Un juez de Minneapolis fijó en 22 años y medio la pena para el policía blanco Derek Chauvin, quien recién podrá pedir la libertad condicional en 2036, cuando cumpla dos tercios tras las rejas de la condena por el asesinato del joven negro George Floyd . En abril, un jurado constituido en partes iguales por blancos y negros lo había declarado culpable. En el cierre de la semana pasada no tuvimos tiempo de ocuparnos del tema, pero en los días siguientes, pensé varias veces en la terrible imagen del policía con su rodilla sobre el cuello del muchacho, esposado a las espaldas, que imploró durante nueve minutos que no podía respirar, hasta que eso se convirtió en irreversible realidad.
La actriz y cantante mexicana Eiza González protestó por la pena, que le parece exigua para tan abominable crimen, pero la familia de Floyd y la comunidad negra de Minesota celebraron la decisión porque es la primera vez en ese Estado que la muerte de un negro por obra de un blanco no queda impune. Y 15 años en la cárcel no son un castigo menor. Lo que ahora exigen es que también sean condenados los otros tres policías que asistieron impasibles al asesinato, alejando a quienes se acercaban a rogar por la vida de Floyd, entre ellos una nena cuyo testimonio derrumbó la explicación de Chauvin, de que no se dio cuenta de que la cosa iba en serio.
Lo asocié con Nat King Cole, el pianista y cantante nacido en Alabama, que enfrentó con valentía e inteligencia el racismo, hasta su prematura muerte de fumador compulsivo a los 45 años. Nunca se consideró un militante, pero exigía ser respetado en su dignidad.
Fue el primer negro que tuvo un programa propio en radio, y más adelante también en televisión. Sin embargo, cuando quiso comprar una casa en un vecindario garca de Los Angeles, los residentes blancos se opusieron, invocando un estatuto que sólo admitía negros si eran sirvientes.
Cole ganó esa batalla, pero antes le dispararon con armas pesadas contra las ventanas, le quemaron parte del jardín con una leyenda agraviante, le envenenaron el perro, para que entendiera el mensaje. Uno de los figurones del barrio le explicó que no tenían nada personal contra él, pero que debían prevenir que pudiera asentarse algún indeseable allí. "Si eso ocurriera, yo sería el primero en oponerme", contestó Cole. Durante un show con su banda mixta para un auditorio segregado en Alabama, una patota de supremacistas blancos subió al escenario y lo golpeó.
Comenzó tocando el órgano en la Iglesia donde su padre predicaba y su madre dirigía el coro, y en la adolescencia se mudó a Chicago. Sus discos preferidos eran los de Art Tatum y Earl ‘Fatha’ Hines.
Su enorme fama se debió a los temas románticos que cantó con su voz de barítono. Y tuvo tanto éxito que la compañía discográfica también le pidió que grabara temas en castellano, a lo que respondió: Quizás, quizás, quizás.
Antes de eso se había revelado como un excelente pianista, y su trío influyó sobre otros músicos, como Oscar Peterson.
Es el mejor homenaje que se me ocurre para George Floyd y el movimiento Black Lives Matter. Y además, qué hermosa música.
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