que gobernó el peronismo hizo la de Manuelita. La primera vez para estudiar composición con Nadia Boulanger, la gran maestra por cuyo estudio también pasaron Barenboim, Igor Markevitch, Aaron Copland, Philip Glass, Quincy Jones, John Eliot Gardiner y George Gershwin, ese Piazzolla del norte.

Boulanger le abrió un mundo, no tanto por la técnica que le transmitió sino porque lo guió para encontrar su identidad musical. Igual que Gershwin, Pantaleón quería ser un músico clásico, pero ella lo estimuló a no avergonzarse del tango de Buenos Aires, una de sus raíces. ¿Podés creer que Pantaleón escondía el fuelle y que Nadia Boulanger tuvo que presionarlo para que lo desenfundara? Él mismo se lo cuenta a su hija Diana.

 

 

 

 

Otra raíz fue el jazz, que mamó en su infancia en los barrios bravos de Nueva York, donde se instaló Nonino. Feliz coincidencia, más allá de las especificidades de cada una, hay pocas ciudades de semejante intensidad en el mundo. Con el segundo peronismo se asentó en Roma, que es mucho más parsimoniosa, con o sin alusiones. Ahora se hubiera regocijado con el porrazo electoral del domingo 12, pero por suerte ya no se puede ir a ningún lado, porque su música es universal y esto no excluye a su Buenos Aires, que tanto lo hizo sufrir.

En Picasso, Mi tentación, Sens unique, Estamos listos, Chau Paris, Bando, Luz y sombra y Tzigane tango, además de Pantaleón y su conjunto de cuerdas participan Lalo Schiffrin y Martial Solal al piano; Pierre Michelot en el bajo, y la batería de Jean-Louis Viale.

Esta es la época del reportaje que le hice a Pantaleón para una revista del colegio secundario, de la que no tengo ningún ejemplar. Iba a escribir por desgracia, pero tal vez sea una suerte. No hay nada peor que la vergüenza ajena por uno mismo, con perdón del oxímoron. Pero si escuchás esto vas a entender por qué su música le partió la cabeza a aquel adolescente, con sus gustos musicales en formación. Mi vieja aporreaba un piano vertical nunca muy afinado, con tangos  que un par de veces te permití escuchar. Eran todos de la guardia vieja, con una sola excepción: tenía un álbum con partituras de Pantaleón y llegó a sacar con buen sonido dos de los temas que están en la recopilación de Spotify y que me encantaban: Marrón y Azul, que además es una bella combinación de colores, y Contrastes.

También estaba Fugitiva, con letra del Gordo Juan Carlos Lamadrid, que dice cosas como

Para qué,
fugitiva de otoño,
te amaré,
danzarina en la tarde
con tu velo violeta
en el tema de adiós…

Mi viejo, que nunca fue a una sesión de Resentidos Anónimos, escribió al margen: "Así hablaban los guapos del futuro". El Gordo murió en 1965, por eso ni se enteró que lo hicieron suegro de Juan Gelman, cuando su hija Mara le robó el corazón a El Poeta, en 1988. Fue la mina que más le duró a Juan, hasta su muerte, más de un cuarto de siglo después, porque fue la única tan intensa como él, entre muchas otras cosas porque jamás se le ocurrió usar un velo violeta.

Perdón por la lata, pero Ana Moura repite embarca en mi, porque o tempo e curto y me pasan estas cosas.

 

 

Constantin Brancusi, El Beso, 1908.

 

 

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